Ayer, durante un viaje, fui hospitalitariamente acogido en la casa de unos socios comerciales en un país de Asia Central. Todo fueron agasajos, incluso me ofrecieron un perfume para lavarme las manos. Me recordó el pasaje del Evangelio. El trato gentil y amable al invitado que llega, al peregrino que se acerca buscando cobijo. Antes de la comida los anfitriones, musulmanes, rezan una oración. Yo también abro las manos y ofrezco mi plegaria para que Dios les bendiga a ellos y los alimentos que vamos a recibir. Una de las hijas del matrimonio se queja al padre de que la otra no atiende sus obligaciones.
A Jesús le gustaba hospedarse en casa de sus amigos de Betania, Lázaro, María y Marta. Esta se esmeraba en atenderle con servicial afecto y cariño. Siempre atenta y acogedora. En el momento decisivo, su oración desde el corazón ablandó el corazón de Cristo para moverle a la resurrección de su hermano Lázaro. La oración desde la confianza todo lo puede.
Pero Jesús, siendo su amiga, también la reprende. Sabe que es una mujer servicial pero a veces su trabajo no es perfecto. ¡Cómo me siento identificado con ella! ¡Tantas veces mi servicio es imperfecto, mediocre, hecho de manera rápida, incluso con buena intención pero necesitado de ser reconocido! ¡Cuántas veces necesito que sentir que lo he hecho bien! ¡Cuántas veces ese afán por el aplauso aplaca mi voluntad de ser humilde y sencillo! ¡Cuántas veces pensando que yo lo hago todo y el otro no pega ni golpe! Soy como Marta, amada por el Señor, pero corregido como ella.
Hoy la palabras de Jesús a Marta son un estímulo para mí: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas. Sin embargo, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada». Y esa única cosa es sencilla: poner en todo mi corazón en amar a Dios, en servir a Cristo, en entregarme con todo para darme de verdad. Levantarme de mi miseria para hacerme grande en lo pequeño que a la vez es lo más grande: amar.
Y una enseñanza más: mi vida activa no puede tener sentido si no va acompañada de una vida contemplativa para evitar distracciones, que mi corazón y mi mente se dispersen, para perder el sentido de todo, para concentrarme sólo en Dios y con Él y en Él llegar a los demás, servirles de corazón. Una sola cosa es necesaria. ¡Lo tengo claro, Señor: es mi salvación la que debo trabajar!
¡Señor, Tú sabes que me inquieto y me agito por muchas cosas que son intrascendentes pero que ocupan mi corazón! ¡Ayúdame a ponerlas todas en oración y entregártelas cada día para que se haga siempre tu voluntad! ¡Ayúdame a ser un cristiano coherente, ponértelo todo en oración para que seas Tú quien lo lleve todo, lo consigas todo, lo logres todo! ¡En el silencio de tu Presencia, Señor, quiero entregarme por entero a ti! ¡Que mis afanes cotidianos, Señor, no me alejen de lo importante! ¡Envíame tu Espíritu, Señor, para que escuche siempre tus susurros, para hacerme dócil a tu Palabra, para que me ayude a tener siempre una actitud contemplativa, para que mi alma esté siempre atenta a los designios de Dios! ¡Ayúdame, Señor, a orar antes de trabajar, a poner todo mi trabajo en tu presencia para que sea siempre honrado, justo, bien hecho, servicial! ¡Ayúdame a marcar prioridades, a saber dejar lo intrascendente, a no buscar excusas para anteponer mis quehaceres a la oración! ¡Señor, sin Ti nada bien puedo hacer! ¡Y a ti, Santa Marta, te pido por tantos Lázaros que hay en nuestras familias y en nuestro entorno social y laboral, para que intercedas ante el Señor y los resucite del pecado y los libre de la muerte eterna con un conversión sincera y vean algún día en su vida al Cristo resucitado!
Lo que agrada Dios: