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sábado, 17 de septiembre de 2016

En camino con la Virgen

En camino con la Virgen
Yo siento que voy en camino. Y me gusta cogerme de la mano de la Virgen, ella también caminó por la senda de la fe. María no lo comprendió todo desde el primer instante, tuvo que ir desde el día de la Encarnación paso a paso, despacio, asimilando todo lo que había vivido desde aquel día en que el Ángel se le apareció en su aldea de Nazaret. Con los años, en la quietud de su vida, guardó todas las cosas conservándolas en su corazón y meditándolas a la luz del Espíritu Santo.

Ella vio crecer a Jesús, vislumbró en Él su sabiduría, iluminó su fe a la luz de aquel Niño al que había engendrado. Creció en el amor, en ese amor que se sustenta en la fe. Por eso el camino de la Virgen es el camino en la fe. Es el camino de la entrega perfecta, de la entrega interior, de la entrega absoluta. Para la persona que ama no es imprescindible el saber, y el comprender, ni el ver. A la persona que ama le es suficiente el sentir y aceptar lo que el otro siente porque es entonces cuando su amor se afirma sobre sus sentimientos y sus necesidades.
María caminó en la fe porque evidenció desde muy joven la prueba de la fe. Con los años, con la madurez interior que ofrece la experiencia, escudriñando todo aquello que conservaba en el corazón, María pudo permanecer en silencio y en oración a los pies de la Cruz e, incluso, mantenerse en silencio y en aquella pequeña casa de Jerusalén mientras las otras mujeres corrían alegres a encontrarse con Jesús en el sepulcro porque su fe estaba arraigada en su corazón y era mucho más fuerte que los impulsos de los sentimientos.
María comprendió y asimiló que todo es exigencia del amor. ¡Qué pedagogía la escuela de María para un corazón duro como puede ser el mío!

¡María, Madre, maestra y modelo, Señora del «sí», Tú viviste con sencillez la fe en tu entrega cotidiana, en tu singular e íntimo diálogo con Jesús, en tu vida callada de oración! ¡Tu fe te permitió comprender y poner en práctica toda la voluntad de Dios! ¡María, Tú me enseñas que en la sencillez de lo cotidiano, en las preocupaciones del día día, en los trabajos sencillos de mí quehacer diario, en las atenciones a los demás, en los gestos pequeños y desinteresados que suponen una entrega a los que me rodean es donde desarrollaste una relación íntima, singular, humilde y de profundo diálogo con Dios y con tu Hijo! ¡Es en el abrazo cotidiano de la fe, en el «sí» sin condiciones, en la meditación de cada acontecimiento en el corazón a la luz del Espíritu Santo, para comprender y poner en práctica la voluntad de Dios, donde está mi crecimiento como cristiano! ¡Dame un poco de esta fe y de este amor para darle un «sí» sin condiciones al Señor!¡Dame un poco de esta fe y de amor para renunciar a mi yo, a mis egoísmos, y entregar siempre mi vida a Dios y a los demás!
Quiero decir que sí como Tú María:

martes, 13 de septiembre de 2016

La dulzura en toda su perfección

La dulzura de María
Ayer celebramos el Dulce nombre de María. Dulce. Así es la Virgen. Dulce en su porte, sus gestos, sus palabras, su mirada, sus sonrisas, sus virtudes, sus formas, sus sentimientos. Dulces y suaves, tiernos y encantadores. La dulzura se fundamenta en la bondad del corazón que derrama sobre nuestras acciones una hermosura delicada.
 ¡Si así es premeditadamente en nosotros cómo no será en María!

Existen en el mundo dulzuras recubiertas de falsedad: la hipocresía, la naturalidad fingida, la amabilidad interesada, el elogio recubierto de envidia, el interés ocasional por momentos que nos motivan o con ciertas personas... ¿Los reconozco?
No era así María. Cuando uno quiere imaginarse la dulzura en toda su perfección tiene a la Virgen como ejemplo. Toda su vida transpira dulzura. Meditando las escenas de su vida comprendes que es modelo de humilde dulzura: la Anunciación, la visitación, el viaje a Belén, el nacimiento del niño Dios, las bodas de Caná, la Pasión, los momentos al pie de la Cruz, la sepultura, la Resurrección... Momentos impregnados de dulzura divina en su corazón.
Dulce es el nombre de María porque dulce es su vida. Dulce porque toda su dulzura se imprime en nuestra vida.
Le digo hoy a María que es para mi «vida, dulzura y esperanza» lo que me invita a tratar de vivir con sencillez y humildad la virtud de la dulzura —impregnada de una caridad auténtica— en cada uno de los gestos y palabras de mi vida por amor a Dios y a los demás a imitación de María.
Y cuando por las circunstancias de la vida mis actitudes, mi carácter, mis palabras, se conviertan en algo agrio, duro, despreciativo, desagradable, falto de calidad... que me acuerde siempre de mirar la experiencia de María porque es en Ella donde está la verdadera dulzura, la santidad auténtica, la bondad más pura.
Es con la dulzura como el hombre puede transformar el corazón de otro hombre. ¿Me aplico?

¡Qué bello y dulce es tu nombre, María! ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! ¡Pronuncio tu dulce nombre, Señora, y mi corazón se llena de gozo y de confianza y experimento una gran dulzura al pronunciarlo y resuena como algo nuevo lleno de amor, esperanza y misericordia! ¡Me dirijo a Ti y solo con pronunciar tu nombre siento tu amabilidad, tu amor de Madre, tu generosidad y tu dulzura! ¡Tu nombre es el reflejo de tu dulzura! ¡Te pido Madre que me llenes de la santa dulzura para que mi vida se envuelva con la virtud de la humildad, la que más te caracterizó a Ti a Jesús! ¡María, Madre, tu conoces todas mis debilidades... sin tu ayuda me será difícil revestir mi alma de las virtudes que a Ti te caracterizaron! ¡Que con sólo pronunciar tu nombre, María, tu amor me recuerde que debo dirigirme a Ti a cada instante de mi vida! ¡Dame María la sencillez de trato, a amabilidad entregada, el sentir dulce, el hablar humilde, la bondad de corazón, la entrega generosa...! ¡En este día que invoco tu dulce nombre te encomiendo a Dios, a través de tu intercesión, las necesidades de la iglesia! ¡Bajo tu amparo me acojo, Santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirijo en mis necesidades, antes bien líbrame de todo peligro, oh Virgen dulce, gloriosa y bendita!
La fe de la María, cantamos hoy en honor de la Virgen con esta bella canción: