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jueves, 6 de octubre de 2016

Planta y cimiento

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Mi vecino del primero es un hombre mayor, de avanzada edad. Me la encuentro con frecuencia en la parroquia y coincidimos innumerables veces en el ascensor o en el rellano. Es un hombre entrañable, sencillo y piadoso. Su terraza está llena de flores que cuida con mimo cada día. Riega las plantas, retira las hojas estropeadas, cambia de vez en cuando la tierra y se preocupa que su balcón luzca bello con la variedad de colores de sus flores.
«¡Qué bonitos los geranios!», le digo. «Es una cuestión de paciencia, de esperar, de cuidarlas cada día pero cada una de estas plantas tiene su tiempo bajo el sol y una vez lucen tan bellas me ocupo de que no les falte de nada». Las plantas también nos permiten comprender un poco como somos los seres humanos. Para lucir hermosos es necesario tener paciencia y saber esperar. En la vida cada cosa tiene su tiempo. Y como las plantas, el corazón del hombre tiene que estar cuidado, protegido, resguardado de aquello que puede causarle mal y darle el alimento necesario para que crezca debidamente.
Justo delante de esta terraza están levantando un edificio nuevo. Observas la obra y vas siendo como cada día los pisos van terminándose. Contemplar un edificio también es un buen ejercicio para descubrir algo de nuestro propio yo. Sin cimientos sólidos, sin una estructura fuerte, por mucho que le pongas elementos decorativos cualquier imprevisto puede hacer que el edificio se derrumbe. Sin embargo, cuando los fundamentos son sólidos nada puede destruirlo.
Unas plantas hermosas y un edificio moderno casi terminado pero bien cimentado. Son dos imágenes que me permiten acercarme a la oración para agradecerle a Dios que me haya dado la vida pero al mismo tiempo para cuestionarme que estoy haciendo para dar buenos frutos y lucir hermoso para atraer la atención de aquel que está alejado de Dios o del que tengo más próximo. Y algo más, si tengo esa paciencia delicada y fina para permitir a Dios que vaya manejando los hilos de mi vida. La regadera de Dios es la oración, la vida de sacramentos —especialmente la Eucaristía—, el encuentro con el necesitado, la entrega generosa, la contemplación de la vida, el hacer las cosas con amor...
Miro también el edificio, que pronto se convertirá en un hotel en el que entrarán y saldrán multitud de personas, y le pido a Dios que me ayude a sostenerme en sus cimientos, que sea Él la viga maestra que sostenga mi vida para a continuación ser un enviado que llegue al corazón de los que me rodean con mis gestos, con mi palabra y con mi servicio.

¡Señor, te doy las gracias porque eres la fuente de mi existencia! ¡Envía tu Espíritu para que me ayude a tener mis raíces sanas y bien cimentadas en tí para que el fruto de mi vida no sólo sea bueno sino abundante! ¡Señor, ayúdame a examinar mis raíces y asegurarme que están plantadas en tu palabra y alimentadas por el fuego de tu amor que lo acojo diariamente en el corazón en la comunión diaria y en la oración! ¡Gracias, Señor, porque el fruto de mi vida es algo que viene de Ti y que nace de la relación real contigo! ¡Dios mío, ayúdame a perfeccionar mi fe y edificar mi espíritu! ¡Espíritu Santo, guíame para acoger en mi corazón aquellos mensajes específicos que cambiarán mi vida!
Temprano yo te buscaré, cantamos hoy con Marcos Witt:

miércoles, 29 de junio de 2016

Tres cosas que debes saber sobre la medalla de San Benito

Quizá conozcas la medalla, pero ¿cuánto sabes sobre sus orígenes, o sobre el propio santo?


San Benito nació en Nursia, Italia, cerca del año 480. Está considerado como el padre del monacato occidental, porque a pesar de que ya existía una tradición monástica (la de los llamados “Padres del Yermo”, o “De La Tebaida”) en otras regiones mediterráneas (especialmente en Siria y Egipto), su Regla (conocida, evidentemente, como la “Regla de San Benito”) se convirtió en el fundamento de la organización comunitaria, litúrgica y cotidiana de muchas órdenes religiosas, empezando, por supuesto, por la propia familia benedictina, que incluye Cistercienses y Trapenses.

Cuando San Benito hizo la señal de la cruz sobre los alimentos, le fue revelado que éstos estaban envenenados. Al saberlo, derramó la copa y mandó a un cuervo a llevarse el pan. 

1.- ¿Por qué en la medalla aparecen una serpiente y un cuervo? 

Para comprender correctamente el significado de los diferentes símbolos incluidos en la medalla (que hemos explicado anteriormente en este post), es preciso conocer un evento en particular en la vida de San Benito: como el santo había estado viviendo durante al menos tres años como un ermitaño en una cueva, ya era relativamente famoso por su santidad. Algunos hombres que estaban viviendo juntos, como comunidad religiosa, se acercaron a él para solicitarle consejo y dirección, ya que su “Abad” había muerto recientemente. En pocas palabras, le pidieron a Benito hacerse cargo de su comunidad. Algunos de los “monjes”, sin embargo, no les gustó el plan de traer a alguien ajeno a la comunidad (en lugar de escoger a alguien del propio grupo), y trataron de matar a Benito con pan y el vino envenenado. Sin embargo, cuando San Benito hizo la señal de la cruz sobre los alimentos, le fue revelado que éstos estaban envenenados. Al saberlo, derramó la copa y mandó a un cuervo a llevarse el pan. Es por eso que la tradición dice que la medalla de San Benito protege contra el veneno (y por lo que, flanqueando al santo, se ve una serpiente saliendo de una copa y un cuervo llevando una hogaza de pan).

2.- Pero además del veneno, la medalla también protege de…

a) Brujería y cualquier otra influencia diabólica perturbadora. Eso significa que también protege, a quien la lleva, de tentaciones, engaños o de ser atormentado por espíritus malignos.

b) La medalla también puede conceder la conversión de los pecadores, y su retorno Iglesia Católica, especialmente cuando están en peligro de muerte. Por eso, la medalla ha sido también apodada “la Cruz de la Buena Muerte” cuando está engastada en un crucifijo.

c ) La tradición también afirma que la medalla protege contra enfermedades contagiosas y otras dolencias corporales, y que además garantiza el nacimiento oportuno y saludable de los niños en la familia.

A San Benito se le conoce como uno de los patrones del buen morir, gracias a lo que la tradición cuenta a propósito de su propia muerte.


3.- Un momento ¿Podemos volver a lo de la “Buena Muerte”?   

Como explica el blog católico “Fisheaters”, cuando la medalla está inserta en un crucifijo, estamos entonces en presencia de lo que la tradición ha llamado una “Cruz de la Buena Muerte”, no sólo por el poder exorcístico que la medalla y la imagen del Cuerpo de Cristo tienen en sí mismas, sino también porque a San Benito se le conoce como uno de los patrones del buen morir, gracias a lo que la tradición cuenta a propósito de su propia muerte. El Papa Gregorio Magno narra la muerte del santo:

“Seis días antes de dejar este mundo dio órdenes de que se cavara su tumba, y al instante comenzó a sufrir de fiebre intermitentes, y comenzó a arder; la enfermedad empeoraba a diario, y al sexto día mandó a sus monjes que lo condujesen al oratorio, donde se armó a sí mismo recibiendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo nuestro Salvador; y estando su cuerpo débil sustentado entre las manos de sus discípulos, mantuvo las manos levantadas al cielo; y mientras oraba de esa forma, entregó el espíritu”

De todas maneras, es preciso recordar que la medalla de San Benito no es un amuleto ni nada por el estilo. Es, ante todo, un modo de recordar la presencia de Dios en nuestras vidas y un símbolo de nuestro deseo de servirle y amarle a través del servicio a los demás.