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martes, 15 de noviembre de 2016

Esparcir la fragancia de Cristo

orar-con-el-corazon-abierto
Escribo la meditación de hoy sentado en la capilla. He llegado antes de el despuntar el sol para conectar con la oración.  Al entrar en la capilla, llevo varios textos, pero en una hoja fotocopiada con una fotografía del cardenal John Henry Newman, el presbítero anglicano convertido al catolicismo en 1845 y beatificado en 2010 por Benedicto XVI, leo su célebre oración que contiene esta frase: «Amado Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya». ¿Diosidencia?
San Pablo recordaba a los corintios que ellos eran la fragancia de Cristo «porque para Dios somos grato olor de Cristo». ¡Es que realmente los cristianos somos delicados frascos de barro moldeados por sus manos! ¡Y desde estos frascos vivientes llenos del perfume de su conocimiento lo esparcimos por allí donde pasamos!
El encuentro constante con Jesús nos ayuda a expandir su aroma entre los que nos rodean.
Los cristianos estamos llamados a aromatizar nuestros entornos y llenar y perfumar con el aroma de la virtud la vida de los que nos rodean…
Y me pregunto: ¿sienten las personas que me rodean o que conviven conmigo la fragancia de Cristo que debería irradiar mi vida? ¿O acaso mi vida no muestra fragancia alguna? O algo que todavía sería más triste: que en lugar de un olor agradable lo que perciban las personas de mi es el desagradable perfume del rechazo.

¡«Amado Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya»! ¡Señor, quiero esparcir por todos los rincones por donde pase la fragancia de tu conocimiento! ¡Quiero ser instrumento tuyo para esparcir el olor de tu conocimiento! ¡Gracias, Señor, por la gracia de escogerme para esparcir tu aroma! ¡Señor, quiero que permanezcas siempre en mi corazón para que allí donde pase deje en el corazón de las personas impregnada la fragancia de tu amor por medio de gestos, palabras y acciones que muestren tu carácter amoroso! ¡Ayúdame, Espíritu Santo, ayúdame a emanar el aroma de Cristo! ¡Ayúdame, Espíritu divino, a que todos mis actos sean generosos actos de amor como un «olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios»! ¡Acojo, Espíritu Santo, con la alegría de la vocación de esparcir el olor de Cristo! ¡Ayúdame, Espíritu Santo, a ser olor de Cristo, para evocar su entrega, su unión con Dios, su generosidad, su humildad, su bondad, su perdón, su serenidad, su misericordia, su amor incondicional a todos para poder exclamar: «No vivo yo es Cristo quien vive en mí»! ¡Señor, que mis acciones reflejen que he estado contigo por eso te pido que elimines de mi lo que no te agrada y báñame con la frescura de tu fragancia! ¡Deseo, Señor, serte agradable y serlo a los demás, y que a través de mi testimonio personal todos se enamoren de tu perfume! ¡Ayúdame a centrarme en la belleza interior y llevar tu fragancia a mi vida para valorar lo que tu haces por mí!
 Y de fragancias va esta hermosa canción de Marcela Gandara:

miércoles, 17 de agosto de 2016

10 útiles sugerencias para controlar la lengua y acabar con el chisme

Jesús dijo que de la abundancia del corazón, habla la boca y que de cada palabra que sale de nuestra boca tendremos que rendir cuentas;  Santiago, por su parte, en el capítulo 3 claramente nos desafía a utilizar nuestra lengua para rendir honor a Dios.

Enseguida se describen diez útiles sugerencias para leer y tratar de aplicarlas a nuestro diario hablar.

1.- Orar: El Espíritu Santo

Miren a los apóstoles! Antes de pentecostés ellos huyeron y san Pedro lo negó con su lengua. Después de la Primer Novena, que fue Pentecostés, hubo una transformación radical. Pedro lanzó una homilía de Pentecostés y logró la conversión de ¡3000 personas! ¿Cómo? Orando al Espíritu Santo. Una cortita pero potente oración: “Ven Espíritu Santo, Ven, a través del Corazón de María”.

2.- Pensar

Santiago dice que debemos estar listos para escuchar y lentos para hablar. Por lo tanto, evitemos la impulsividad. ¡Piensa antes de hablar!¿Cuántas veces hemos hablado con la efervescencia del momento, sin reflexionar, hiriendo a la persona y teniendo que pagar las consecuencias? La Imitación de Cristo afirma: Pocos han lamentado por mantener el silencio, muchos por haber hablado de más.

3.- La Regla de Oro

Recuerden esta preciosa y poderosa máxima de Jesús: “Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti”. Así podemos aplicar esto a la oración: “Di a los demás lo que quieras que te digan”.

4.- ¡El Silencio!

Las madres a menudo enseñan a sus hijos esta lección: “Si no tienes nada bueno que decir, entonces no lo digas” ¡Gran consejo!

5.- ¿Agitado?

En los momentos de agitación, lo mejor es evitar el habla. Es mejor retirarse a su habitación, rezar una parte del Rosario, y después entrar en una conversación tranquila y serena. En la agitación, el espíritu malo trabaja en nosotros y dicta nuestro discurso.

6.- ¡Ánimo!

Aprende a decir palabras de aliento. Todos necesitamos esas palabras, de aliento, afirmación y apoyo. Sé un Bernabé. Él fue uno de los últimos Apóstoles y su nombre significa “Hijo de consolación”. ¿Por qué no formar un club “Bernabé”?

7.- ¡Perdón!

Cuando fallen en su discurso perjudicando al prójimo, reúnan la suficiente humildad y el coraje para expresar dos palabras muy difíciles: “¡Lo Siento!” Shakespeare dio en el clavo cuando dijo: “Errar es humano, perdonar es divino”

8.- Lectura Espiritual

Podría ser que lleguemos al vacío interior, y darnos cuenta que tenemos tan pocas cosas valiosas que decir. Formen un hábito de buena lectura espiritual (al menos media hora diaria) y muchos de los pensamientos santos y edificantes santificarán sus corazones y serán transformados en palabras que verdaderamente santifiquen a los demás. San Ignacio, en la “Contemplación para Alcanzar Amor” dice que ¡el amor se expresa dando! ¿Por qué no compartir los tesoros espirituales de su corazón con los demás?

9.- Recordar la Santa Comunión

Recuerden que con la misma lengua que se recibe al Señor Eucarístico, el Señor de Señores y Rey de Reyes, también se habla. Entonces esperemos que nuestro discurso refleje a AQUEL que hemos recibido en nuestra lengua y en nuestro corazón.

10.- María como Modelo

Miremos a María y pidamos su intercesión poderosa para que nos ayude con nuestro discurso. Imaginen a María hablando con San José, con Santa Isabel, con Jesús y con otros. ¡Cuánto amor, atención, bondad, mansedumbre, humildad, discreción y gozo!! Seguramente, María, que dijo “SÍ” a la Palabra de Dios, alcanzará para nosotros la gracia de expresar con claridad, de manera convincente y con caridad, cada palabra que salga de nuestra boca. “Proclama mi alma la  grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”

Adaptación y traducción del artículo publicado en: FatherBroom.com, autor:Padre Ed Broom

sábado, 25 de junio de 2016

¿Cuándo una propuesta espiritual está "en el buen camino"?

5 criterios para distinguir la verdadera espiritualidad cristiana


1) Continuidad

La Iglesia tiene un tesoro precioso: la tradición milenaria que brota de la sabiduría y la experiencia de generaciones de creyentes y santos, abiertos a Cristo y a la acción de su Espíritu. El primer criterio de comprobación de la espiritualidad cristiana consiste, por tanto, en el respeto sabio de un depósito de verdad de valor inestimable. Quien quiera archivarlo, declararlo superado, haciéndose ilusiones de llevar a cabo una refundación de la fe, no puede sino salirse del camino correcto.

2) Paz

Entre las palabras más importantes de Jesús – casi un testamento – están las que el celebrante repite en cada eucaristía: “mi paz les dejo, mi paz les doy”. La espiritualidad cristiana, si se entiende rectamente, conduce a esta perspectiva; de lo contrario produce desorden e inquietud. Por lo demás, el diablo es la inquietud infinita, y no sorprende que busque producir confusión en la conciencia de los fieles.

3) Alegría

Un tercer criterio es el que Jesús enuncia en el evangelio de Juan: “les he dicho estas cosas para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría sea plena”. La espiritualidad que enseña Cristo hace emerger la alegría: no superficial, como la que no supera el tiempo de un evento contingente; sino la alegría arraigada en la confianza indestructible en Jesús, en el hecho de que la gracia nos otorgará lo que deseamos de verdad.

4) Profundidad

El cuarto criterio es la profundidad. Hay una coincidencia significativa entre la psicología más fiable y la fe. Para ambas la vida es un camino; o, por decirlo con Jung – el padre de la psicología analítica – es un proceso de individuación, gracias al cual se pasa de la personalidad superficial (el Yo) a esa más profunda (el Si). La verdadera espiritualidad no se contenta con una acción externa (la Iglesia como organización, realidad cultural o asistencial), sino que exige una confrontación continua con las raíces de la vida, que tienden a Dios.

5) Definitividad

El último criterio de comprobación es la apertura explícita y concreta al infinito. El hombre y la mujer no pueden saciarse con algo que sea menos que el Todo. Esto significa que vivirán siempre de entereza e integridad, empezando por una fe declinada en todos sus elementos: como doctrina y como práxis, como realidad teológica y al mismo tiempo pastoral, hecha de sentimiento e inteligencia, de cuerpo y de espíritu. Solo así la persona podrá abrirse al Todo de Dios, en el que se accede a la vida llamada eterna, pero que sería mejor llamar definitiva, porque el Señor la comunica desde ahora.