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domingo, 26 de junio de 2016

6 enseñanzas que te aportará el Camino de Santiago

Una peregrinación se asemeja mucho a la propia vida


Hace algunas años recorrí la costa oeste de Francia y norte de España, tuve la bendición de realizar el Camino de Santiago, una tradicional peregrinación, llena de historia y aventura que miles de personas de diferentes países llevan a cabo durante todo el año.

Te cuento que para mí fue una oportunidad muy especial,  y tuve una gran certeza interior de que la realizaría, después de leer una publicación sobre las peregrinaciones y conversar con un monje en Mont Saint Michel en Normandía. Me dije interiormente (a la vez que le pedía a Dios que así se diera): "es tu voluntad, no la mía".

Realizar el camino (como se le llama tradicionalmente), fue para mí una experiencia única, intensa, que me marcó: Dios respondió muy concretamente a una serie de preguntas personales que tenía en los últimos años de mi vida, en la línea de descubrir con más claridad qué quiere de mí, en el lugar que ocupo en el mundo, en mis relaciones con las personas que me rodean y en general en conocer más profundamente quién soy yo.

Como habrás escuchado alguna vez una peregrinación se asemeja mucho a la propia vida: hay subidas y bajadas, momentos difíciles y momentos más tranquilos, conoces diversas personas que dejan alguna huella en ti (y tú dejas alguna huella en cada una), siempre caminamos hacia una meta muy concreta dando todo por alcanzarla (que en mi caso aun no ha terminado en otros culmina con el abrazo a la imagen del Apóstol, como símbolo de un encuentro con quien ya recorrió esos pasos, figura de lo que será el cielo). Es por ello que quiero compartirte 6 enseñanzas que me dejó el Camino de Santiago. Espero puedan ser útiles para tu propia vida.

1. Un peregrino está siempre en búsqueda

Es impresionante ver la cantidad de gente que peregrina. Personas de diferentes edades, países, e incluso creencias. En grupo o solos, cada quien con una particular motivación. Me encontré con personas que lo hacían por motivos de fe, otros como ofrecimiento, otros para conocerse más, e incluso había quienes lo hacían por aventura o por deporte. Sin embargo, lo que era permanente en todas estas diferentes experiencias era que todos esperaban algo. Todos estaban en búsqueda de algo más. Algo los atraía a hacer El Camino de Santiago aún con todas las dificultades que implicaban hacerlo. Si bien la meta estaba clara, siempre la mirada estaba atenta a descubrir qué nos traía el nuevo día, qué personas conoceríamos, que obstáculos surgirían, siempre en búsqueda, como en la propia vida. Búsqueda que se hace más llevadera, si tenemos una luz que nos guíe a cada paso. Somos peregrinos de la misericordia.


2. Sé tú mismo

En El Camino no hay poses, máscaras o roles que valgan. Eres tú  y Dios que va contigo. El camino que transitas y las personas con las que te vas encontrando simplemente «conectan» contigo. La amistad va brotando entre los peregrinos de forma muy natural. Te lo explico mejor: en la vida cotidiana muchas veces nos acostumbramos a aferrarnos a nuestras formas de pensar, a nuestros esquemas, que muchas veces se cierran al encuentro con los demás. Lo irónico es que nuestro ser más profundo anhela ese encuentro. Y solo lograremos hacerlo cuando nos quitemos de encima todo ese peso de quien no soy y que tantas veces cargamos para aparentar, quedar bien, y calmar el qué dirán. Ya lo decía el gran escritor francés Saint-Exupery: «Aquel que quiera viajar feliz, debe viajar ligero». Ser yo mismo, con mis dones, virtudes, y cosas por cambiar, eso es lo que abre al contacto sincero con los otros.

3. Existen personas realmente buenas y con hambre de verdad en el mundo

El Camino debe ser vivido en clave de encuentro. Por supuesto tuve mis ratos de oración personal mientras caminaba, y de reflexión mientras veía el paisaje, pero también tenía (sin planificarlo) mis ratos de conversación con otros peregrinos, de conocerlos y darme a conocer, de compartir la vida. Fue muy gratificante encontrar personas de lo más variadas, de países que nunca hubiese pensado conocer, y compartir desde lo más cotidiano. Y entender en ello que realmente existen personas con un gran corazón en el mundo, que buscan a Dios (a veces sin darse cuenta), y que anhelan cosas buenas y verdaderas para su vida, aún a pesar de las diferencias culturales que puedan existir.

4. La alegría de la vida en Cristo, de estar siempre con Él, cuestiona

En esa dinámica de encuentro, desde ese ser yo mismo, encontré algo que siempre fue bien recibido: la alegría y la bondad que viene de Dios, siempre cuestiona y siempre tiene un efecto transformador en la vida de las personas. Cuando tenemos esa certeza fuerte de que Dios habita en nuestro corazón y no nos permitimos nublar esa presencia, podemos vivir con una alegría que irradia felicidad. Y eso contagia, cuestiona, compromete y genera relaciones de amistad sólidas y que pueden ser perdurables.

5. Rezar por los demás te acerca y te hace sentirte acompañado


Durante mi peregrinación tuve la oportunidad de rezar también por muchas personas, de ofrecer mis esfuerzos y oraciones al Señor, así como la misa diaria de los peregrinos en cada pueblo donde paraba cada día, por numerosas intenciones que amigos, familiares y hasta personas desconocidas me pidieron llevara en mi mente y en mi corazón durante todo mi Camino. Fue muy bonita esta experiencia porque de alguna forma, me sentí muy acompañado de todos ellos, y a su vez los acompañé cuando le pedía al Señor por sus esperanzas, por sus sueños, sus propósitos y por las situaciones que les inquietaban.

6. Dios me interpela constantemente con la creación


Finalmente, y no por ello menos importante, fue fundamental el contacto con la Creación. Realmente me encontré con paisajes hermosos, llenos de colores y de vida, que no hacían más que remitirme una y otra vez al Creador y a elevar una acción de gracias por estar allí y por su obra. Dios nos interpela una y otra vez con las maravillas de la naturaleza en el día a día, y esto es ocasión para darle gloria y para agradecerle por todo lo que tenemos que es realmente un tesoro.

«El cansancio del andar, la variedad de paisajes, el encuentro con personas de otra nacionalidad, los abren a lo más profundo y común que nos une a los humanos: seres en búsqueda, seres necesitados de verdad y de belleza, de una experiencia de gracia, de caridad y de paz, de perdón y de redención. Y en lo más recóndito de todos esos hombres resuena la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo. Sí, a todo hombre que hace silencio en su interior y pone distancia a las apetencias, deseos y quehaceres inmediatos, al hombre que ora, Dios le alumbra para que le encuentre y para que reconozca a Cristo. "Quien peregrina a Santiago, en el fondo, lo hace para encontrarse sobre todo con Dios" (Papa Benedicto XVI en Misa por el Año Santo Compostelano en Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela, 6 de noviembre de 2010).

Empezó a caminar. Me gusta pensar en los inicios de tantos caminos míos. Es bonito ese momento de vértigo, en el que no sabes qué te vas a encontrar. Miro a Jesús. Decide y se pone en marcha. Va con los apóstoles. El camino no lo hace solo. Desde que los escogió nunca se ha separado de ellos. Son uno. Ellos van con Él. Con sus torpezas, sus preguntas, sus huidas y cobardías. Pero en su corazón estaba el anhelo de estar con Él, fuera donde fuera. Jesús toma la decisión. Quizás la compartió con ellos. No lo sabemos. Pero ellos también dejan su tierra nuevamente, igual que dejaron sus redes y su mesa de cambios, su vida. Se ponen en camino junto a Él. A su lado merece la pena vivir el miedo y la incertidumbre.

Es lo que me pide siempre Jesús. Confiar, caminar a su lado, salir de mí mismo, ir donde Él vaya. Sé que juntos tocaremos el cielo, que la vida será mucho más que mi pequeña parcela. Ninguno se quedó. Todos se fueron con Él hacia Jerusalén. Caminantes confiados. Abiertos a lo que Dios les preparase. Sin tener todo controlado, sin una casa segura donde dormir cada día. Dejaron Cafarnaúm, donde habían vivido juntos. Con Jesús no necesitaban tantos seguros. Yo también pienso eso. Si voy a su lado, me fío y no quiero calcular tanto. Ni medir. Pobres apóstoles, una y otra vez tienen que abrir el corazón. Jesús les ayuda a romper prejuicios, a superar miedos. Hay dos actitudes ante la vida. O nos ponemos en camino detrás del que nos invita a seguirle o nos quedamos quietos sin hacer nada.

O creemos en Aquel que no tiene dónde reclinar la cabeza o preferimos la seguridad de una vida tranquila, sin agobios ni exigencias.

Tomar decisiones correctas (y mantenerlas)

Jesús era profundamente libre y tenía miedo pero amaba


Jesús toma hoy la decisión de ir a Jerusalén: “Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”. Es el inicio del camino hacia la cruz. No hay azar. Jesús decide. Acepta. Acoge el amor de su Padre. Decide, no se deja llevar.

¡Cuántas veces corro el riesgo de dejarme vivir por otros! Simplemente dejo que la vida vaya y yo reacciono como puedo frente a ella.

Me gusta mirar hoy a Jesús, antes de ponerse en camino. Rezaría. Pensaría. Lo hablaría con su Padre. Descifraría en la vida las señales.

Acaba de tener lugar la transfiguración. Pero ya sabe que lo buscan para matarlo. En su corazón humano le costaría tanto dejar Galilea, a su madre, su lago, para ponerse en camino. No hacia cualquier lado. Hacia Jerusalén.

Ha ido muchas veces, pero esta vez era especial. Seguramente, los discípulos le dijeron que era peligroso. Pero Jesús sentía que su misión pasaba por Jerusalén.

Mis decisiones, ¿las tomo con Dios? ¿Qué es lo que pienso cuando decido algo? ¿Qué tomo en cuenta?

Hoy Jesús inicia un camino. Terminará con su muerte. Con la resurrección. Su Padre se lo ha mostrado en el monte.

A veces pensamos que Jesús no luchó en sus decisiones. Y no es así. Era libre. Profundamente libre. Y tenía miedo. Pero amaba. Y era el Hijo obediente que ante todo quería cumplir la voluntad de su Padre.

Cinco claves para crecer en la responsabilidad de uno mismo y de los demás

Consejos del arzobispo de Madrid


En su carta pastoral de esta semana, el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, invita a «encontrarse con Jesucristo, convertirse, mantenerse en el discipulado, vivir la comunión y salir a la misión».

La carta se llama: “Creer en la responsabilidad de uno mismo y de los demás” y en ella habla de la responsabilidad de uno mismo y de los demás. Al final de la carta ofrece cinco claves sobre este tema, “que se compenetran y se alimentan entre sí, son inseparables”:

1- Encuéntrate con Jesucristo: escucha una y otra vez cómo el Señor te dice: «Sígueme». Es fundamental este encuentro, te llama a conocer cada día más y más al Señor y a dar testimonio de Él. Es un encuentro que ha de ser permanente, nunca acaba, termina el día que dejes este mundo.

2- Conviértete: significa que quien escucha al Señor y entra en su admiración, que va creciendo por la acción del Espíritu Santo, toma una decisión absoluta que lo mantiene en el camino de la amistad con Él y de cambiar de forma de pensar y de vivir.

3- Mantente en el discipulado: ten siempre la convicción de que la persona madura, cuanto más conoce a Jesucristo, lo ama y lo sigue. Ello le llevará siempre a profundizar en el misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina.

4- Vive la comunión: hazlo como lo hacían los primeros cristianos, que se reunían en comunidad y participaban de la vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo en su amor y expresándolo acudiendo a sus necesidades.

5- Sal a la misión, anuncia a Jesucristo: en la medida en que conocemos y amamos a Nuestro Señor, tenemos necesidad de compartir con otros la alegría de este encuentro. Y salimos a la misión, a anunciar a Jesucristo muerto y resucitado, a construir el Reino de Dios.

Misa de Angelis

Un antiguo canto que celebra la gloria de Dios hoy y siempre

Liturgia Divina