Entrada destacada

ADORACIÓN EUCARÍSTICA ONLINE 24 HORAS

Aquí tienes al Señor expuesto las 24 horas del día en vivo. Si estás enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el...

Mostrando entradas con la etiqueta trabajo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta trabajo. Mostrar todas las entradas

sábado, 3 de diciembre de 2016

El trabajo no lo es todo, desde que lo comprendí empecé a vivir

El tiempo que dedicaba íntegramente al trabajo, lo destiné a... la recuperación de los olvidados moldes desmontables para tartas.


Esto será como un acto de la auto-crítica. Durante el último año y pico anterior no era una persona demasiado social. No respondía a los mensajes de correo electrónico. Las llamadas telefónicas privadas las atendía de vez en cuando. Aceptaba invitaciones sólo a eventos inusuales.

No era porque me sintiera una estrella en la sociedad o despreciara algunas amistades. Tampoco es que me llamara muchísima gente. Simplemente, no tenía tiempo para nada. Todo momento lo dedicaba al trabajo, que me gusta mucho.

Pasaba las noches, tardes y mañanas entre las personas que, como yo, habían dejado de disfrutar de tonterías, y cuya vida comenzó a cerrarse en torno a los pasos que daban moviéndose entre las ollas de la cocina.

El cambio fue posible cuando se me ocurrió que, puesto que soy tan disciplinado en el trabajo, no tendré obstáculos para demostrarle al tiempo que lo puedo estirar como una goma, siempre que yo lo desee. Y la vida comenzó para mí.

El plan de juego era simple. Hacer caso a las personas con las que coincido. Responder a sus invitaciones (aunque fuera sutilmente). Dedicar tiempo a todos los que lo necesitan. Conocer, por lo menos, a una nueva persona cada día. Al menos una vez al día ponerme en contacto con alguien que ya conozco. En una palabra: practicar exactamente lo que los psicólogos llaman “atención plena”.

Así que almorcé con un hombre ciego, quien sugirió que si “ya que le invitaba, yo también podría invitarme a mí mismo”. Me encontré con una amiga embarazada que estaba esperando a su hijo para diciembre y me informó del sexo del bebé (y le juré que no sabía nada y que con su marido periodista había hablado sólo de política y sólo durante unos 15 minutos).

La última media hora de trabajo, que por lo general la empleaba en hacer retoques innecesarios de algunos encargos, la aproveché para reunirme con el dueño temporal de mi molde desmontable para tartas.

De esos moldes desmontables simbólicos hubo unos cuantos en mi vida, porque, después de todo, no importaba tanto el objeto, sino la persona que estaba detrás de él. Aunque cuando me interesaba por estas ollas, o por bolígrafos o por cajas viejas nunca estaba seguro de si no les parecería raro que les diera tanta importancia a objetos que no valían ni 2 euros.

En lugar de estar sentado durante horas, concentrado en un solo proyecto, que según mis predicciones histéricas, no iba a salir bien sin mi constante presencia, fui a tomar un café con el chico a quien conocí en la cola del médico y a quien, como a mí, le pareció divertido perder dos horas en nuestra propia compañía, después de haber perdido otras dos haciendo cola.

Hablé un cuarto de hora en el bus con una chica y pasé una estupenda noche con una estupenda amiga con una gran taza de la deliciosa infusión de melisa (no vamos a pretender decir que la elección de la bebida fuera casual, porque aún tenía un fuerte mono por desconectarme de la cocina, y sólo una enorme taza de este tipo de bebida podía frenarme de maniobrar con el teléfono).

Y… no sé como fue posible, pero no pasó nada malo. No se colapsó el mundo ni se derrumbó mi proyecto.

Hice todo lo que había querido. Realicé los pedidos con precisión, sólo que dediqué menos tiempo en su perfeccionamiento y su cosmética. La disciplina, que hasta ahora solía utilizar para cumplir con mis obligaciones, comenzó a servirme para poder disfrutar conscientemente de la vida en en Dios.

Los efectos fueron sorprendentes. Desaparecieron muchas de mis frustraciones. Dejé de preocuparme con la falta del tiempo, cuando yo mismo lo perdía a petición propia. Aumentó mi sensación de seguridad.

El mundo me empezó a parecer más amable, ya que dejé de pensar que estaba solo en él. Empecé a levantarme más temprano, porque tenía ilusión de vivir cada día, pensando en los momentos emocionantes que me esperaban. Salía de casa corriendo sin ni siquiera tomar el café de la mañana. Poco a poco empecé a entender el lema: “Cuanto más se pierde, más se gana”. 

Me encanta mi situación actual. Seguiré corriendo y brincando al amanecer, pero puede ser que no al trabajo, sino para recoger mi molde de tartas, porque podría ser el inicio de un importante acontecimiento de mi biografía, que no quiero perderme mientras estoy concentrado en el diseño de un nuevo plato. Como le sucedió a un cierto timonel italiano que estaba tan abstraído con su iPhone, que no se percató de la presencia de una ballena al lado de su barco.

viernes, 29 de julio de 2016

Una sola cosa es necesaria

Ayer, durante un viaje, fui hospitalitariamente acogido en la casa de unos socios comerciales en un país de Asia Central. Todo fueron agasajos, incluso me ofrecieron un perfume para lavarme las manos. Me recordó el pasaje del Evangelio. El trato gentil y amable al invitado que llega, al peregrino que se acerca buscando cobijo. Antes de la comida los anfitriones, musulmanes, rezan una oración. Yo también abro las manos y ofrezco mi plegaria para que Dios les bendiga a ellos y los alimentos que vamos a recibir. Una de las hijas del matrimonio se queja al padre de que la otra no atiende sus obligaciones.
A Jesús le gustaba hospedarse en casa de sus amigos de Betania, Lázaro, María y Marta. Esta se esmeraba en atenderle con servicial afecto y cariño. Siempre atenta y acogedora. En el momento decisivo, su oración desde el corazón ablandó el corazón de Cristo para moverle a la resurrección de su hermano Lázaro. La oración desde la confianza todo lo puede.
Pero Jesús, siendo su amiga, también la reprende. Sabe que es una mujer servicial pero a veces su trabajo no es perfecto. ¡Cómo me siento identificado con ella! ¡Tantas veces mi servicio es imperfecto, mediocre, hecho de manera rápida, incluso con buena intención pero necesitado de ser reconocido! ¡Cuántas veces necesito que sentir que lo he hecho bien! ¡Cuántas veces ese afán por el aplauso aplaca mi voluntad de ser humilde y sencillo! ¡Cuántas veces pensando que yo lo hago todo y el otro no pega ni golpe! Soy como Marta, amada por el Señor, pero corregido como ella.
Hoy la palabras de Jesús a Marta son un estímulo para mí: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas. Sin embargo, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada». Y esa única cosa es sencilla: poner en todo mi corazón en amar a Dios, en servir a Cristo, en entregarme con todo para darme de verdad. Levantarme de mi miseria para hacerme grande en lo pequeño que a la vez es lo más grande: amar.
Y una enseñanza más: mi vida activa no puede tener sentido si no va acompañada de una vida contemplativa para evitar distracciones, que mi corazón y mi mente se dispersen, para perder el sentido de todo, para concentrarme sólo en Dios y con Él y en Él llegar a los demás, servirles de corazón. Una sola cosa es necesaria. ¡Lo tengo claro, Señor: es mi salvación la que debo trabajar!

¡Señor, Tú sabes que me inquieto y me agito por muchas cosas que son intrascendentes pero que ocupan mi corazón! ¡Ayúdame a ponerlas todas en oración y entregártelas cada día para que se haga siempre tu voluntad! ¡Ayúdame a ser un cristiano coherente, ponértelo todo en oración para que seas Tú quien lo lleve todo, lo consigas todo, lo logres todo! ¡En el silencio de tu Presencia, Señor, quiero entregarme por entero a ti! ¡Que mis afanes cotidianos, Señor, no me alejen de lo importante! ¡Envíame tu Espíritu, Señor, para que escuche siempre tus susurros, para hacerme dócil a tu Palabra, para que me ayude a tener siempre una actitud contemplativa, para que mi alma esté siempre atenta a los designios de Dios! ¡Ayúdame, Señor, a orar antes de trabajar, a poner todo mi trabajo en tu presencia para que sea siempre honrado, justo, bien hecho, servicial! ¡Ayúdame a marcar prioridades, a saber dejar lo intrascendente, a no buscar excusas para anteponer mis quehaceres a la oración! ¡Señor, sin Ti nada bien puedo hacer! ¡Y a ti, Santa Marta, te pido por tantos Lázaros que hay en nuestras familias y en nuestro entorno social y laboral, para que intercedas ante el Señor y los resucite del pecado y los libre de la muerte eterna con un conversión sincera y vean algún día en su vida al Cristo resucitado!

Lo que agrada Dios: