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sábado, 16 de julio de 2016

Distingue lo prioritario, lo urgente y lo verdaderamente importante

Las horas pueden escaparse de las manos en una carrera frenética hacia un lugar desconocido


A veces no sé distinguir las cosas importantes de las que no lo son. Invierto el mismo tiempo en todo y me agobio con la misma intensidad. Como si fuera lo mismo algo lúdico que algo que toca la esencia de la vida. Y yo pongo el corazón en todo. Y me apasiono. Y pierdo la objetividad.

Y entonces entro en discusiones que no me llevan a nada. Porque me pongo a discutir sobre lo que tiene que ver con lo irracional, con lo más profundo, con el alma.

Y dejo entonces de valorar los pequeños detalles. Y me detengo sólo en lo que vale mucho dinero, en los problemas que tienen muchas implicaciones, en las realidades que afectan a muchas personas.

Me gustaría saber distinguir lo prioritario, lo urgente y lo verdaderamente importante. Invertir mi tiempo de la forma adecuada. Sufrir por lo que merece la pena y no sufrir de forma innecesaria.

Victoria Braquehais, misionera de la pureza de María en el Congo, cuenta su experiencia en África: “Para mí hay cosas que antes eran muy importantes como la eficacia o la eficiencia. A mí me educaron para triunfar, para ser la primera de la clase, para hablar un montón de idiomas, para sacar muy buenas notas. Y eso es importante, eso me sirve, son recursos y es una gracia de Dios. Pero en los olvidados de la tierra hay una sabiduría. Cosas que para mí antes eran muy importantes como el éxito o el triunfo, ahora han dejado paso al encuentro, a la persona. Y cosas que no eran importantes, ahora sí lo son: los detalles y lo concreto en cosas sencillas”.

Valoro las cosas de acuerdo a lo que producen. Si me dan alegría, si me dan poder o gloria, si logro mucho dinero con ellas. Entonces merecen la pena. Si no aportan nada, o no me dan poder, o no logro nada en ese tiempo invertido, entonces las dejo de lado. No me interesan.

Lo productivo acaba siendo lo que tiene valor en el mundo. Y me importan más las cosas que otros valoran como importantes. La opinión de los demás tiene tanto peso… Y yo pierdo el tiempo o lo empleo de la forma equivocada.

¿Cómo distinguir lo importante de lo accesorio? ¿Lo que vale realmente la pena, porque me habla de eternidad, de aquello que es caduco y pasajero?

A veces la presión me hace optar por lo que no quiero, por lo que no importa tanto. Y tomo decisiones erradas buscando un fin bueno con medios que no lo justifican. Y me equivoco al no saber juzgar lo realmente importante.

Y sueño con una vida plena. Con decisiones acertadas. Con pasos bien dados en la dirección correcta. Y deseo una vida que toque el cielo.

Y me conmueven las palabras de una poesía que leía hace poco: “Para llenar el hueco de luz que hay en mi alma. No sé si el infinito me basta o no es bastante. Si un beso o una caricia logran calmar mi llanto. No lo sé, no me importa. Vivo sólo el presente. Vivo la tarde tenue que cansada se abisma. En la noche de estrellas que yo mismo dibujo. Esa carne infinita que llena mi presente. Ese mar infinito que sueño con nostalgia. En la pared desnuda delante de mis ojos. Desgrano los misterios de mi vida soñada”.

Esa poesía me habla del cielo y la tierra, de los sueños y la vida. Me habla de una nostalgia que tiene el alma que no calman mil obras realizadas con las manos.

Me han educado para producir, para ser útil, para obtener resultados positivos. Y yo me empeño en estar a esa altura que yo mismo marco con los dedos. Lo que los demás esperan. Lo que el mundo propone. Lo que mi alma sueña.

Y es verdad que a veces me acuesto con la sensación de haber gastado el día en algo bueno. Haber amado, haberme dejado el alma. Y me siento con esa paz que viene del cielo. Me quedo contento, con paz, calmado.

No quiero cumplir años y sentir que la vida me ha vivido sin casi darme cuenta. No quiero dejar que las horas se me escapen de las manos en esa carrera frenética hacia un lugar que desconozco.

Quiero saber bien lo que merece la pena. Y no llorar una lágrima de más por lo que es caduco. Porque no me importa. Porque no me sostiene el alma firme en medio de la tormenta. Quiero abrazar el propósito que marcan mis pasos. La meta soñada. El cielo que anhelo.

Que mi vida tenga un sentido. Y aprenda a valorar lo importante. Aunque no sea productivo. Aunque no me haga sentir tan eficiente. El atardecer que pasa. La luz tenue de una vida. Una mirada. La melodía que me despierta.

Todo es fugaz y no sé cuántas horas me quedan por delante. La fugacidad de mi vida le da más valor a lo que decido y hago aquí y ahora.

viernes, 15 de julio de 2016

Toda la motivación que necesitas, en un solo video

“Yes, I can” es una afirmación que, quizá, necesitamos escuchar más seguido. 


Channel 4, el canal que transmitirá los juegos Paralímpicos de Río en el Reino Unido, acaba de estrenar su tráiler promocional de tres minutos. En medio del dolor que bien sufrimos o del que somos testigos al ver el noticiero, este tipo de mensajes nos recuerdan que el espíritu humano puede, a pesar de ello, vencer prácticamente cualquier dificultad.

Una canción de alabanza en la Jornada Mundial de la Juventud

I Wanna Praise

Edwin Fawcett


Escribe tus palabras en mi corazón, Señor.

El artista londinense y director del coro gospel Edwin Fawcett escribió I Wanna Praise en 2002 pero nunca la grabó en un álbum.

Ahora, a medida que el trabajo de Edwin se vuelve cada vez más internacional, y con la participación en la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, ha llegado el momento. Fawcett tomó la versión original, escrita en inglés, y la ha traducido y grabado en siete idiomas diferentes, todos presentes en el álbum I Wanna Praise disponible en iTunes.

La canción está basada en el Deuteronomio 6, 5-7. Es el “gran mandamiento”, nuestra respuesta al mandamiento de Dios de amarlo con todo nuestro corazón, nuestra mente, y nuestras fuerzas.

La canción presenta un sonido particular de ritmo afro, incorporando la herencia de los miembros del Coro de la Juventud de San Antonio, que dirige Fawcett. Más de la mitad de la juventud son nigerianos o africanos occidentales. El vídeo fue filmado en la parroquia de San Antonio donde el coro se presenta cada domingo.

Además del coro juvenil, el vídeo presenta al talentoso joven rapero Norma (que tenía sólo 10 años cuando se filmó el vídeo) y a casi toda la familia de Edwin: aparecen sus hermanos, sobrinos y sobrina.

¿Qué es “hablar en lenguas”?

El don de lenguas es una realidad pero hay que saber entenderlo


Jesús dijo: “Estas son las señales que acompañarán a los que crean, en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas…” (Marcos 16, 17).

Con respecto al don de lenguas hay que decir que es una realidad pero hay que saberla entender. La Iglesia acepta que hay dones o carismas extraordinarios como el don de milagros o de lenguas (Catecismo 2003); aunque el hablar en lenguas, por obvias razones, sea el don espiritual más controvertido.

Jesús declaró que el don de lenguas es una señal sobrenatural que puede acompañar a todo aquel que cree en él.
¿Deben los creyentes ignorarlo, oponerse a él, aceptarlo? ¿Puede haber un caso bajo la influencia del maligno? ¿Hay excesos y abusos con el uso del don de lenguas?

Claro, hay casos de casos; y si hay algo que no va, pues necesita ser corregido o suprimido. Hay muchas cuestiones legítimas sobre este don de lenguas que no es fácil resumir, entender o plasmar en pocas líneas.

Como se podrá entender, casos de personas con el don de lenguas no son frecuentes; por esto hay que saber discernir caso por caso. Pero la Iglesia no rechaza de plano en su totalidad la existencia del don de lenguas. Es más, de muchos santos tenemos noticias de que tuvieron este don.

Comenzando por san Pablo: “Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros” (1 Cor. 14, 18). “Por tanto, hermanos, aspirad al don de la profecía, y no estorbéis que se hable en lenguas” (1 Cor. 14, 39). Luego también tenemos, por ejemplo, a san Antonio de Padua, san Vicente Ferrer y san Francisco Javier, entre otros.

El don de lenguas es sólo esto, un don o un carisma del Espíritu Santo; por tanto no confundir el don de lenguas con un ministerio. No existe un "ministerio" de hablar en lenguas (este ministerio jamás se encuentra en la Sagrada Escritura).

Cuando el Espíritu Santo concede este don hay diferentes posibilidades de que sea aplicado. Una de estas es orar en lenguas, don que parece ser hoy en día el más extendido o común.

El apóstol san Pablo habla de cinco tipos de oración que suceden cuando los creyentes oran en lenguas:

1. Estar orando bajo el influjo del Espíritu Santo para que se ore según la voluntad de Dios. “No sabemos lo que debemos pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles… porque el Espíritu intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios” (Rom 8, 26-27).

2. Estar edificándose a sí mismos: “El que habla en lenguas se edifica a sí mismo, pero el que profetiza, edifica a la Iglesia” (1 Cor. 14)

3. Estar declarando las maravillas de Dios. “Les oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua” (Hch 2:11).

4. Estar hablando directamente con Dios: “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios. De hecho, nadie le entiende, aunque habla misterios con su espíritu” (1 Corintios 14: 2).

5. Estar alabando a Dios. “Porque los oían hablar en lenguas y alabando a Dios” (Hch 10, 46).

Incluso si no entendemos lo que estamos diciendo cuando hablamos en lenguas, estamos alabando a Dios en el Espíritu (1 Cor. 14, 16).

Ahora bien, el don de lenguas fuera del contexto de la oración no consiste en que el Espíritu Santo capacite al cristiano para "hablar" directamente en las diferentes lenguas conocidas, como usualmente se piensa, sino en que la persona que recibe este don, cuando habla en su lengua materna, es entendida por personas que no conocen el idioma del hablante, por lo que a todos los efectos para el que le oye es como si le hablasen en su propia lengua.

Concretamente fue lo que se llevó a cabo de manera especialísima y tal vez irrepetible el día de Pentecostés (Hch, 2).
De manera pues que el don de lenguas es el don concedido a una persona por obra del Espíritu Santo para "hablar" en uno o varios idiomas diferentes y, de este modo, ser oída por cada oyente solamente en su lengua materna sin que el que habla se dé cuenta de estarse expresando en otro idioma y sin que tampoco el que oye, sepa que el que habla desconoce su idioma.

Este fenómeno supone que la "traducción" a los diferentes idiomas es obra del mismo Espíritu Santo, sin intervención lingüística de nadie, ya que la persona es incapaz por sí misma de conocer verdaderamente una lengua a la perfección que no sea la suya y sin que la haya aprendido.

Cuando san Pablo habla, por ejemplo, de los "gemidos infefables", él está hablando de expresiones en pleno éxtasis cuando la persona con gran amor a Dios ora intensamente. Es algo parecido a las palabras cariñosas, sin sentido alguno, y que se pronuncian cuando hay amor entre esposos o entre padres e hijos, por ejemplo cuando un marido le dice a su esposa "mi churry" o cuando la madre balbucea palabras raras dirigiéndose a su bebé.

El don de lenguas no se puede confundir con la posibilidad de hablar, en el pleno sentido de la palabra, otras lenguas -incluso lenguas inexistentes o muertas- sin haberlas aprendido. Esto es considerado más bien demoniaco y suele ocurrir en personas poseídas, aunque dicha posesión no parezca ser tan aparatosa.

También esta capacidad demoníaca puede observarse cuando se realizan ciertas actividades sacrílegas o paranormales tales como espiritismo, satanismo, esoterismo.

¿Y si se cantara (la gloria de Dios)? Los cantos carismáticos

3ª parte, los cantos carismáticos


Ritmos pegadizos, fervor inspirado, manos alzadas hacia el cielo… Escuchas testimonios de conversión que han experimentado el canto en lenguas (o glosolalia, es decir, el hecho de cantar con palabras ininteligibles inspiradas por el Espíritu Santo) o que hablan en imágenes del amor de Dios.

Sin duda, te encuentras en un grupo de oración carismática. En Francia, en los círculos católicos se les conocen como “chacha” [de charismatique]. Eso sí, si miramos más allá de los clichés, encontramos que este movimiento carismático ha hecho una profunda labor de renovación en el canto y en la oración de la Iglesia.


Desde la década de los 70 en Francia, las “nuevas comunidades” surgidas de la Renovación carismática contribuyeron a la renovación del repertorio de la Iglesia católica. Chemin Neuf, Emmanuel, Verbe de Vie, Béatitudes…

Estas comunidades tienen en su haber cientos de canciones, muchas de las cuales se han convertido en verdaderos hits en las parroquias.

Inmersos en el Espíritu Santo

La Renovación carismática hizo su aparición en la Iglesia católica en 1967 de la mano de un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad Duquesne en Pittsburgh (Pensilvania) que querían revivir la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.

Pasaron por una auténtica “efusión del Espíritu Santo”, también llamada “nuevo Pentecostés”. La Renovación carismática se extendió a lo largo y ancho de Estados Unidos y por todo el mundo.

“La efusión del Espíritu Santo es una experiencia transformadora del amor de Dios Padre derramado en el corazón de una persona a través del Espíritu Santo, que esta misma persona ha recibido a través de un abandono de sí misma al señorío de Jesucristo. La persona revive la gracia del bautismo y de la confirmación, profundiza en la comunión con Dios y con los demás fieles de Cristo, ilumina el fervor evangélico y dota a la persona del carisma necesario para el servicio y la misión” (documento de la Comisión doctrinal de los Servicios de la Renovación Carismática Católica Internacional, ICCRS, publicado en 2012).

La renovación musical era un fruto esencial de esta experiencia de Pentecostés.

“Desde los comienzos de la Comunidad de Emmanuel ya existía esta experiencia de alabanza”, explica Guillemette Pradère, hermana consagrada de la comunidad y antigua responsable de la liturgia (2000-2003).

“A la vuelta de un viaje a Estados Unidos en 1976, los fundadores de la comunidad, impresionados por la fuerza de la alabanza carismática, tradujeron los cantos estadounidenses y comenzaron rápidamente con las composiciones”.

Para Alexis Fleury, compositor de la Comunidad de Emmanuel, las características principales de los cantos que se componen son: “el gusto por la palabra de Dios, una inspiración que viene de nuestros hermanos protestantes”, “melodías simples y participativas, de las que la congregación puede apropiarse”, y “una dimensión misionera”.


Componer en comunidad

Estas características contrastan con los cantos que estábamos acostumbrados a escuchar en los años 70, más centrados en el ser humano y sus dudas vitales.

“La experiencia de Cristo vivo resucitado entre nosotros, que nos habla a través de la letra, es una experiencia reafirmante de la presencia de Dios que se traduce con la alabanza, la proclamación, la aclamación a Dios, a diferencia de los cantos que solían plantear más preguntas”, indica Guillemette Pradère.

Por tanto, la composición de los cantos se produce en la oración, en la escucha de la palabra de Dios y en la atención a los movimientos del Espíritu Santo. “De ahí la importancia del discernimiento colectivo”, añade la hermana consagrada, con el fin de saber si una palabra es recibida o no realmente de Dios.

Para los carismáticos, la composición no es una labor de especialista, así que el reverso de la moneda a veces es una cierta falta de rigor en la composición armónica. A esta cuestión, Guillemette responde de forma simple:

“En un principio, estas canciones estaban pensadas para ser cantadas en grupos de oración, a la guitarra, y no para ser interpretadas en catedrales. No teníamos una política de conquista. Los cantos han conmovido a la gente. Aunque no sea algo perfecto, sí hay algo que transporta a la oración. Tratamos de mejorar, tanto en la escritura de las letras como en la música o en la armonía. Hemos aprendido las reglas. Pero hay diferentes estilos de escritura y el nuestro no se ajusta necesariamente a los cánones de la música clásica”.

Diversidad de llamadas

“Cada comunidad tiene un tipo de llamada particular y, por eso, sus creaciones son en función de ese tipo de llamada”, subraya Sylvie Tribouillet, miembro de la Comunidad del Camino Nuevo y autora de numerosos cantos.

En esta comunidad católica de vocación ecuménica, las canciones están muy inspiradas por la alabanza pop evangélica, “praise and worship” (alabanza y adoración), donde destaca Hillsong, una Iglesia evangélica fundada en Australia
También encontramos melodías africanas o criollas, como la letanía de los santos congoleños, “canciones que mueven”, como dice una joven habitual de las veladas de oración en Camino Nuevo, pero también hay cantos meditativos.

Por su parte, los cantos de la Comunidad de Emmanuel están más extendidos en las parroquias. “La dimensión litúrgica es más importantes para nosotros”, señala Guillemette Pradère. “Hemos recibido una gran influencia de la obra litúrgica de André Gouzes y de Taizé”.
Muchas obras regulares de nuestras misas han sido compuestas por la comunidad (la misa de San Bonifacio, por ejemplo), además de cantos para la comunión y el ofertorio.

Pero cuidado con la sectorización entre sensibilidades, previene Sylvie Tribouillet. “Si no hay puentes, es muy peligroso. La unidad tiene un precio. Es fruto del esfuerzo. Hay muchas moradas en la casa del Padre. Si hubiera un único embudo por el cual todos debieran pasar, Jesús nos lo habría dicho”. ¡Buen uso sutil de la dialéctica!

Cantos meditativos, alabanza, cantos litúrgicos, cantos para grupos de oración, alabanza pop… Los estilos carismáticos son variados.

El punto en común de estos cantos se encuentra en la forma de componer: en comunidad, inspirados en la oración, alimentados por la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. Este podría ser el secreto de unos cantos que combinan una gran libertad en la escritura y un gran fervor en la interpretación.