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sábado, 22 de abril de 2017

Entender la cruz junto a María

desdedios.blogspot.com
Cuarto sábado de abril con María en nuestro corazón. Un día para tener muy presente a la Virgen que con tanto sufrimiento acompañó a su amado Hijo en el camino de su Pasión. Y en este caminar después de la Resurrección aprendimos de Ella esa lealtad, ese amor incondicional y ese cariño de Madre cuando todos habían abandonado a Cristo, como hago yo tantas veces vencido por la comodidad y el desánimo de cada día. Toda la vida es semana de Pasión porque hay muchas cruces que llevar, por eso quiero ir de la mano de María en esas horas amargas de profundo e intenso dolor por ese Hijo que murió para redimirnos del pecado.

Estos últimos días he mucho observado mucho sufrimiento humano en diversas circunstancias y en ambientes diferentes. Pero esas vivencias me han permitido entender también que la Cruz de Cristo entra en el orden humano de la cosas y que el sufrimiento, como el que padeció María, y como el que sufrimos todos, tiene un elemento maravilloso de corredención porque proviene de Cristo mismo y porque, aunque sea difícil de entender, permite colaborar con Él en la redención del mundo.
Cualquier historia humana es una historia de dolores, de sufrimientos, de aflicciones. Pero eso no le da un cariz negativo a la vida. En el padecimiento también surge el amor. Y ahí está el ejemplo de la Virgen. Sufre por Cristo porque lo ama. Trata de consolarle porque lo ama. Padece con Él porque lo ama. Obedece la voluntad del Padre porque ama. Y en esa fidelidad es testigo de la Resurrección. Ese es el amor sin medida. Y donde todo se hace por amor está la plenitud, sentido final de la creación del mundo.

¡María, Señora de los dolores y del amor hermoso, dame la fortaleza para aceptar todos los sufrimientos de mi vida! ¡Y cuando me embargue el cansancio, o el dolor, o la tristeza, o la indiferencia de la gente, o la amargura por mis fracasos, o el sufrimiento por la enfermedad, o la incertidumbre por la carestía económica, o el abandono de los que pensaba eran mis amigos… ayúdame a postrarme a los pies de la Cruz como hiciste Tu Madre, y que siga tu ejemplo de amor en la dudas que me atenazan! ¡Que mi amor a los demás sea un amor sincero y desmedido! ¡Y al igual que hiciste Tu, María, ayúdame a apartar mis yos, a olvidarme de mi mismo para poner por delante a Dios y todos los que me rodean por amor a Tu Hijo! ¡Quiero acogerte, María, en mi corazón de piedra; necesito de tu presencia porque en mi pequeñez, contando con tu ayuda, podré tener una relación más estrecha con Cristo y comprender que todo dolor en mi vida, si lo sé llevar con ánimo cristiano, es un acto verdadero de amor!
Un Stabat Mater para este sábado acompañando a María los días previos a la pasión de su Hijo:

