Hoy es la solemnidad de la Ascensión del Señor. La Pascua casi llega a su fin. Jesús, fiel al Padre, que tras su donación generosa murió en la cruz y resucitó de entre los muertos, sube definitivamente al Cielo para vivir, rodeado de la gloria celestial, en la presencia de Dios, con Dios y en Dios. ¡Qué día más hermoso! ¡Mi enhorabuena, Señor!
Siento este día como algo especial. Como una meta. Yo también aspiro a la gloria eterna. Y, de nuevo, Jesús me marca el camino. Me señala la puerta de entrada a la eternidad. Mi profesión de fe me permite vislumbrar el futuro cierto. Creo que Jesús es El Salvador del hombre y que por su muerte y resurrección yo estoy llamado a la vida. A la Vida Eterna. Y aspiro también a mi ascensión al cielo en el momento de mi paso final por este valle de lágrimas. No quiero quedarme paralizado cómodamente en la antesala del cielo. Mi aspiración concreta es la eternidad y eso exige esfuerzo, trabajo, lucha, compromiso, testimonio.
En esta fiesta de la Ascensión del Señor surge de mi corazón un compromiso firme a ser misionero de la verdad. Testimonio de la autenticidad cristiana. No me puedo permitir el lujo de quedarme mirando al cielo a la espera de que todo me venga hecho. No puedo como hicieron los apóstoles, escuchar las palabras de los ángeles: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”.
Soy cristiano. Y quiero ser un cristiano comprometido. No me puedo quedar mirando al cielo porque debo volver a la Jerusalén de mi vida cotidiana. Allí también está Cristo vivo, en el corazón del prójimo, en los acontecimientos de cada día. Porque Jesús, que está en el cielo, en realidad no se ha ido porque se hace presente en el mundo en el que vivo. Porque ese Cristo que se ha sentado a la diestra del Padre está muy presente en el amigo enfermo, en ese familiar que sufre depresión, en el compañero que se ha separado, en el amigo que no tiene trabajo y sufre problemas económicos, en el mendigo de la esquina de mi casa, en el hermano de comunidad que tiene problemas con su hijo drogadicto... Ese Jesús sobre todo Nombre es en realidad el cristiano perseguido, el niño abortado y la madre que sufre por ello, la amiga que su marido la ha dejado por otra más joven, el amigo que ha perdido su trabajo con cuatro hijos. En definitiva, ese Jesucristo que sube a la gloria celestial es el Dios que se hace presente en el corazón de todo hombre.
El Señor está hoy en el cielo, sí. Pero también en lo terreno de la vida. En el centro de mi vida familiar, en mi entorno laboral tan descristianizado, en la comunidad parroquial, en el núcleo de mis amigos, en la universidad de mis hijas aunque Dios parezca ausente, en el metro cuando viajo cada mañana... Cristo es cosa del minuto a minuto, del día a día. Yo aspiro al cielo, pero ahora mi cielo es la tierra y es aquí donde debo nutrir mi santidad para que algún día se me abra la puerta celestial a la que aspiro entrar con la mayor de la humildades.
¡Señor, enhorabuena por este premio tan hermoso! ¡Tu me recuerdas en este día, Señor, que mi aspiración es el cielo! ¡Que en el personal de mi vida debo hacer la voluntad del Padre y buscar mi salvación cada día de mi vida! ¡Señor, soy consciente de que el Padre me ha encomendado una misión y debo cumplirla! ¡Envíame, Espíritu Santo, la sabiduría, la fortaleza y la confianza para escribir cada día la página certeza de mi vida que siga la voluntad de Dios! ¡Ayúdame, Espíritu divino, a vivir mi vida en perspa deprisa, que no puedo detenerme en mi crecimiento personal y espiritual, que las consecuencias de mis actos tendrán mucho que ver en mi entrada en el cielo! ¡Que mi misión no es solo para mí siectiva de eternidad! ¡Ayúdame a comprender que estoy en la tierra de paso, que el tiempo avanzno también para los que me rodean y encuentro por el amigo! ¡Concédeme, Espíritu divino, las herramientas necesarias para afrontar la vida con decisión y dame los instrumentos para inculcar a los míos los elementos para ayudarle a enfrentar también su vida! ¡En tu solemnidad de la Ascensión, Señor, hazme pescador de hombres, hazme servidor de los demás y que busque siempre servir y no ser servido, hazme cristiano comprometido para continuar tu obra con el impulso y la gracia del Espíritu Santo y la compañía siempre adorable de tu Santísima Madre! ¡Te pido, Señor, por tu Santa Iglesia católica, para que su camino lleve a todos los hombres a la gloria eterna!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: ¡Madre mía, confianza mía, llévame a Jesús!
De J. S. Bach, escuchamos una pieza de su Oratorio Lobet Gott in seinen Reichen (Ascensión de Jesus al Cielo〉 BWV 11 tan señalado para la festividad de hoy: