Entrada destacada

ADORACIÓN EUCARÍSTICA ONLINE 24 HORAS

Aquí tienes al Señor expuesto las 24 horas del día en vivo. Si estás enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el...

Mostrando entradas con la etiqueta autenticidad cristiana. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta autenticidad cristiana. Mostrar todas las entradas

lunes, 17 de abril de 2017

A lomos de mi autenticidad

orar con el corazon abierto
Ya a pasado la Semana Santa, pero no así sus efectos, Voy a hacer unas reflexiones lo que ha sido para mi esta Semana. No llevaran un orden cronológico, sino más bien lo que me vaya surgiendo con ayuda del Espíritu.

Domingo de Ramos. La Pasión el Señor es inminente. Entras ya en la liturgia “de pasión” en su sentido más profundo.
Este domingo lo vivo desde la perspectiva de este drama de la pasión y muerte del Señor enfrentando dos conceptos que resumen perfectamente este día: Exaltación y humillación.
Cuando el éxito te sonríe en la vida profesional y personal crees que andas entre los vítores de los que te aclaman a tu alrededor. Es todo un espejismo de la vanidad. Nos contagian los criterios con que el mundo computa la eficacia y la valía de las personas y los acontecimientos de la vida. Valoramos a las personas por su rango social, por los éxitos que han cosechado en la vida, por el trabajo que tienen, por el nivel económico que atesoran, por su popularidad, por los favores que en algún momento pueden beneficiarnos. Si la vida de Jesús fuese evaluada por una escala de eficacia según criterios mundanos con toda probabilidad descartaríamos como un sinsentido la mayoría de años que vivió trabajando en el humilde hogar de Nazareth, junto a María y José, o adjetivaríamos como un rotundo y estrepitoso fracaso su muerte en la Cruz, momento clave de su obra redentora.
Nos dejamos tentar por el espejismo de la fama, buscamos el renombre y el reconocimiento de los demás, nos encantan los halagos, incluso aquellos que provienen por nuestro servicio a la Iglesia. Nunca hemos de menospreciar tareas menos vistosas, que nadie valorará o reconocerá y por las que, muy probablemente, lo único que recojamos sean desavenencias, críticas, incomprensiones o divergencias. Lo importante es que nuestras obras las conozca Dios y que cara a Él actuemos con autenticidad. Es la única manera de conservar esa libertad real de quien sólo pretende la eficacia según los criterios de Dios y no los humanos. Basta recordar a ese granito de trigo de la parábola, que para dar frutos se esconde bajo tierra, o la semilla de mostaza que, desde su pequeñez e insignificancia, acabará convirtiéndose en un árbol que permitirá obtener grandes frutos.
Y en este domingo de Ramos debería convertirme en ese pollino sobre el que iba montado Cristo, callado y silencioso, mientras la algarabía aclamaba al Señor en el momento que traspasaba las puertas de Jerusalén. Aquel asno pasó desapercibido a los ojos de todos y nadie le aclamó ni mereció atención alguna. En su sencillez desempeñó su papel y nunca consideró que le aclamaban a él.

¡Señor, quiero proclamarte mi rey y el centro de mi vida, quiero seguirte de manera fiel! ¡Quiero que seas el rey de mi vida, de mi familia, de mi parroquia, de mis grupos de oración, de mi ciudad y del mundo entero! ¡Quiero ser tu amigo en todos los momentos de mi vida! ¡No quiero ser un mero espectador, insensible y pasivo, que te vea pasar a mi lado mientras exclamo ¡Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor! para olvidarme de ti unos días o, incluso, unas horas más tarde! ¡Quiero ser consciente, Señor, de que tu no te vas de vacaciones esta Semana Santa porque de nuevo más a padecer por mi y morir en la Cruz! ¡Y que tu muerte es por mi orgullo, por mi soberbia, por mi prepotencia, por mi egoísmo, por mi doblez, por mis ambiciones, por mi sensualidad, por mi falta de capacidad de amar, por mi testarudez, por mi falta de compromiso hacia los demás, por mi insensibilidad ante el dolor ajeno, por desconfianza ante la grandeza de Dios…! ¡Dame la fortaleza para seguirte y entregarme de verdad a los que me rodean! ¡Que mi vocación cristiana sea un verdadero testimonio de amor! ¡Espíritu Santo, ilumina en este día mi mente y mi corazón para comprender lo que de verdad implica la Pasión de Jesús!
Hosanna al Hijo de David, cantamos hoy en este Domingo

jueves, 23 de marzo de 2017

No hay lugar más elevado que estar a los pies de la Cruz

orar-con-el-corazon-abierto
El lunes, al finalizar la misa, una pareja joven se pone de rodillas ante un crucifijo  situado en una capilla lateral. Ella se acerca a los pies llagados de Jesús y los besa amorosamente. Luego lo hace él y juntos musitan una oración que deseo hacer mía porque, aunque no los escucho, observo su ferviente devoción al Cristo crucificado. Hay abrazos y besos que tienen un gran poder de sanación, de curar heridas, de ahuyentar desasosiegos, de calmar pesares, de aminorar desesperanzas… hoy lo he sentido en estos dos jóvenes.
El amor auténtico puede vestirse de innumerables maneras; en ocasiones es una mano apoyada en el hombro, un abrazo cálido, una sonrisa cómplice, una palabra que llega al alma, un beso sencillo... Pero no siempre todas estás formas están teñidas de autenticidad.
El ejemplo clave es ese beso crucial en la historia de la humanidad que se dio en una mejilla. Un beso que marcó la historia de la Salvación. Es el beso de una traición, un beso repleto de falsedad, de rencor, producto de la avidez, de la hipocresía... es el beso trágico que entregó a Cristo para ser condenado a la muerte en la Cruz. Juzgamos con pesar tan traicionero beso. Lo juzgamos como juzgamos tantas cosas en nuestra vida, sólo sabemos ver como aquel beso mancilló una amistad que se sustentaba en el amor fraterno. La deslealtad de Judas, en la oscuridad de la noche, ha quedado grabada en la impronta de la historia y en la de los propios corazones de los cristianos. Convirtió la belleza de un gesto repleto de hermosura en uno de los actos más despreciables que ha conocido el género humano.
El beso es como un diálogo que transmite amor, ternura, compromiso, afecto, búsqueda, cariño, complicidad... Judas, en su sinsentido, le puso el sello de la traición y la deslealtad. Y eso nos ocurre muchas veces a todos. De manera consciente o inconsciente también nosotros dejamos la impronta del amor «aparente» cuando, en realidad, en lo más profundo de nuestro corazón los sentimientos que anidan son otros generando dolor, tristeza, insatisfacción o amargura en el receptor.
Tras aquel beso trágico hay una enseñanza. Nadie puede dar lo que no tiene. Y en el caso del amor uno solo puede dar amor si está lleno de él. Quien no tiene amor verdadero, tampoco puede donar un amor auténtico.
En este día mi sentimiento es muy intenso. Te ves reflejado en algunos actos de tu vida en el beso de Judas, pero también en la devoción ardiente de estos dos jóvenes que colman de besos amorosos los pies de Cristo, como hizo aquella mujer pecadora del Evangelio. Hoy me pongo a los pies del Señor y trato de besarle sus pies llegados con devoción manifestándole lo mucho que necesito de su gracia, de su amor, de su perdón y de su misericordia. No hay lugar más elevado que postrarse a los pies de la Cruz.

¡Señor, hazme dócil siempre a la bondad y las buenas intenciones de corazón! ¡No permitas, Señor, que utilice tu amor en mi contra! ¡No permites que te bese como hizo Judas, Señor, porque soy tu amigo, te quiero y te necesito! ¡Señor, el beso de Judas fue intencionado y meditado, apoyado en su propia seguridad! ¡Señor, ¿cuántas veces me apoyo en mis propios medios y no pierdo la confianza en que Tú me sostienes?! ¡Señor, al igual que Judas yo nunca estoy dejado de tu mano, más al contrario hasta el último suspiro luchaste para acercarlo a tu corazón con los lazos de tu amor infinito! ¡Perdón, Señor, porque cada vez que peco te estoy besando como Judas; cada vez que trato de hacer mi propia voluntad, te beso como Judas; cada vez que no doy amor a mis semejantes te estoy te beso como Judas! ¡Señor, te beso los pies derramando mis lágrimas, me rindo ante Ti que eres el único que puede perdonar mis pecados! ¡Me postro ante Ti, Señor, con toda mi humildad y mi pequeñez para reconocerte mi pobre condición y mi gran necesidad de Ti! ¡Envíame la gracia de tu honra, Señor, que no merezco¡ ¡Hay algo, Señor, que te quiero agradecer: cuando más comprendo tu perdón, tu amor y tu misericordia más grande es el amor que siento por Ti! ¡Gracias, Señor, porque hoy me invitas a mirar hacia adelante, a vivir de la esperanza en Ti, a hacer grande mi pequeña vida, a renovar mi amor por Ti, a mirarme menos a mi mismo y a aprender a confiar más en Ti que me amas con amor eterno! ¡Que mi amor por Ti, Señor, tenga siempre la frescura del primer amor!
Hoy le cantamos al Señor esto tan bello de «A tus pies arde mi corazón/ A tus Pies entrego lo que soy / Es el lugar de mi seguridad»