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sábado, 27 de agosto de 2016

Escucha el Evangelio de Juan recitado en el griego original

Escúchalo tal y como el propio apóstol lo redactó originalmente



Toda la literatura neotestamentaria original está escrita en griego, lo mismo que algunos pocos libros del Antiguo Testamento.

Este griego, sin embargo, dista de ser el mismo en el que los grandes filósofos de la Antigüedad clásica escribieron, que tampoco es el mismo griego en el que escribió Homero.

El griego que usaron los apóstoles es el llamado “griego koiné”, la lengua franca comercial del Mediterráneo, quizá el equivalente de entonces al inglés o el francés de hoy día.

Este video, que corresponde a la versión griega de una AudioBiblia de VIVLOS.net, permite escuchar el Evangelio de Juan, completo, tal y como el propio apóstol lo redactó originalmente.

El Mensaje de la Virgen en Fátima: El premio y la advertencia



Una tranquila y luminosa mañana de domingo, el 13 de mayo de 1917, fue el momento elegido por Dios, para transmitir al mundo, por medio de la Santísima Virgen María, a tres humildes pastorcitos, un mensaje de gran trascendencia que “sigue resonando con toda su fuerza profética”, en el decir de San Juan Pablo II, invitando a la oración, a la conversión y “reparación de sus propios pecados y los de todo el mundo” (12-5-1997).

Los tres niños, Lucía de 10 años, y sus primos Francisco y Jacinta de 9 y 7 respectivamente, pastoreaban un pequeño rebaño de ovejas en un lugarejo llamado Cova da Iria, en Fátima, Portugal. El mundo asistía en esos momentos a la Primera Guerra Mundial que involucraba a numerosas naciones pero, en este alejado lugar de tan graves acontecimientos, los pastorcitos vivían su vida rutinaria.

De pronto, sobre una encina, se les aparece la Madre de Dios: “era una señora toda vestida de blanco, más brillante que el sol”, en palabras de Lucía. Su semblante, agregaba, era de una belleza indescriptible, no era ni triste ni alegre, sino serio, tal vez con un aire de suave censura: “Vengo a pediros que volváis aquí durante seis meses seguidos, los días 13, a la misma hora”. Después les dijo: “rezad el rosario todos los días, para alcanzar la paz en el mundo y el fin de la guerra”.

En julio, la tercera aparición, les dice: “La guerra va a terminar. Pero, si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre”. La impiedad avanzaba dominando la tierra; en 1939 comenzaba la Segunda Guerra Mundial.

En el año 2000, Juan Pablo II ordenó dar a conocer la parte de esta aparición llamada “el tercer secreto”. Era la “visión” de un “ángel con una espada de fuego en la mano izquierda… señalando la tierra con la mano derecha”, diciendo con fuerte voz: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!”

No cabría en un solo artículo el desarrollo completo de las apariciones, pero sí queremos resaltar aspectos que muestran su autenticidad como: la afluencia de gran número de espectadores en el momento de las apariciones, cerciorándose de que los niños no mentían; el prodigio de las transformaciones cromáticas y de los movimientos del sol; el fin de la Primera Guerra profetizado: “la guerra va a terminar”; la luz extraordinaria que iluminó los cielos de Europa antes de la segunda conflagración mundial observada en varios países: “cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida sabed que es la señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes”.

Fueron así desarrollándose las apariciones hasta el 13 de octubre cuando ocurriera el prodigio – asistido por más de 70 mil personas – del sol aproximarse vertiginosamente sobre ellos y a poco retirarse. “En octubre haré un milagro para que todos crean”, les afirmó la Virgen el mes anterior. Todos estupefactos se miraban; era el milagro pedido por los niños para confirmar las revelaciones. Al unísono gritaba la multitud: “¡El milagro, los niños tenían razón!”. Fue el llamado: “milagro del sol”.

El Mensaje invita – en el decir del obispo de Leiría-Fátima don Antonio Marto – “a toda la Iglesia y al mundo a serio examen de consciencia”, señalando que “después de las Escrituras, es la denuncia más fuerte e impresionante del pecado del mundo” (5-2-2016).

Alguno preguntará: ¿y que dijeron los Papas al respecto?: Pío XI concedió una indulgencia especial a los peregrinos de Fátima. Pío XII sostenía que “ya pasó el tiempo en que se podía dudar de Fátima” y, en 1946, por medio de su Legado, el Cardenal Masella, consagró el mundo a la realeza de Nuestra Señora de Fátima. Juan XXIII, cuando Cardenal, estuvo como peregrino en el lugar de las apariciones, y en su testamento donó su cruz pectoral al Santuario de Fátima. Pablo VI fue el primer Pontífice en visitar Fátima, en el cincuentenario de las apariciones, el 13 de mayo de 1967.

Juan Pablo II visitó el lugar de las apariciones tres veces, beatificando a los Pastorcitos, Francisco y Jacinta en una de ellas. En 1982, en Fátima, afirmaba que la invitación hecha por Nuestra Señora continúa “más actual incluso que hace sesenta y cinco años atrás. Y hasta más urgente”. Benedicto XVI llegando a Portugal manifestaba, “vengo como peregrino” y señalaba que: “Se ilusionaría quien pensase que la misión profética de Fátima esté concluida” (13-5-2010). Francisco, por su lado, solicitó al Patriarca de Lisboa que consagrara su pontificado (13 de mayo del 2013).

Dirigiéndose a los pequeños pastores Nuestra Señora quiso hablar al mundo entero exhortando a los hombres a la oración, a la penitencia y a la enmienda de la vida; en vista a la situación religiosa en que se encontraba el mundo en la época de las apariciones. Estamos a un año del centenario del magno acontecimiento. Fátima acaba siendo un verdadero divisor de almas en los días de hoy. Sobresalen cada vez más dos familias de almas: una que comprende la crisis moral que asola el mundo contemporáneo; otra que considera que los problemas del mundo contemporáneo tienen poca o ninguna relación con la inmoralidad y la impiedad.

Perplejo queda uno considerando que, en su primera aparición, la Virgen Santísima solicitaba a los pastorcitos “reparación por los pecados con que Él (Nuestro Señor) es ofendido”, es decir que los pecados del mundo habían llegado a un tal grado – ¡en 1917! – que clamaban al Cielo. Y, por otro lado, ver la desintegración moral creciendo hasta nuestros días, ante lo que reclamaba San Juan Pablo II un 8 de mayo de 1996: “Los hombres se olvidaron de Dios y de sus Mandamientos, viviendo como si Él no existiera”, hay una “apostasía silenciosa” que no nos puede dejar indiferentes.

¿Qué debemos hacer? Enfervorizarnos en la devoción al Inmaculado Corazón, en la oración y en la penitencia. Rezar el santo rosario. Pedir, llenos de esperanza, que el año que nos separa del Centenario de las apariciones apresure el triunfo prometido en su tercera aparición: “por fin, Mi Inmaculado Corazón Triunfará”.

Jesús te muestra que Dios te ama

A medida que profundizas en la lectura del Nuevo Testamento te das cuenta de lo poco que le interesaban a Cristo las disquisiciones doctrinales. Jesús imparte doctrina, es evidente, pero lo que verdaderamente le interesa es llegar al corazón de la gente. Cristo no pide certificados de calidad humana, no pone ningún tipo de condiciones, no obliga asistir a ningún curso de formación espiritual, a ninguna catequesis, no exige tener un Master en bondad ni, siquiera, comportarse de la mejor manera posible. Jesús lo único que hace es mirar profundamente al hombre y ver el sufrimiento que hay en su interior. Cuanto mayor es el sufrimiento —sea espiritual físico, humano, de corazón...— más atención le presta Jesús.
Leyendo los relatos del Evangelio muchas veces uno tiene la sensación de que la gente que se acercaba a Él lo hacía por un interés meramente humano. No había nada más. Sabían que aquel hombre curaba enfermedades, expulsaba demonios, resucitaba a los muertos, daba de comer a los hambrientos, hacía verdaderos milagros. Era una aproximación interesada pero no había un interés real en cambiar de vida. De hecho muchos ni siquiera se plantearon dejarlo todo como había ocurrido con los discípulos. Se puede llegar a pensar, incluso, que las palabras de Jesús no eran trascendentes para ellos, que el mensaje que Cristo trasmitía les era indiferente. Tal vez fuera así pero esperaban recibir sanación.
Cuando padecemos cualquier tipo de dolor sea físico, emocional o espiritual y la soledad, el sufrimiento y la desesperación hace mella en su vida acudimos a Jesús para que nos sane la herida que supura en el corazón. Tal vez sea una actitud egoísta, pero es la actitud habitual en los hombres de antes y de ahora.
Sin embargo, cuando observamos a Cristo vemos como por amor y misericordia se compadece de todos aquellos que se acercan a Él. Es su dolor, su tristeza, su desesperación, su sufrimiento, su soledad, su amargura, lo que lleva a Jesús a acercarse a la gente. Jesús no rechaza nunca, acoge siempre. A veces hay tanta gente a su alrededor que Jesús se ve obligado a darles de comer, a alimentar a miles de personas que están allí esperando ese milagro que transforme el problema inmediato que atenaza su vida. Entonces entiendes que Jesús no pretende solucionarte los problemas que te agobian sino que espera que comprendas que es con Él y junto a Él como uno puede cambiar de vida. Que no importa lo que hayas hecho, como te hayas comportado, cuáles son las oscuridades que ennegrecen el corazón, tus sufrimientos, tus caídas, tus pecados… Jesús te muestra que Dios te ama. Te ama tan profundamente que lo hace sin ningún tipo de condiciones. Que Dios en su amor de Padre y en su infinita misericordia se siente tocado por nuestras necesidades y por nuestros dolores y que nuestros sufrimientos y nuestras heridas Él las hace suyas como algo propio.
Una gran enseñanza para mi día a día. Jesús me hace ver que cada vez que alguien se cruce en mi camino y en su mirada, en sus palabras y en sus gestos denote que hay sufrimiento ponga mis manos y mi corazón para socorrerle. Sin condiciones previas como haría Cristo. Hacerlo, simplemente, porque es hijo de Dios. Es decir, mi hermano. Es la mejor manera de demostrar que soy cristiano, hijo de ese Padre lleno de amor y de misericordia.

¡Señor, soy consciente de lo fácil que es creer cuando todas las cosas en la vida me sonríe pero también sabes perfectamente que en los momentos de prueba es fácil que todo se tambalee a mi alrededor! ¡Pongo hoy en tus manos, mi Señor, todas mis necesidades y las de todas las personas que me rodean porque eres el único que tiene el poder de cambiar las cosas! ¡Señor, hoy te pido especialmente por la iglesia y por todos los que la formamos para que seamos capaces con nuestra entrega y nuestro servicio demostrar a los demás cuál es el verdadero amor amando a los demás como tu amaste! ¡Señor, no puedo estar cerca de ti si antes no amo de verdad, de manera auténtica, si no perdono con el corazón, si no sirvo a los demás con generosidad y amor, si no me arrodilló delante de los otros para servirles como serviste Tú! ¡Señor, ayúdanos a acercar tu figura A la gente que nos rodea en estos tiempos que tantos te esperan y no te conocen! ¡Ayúdanos acercar tu Iglesia al mundo de hoy! ¡Señor, tú que has llevado en tu corazón las vicisitudes de tus contemporáneos ayúdanos a nosotros abrazar las necesidades de las personas que nos rodean, sus sufrimientos, sus negaciones, sus tensiones, sus inquietudes, sus colores, sus dudas, sus complejos, sus problemas…! ¡Señor, ayúdanos a traducir todo esto a un lenguaje franco y sencillo, lleno de misericordia para que seas tú para ellos el camino, la verdad y la vida!

viernes, 26 de agosto de 2016


Por motivos laborales viajaba con frecuencia a países islámicos. En algunas ciudades era y es imposible encontrar una iglesia católica por lo que mi Eucaristía diaria la sigo a través de Internet. Una de las páginas que utilizo es Nazaret.tv que celebra la Misa dominical con un sacerdote que utiliza el lenguaje de signos para sordomudos. Mientras predica o celebra, el sacerdote se comunica por medio de gestos. La Palabra de Dios también se puede revelar sin hablar para llegar por medio de la vista.
Es impresionante cómo Dios llega al corazón de la gente acomodándose a los diferentes formas de nuestro lenguaje porque en realidad lo que agrada a Dios es que quien escuche su Palabra la acoja en su interior con amor. Esa escucha —condición primera para amar a Dios— se convierte en la fuente de felicidad y de vida. Felicidad y vida para el alma y el corazón.
La escucha de Dios —el gran Oyente— a nuestras peticiones se basa en el silencio. Es en el silencio donde Dios acoge la súplica de los hombres tantas veces deslavazadas, desordenadas y dispersas para ir colándolas en su lugar y dándoles el valor que merecen. Y nos pide que para escucharle a Él hagamos también silencio. En el silencio se aprende a comprender lo que no se ha dicho pero que viene de Dios.
Piensas en el sacerdote que transmite la Palabra de Dios por signos. El oyente no escucha pero siente, visualiza y acoge. Dios nos habla pero es necesario acoger interiormente su palabra. Y desde el acogimiento surge la fe que transforma el corazón de la persona. La fe surge, la mayoría de las veces, a consecuencia de la escucha pero también por la confianza en quien te habla, por la esperanza y por el amor. Así ocurrió con la mayoría de los personajes de la Biblia. Así le ocurrió a Abraham, a Moisés y, sobre todo, a María, Nuestra Madre.
Cuando uno se siente de Dios es capaz de escucharles. La escucha de la voz de Dios, aunque en apariencia no se oiga, es apertura de corazón porque quien escucha al Señor siempre halla vida en su alma para a continuación ponerla en práctica.
Sí, Dios mío, me hablas ahora y siempre, cada minuto y cada hora, cada día de mi vida. Quieres dialogar conmigo pero me hago el sordo y, sin embargo, hay muchos signos que me muestran que persigues mi amistad y mi cariño. Pues aunque tenga los oídos cerrados a la escucha, al menos tengo ojos para ver que me llamas.


¡Señor Jesús, Tu me conoces y sabes que te amo, en el día de hoy te quiero pedir que entres en mi corazón, que lo renueves y hagas cosas grandes con él! ¡Que arranques de su interior lo que no sirva, lo que no sea tuyo, lo que me aleja de Ti! ¡Limpia mi corazón, Señor, para que pueda verte con nitidez y ver también a los demás con miradas de amor! ¡Señor, sabes que te busco cada día! ¡Hazte, Señor, el encontradizo conmigo como hiciste con los discípulos de Emaús! ¡Señor, Tú me escuchas siempre, tienes en cuenta mis peticiones y en cambio a mí se me hace difícil escucharte por el mucho ruido que hay a mi alrededor! ¡No estoy sordo pero lo parezco por eso quiero permanecer en silencio, paciente, abierto a la escucha para despertar mis oídos y abrirlos a la escucha de tus Palabras y tus consejos llenos de sabiduría, amor y misericordia! ¡Tú me hablas siempre aunque no te escuche o no te sienta porque mi pobre humanidad pecadora se resiste a la escucha! ¡Envía tu Espíritu, Señor, para que abra mi corazón y sea dócil a recibir los susurros de tu voz y aprovechar en mi vida tus enseñanzas! ¡Hoy especialmente te pido por todos los que padecen sordera Tú, que oyes sus voces, aunque no hablen, pues comprendes el movimiento de sus manos que trazan el lenguaje de sus corazones! ¡Ayúdales, Señor, a entender tu Palabra y, en el silencio callado de sus vidas, ayúdales a dar testimonio de su Fe y que en la otra vida puedan oír y exclamar canciones de alabanza por toda la eternidad!

jueves, 25 de agosto de 2016

¿Yo decido mi sexo? Una reflexión sobre la ideología de género

Los estudios de género son muy amplios, y sólo la versión más radical se ha convertido en lo que se conoce como "ideología de género"

La Asamblea de la Comunidad de Madrid (España) ha decidido definir la identidad sexual como “la vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la siente y auto determina”, lo que ha generado que numerosas voces críticas se levanten en contra de esta definición de corte político basada en una posición particular dentro del muy nutrido universo de las teorías y estudios de género.

No corresponde hacer aquí un análisis de la extensa ley (“Ley de Indentidad y Expresión del Género e Igualdad Social y No Discriminación”, de 17 de marzo de 2016) , pero sí conviene apuntar a sus claves filosóficas fundamentales, que son de vital importancia para comprender el futuro de las reformas políticas que se nos vienen encima.

En concreto, el aspecto más polémico y central de la ley es el principio de autodeterminación de la identidad sexual que significa, para decirlo de una manera sencilla, que cada persona puede y tiene el derecho a elegir libremente cuál es el sexo con el que se siente identificada, sin tener en cuenta ningún elemento que se refiera a su naturaleza o corporalidad.

Estudios de género no es lo mismo que ideología de género

El primer dato que debemos señalar es que éste no es un principio que las diferentes teorías o estudios de género acepten de buen grado o que incluso propongan. Ni mucho menos. Se trata de la versión más radical entre las posibles, aquella que elimina toda ratio, criterio o norma en la comprensión de la sexualidad y la deja a la arbitrariedad de cada cual que puede, de hecho, cambiar su identidad de manera “performativa” en cualquier momento. Así las cosas, la ley no es una ley que sólo proponga la no discriminación por razones de sexo u orientación sexual, sino una ley que otorga carta de ciudadanía al principio de “autodeterminación de la propia identidad”, cosa bien distinta.

La tesis proviene del conocido libro de Judith Butler titulado Gender Trouble (“El género en disputa”), en el que esta filósofa norteamericana intenta superar el binomio naturaleza-cultura para romper con cualquier tipo de medida que pueda servir para profundizar en la identidad sexual de los sujetos.

Según ella el género es previo a todo discurso que trate de definir lo que somos. Somos un cuerpo cambiante que adopta tendencias sexuales variables y yo soy lo que elijo ser en cada momento. De este modo cada uno decidirá cuál es su sexo, pero no solamente entre las opciones de ser mujer o varón, homosexual, bisexual, transexual, neutro, etc., sino entre cualquier modelo inventado que uno pueda proponer, por muy ocurrente que sea.

Se trata, por lo tanto, de la postura más ideológica, vacía y nihilista entre las posibles. Porque hay muchas posibles: con mucha frecuencia se habla de la “ideología de género” como un cajón de sastre unitario, cuando en realidad allí se amontonan abigarradamente teorías, investigaciones y opiniones muy diversas, siendo la de Butler una más entre ellas -ya digo, la más extrema y nihilista- y a mi juicio con una pretensión claramente política, que es la que la torna extremadamente peligrosa como “ideología de género”.

Sin embargo también es cierto que hay otras teorías y estudios de género que abordan la diferencia sexual, muchas muy sensatas y de las que podemos aprender mucho, siendo injusto que todas acaben en el mismo saco para señalar mejor al “enemigo” al que hay que vencer. Este tipo de simplificaciones no ayudan en nada y las más de las veces contribuyen a dar la razón al que no entiende de razones -porque no las necesita-, sino de voluntad de poder.

Porque otro error no menos extremo que el de Butler (de hecho, es la otra cara de la misma moneda) es considerar que el sexo es una cuestión ligada exclusivamente a la genitalidad, de manera que el hombre y la mujer serían exactamente lo mismo con la única diferencia de los órganos que configuran su aparato reproductor. Esta noción, con la que a veces queremos resolver el problema de la identidad de la manera más directa y sencilla, es una simplificación en muchos casos perversa.

Es cierto que todos los seres humanos nacemos varón o mujer, lo que supone dos estructuras psicofísicas distintas en las que lo humano se determina. De hecho, como señalaba ya hace muchos años Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), existe una configuración innata que sitúa a la persona en una de las dos condiciones sexuadas y lo hace como algo dado, que está conformado no sólo por una genitalidad, sino por toda la estructura anímica y espiritual, es decir, que supone una manera de estar en el mundo y de relacionarse con la realidad y con el resto de seres vivos, de pensar, de querer, de desear, de vivir, de sentir y, en definitiva, de ser.

Además de esto en cada momento histórico y en cada cultura aprendemos modelos de comportamiento, valores y virtudes asociados a lo masculino y a lo femenino. El resultado es que ser hombre o ser mujer tiene que ver con la naturaleza y también con la cultura: lo pude explicar en estas mismas páginas en un artículo sobre el feminismo contemporáneo.

Por ese motivo una de las principales confusiones en las que recaen algunos de los estudios de género, entre ellos el ya mencionado de Judith Butler, es ligar de una manera equivocada la identidad con la orientación sexual, de manera que el sujeto se define exclusiva o especialmente por su orientación sexual, afirmando a partir de aquí que existen tantas identidades personales como expresiones del deseo sexual.

Este error, absurdamente repetido, es sobremanera grosero. El hombre que siente un deseo que se inclina hacia los varones puede ser calificado como “homosexual” pero ésta no es su identidad sexual: es un hombre al que, dicho con rapidez, le gustan los hombres. De la misma manera una mujer con tendencias lesbianas no tiene como identidad el ser “lesbiana”, sino que es una mujer a la que le gustan las mujeres.

Otra cuestión, pero que tiene raíces y consecuencias muy distintas, es la de los problemas de identidad relacionados con la sexualidad, que no tienen por qué depender de la orientación sexual ya que, de hecho, pueden aparecer incluso antes de que se despierte el interés por el otro (o el mismo) sexo. Este es un terreno en el que hay que caminar con cuidado y que no tiene respuestas sencillas ni, desde luego, se puede abordar desde el poder con frivolidad.

Hemos indicado que ser hombre o ser mujer tiene una base natural (innata). Cuando cualquier ser humano viene al mundo lo hace como hombre o como mujer, lo cual no está establecido sólo por la genitalidad, sino que es una estructura psicofísica que, además, se desarrollará en interacción con el entorno. Pues bien, los problemas de identidad sexual pueden surgir en cada uno de estos ámbitos. Hay personas que nacen sin una sexualidad definida por la genitalidad, que aparece doble o confusa (es el caso del hermafroditismo), o que sienten una quiebra entre su constitución psicológica y hormonal y su corporalidad.

Estos problemas no tienen por qué ser una enfermedad ni necesariamente exigen tal catalogación, pero surgen de un desajuste que, de nuevo, está más allá de la decisión arbitraria del sujeto que, más bien, los sufre y pide una ayuda y una solución que hoy en día puede abordarse desde distintos frentes. Eso sí, por el bien de todos los implicados es imprescindible que se haga sin imponer la losa de la ideología: conviene mejor escuchar, analizar y comprender la realidad tal y como se presenta.

A veces tengo la impresión de que es urgente que en nuestras sociedades abramos la mente ante los problemas que plantea la ideología de género y que nos esforcemos en comprender y en lograr una concepción sensata y prudente que pueda ayudar a quienes lo necesitan.

Lo que se puede ver con toda claridad es que el supuesto “principio de autodeterminación de la identidad sexual” es una entelequia sociológica que sólo va a añadir confusión en el debate y con el que los políticos han demostrado estar completamente perdidos y desinformados. ¿O tal vez viven despreocupados del interés de los ciudadanos y se dedican a buscar titulares y a generarse una “imagen pública” según lo que en cada momento les conviene?