lunes, 17 de abril de 2017

Junto a María, en su soledad

camino del cielo
¡Cristo ha muerto! Mi corazón siente un vacío profundo en este día. Los sagrarios de todas las iglesias permanecen vacíos porque Cristo no se encuentra en su interior. En este día me falta algo. En un día como hoy tampoco se celebra la Eucaristía, alimento del cristiano. Solo nos queda María en su soledad. Contemplo a Nuestra Señora, en la soledad de su fe, a los pies de la Cruz. Me quiero postrar junto a ella. En su tiempo hubiera huído, como hicieron tantos. Hoy no. Amo tanto a Cristo, siento tanta devoción por María, que no puedo más que postrarme junto a Ella en silente oración a los pies del madero santo.
María me acoge. Acoge a la humanidad entera. Nos acoge a todos porque ha asumido fielmente en su corazón el mandato de Cristo: "amaos los unos a los otros" y el tan profundo "aquí tienes a tu Madre". María asume su misión con entereza, con valentía, con fortaleza y con alegría. Ahora es fácil verlo, pero en el momento de postrarse en el Calvario María estaba sola. Muy sola. Es una mujer radicalmente sola. ¿Que se trasluce de esta soledad de la Virgen? La soledad de la fe. Ella es la única que tiene la certeza viva y firme de que después de la muerte viene la Resurrección. María cree en Jesús. Cree en la única Verdad, fruto bendito de su vientre. A María lo que le sostiene, entre tanto dolor y sufrimiento, es una fe cierta. ¡Bendita la fe de María que me hace también creer a mi cada día!
La Virgen es consciente de que el sufrimiento de Cristo es voluntad del Padre. Desde que asumió el fiat, María sabía que Jesús debía padecer por cada hombre y morir en la cruz para la salvación del género humano. María está sola. Es una soledad que desgarra el alma, pero que se sostiene por la confianza en el Padre que nunca abandona: "Si, buen Dios, hágase en mí según tu Palabra". Es el fiat renovado en el monte Calvario.
¡Qué triste es la soledad de Maria! Pedro ha renegado de Jesús tres veces. Judas, poniendo en jaque su salvación, se ha quitado la vida. De los restantes apóstoles, excepto Juan, ya nada se sabe. Las mujeres han partido para recoger los ungüentos para embalsamar el cuerpo de Cristo, que será enterrado en el sepulcro de José de Arimatea. Los judíos desprecian al Salvador del Mundo. Los dos de Emaús, consternados, han comenzado el camino de regreso a su aldea. Los que le seguían, los que fueron testigos de su Palabra, los que vivieron en carne propia los milagros de Cristo andan escondidos en sus casas. No queda nadie. No quedamos nadie. Solo María, a la espera de la Resurrección del Hijo, signo de la victoria sobre la muerte y sobre el pecado.
Contemplando en este Sábado Santo la soledad de María uno comprende y mucho sus soledades. Comprendes que cuando tantas veces parece que Cristo no camina a tu lado, cuando sientes un abandono profundo o una sensación de vacío la Cruz es el bálsamo. Es, entonces, cuando la soledad de María en este Sábado Santo se convierte en una luz de esperanza. Sola, junto a la Cruz, todo sufrimiento se mitiga. Toda desesperanza se transforma. Cualquier herida sana. Sabemos que no estamos solos. Basta con repetir al únisono que María: "Si, buen Dios, hágase en mí según tu Palabra".
Junto a María tomo mi propia cruz con fe y esperanza y todos mis sufrimientos los pongo a los pies de la Cruz. ¡Cuanto se aprende de la soledad de María!

¡María, Madre de los Dolores, te contemplo junto a Tu Hijo yaciente y también me lleno de dolor en este día! ¡A tu lado las prisas de mi vida no tienen importancia, las rutinas de mi vida pasan a un segundo plano, viendo el cuerpo inerte de Cristo y tu dolor me desprendo de todas mis autosuficiencias! ¡María, quiero acompañarte con el corazón roto en este día! ¡Quiero acompañarte en tu soledad, en tu dolor y en tu pena pero sabiendo que Cristo resucitará y que podremos seguir juntos el camino! ¡Te contemplo María, te amo y quiero imitarte en todo: en tu valentía, en tu coraje, en tu fe, en tu fortaleza, en tu esperanza! ¡Quiero que así sea mi vida! ¡Anhelo ir ataviado de adoración como estás Tú ante el cuerpo de Cristo! ¡Quiero despojarme de mis yoes, de mis bajezas, de mis miserias y entregarme a Tu Hijo de verdad! ¡Quiero serle fiel como lo eres Tú en este día! ¡Quiero tener la misma serenidad que presentas Tu ante el dolor y el sufrimiento! ¡Quiero tener la misma elegancia y altura espiritual que tienes Tú, Madre de la Soledad! ¡Gracias, María, porque en este Sábado Santo tu me demuestras quien eres de verdad: la Reina del Universo, la Reina de los corazones, la Reina de las certezas, la Reina de la esperanza, la Reina de los afligidos, la Reina del Amor Hermoso! ¡Ayúdame a ser humilde como eres Tú! ¡Ayúdame a ser consciente de que soy un pecador y tengo mucho que purificar! ¡Ayúdame a reconciliarme con Tu Hijo, hoy y siempre! ¡Ayúdame a abrirme a los demás! ¡Ayúdame a ser más sencillo y misericordioso! ¡Ayúdame a ser más entregado! ¡Hoy y siempre, totus tuus María!
Stabat Mater Dolorosa (Estaba la Madre Dolorosa) es nuestra música para acompañar la soledad de María:


jueves, 24 de noviembre de 2016

«Para todo tengo a Jesús»

orar-con-el-corazon-abierto
Hace algún tiempo, subido en un avión en dirección a un país africano por cuestiones laborales se sienta junto a mí una mujer somalí con un hijo de 10 años que ahora vive refugiada en Kenia. El vuelo es largo y el niño, inquieto, me hace muchas preguntas. Entablo conversación con su madre, una mujer joven, con el rostro marcado por el dolor. Me explica como la guerra civil en su país ha sido un drama humano. Ella es viuda como tantos miles de mujeres en este pobre país del cuerno de África, al este del continente negro. Su marido murió en el conflicto a los pocos meses de casarse y el niño que lleva con ella es adoptado. Es el hijo de su mejor amiga, que también murió junto a su esposo en la guerra. Ha viajado a Europa financiada por una organización humanitaria para curar una enfermedad de su hijo. Me habla de su país con una herida profunda. Durante mucho tiempo no tuvo nada, la escasez de alimentos les hizo pasar mucha hambre.
Ella pertenece a la minoría cristiana evangélica. Somalía es el quinto país más peligroso para la fe cristiana; es el país más violento del mundo, el peor en mortalidad infantil, y uno de los países africanos con menos cristianos. Afectado por monzones y tsunamis, es un país semiárido con solo el 1,6% de sus tierras cultivables; el 98% de su población es islámica. Me cuenta que Dios le provee en su nuevo país los gastos de comida y escuela para ella y para su hijo. Vive de traducir literatura cristiana para los refugiados de su país en Kenia e imparte clases de Biblia a otras mujeres refugiadas en su comunidad evangélica. Mientras me narra su historia se le caen las lágrimas pero tiene una coletilla: «Para todo tengo a Jesús».
Y claro, uno mira su interior y comprende que todos aquellos sufrimientos que pone cada día en el altar de su egoísmo no son nada comparados con los sufrimientos de tantos que siguen a Cristo (o no) pero que viven situaciones difíciles y en muchas ocasiones inaguantables. Pero Dios sabe a lo que te enfrentas. Esta mujer me dice que el profeta Isaías le recuerda que el Señor conoce íntimamente al hombre como si nuestro nombre estuviera escrito en las palmas de sus manos y, además, explicita, nos envía su Espíritu para que nos guíe, nos consuele y nos fortalezca. Me quedo prácticamente mudo y contesto con monosílabos. Y cuando madre e hijo se quedan dormidos en los incómodos asientos de la clase turista, unidas sus manos y sus rostros, pienso en esos desafíos que tengo delante y en cada uno de ellos repito con la misma fidelidad que está joven somalí «Te los pongo en tus manos, Señor, porque para esto te tengo».
¡Señor, pongo en tus manos toda mi vida y todos mis planes, mis debilidades y fortalezas para que los hagas tuyos y puedan hacerse realidad! ¡Señor, permite que siempre siga el camino recto que Tú has ideado para mí! ¡Señor, Tú sabes lo que me preocupa; también lo pongo en tus manos! ¡Señor, que mis cargas descansen en ti porque es donde encuentro paz y serenidad ante todo lo que me angustia! ¡Haz, Señor, que sea sensible a la ternura de tu voz y que camine cercano a tu mirada en obediencia, humildad y sinceridad de corazón! ¡Señor, eres un Padre Bueno y maravilloso, haz que cuantos sufren persecución en Tu nombre vean aumentada su paciencia y abreviada su prueba! ¡Señor Dios, que en tu providencia misteriosa asocias la Iglesia a los dolores de tu Hijo, concede a los que sufren por tu nombre para que manifiesten siempre ser testigos verdaderos tuyos! ¡Dios de inmensa bondad, que escuchas siempre la voz de tus hijos, apóyanos en nuestro difícil camino con la fuerza de tu Espíritu, para que resplandezca en nuestras obras la vida nueva que nos dio Cristo, tu Hijo! ¡Señor, gracias por tu fidelidad que no merezco y por estar acompañándome siempre! ¡Y te pido por tantos hombres y mujeres refugiados, perseguidos, humillados, despreciados... por causa de la fe y por ser fieles a Tí, no los dejes de Tu mano y llena su corazón de fortaleza, esperanza y amor!
Del músico flamenco Orlando di Lasso escuchamos su Josturum animae a 5 voces. Este ofertorio compuesto para el día de Todos los Santos es un homenaje a todos aquellos que han dado su vida por defender su fe y gozan de la paz eterna: