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domingo, 4 de septiembre de 2016

Amasando el Pan de Vida

Virgen_eucaristia
Primer sábado de septiembre con María en nuestro corazón. Hay días difíciles, complicados, llenos de problemas. En esos momentos te pones en presencia de Dios y contemplas su Pasión y su Muerte y un consuelo grande llena tu alma. Y miras a María, en la soledad de su dolor, te encomiendas a Ella y una gota de esperanza inunda tu corazón contrito. ¡María!
La Virgen participó de manera directa en la Pasión de Jesús. En el relato de la Santa Cena —aunque no aparece narrado en los Evangelios— se debió producir uno de los gestos más hermosos de la Virgen pocas horas antes de que Cristo se sentara a degustar el banquete pascual con el coro de sus apóstoles. En una estancia próxima al Cenáculo su santas manos debieron amasar el pan que Cristo convertiría en su Cuerpo y debió verter con esmero en la copa el vino que Jesús transformaría en su Sangre. Un doble gesto delicado, lleno de amor maternal, muy unido al sacrificio de su hijo. Allí debió colocar también María todo lo que llevaba guardado en su corazón.
Cada uno de mis problemas, sufrimientos y dificultades están presentes en el sacrificio de la Cruz y en el misterio de la Eucaristía. Yo también puedo amasar con mis manos pecadoras y miserables el pan de la vida y verter en la copa el vino de la esperanza. Jesús sólo me pide que lo haga con confianza y que sea capaz de entregarme a Él con humildad. Como hizo María. ¡Totus tuus, María! ¡Todo tuyo!

¡María, Reina de la misericordia, que asumes en tu corazón todas las angustias del ser humano acoge en tu corazón y en tus manos todas mis dificultades para elevarlas al cielo! ¡Al igual que tú amasaste el Pan de Vida y vertiste en una copa la Sangre de tu Hijo ayúdame amasar los problemas de mi vida poniéndolos siempre en tus manos intercesoras! ¡María, tú eres mi socorro y mi consuelo, levántame de mi miseria y de mi pequeñez e introdúceme en tu amistad y en la de tu Hijo para ir ganando así cada día mayor confianza en tu Providencia! ¡María, tú eres la Reina de la fidelidad, en los momentos de incertidumbre y cuando las cosas en tu vida se hicieron difíciles y complicadas mostraste una confianza ciega en el Padre y pronunciaste el «Sí» más hermoso de la Historia! ¡Y lo mantuviste siempre con una confianza plena y nada ni nadie te apartaron de esta confianza ciega a la voluntad divina! ¡Señora de la Confianza, que tu auxilio me permita superar siempre las incertidumbres de mi vida!
Junto a ti María, en este primer sábado de mes:

domingo, 7 de agosto de 2016

El Ave María de Schubert en las manos del rey del Vals

Ave Maria



André León Marie Nicolas Rieu, es un director de orquesta, violinista y compositor holandés. Hijo de un director de orquesta, desde pequeño se fascinó por el mundo de la música. Estudió violín desde los cinco años, primero en el Conservatorio Real de Lieja y posteriormente en el Conservatorio de Maastricht. Entre 1974 y 1977 asistió a la Academia Musical en Bruselas. 40 millones de discos vendidos, 400 discos de platino, su orquesta, la ‘Johann Strauss Orchestra’ hoy cuenta con más de 40 músicos.

Lo llaman el rey del Vals, por sus célebres ejecuciones del Segundo Vals, de las Jazz Suites de Dmitri Shostakovich. André Rieu, logra hacer volteretas entre la música clásica, el pop y folk, entre bandas sonoras cinematográficas y musicales teatrales. Con su vivacidad y la particularidad de la atmósfera que logra crear, ha logrado acercar a un vasto público a la música clásica. En esta actuación se presenta con una de las más sobresalientes composiciones de Schubert. 

sábado, 6 de agosto de 2016

La hermosa devoción de las tres Avemarías

Surgió en Alemania en el siglo XIII, y era muy querida para varios santos, entre ellos san Juan Bosco


Entre las devociones a Nuestra Señora existe una muy especial: la de orar todos los días las tres Avemarías. Pero ¿dónde nace esta devoción? Su origen data del siglo XIII y está ligado con Santa Matilde de Hackeborn, monja alemana benedictina, a quien Nuestra Señora le revela un modo de elevar una acción de gracias a la Santísima Trinidad por los privilegios concedidos a la Virgen María.

Santa Matilde, quien nació en 1241 en una noble familia, pensando en su muerte, suplicó con gran fervor a la Madre de Dios que la asistiera en los últimos instantes de su vida.

Ella escuchó que Nuestra Señora le decía:

“Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías. La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias”.

Ésta no sería la única revelación que tendría una santa en relación con la devoción de las tres Avemarías. Otra religiosa contemporánea a Matilde, Santa Gertrudis, conocida como “La Grande”, tuvo una hermosa visión que confirmaría la otra revelación. Así ocurrió: eran las vísperas de la fiesta de la Anunciación, y al cantar el Avemaría, Gertrudis vio de repente cómo emergían del Corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo como tres fuentes de agua que penetraban en el Corazón de María Santísima.

Al instante escuchó una voz que le dijo: “Después del Poder del Padre, la Sabiduría del Hijo y la Ternura Misericordiosa del Espíritu Santo, nada se compara al Poder, Sabiduría y Ternura Misericordiosa de María”.

A Santa Matilde la Virgen le prometió que quien rece diariamente las tres Ave Marías, recibirá su auxilio durante la vida y una especial asistencia al momento de su muerte, presentándose la Virgen con un brillo y una belleza tal que con sólo verla recibirá consuelo y las alegrías del cielo.

Además de estas dos santas, otros santos fueron especiales difusores de esta devoción, como San Alfonso María de Ligorio, quien aconsejaba con frecuencia esta bella práctica; o San Juan Bosco, quien la recomendaba a los jóvenes. San Pío de Pietrelcina dijo también que muchos se convertirían con solo practicar esta devoción.

Modo de rezar las tres Avemarías:

María Madre Mía; líbrame de caer en pecado mortal.

Por el poder que te concedió el Padre Eterno.
Avemaría…

Por la sabiduría que te concedió el Hijo.
Avemaría…

Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo.
Avemaría…

Se finaliza con un Gloria… y la jaculatoria “María, por tu Inmaculada Concepción, purifica mi cuerpo y santifica mi alma” (La cual concede Indulgencia otorgada por San Pío X).

Artículo originalmente publicado por Gaudium Press