¿Por qué las hojas cambian de color en el otoño?, me pregunto mi a veces. Vivimos de preguntas y respuestas. A medida que los días se hacen más cortos la ausencia de luz provoca que los arboles tiñan sus hojas de tonalidades rojizas, marrones y amarillas. Así, su pigmentación cambia logrando que el otoño tenga su particular color.
Desde joven me ha gustado pisar en otoño las hojas caídas en el suelo. Especialmente cuando hago excursiones por la montaña disfruto con el crepitante sonido de esas hojas que forman una alfombra multicolor en los senderos del campo.
Las personas nos hacemos muchas preguntas a lo largo de la vida pero pocas veces nos preguntamos en qué ha cambiado nuestra vida. Por otro lado, preguntas que a algunos les resultan apasionantes otros ni siquiera se las plantean. Lo interesante es la posibilidad de compartir experiencias, conocimientos y descubrimientos. El compartir experiencias es uno de los aspectos más enriquecedores de la vida. Por eso resulta tan importante vivir en comunidad porque la vida junto a otros te hace cuestionarte muchas cosas.
Personalmente, como cristiano me han enriquecido enormemente los testimonios de personas que han abierto su corazón o los textos de hombres y mujeres que han dejado su impronta de santidad o, simplemente, reflejan en sus libros cuestiones que te permiten plantearte tu propia realidad. Pero, sobre todo, lo que más me enriquece y me estimula es observar la misericordia y el amor de Dios en la vida del prójimo, como el Padre creador trabaja de manera constante en la vida de tantas personas a mi alrededor.
Esto es lo que da sentido auténtico a la iglesia, a la que con sus defectos y sus virtudes, tan unido me siento, esa comunidad de individuos imperfectos —entre los que yo me encuentro— que peregrinan por este mundo junto a Jesucristo, que tratan de mejorar cada día a su lado, que de Él aprenden a vivir en santidad pero que también crecen gracias al encuentro con el otro.
En el seno de la Iglesia te puedes plantear una multitud de preguntas y puedes utilizar cada una de las respuestas para crecer humana y espiritualmente para ser sal de la tierra y luz del mundo y para que, unidos entre sí en una sola fe, una sola vida sacramental, una única esperanza común y en la misma caridad bajo la guía imperecedera del Espíritu Santo, transformar el mundo, el propio y el de los demás. ¡Gracias, Padre, por tu Iglesia santa de la que eres su santísimo autor!
Desde joven me ha gustado pisar en otoño las hojas caídas en el suelo. Especialmente cuando hago excursiones por la montaña disfruto con el crepitante sonido de esas hojas que forman una alfombra multicolor en los senderos del campo.
Las personas nos hacemos muchas preguntas a lo largo de la vida pero pocas veces nos preguntamos en qué ha cambiado nuestra vida. Por otro lado, preguntas que a algunos les resultan apasionantes otros ni siquiera se las plantean. Lo interesante es la posibilidad de compartir experiencias, conocimientos y descubrimientos. El compartir experiencias es uno de los aspectos más enriquecedores de la vida. Por eso resulta tan importante vivir en comunidad porque la vida junto a otros te hace cuestionarte muchas cosas.
Personalmente, como cristiano me han enriquecido enormemente los testimonios de personas que han abierto su corazón o los textos de hombres y mujeres que han dejado su impronta de santidad o, simplemente, reflejan en sus libros cuestiones que te permiten plantearte tu propia realidad. Pero, sobre todo, lo que más me enriquece y me estimula es observar la misericordia y el amor de Dios en la vida del prójimo, como el Padre creador trabaja de manera constante en la vida de tantas personas a mi alrededor.
Esto es lo que da sentido auténtico a la iglesia, a la que con sus defectos y sus virtudes, tan unido me siento, esa comunidad de individuos imperfectos —entre los que yo me encuentro— que peregrinan por este mundo junto a Jesucristo, que tratan de mejorar cada día a su lado, que de Él aprenden a vivir en santidad pero que también crecen gracias al encuentro con el otro.
En el seno de la Iglesia te puedes plantear una multitud de preguntas y puedes utilizar cada una de las respuestas para crecer humana y espiritualmente para ser sal de la tierra y luz del mundo y para que, unidos entre sí en una sola fe, una sola vida sacramental, una única esperanza común y en la misma caridad bajo la guía imperecedera del Espíritu Santo, transformar el mundo, el propio y el de los demás. ¡Gracias, Padre, por tu Iglesia santa de la que eres su santísimo autor!
¡Padre, te doy gracias y te glorifico porque nos amas profundamente y nos has convertido a todos en tus hijos adoptivos! ¡Eso, Padre, nos obliga a amarnos unos a otros, especialmente a los enemigos, sabedores que amando a los demás te amamos profundamente a Ti! ¡Padre, Tu eres fuente de vida y de amor, ayudarme a ser siempre generoso con los demás y ser testimonio en mi comunidad! ¡Espíritu Santo, te misericordia de tu Santa Iglesia y por tu gran poder celestial hazla firme ante los embates de sus enemigos, sean interiores o exteriores! ¡Llénanos a todos los que la formamos de luz y de amor y ayudarnos a enfrentarnos a todos lo que se oponga a las enseñanzas de Jesús! ¡Ayúdanos a ser testimonio de vida, de fe y de esperanza en todos los momentos de nuestra vida! ¡Mira con bondad a todos los que la integramos, fortalece nuestra fe y llena nuestro corazón de esperanza cierta! ¡Gracias, Señor, porque nos has llamado a ser miembros vivos de tu Santa Iglesia, que tu Espíritu nos haga siempre ejemplos de la verdad!
Pan transformado, cantamos hoy ensalzando a nuestra Iglesia católica: