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jueves, 18 de enero de 2018

Cuestionarte las propias experiencias

otoño¿Por qué las hojas cambian de color en el otoño?, me pregunto mi a veces. Vivimos de preguntas y respuestas. A medida que los días se hacen más cortos la ausencia de luz provoca que los arboles tiñan sus hojas de tonalidades rojizas, marrones y amarillas. Así, su pigmentación cambia logrando que el otoño tenga su particular color.
Desde joven me ha gustado pisar en otoño las hojas caídas en el suelo. Especialmente cuando hago excursiones por la montaña disfruto con el crepitante sonido de esas hojas que forman una alfombra multicolor en los senderos del campo.
Las personas nos hacemos muchas preguntas a lo largo de la vida pero pocas veces nos preguntamos en qué ha cambiado nuestra vida. Por otro lado, preguntas que a algunos les resultan apasionantes otros ni siquiera se las plantean. Lo interesante es la posibilidad de compartir experiencias, conocimientos y descubrimientos. El compartir experiencias es uno de los aspectos más enriquecedores de la vida. Por eso resulta tan importante vivir en comunidad porque la vida junto a otros te hace cuestionarte muchas cosas.
Personalmente, como cristiano me han enriquecido enormemente los testimonios de personas que han abierto su corazón o los textos de hombres y mujeres que han dejado su impronta de santidad o, simplemente, reflejan en sus libros cuestiones que te permiten plantearte tu propia realidad. Pero, sobre todo, lo que más me enriquece y me estimula es observar la misericordia y el amor de Dios en la vida del prójimo, como el Padre creador trabaja de manera constante en la vida de tantas personas a mi alrededor.
Esto es lo que da sentido auténtico a la iglesia, a la que con sus defectos y sus virtudes, tan unido me siento, esa comunidad de individuos imperfectos —entre los que yo me encuentro— que peregrinan por este mundo junto a Jesucristo, que tratan de mejorar cada día a su lado, que de Él aprenden a vivir en santidad pero que también crecen gracias al encuentro con el otro.
En el seno de la Iglesia te puedes plantear una multitud de preguntas y puedes utilizar cada una de las respuestas para crecer humana y espiritualmente para ser sal de la tierra y luz del mundo y para que, unidos entre sí en una sola fe, una sola vida sacramental, una única esperanza común y en la misma caridad bajo la guía imperecedera del Espíritu Santo, transformar el mundo, el propio y el de los demás. ¡Gracias, Padre, por tu Iglesia santa de la que eres su santísimo autor!
¡Padre, te doy gracias y te glorifico porque nos amas profundamente y nos has convertido a todos en tus hijos adoptivos! ¡Eso, Padre, nos obliga a amarnos unos a otros, especialmente a los enemigos, sabedores que amando a los demás te amamos profundamente a Ti! ¡Padre, Tu eres fuente de vida y de amor, ayudarme a ser siempre generoso con los demás y ser testimonio en mi comunidad! ¡Espíritu Santo, te misericordia de tu Santa Iglesia y por tu gran poder celestial hazla firme ante los embates de sus enemigos, sean interiores o exteriores! ¡Llénanos a todos los que la formamos de luz y de amor y ayudarnos a enfrentarnos a todos lo que se oponga a las enseñanzas de Jesús! ¡Ayúdanos a ser testimonio de vida, de fe y de esperanza en todos los momentos de nuestra vida! ¡Mira con bondad a todos los que la integramos, fortalece nuestra fe y llena nuestro corazón de esperanza cierta! ¡Gracias, Señor, porque nos has llamado a ser miembros vivos de tu Santa Iglesia, que tu Espíritu nos haga siempre ejemplos de la verdad!
Pan transformado, cantamos hoy ensalzando a nuestra Iglesia católica:

sábado, 13 de enero de 2018

No cambiamos, solo nos ponemos otros disfraces

Mascaras«On ne change pas, on met juste les costumes d'autres sur soi» («No cambiamos, solo nos ponemos otros disfraces»). Lo canta Céline Dion en su hermosa canción On ne change pas. La letra dice que, incluso cambiando la apariencia, sigues siendo el niño que eras. Puedes alcanzar el éxito social, personal, económico, empresarial, puedes convertirte en un respetable personaje en tu entorno social pero nunca puedes negar tus propios orígenes.
Nuestra infancia, nuestra familia, la relación con nuestros padres y el entorno social en el que hemos crecido nos marcan profundamente. Una vez alcanzada la edad adulta nos comportamos de una u otra forma según la educación y los valores que hemos recibido. Dependiendo de las posibilidades que nos ofrecen nuestros éxitos o nuestras faltas encajamos en uno u otro molde social.
En la escala humana uno nace, crece, envejece y muere. Ninguna jornada es similar a la anterior porque siempre hay algo que transforma nuestra vida. A pesar de nuestros esfuerzos somos incapaces de detener estos cambios. Algunos, son beneficiosos, alegres y dadores de vida. Otros son puro milagro. Y otros, sin embargo, están repletos de dolor, tristeza y sufrimiento.
Cuando observas las diferentes etapas de tu vida observas que han estado marcadas por cambios profundos, por pruebas constantes, por obstáculos que se han superado. Uno se da cuenta también que en la vida no lo controlamos todo. Las personas, las situaciones, las enfermedades vienen y van a pesar nuestro.
La clave es aferrarse a la vida, dejarlo todo en manos de Dios. Puedes quedarte solo en la primera etapa, la de luchar con denuedo pero sin la fuerza de Dios no hay fuerza humana que sea capaz de resistir. No hay sueño, expectativa, deseo, esperanza, esfuerzo… que no esté jalonado por la presencia visible o invisible de Dios.
Hace unos días me encontré con una persona a la que no veía desde hace, al menos, una década. Tenía el mismo discurso que antaño, endurecido para resistir las dificultades en lugar de aceptar los cambios.
Uno de los secretos de la vida es cuestionarte interiormente. Si no interiorizas y no te cuestiona la vida eres incapaz de cambiar. Si no das respuesta a las preguntas de tu existencia tienes grandes posibilidades de endurecer el corazón aunque hay veces que preferimos endurecernos en lugar de cambiar porque el miedo nos embarga. Cualquier cambio contiene un grado de incertidumbre y eso nos asusta. Hacemos valer aquello de más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Es quizás por esta razón que tantas veces rechazamos a Dios. Él nos promete una vida en abundancia, hecha de paz, libertad y amor. Pero para obtenerlo, se necesita cambiar. Dios dice que cambiará nuestros corazones de piedra en corazones de carne. ¡Este es el auténtico cambio! Somos esclavos de nuestros pecados y de nuestra miseria y Él quiere hacernos libres. Somos mortales y Él quiere darnos la vida eterna.
Cuando aprendes a confiar en Él, Dios te cambia la vida. Es el cambio que realmente merece la pena experimentar sin las máscaras ni disfraces a las que hace referencia Céline Dion en su canción.
¡Señor, Tú me invitas a conocer la verdad de mi vida! ¡Sin ser auténtico difícilmente podré responder a mi vocación y a la plenitud y alcanzar la felicidad! ¡Señor, no me dejes saciar por las apariencias sino que envía Tu Espíritu para que edifique mi vida sobre la solidez de la verdad! ¡Señor, no permitas que las máscara aparenten lo que no soy y oculten lo que pueda ser malo para mí porque no sería más que un reflejo de mi mediocridad! ¡Espíritu Santo, ayúdame en el camino de la autenticidad; dame el valor para ahondar en mi verdad y enfrentarme a lo que es de verdad! ¡Señor Jesús, Tu me dejas a la Virgen como testamento de autenticidad! ¡Ayúdame a alcanzar mi verdadera libertad en el cumplimiento del Plan de Dios, en la fidelidad a los designios de Dios y a caminar por la senda de la verdad! ¡Señor, me abandono en tus manos, Tú que eres el Dios que actúa en la historia del hombre y que muestras cada día los signos vivos de tu presencia en mi vida! ¡A Ti, Padre, te entrego mi vida y mi salvación y la de la humanidad entera que tanto amas porque ha sido creado por Ti! ¡Quiero seguirte, Señor, par anunciar Tu Palabra a la sociedad en la que me mueves, para hacer de mi existencia cotidiana un testimonio de tu amor! ¡Jesús, amigo, enviado de Dios, confío en Tu Palabra que es la del mismo Dios que se ha revelado por medio de Ti! ¡Quiero anunciarte al mundo que confío plenamente en Dios que eres el mismo Dios revelado y que garantizas que sus promesas se cumplen siempre! ¡Quiero hacerme uno contigo, ser comunión contigo! ¡Envía tu Espíritu sobre mí para que no me falte la fe, para no perder la comunicación con Dios, la confianza y la esperanza en Él, para aceptar siempre su plan en mi! ¡Me abandono en tus manos y creo firmemente en Ti, confieso todas y cada una de las verdades que la Iglesia propone porque han sido reveladas por Ti, que eres la Verdad y la Sabiduría y quiero vivir y morir en esta fe!
On ne change pas, de Céline Dios origen de esta meditación:




martes, 18 de abril de 2017

No me puedo callar que amo a Cristo

camino del cielo
Sentado ante el Santísimo uno experimenta grandes destellos del amor de Cristo. Saberse amado por el Amor de los Amores es una de las sensaciones más profundas que puede sentir el ser humano. Saber que Cristo te mira cuando las miradas de tantos te ignoran y hacen vacío a tu existencia. Saber que Cristo te tiende sus manos llagadas y acoge tu sufrimiento y tu dolor para que llevarlo Él en el corazón y que desaparezca del tuyo. Saber que sus palabras se convierten en un bálsamo de serenidad que purifica y sana todos tus desconsuelos. Saber que Cristo te libera de todos los impedimentos que te hacen crecer y llena los vacíos del corazón con su sola presencia.
La mirada a esa Hostia viva te permite comprender que Cristo te espera siempre. Que te convierte en un privilegiado, que te ofrece la oportunidad de acercarse a Él para descubrirle en toda su esencia, para descubrirse a uno mismo en su fragilidad.
Cuando estás así te sientes como ese gorrión que vuela libre por el campo; como esa estrella fugaz que brilla en la inmensidad del firmamento; como esa cometa multicolor que se levanta con el roce del viento. Y te sientes feliz. Lleno de Dios. Lleno de Cristo. Lleno del Espíritu Santo. Lleno de la bondad trinitaria. Y lo negativo desaparece, los dolores quiebran, las heridas cicatrizan y solo te detienes a pensar en la belleza de las cosas y todas las regalos hermosos que el buen Dios te proporciona, las enseñanzas que pone en tu camino, las voluntades que aceptas por la gracia y que te convierten en un bienaventurado.
Pero esta experiencia no quiero que se convierta en un gozo instantáneo en el momento de la adoración. Si así fuera, sería una alegría estéril y hueca. Anhelo que sea un todo en mi corazón. Un siempre. Mi verdadera alegría es que Cristo permanezca siempre a mi lado y yo siempre cercano a Él, sin temor a las tormentas de la vida.
Quiero constatar que Cristo es mi aliento. Mi vida. Mi esperanza. Mi confianza. Mi consuelo. Mi todo. Que el me conoce, sabe quien soy y adonde voy. Quiero constatar que es al Él a quien debo todo, que me corona de infinidad de favores y de la gracia de su gran misericordia.
No puedo callarme que amo a Cristo. No puedo silenciar cuán agradecido estoy a su amistad inquebrantable. Quiero que mi oración sea un canto de alabanza. De agradecimiento. De estupefacción ante tanto inmerecimiento. Quiero que la Santísima Trinidad sepa que mi corazón canta de alegría porque mi vida no es fácil pero tiene la paz de Dios, la amistad de Cristo y la guía del Espíritu.
¡Bendito Jesús, que grande es tu amor y tu misericordia! ¡Gracias porque frente a Ti recibo infinitas gracias, las mismas que pido para todos los que quiero e, incluso, para los que me han hecho daño o he dañado yo! ¡Gracias, Señor, por tu bondad! ¡Te pido también gracias para tu Santa Iglesia, para tus sacerdotes y consagrados y consagradas de todo el mundo! ¡Ante tu presencia, Señor, quiero reparar todas mis faltas y mis culpas y entregarme enteramente a ti, adorarte, alabarte y glorificarte! ¡Me postro ante Ti y quiero desagraviarte por todas los desprecios y las injurias que recibes cada día! ¡Perdóname a mi por las veces que te ofendo! ¡Te amo de todo corazón porque eres la bondad infinita; has derramado tu sangre y tu vida en la cruz por mí pero ahora estás realmente en el Santísimo Sacramento del Altar! ¡Deseo que mi corazón permanezca siempre contigo, que me acuerde de ti en cada momento de la jornada y que mi vida sea un ejemplo de que soy tu amigo, servirte con la mayor de las fidelidades! ¡Te amo sobre todas las cosas, Señor, y no permitas que nunca me aleje de Ti! ¡Te entrego mi voluntad, mis afectos, mis deseos, mis aflicciones, mis esperanzas; todo es tuyo suyo!
Adoro te devote: