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jueves, 11 de mayo de 2017

¿Qué significa el monograma JHS?

Estas letras han dado lugar a interpretaciones varias, algunas erróneas


Este monograma se encuentra en solitario en muchas partes (escudos, altares, manteles, puertas de sagrarios, etc), pues hace referencia a Jesús.
El monograma IHS sencillamente es la transcripción latina del nombre abreviado de Jesús en griego; es decir del nombre Jesús en griego Ιησούς (en mayúsculas ΙΗΣΟΥΣ) viene de la abreviatura, iota-eta-sigma (sustituyendo la letra sigma final por la S).
Este monograma ha dado lugar a interpretaciones varias. La única aceptada es la abreviación latina de la frase “Iesus Hominum Salvator” (IHS), traducida al español como Jesús salvador de los hombres.
Otros finalmente pueden interpretar erróneamente las tres letras como Jesús Hombre Salvador, o Jesús Hostia Santa.
El monograma IHS fue adoptado como sello por san Ignacio de Loyola fundador de los Jesuitas o de la Compañía de Jesús, y se convirtió en el símbolo de la misma congregación tras usarlo así Ignacio en su sello como superior general. El papa Francisco, miembro de los jesuitas, tiene este monograma en su escudo episcopal.

Un «Me gusta» al Señor

me gusta
El auge de las redes sociales ha consolidado el término «seguidor» para referirse a las personas que siguen las opiniones y comentarios de otros sobre cuestiones de actualidad. Hoy puedes encontrar numerosas personas con millones de «followers» que ansían darle al «like» por un determinado comentario. Es curioso. Siglos antes de que la redes sociales pusieron de moda el término «seguidor» en la Biblia ya se distinguían dos tipos de seguidores: los que seguían lo malo, cuya consecuencia es la muerte, y los que seguían lo bueno que tenía como fin la vida. Dos formas antagónicas de seguimiento que ponen al hombre en la disyuntiva de seguir uno u otro camino.

Cuando uno lee el Antiguo Testamento observa lo recurrente que es la expresión «seguir a Dios» que implica un compromiso de entrega; todo mi ser humano centrado en el seguimiento al Padre. Es decir, todo mi corazón y toda mi voluntad entregada a Dios como centro de mi vida y de mi esperanza. Así, ese seguimiento a Dios es algo radicalmente antagónico al seguimiento que pueda hacerse de una persona en cualquiera de los ámbitos de las redes sociales, en las que si el personaje me aburre, ha pasado de moda, pierde interés o, simplemente ya no me gusta lo que dice, me doy de baja de su cuenta y dejo de seguirle.
En el Nuevo Testamento el término «seguir» está marcado por una profunda experiencia con Jesús, pero para convertirse en seguidor es necesario una llamada en el que el discípulo hace un reconocimiento de Jesús como su maestro y toma la decisión de seguirle incluso con la propia vida.
Razón importante para saber a quien sigo y quien me influye porque en la vida existen muchos seguimientos estériles e inútiles que nada aportan y que mucho distraen.
El seguimiento vital y fundamental del hombre debería ser el seguimiento de Cristo. ¿Lo sigo verdaderamente?

¡Señor, me invitas a seguirte, a creer en ti, ponerme en camino y seguir tus huellas! ¡concédeme la gracia de tener esas actitudes que marcaron tu vida: de servicio, de generosidad, de entrega, de solidaridad, de liberación, de amor, de compasión, de perdón, de obediencia y entrega total a Dios y a su proyecto de salvación! ¡Concédeme la gracia de ser un testigo del Evangelio para poder anunciar a los que me rodean el reino de Dios! ¡Ayúdame a entender que tu seguimiento es un camino de Cruces y de servicio y que exige mucha renuncia, pobreza, humillación y sacrificio! ¡Que sea consciente, Señor, que el camino que me lleva a ti no conduce al desencanto sino a la realización plena y a la felicidad verdadera! ¡No he sido yo quien te ha elegido a ti, has sido tú quien me ha llamado por mi nombre! ¡Tú, Señor, muestras el significado de las parábolas y de tus enseñanzas, ayúdame a creer, vivir y amar el Evangelio estando siempre unido a ti! ¡Tú me invitas a ser tu discípulo, para que donde tú estés yo vaya contigo y para predicar la conversión al prójimo y experimentar la riqueza que es seguirte! ¡Dame, Señor, la fortaleza, la valentía y la sabiduría de renunciar a todo por ti, aprender a llevar contigo la cruz de cada día y negarme a mi mismo para seguirte! ¡Aumenta mi fe para poder seguir el camino que me propones porque quiero ser tu discípulo, abrazar, por amor a Ti, los problemas y el sufrimiento que pueda encontrar a lo largo del camino!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: Bienaventurados los que te aman, María, porque en tus manos hallarán las riquezas que no parecen. Y, guiados por tus pasos, entrarán en posesión de Dios.
Como te lo puedo decir, cantamos hoy:

Escuchaba ayer una bellísima canción titulada Where Could I Go But to the Lord? (¿Adónde puedo dirigirme sino es al Señor?). La letra de la canción repite hermosamente: «¿A quien iré? Oh, ¿A quién iré sino a Jesús? El me salvó y rescató mi alma». Vivimos en un mundo donde el pecado está a la orden del día y el mal se hace presente en nuestras vidas de manera permanente. Vivimos en sociedades donde hedonismo, el materialismo, el individualismo… si incrustan en nuestros corazones sin que pongamos freno a este desenfreno. Eso nos lleva a una pérdida de valores y también una pérdida de esperanza. Y aquí surge luminosa la letra de esta canción: «¿Adónde puedo dirigirme sino es al Señor?» Él es el único al que uno puede recurrir siempre, en toda circunstancia y en todo momento porque Cristo, siempre al alcance de nuestra voz, de nuestra oración, escucha el grito del que le reclama.
Si uno se siente cansancio y agotado, «¿Adónde puede dirigirse sino es al Señor?».
Si la oscuridad interior que uno experimenta le hace ser consciente de su propia debilidad, «¿Adónde puede uno dirigirse sino es al Señor?».
Si uno necesita barruntar en su corazón el amor de Dios, «¿Adónde puede dirigirse sino es al Señor?»
Si uno padece en el cuerpo y en el alma, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?».
Si uno siente el desprecio y el abandono de tantos que antes le daban golpes en la espalda, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?».
Si uno sufre en sus propias carnes el sufrimiento de la enfermedad y el dolor, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?».
Si uno no es capaz de vislumbrar la luz luminosa de la esperanza que haya al final del túnel, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?»
Si uno se siente profundamente agobiado por los problemas económicos, materiales o de otra índole, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?».
Y, así, un largo etcétera de situaciones más o menos extraordinarias que pueden llevar como coletilla «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?»
A Jesús hay de gritarle muchas veces en una oración encendida: ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí! ¿Acaso no exclamó aquello de «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Cargad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontraréis alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana».
Junto a Jesús todas las fatigas se vuelven amables. Todo sacrificio, al lade de Cristo no es áspero y ni rebelde, sino gustoso. Él llevó nuestros dolores y nuestras cargas más pesadas. Entonces, «¿Adónde puede dirigirse uno sino es al Señor?».

¡Señor, no hay camino más seguro que seguirte a ti y encontrar a tu lado la felicidad! ¡Señor, cuando el peso resulte demasiado pesado para mis fuerzas que no deje de escuchar tus palabras del «Venid a Mí todos los que andáis fatigados y agobiados, y Yo os aliviaré»! ¡Gracias, Señor, porque esta es una invitación de compasión por cada uno de nosotros pero también de amistad, de ofrecimiento, de confort, de promesa, de paz y de vida! ¡Gracias, Señor, porque tú eres mi descanso al que puedo acudir en cualquier momento! ¡Sabes bien, Señor, de todos mis cansancios y dificultades, y recurro a Ti para descansar en tu Sagrado Corazón! ¡Señor, que la gracia de este encuentro me ayude a salir renovado para continuar mi camino hacia la santidad! ¡Te pido, Señor, perdón por todos los momentos en que me alejo de Ti, y trato de reposar en esos falsos lugares que me ofrece el mundo para mi felicidad! ¡Concédeme la Luz de tu Espíritu Santo, para que sea capaz de ver con claridad y reconocerte como mi Señor y mi verdadero descanso!
Jaculatoria a María en el mes de mayo: Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Acompaño la meditación con esta canción:

miércoles, 10 de mayo de 2017

Una súplica a la voluntad de Dios

De camino la cocina, entré ayer en la capilla para hacer una breve visita al Señor. La capilla donde se encuentra el Sagrario está presidida por una imagen de Jesucristo con sus manos abiertas acogiendo amorosamente las peticiones de Los que allí se acercan. Una mujer con los brazos abiertos ora en voz alta, con la voz entrecortada, gimiendo, exclamando una y otra vez al Señor que atienda cada una de sus súplicas: «¡Que se haga tu voluntad, Jesús, y no la mía!». Esta petición, en el silencio del templo, resuena con una fuerza impresionante. La mujer no sabe que nadie más está en la iglesia, me siento en el último banco (momento de que recoge la fotografía) y me uno a su oración. «¡Que se haga tu voluntad, Jesús, y no la mía!». Siento también el dolor de esta mujer porque yo estoy rodeado de problemas. Pero este clamor me hace entender que debo doblegarme al padre y entregarle mis miedos, mis inquietudes, mis temores, mis fragilidades, mis inquietudes, mis deseos… Jesús los toma con sus manos amorosas.

Escuchando la súplica de esta mujer sencilla comprendo que son muchas las ocasiones en las que me dirijo al Padre dándole recomendaciones concretas de cómo tiene que solucionar mi problema, de cómo proceder ante esta situación que me agobia, de cómo puedo solucionar y salir airoso de la situación en la que me encuentro dándole precisas instrucciones de cómo debe proceder en mi vida. A veces de manera consciente y otras no tanto le digo a Dios como mover ficha. Pero no es así como Dios actúa. A Él no le complace la oración ritual, desapegada de amor, de confianza, del que no abre el corazón, que no se desprende de lo mundano. Él quiere que uno se doblegue a su voluntad, a sus designios. Al «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!».
Mi deseo ferviente es «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Mi anhelo es «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Sí, quiero que pasen esos nubarrones oscuros que traen tormentas y huracanes en mi vida pero ante todo quiero «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Que por muchas lágrimas que derrame en mis ojos producto del sufrimiento «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Saber descansar en el Padre amoroso que todo lo puede para repetir confiadamente «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Tratar de no imponer mi voluntad sino la del Padre para hacer las cosas a su manera y no como las tengo yo previstas, de forma «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!». Que sea Él el que tome mi mano y escriba en el libro de mi vida el capítulo y el guión que mejor corresponda, dado con amor, para poder exclamar certeramente «¡Que se haga tu voluntad y no la mía!».

¡Hágase tu voluntad, Señor, y no la mía! ¡Señor, tu me has creado y me has dado la vida, tu me impones un destino y me das la libertad de seguirlo aunque muchas veces me equivoque! ¡Tú, Señor, conoces lo que anida en mi corazón, mis debilidades y mis miedos! ¡Tu, Señor, deseas lo mejor para mí por eso te pido que se haga tu voluntad y no la mía! ¡Tu, Señor, buscas mi bien! ¡Hazme saber, Padre de bondad, qué es lo que deseas para mí, que es lo que más me conviene en cada ocasión!¡Señor, que se haga siempre tu voluntad porque siguiéndola siempre todo me irá bien! ¡Y cuando no sepa cuál es tu voluntad, Señor, envíame a tu Espíritu para que me ayude a discernir! ¡Que se haga, Señor, tu voluntad y no la mía! ¡Qué cada instante, Señor, se haga en mi tu santa voluntad! ¡Hágase tu voluntad para perder el miedo a mis seguridades mundanas, a las incertidumbres de la vida, a dónde me llevará tu voluntad! ¡Señor, en tus manos pongo mi libertad, mi camino, mi vida! ¡Hágase tu voluntad y no la mía!
Jaculatoria a la Virgen: Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mia.
Una entre todas, cantamos hoy:

lunes, 8 de mayo de 2017

En el Día de la madre



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Hoy en España se celebra el día de la madre y en la mayoría de países de América Latina el domingo 14 de mayo.El rasgo más hermoso de la naturaleza humana es propiedad de la mujer: a ella le pertenece el don maravilloso y extraordinario de ser madre y dar vida a un ser humano. Junto a la dicha de engendrar vida, a la mujer se le han concedido una serie de destrezas, virtudes y valores que la hacen especial a los ojos de Dios.

Para mí una madre es portadora del don de la comprensión, que conoce los sentimientos del hijo, que le apoya en sus estados de ánimo y de desánimo, que reconforta con sus palabras, sus besos, su mirada y sus caricias.
Una madre lleva en la mochila de su corazón el don del esfuerzo y de la paciencia para poner paz y serenidad en la familia, para hacer íntegras y auténticas a las personas que la forman, que desarrolla la paciencia en grado máximo, y que pone las situaciones familiares en el punto de equilibrio para hacer feliz el entorno familiar.
Una madre es un canto a la responsabilidad cotidiana, en busca siempre del bienestar de los miembros de la familia, poniendo todo su empeño y su esfuerzo para lograrlo, que ejerce sus deberes con una responsabilidad fuera de lo común, trabajando para hacer felices a los demás a costa de sus cansancios cotidianos.
Pero ante todo, una madre es ejemplo de amor, un amor único y especial, despojado de todo egoísmo. Es un amor capaz de multiplicarse sin dar alguno más que otro, con la misma intensidad y el mismo cariño. Un amor que nunca se agota y que se mantiene aunque haya desdén, olvido y abandono. Es un amor que no tome en cuenta las consecuencias ni esperar nada cambio porque prefiere su propio sufrimiento al dolor de un hijo por ella engendrado. El amor de una madre es un amor universal pensado para que la vida perdure. Es un amor que implica donación, entrega, generosidad, tolerancia, perdón, comprensión, sacrificio...
El amor de una madre solo es superado por el amor que Dios tiene por cada ser humano, por eso el amor de una madre es tan parecido al amor que Dios tiene sobre cada uno de sus hijos aunque no alcance a ese nivel de amor que el Padre tiene por nosotros. Pero Dios ha sido muy generoso en otorgar a las madres ese amor que permita hacer hasta lo imposible por un hijo suyo y esto es lo que en realidad celebramos el día de hoy, el día de la madre.
Este domingo es propicio para darle gracias a Dios por la madre que nos ha dado la vida, para honrarla, respetarla y agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros.
Y ofrecérsela a María, Madre del Verbo encarnado y Madre nuestra, para que la proteja siempre; ofrecer cada mamá del mundo, a aquellas que, junto a los maridos, educan a los hijos en un contexto familiar armonioso, y a las que, por diferentes motivos, tienen que afrontar solas esta ardua tarea. Que todas puedan desempeñar con entrega y fidelidad su servicio cotidiano en la familia, en la Iglesia y en la sociedad. ¡Que la Virgen se convierta en su apoyo, consuelo y esperanza!

La oración de hoy no es mía, es una plegaria que rezo cada año el día de la madre:
Padre Celestial:

Te doy gracias por mi madre, a las que Tu les has confiado el cuidado precioso de la vida humana desde su inicio.
Tú has dado a la mujer la capacidad de participar contigo en la creación de nueva vida. Haz que cada mujer puede llegar a comprender el pleno significado de esta bendición.
Mira a cada madre que está esperando un hijo, fortalece su fe en Tu paternal cuidado y amor para con ella y para su hijo en camino. Dale valentía en tiempos de miedo o dolor, comprensión en los momentos de incertidumbre y duda, y esperanza en tiempos de problemas. Concédele alegría en el nacimiento de su hijo.
Bendice a las madres a quienes les has dado el gran privilegio y la responsabilidad de ser formadoras de un niño o una niña.
Haz que todas ellas puedan fomentar la fe de sus hijos, siguiendo el ejemplo de María, la Madre de Tu Hijo.
Ayuda a todas las "madres espirituales", quienes están al cuidado de los hijos de otros y asumen su tarea con amor maternal, que puedan descubrir que engendrar vida es mucho más que dar a luz.
Te pedimos que envíes el Espíritu Santo Consolador a las madres que han perdido hijos, que están enfermos o separados de sus familias, que se encuentran en peligro o problemas de cualquier tipo. Muéstrales Tu misericordia y dales fortaleza y serenidad.
Colma de tu paz a las madres que ya no están con nosotros, que disfruten en Tu presencia del fruto de sus esfuerzos en la tierra.
María, Madre del Cielo, intercede por todas las madres, sé su guía y consuelo. Alcánzales  la Gracia de Dios para esta vida y la alegría eterna en la Gloria.

Jaculatoria a María en el mes mayo: He resuelto, María, vivir cerca de ti: tú me haces participar de la plenitud de tu gracia; en mis penas y quebrantos tú serás mi fuente de consuelo y alegría.
Feliz día para todas las madres con esta canción: