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martes, 2 de mayo de 2017

Misionero de María, operario de José

Desde Dios.
Comienza el mes de mayo, mes consagrado al culto a María. ¡Es uno de los meses que más me gustan del año! Me encanta entrar en el jardín de María, tomar las flores de su alegría, de su humildad, de su paciencia, de su actitud servicial, de su generosidad, de su caridad, de todas sus virtudes… y crear con ellas el ramillete de mi esperanza. Me gusta rezar el Rosario con mayor alegría, organizar excursiones a lugares marianos para encontrarme con ella rezando su oración preferida; tratar de convertir mi pequeña alma en un jardín florido con multitud de flores en forma de virtudes regadas por el agua de la gracia y el abono de los sacramentos. Me gusta adentrarme en mi oración en la vida de María, tan sencilla y tan elevada al mismo tiempo, dedicada a cuidar, formar y servir a Jesús. Me gusta este mes para profundizar más en su figura de Madre y aprender de Ella a amar más a Dios y a acercarme a Él con el corazón abierto para enraizarlo en mi encuentro cotidiano.

Mayo, mes de María. Un mes que me invita especialmente a vivir como Ella espera; aprender a acudir a Ella en los momentos bonitos y también en los tristes. Tenerla más presente cada momento de la jornada. Poner toda mi confianza en Ella y no olvidar que son sus hermosas manos las que elevan mis súplicas a Cristo.
Este mes de mayo es ¡tan propicio para unirme a Ella en oración bajo la luz del Espíritu Santo y comprender que mi misión consiste en anunciar y testimoniar con alegría, compromiso y valentía a Jesús crucificado y resucitado, esperanza del hombre y la sociedad entera. ¡Todo tuyo, María! ¡Quiero ser tu misionero, María! ¡Pero también, en este primero de mayo, operario de José para santificar como Él mi vida a través del trabajo cotidiano!

¡Vuelvo mi corazón a Ti, María, en este mes de mayo que ahora comienza para darte gracias por tu amor de Madre, por ser también mi esperanza! ¡Acompáñame, María, todos los días y ayúdame a ser consecuente con mi ser cristiano! ¡Ayúdame a ser un buen hijo, servicial y atento para lo que necesiten los que me rodean! ¡Ayúdame, María, a vivir haciendo el bien, como le enseñaste a tu hijo Jesús! ¡Ayúdame, María, a ser como Él y quererle con toda mi alma! ¡En un día como hoy te ofrezco mi para que lo guardes lo unas al de tu Hijo! ¡Ayúdame a cumplir como tu siempre la Voluntad de Dios! ¡Madre de Dios, como Corredentora de todos los hombres, imprime en mi corazón el deseo para participar de la Fiesta de la Salvación!
Hoy primero de mayo, es también el día de San José Obrero, artesano y trabajador, modelo de los trabajadores. Le ofrecemos a San José los sudores y los esfuerzos de todos los que trabajan y encomendamos también al padre de Jesús a aquellos que no tienen trabajo para que puedan encontrarlo pronto y vivir con dignidad y por los que tienen trabajos mal remunerados. Y le pedimos también que nos ayude a considerar el trabajo como medio de santificación cotidiana y hacerlo siempre con agradecimiento y alegría poniendo todo nuestro empeño en aprovechar por medio del trabajo los talentos recibidos de Dios.
Y como todos los meses nos unimos a la oración del Santo Padre Francisco por su intenciones de este mes: Por los cristianos de África, para que den un testimonio profético de reconciliación, de justicia y paz, imitando a Jesús Misericordioso.
Comenzamos el mes de María con este delicadísimo madrigal de Francesca Caccini para laud y voz soprano Maria, dolce Maria. Feliz comienzo de mes:

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Para servir… servir

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El lema central de la vida cristiana se puede resumir en esta frase de un santo sacerdote: para servir, servir. Y desde el servicio, el llegar al amor de Dios. Porque, en primer lugar, para realizar las cosas, hay que saber terminarlas y tener como fin hacer el bien. No basta querer hacer el bien, sino que hay que saber hacerlo. Y, si realmente queremos, ese deseo se traducirá en el empeño por poner los medios adecuados para dejar las cosas acabadas, con humana perfección.
Se acerca la Navidad y la figura de San José, modelo de servicio, nos queda en ocasiones relegada al olvido. El trabajo de San José, callado y silencioso, debería ser el modelo fundamental en todo cristiano, de todo hombre: el espíritu de servicio, el deseo de trabajar para contribuir al bien de los demás hombres. El trabajo de José no fue una labor que mirase hacia la autoafirmación, aunque la dedicación a una vida operativa haya forjado en él una personalidad madura, bien dibujada. San José trabajaba con la conciencia de cumplir la voluntad de Dios, pensando en el bien de los suyos, Jesús y María, y teniendo presente el bien de todos los habitantes de la pequeña Nazaret.

¡Gracias, Señor, por los dones recibidos! ¡Gracias, Señor, porque me has permitido recibir la gracia de tu amor! ¡Gracias, Padre, por tu misericordia y bondad! ¡Gracias, Señor, porque sé que siempre estás a mi lado y puedo verte en todo! ¡Gracias, Señor, porque he podido comprobar que tu amor es incondicional! ¡Gracias, Señor, porque he podido ver en tu rostro inmaculado la alegría y la paz, el amor y el perdón, la reconciliación y la generosidad! ¡Y no permitas, Señor, que olvide jamás que el camino de Cruz lo tengo que hacer con alegría de corazón! ¡Y a ti Madre, lléname de bondad, de tu humildad y de tu amor porque sin Ti María en nada puedo avanzar en mi vida espiritual!
¡Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío!
Y, hoy, no podemos más que alabar con este preciso canto de adoración:

lunes, 27 de junio de 2016

La escalera que san José construyó en Nuevo México

La capilla de Loreto, en Santa Fe, Nuevo México, es el hogar de una obra de carpintería excepcional


La escalera de la Capilla de Loreto, en Santa Fe, Nueva México, es conocida por tres misterios: nadie sabe quién la construyó, nadie entiende cómo se mantiene la estructura sin un soporte central, y nadie ha podido dar con el origen de la madera.

Aunque se sabe que es madera de abeto, no se ha podido determinar de qué subespecie se trata, ni cómo llegó la madera a la capilla.

En 1852, por orden del obispo de Santa Fe, Jean Baptiste Lamy, se construyó la Capilla de Nuestra Señora de la Luz (inspirada en la Sainte-Chapelle de París), que estaría al cuidado de las Hermanas de Loreto, quienes llegaron al lugar desde Kentucky para fundar allí una escuela para niñas.
Cuando la capilla estuvo lista, los constructores se consiguieron con un problema inesperado: no pudieron poner una escalera que llevase desde la nave principal hasta arriba, al segundo piso, donde se ubicaba el coro. Se trataba de un error de diseño del arquitecto del edificio, Antonio Mouly, que murió antes de poder solucionar.


Cuando las monjas intentaron construir una, los constructores les dijeron que sería imposible, y que una escalera normal tomaría demasiado espacio, por lo que se les recomendó, más bien, derribar el coro.
Fue entonces cuando las monjas decidieron rezar una novena a San José, patrono de los carpinteros, pidiéndole  una solución.
Al terminar la novena, según testimonios que han pasado de generación en generación desde mediados del siglo XIX, se apareció un hombre a la puerta de la capilla, afirmando que él podría construir la escalera, bajo una condición: que se le concediese total privacidad.

Así, el extraño se encerró en la capilla durante tres meses, con una sierra, una escuadra y otras pocas herramientas, y desapareció apenas la obra estuvo terminada, sin siquiera haber recibido el pago por sus servicios. La escalera, de seis metros de alta, da dos vueltas completas hasta llegar al coro. Fue construida sin ningún tipo de clavos ni cola, y carece de cualquier soporte central.

Por ello, se dice que la construcción es “imposible”, y que debería haber colapsado en el momento en el que alguien la utilizase por primera vez, aunque se supone que la espiral central de la escalera es lo bastante estrecha para servir, ella misma, como apoyo central.



En todo caso, la escalera original no estaba sujeta a ninguna pared o puntal, hasta que en 1887, diez años más tarde, se añadió la barandilla (que tampoco tenía) y la espiral exterior se sujetó a un pilar cercano.

La historia asegura que nunca se ha resuelto de forma satisfactoria el misterio de la identidad del carpintero.

Ni siquiera existen registros que ayuden a descifrar de dónde sacó la madera, pues no hay ningún reporte de entrega de material. Nadie vio tampoco, durante esos meses, a ninguna persona entrar o salir de la capilla durante el tiempo de la construcción.

Como el carpintero se marchó antes de que la Madre Superiora pudiera pagarle, las Hermanas de Loreto ofrecieron una recompensa a quien pudiera dar a conocer su identidad, pero nadie la reclamó nunca. Así, se suele atribuir la autoría de esta obra a un milagro del propio san José