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jueves, 17 de noviembre de 2016

¿Miedo?

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El miedo es la energía más destructiva del ser humano porque no sólo acogota la mente y distorsiona nuestros pensamientos sino que nos conduce a supersticiones sin sentido, creencias falsas y dogmas inverosímiles. Aún así, el miedo nos vence. El hombre necesita certezas, necesita seguridad —emocional, afectiva, económica, moral, de aprobación...—. Necesita saber que no es juzgado, que no perderá prestigio social, que podrá enfrentarse a las dificultades de todo tipo, que podrá hacer frente con valentía a la enfermedad... Así es el hombre, frágil en la debilidad.
El miedo también ejercita sobre cada uno un control emocional que trata de no perjudicar a los demás, para no perjudicarnos a nosotros mismos, para no ser reprendidos, o castigados, o silenciados.
Pero detrás de todas estas situaciones, de esta codicia de la seguridad, de esa búsqueda del bienestar, está la necesidad imperiosa de la certidumbre.
El miedo se convierte en algo superficial porque donde impera al miedo no hay cabida para la libertad. Y, el hombre, sin libertad no puede ser capaz de amar. El miedo, incluso, nos lleva a mentir, corrompe interiormente nuestra alma, deja un poso oscuro en lo más profundo de nuestro corazón, nos hace retroceder en nuestra vida espiritual.
Si tenemos tantos miedos, ¿por que no tememos ofender a Dios, a separarnos de Él, a alejarnos de su voluntad cuando Dios representa al Amor que debe ser respetado y reverenciado? ¡Qué olvidadizos somos los hombres ante el don de temor de Dios con el que nos obsequia el Espíritu Santo!
Estamos ante un don que constituye un temor filial, un don inspirado en el amor de Dios, un don para comprender que además de la fidelidad el hombre debe temer la ofensa al Padre. Es un don para purificar la vida del hombre, para dejar todo en manos de su providencia, para confiar plenamente en Él. Un don para poner todas las certezas en la grandeza de Dios, de colocar el corazón en sus manos providentes, para alejar al hombre de la fascinación por las quimeras de este mundo y rechazar la tentación, para despreciar el pecado, para fomentar la vida de la gracia, para glorificar y venerar a Dios, para exaltar las virtudes en nuestra vida, para desapegarse de los honores y afectos humanos, para alejarse de las apetencias materiales, para someterse plenamente a la voluntad de Dios, para buscar la excelencia personal solidificada sobre la verdad del Evangelio y no sobre las comodidades e incertezas temporales, para llevar una vida presidida por la humildad y la sencillez, para extirpar la soberbia y el orgullo de nuestro corazón, para asumir con amor los padecimientos ajenos, para vivir con paciencia la experiencia de la relación con los demás, para purificar nuestra alma, para perseverar en nuestra vida de fe, para ejercitar la magnanimidad y la mansedumbre...
¿Miedo? ¿Quién puede pronunciar la palabra miedo ante la obra del Espíritu Santo en nuestra vida? ¿Quién puede tener miedo ante la posibilidad de demandar al Espíritu Santo que llene nuestra alma de la bondad de Dios, para aceptar su voluntad y llevar su reino a nuestro corazón y a todos los que nos rodean? ¿Cómo se puede tener miedo si por el don del temor de Dios se alcanza el don de la sabiduría que es sentir con amor delicado y humilde la grandeza infinita de nuestro Creador? ¡Quién puede tener miedo cuando uno es capaz de reconocer la propia debilidad, quien permanece y crece en la caridad, quien tiene sentido de la responsabilidad, quien se presenta ante Diso con un corazón humillado y un espíritu contrito?
¿Miedo? No, Señor, con la fuerza del Espíritu Santo nada a tu lado puede darme miedo.

¡Padre, me presento ante Ti “con el espíritu contrito y con el corazón humillado” sabedor que mi salvación la debo atender “con temor lo que no implica miedo sino sentido de responsabilidad y de fidelidad a tus mandatos y tu palabra! ¡Espíritu Santo,ven a mi vida y lléname del temor de Dios para que se alejen de mi vida los miedos y me someta siempre a su voluntad! ¡Ayúdame, Espíritu de Dios, a huir de la tentación y de todo mal y a través del temor de Dios alcanzar el don de la sabiduría para gustar siempre las cosas de Dios y perfeccionar mi vida! ¡Espíritu Santo, hazme temer a Dios desde el amor, desde la libertad, desde el desapego a lo mundano para gozar de Él, para aborrecer todo lo que pueda ofenderle incluso en aquello en apariencia insignificante! ¡Quiero, Señor, servirte con una fidelidad perfecta y cooperar contigo con rectitud de intención, sin miedo, con un corazón sincero, con unos pensamientos puros, para que todo lo que haga sirva para darte gloria! ¡Libérame, Espíritu de Dios, de los vicios contra el temor de Dios sobre todo de la tibieza, el orgullo y la soberbia!
«No tengo miedo», cantamos hoy:

viernes, 5 de agosto de 2016


Del más de millón de personas que llegaron a raudales a Cracovia para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud 2016 la semana pasada, es posible que un grupo juvenil de La Jolla, California, se sintiera el más afortunado de todos.

Los 10 adolescentes y siete adultos, con el líder juvenil Bob Schrimpf a la cabeza, iban de camino a Cracovia pasando por Múnich, Alemania. Mientras estaban en el piso de arriba de la Hofbrauhaus (una cervecería famosa cerca del popular centro comercial Olympia-Einkaufszentrum), “estalló un tiroteo mortal, seguido por el caos. “Alguien había disparado afuera y otra persona gritó ‘tiene una pistola’”, relata Schrimpf, que recuerda haber escuchado unos cuantos y breves disparos seguidos de fuego de arma semiautomática.


En el momento del suceso, los miembros del grupo juvenil estaban dispersos en diferentes lugares, algunos en el servicio, otros en las escaleras… Julia Albanez, de 18 años, sólo podía pensar en hacer una cosa: “Escondida bajo las mesas de la Hofbrauhaus, esperando aterrada a si el agresor se le ocurría ir a la planta de arriba, sólo podía pensar en rezarle a Dios”, declara.

“Recé a Nuestro Padre, una y otra vez. No sé si fue porque estaba pensando que ese instante sería el último de mi vida, pero me ayudó a tranquilizarme y a darme claridad en el momento más oscuro de mi vida”.

Tras un tiempo retenido por seguridad, el grupo se reunió finalmente en su hotel sobre las 2:00 a.m., aún agitados por el inquieto camino de vuelta. Empezaron a procesar todo lo sucedido y debatieron qué hacer a continuación.

“Compartimos nuestros sentimientos y lo que nos pasaba por la cabeza y por el corazón…”, explica Schrimpf. “También rezamos; había víctimas y familias y un terrorista (no sabíamos cuántos) que necesitaban de nuestras oraciones”.

Pero la gran pregunta era, ¿continuarían adelante o volverían a casa?

“Decidimos tomarlo con calma, ir día a día. Nuestra siguiente parada era Praga y salimos a la siguiente mañana. Hablamos más y rezamos más. Nos preguntamos si alguno quería volver. Descubrimos que estábamos más unidos y más fuertes que nunca como grupo”, asegura Schrimpf.


“Nos pusimos el disfraz de valientes, pero te lo aseguro, saltábamos a la mínima que escuchábamos el petardeo de un coche o una chica gritando de alegría al ver a sus amigos. Por fin, decidimos que debíamos terminar lo que habíamos empezado. El miedo no podía vencer”.

Andrea Albanez, de 18 (hermana gemela de Julia), dice que hubo momentos en que dudó de si podría continuar. Pero durante los dos días siguientes, mientras compartían sus sentimientos de inseguridad, uno de los padres del grupo entró en la página web de la JMJ para buscar información sobre el evento y las medidas de seguridad.

“Leyó un fragmento que nos explicaba que, precisamente en un tiempo donde nos rodean el sufrimiento y el odio, es la mejor oportunidad para reunirse y demostrar al mundo que aún hay esperanza y que la gente sigue creyendo en Cristo”, rememora Andrea. “Tras escuchar aquello, sentí que mi deber era continuar con mi grupo, no permitir que ganara el miedo ni que nos detuviera en nuestro propósito”.

Viviana Vasquez, de 18 años, dice que evitó llamar a casa justo después del incidente porque pensó que su madre la convencería para volver. “Estaba segura de que en cuanto escuchara su voz, correría a subir al próximo avión a San Diego”, dice. “Pero después de hablar con mi familia y oír hablar sobre todas las oraciones y los ayunos que ellos y tantos otros estaban haciendo, ¡me di cuenta de que nunca antes me había sentido tan amada! Me dio fuerzas y confianza para continuar, y paz con cualquier cosa que Dios nos tuviera preparada en este peregrinaje”.

Schrimpf admite que estaba impresionado. “Fue algo aterrador y traumático, pero a los dos días ya estaban riendo y charlando. Todos siguieron adelante, siempre con una sombra, pero armados de valor”. La experiencia había intensificado su peregrinaje y lo había convertido en algo mucho más personal.

“Entonces supimos que aquello no era como cualquier excursión”, manifiesta Schrimpf. “La vida es algo serio y hay graves problemas ahí fuera y de ninguna forma somos los únicos que sufren. Vimos una bandera iraní y nos dimos cuenta de que ellos viven esto diariamente. Y luego estuvo por supuesto el asesinato del padre Jacques en Francia… Terrible. Pero pensamos: ‘Dios tiene un plan. Sobrevivimos a aquello y aquí estamos. Averigüemos por qué”.


Los adolescentes del grupo dicen que su experiencia en la Jornada Mundial de la Juventud fue profunda y que repetirían si pudieran.

Lily Rice, de 16 años, aclara que lo que hizo que para ella todo fuera más especial fue la impresionante cantidad de amor y apoyo que la comunidad había mostrado hacia ellos. “Cuando llegamos a Cracovia, me sentí muy segura y acogida. Era increíble pensar que éramos una pequeña parte participando en un evento tan asombroso y alegre. Hemos pasado por bastantes cosas en este peregrinaje, pero hoy que me marcho, puedo decir sinceramente que no cambiaría nada. Las dificultades que afrontamos abrieron más mi corazón a la gran misericordia de Dios”.

Nicole Shanks, de 17, está de acuerdo. “Estoy tan contenta por haber continuado… Es una ocasión extraordinaria la de poder expresar mi fe junto a millones de personas, y el papa tiene la capacidad de reavivar el ánimo de los jóvenes de la Iglesia y llamarnos a la acción. A pesar de lo duro del viaje, si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría sin dudarlo”.

Viviana dice que ser parte de la JMJ y compartir su historia le ha mostrado que su experiencia en Múnich tenía un propósito. “Siento como si todos fuéramos una representación de lo que el papa Francisco nos llama a ser: una generación orgullosa de católicos listos para dar la cara por nuestra fe y preparados para no permitir que el miedo nos aleje del amor de Cristo”.


Andrea comenta que su experiencia puede resumirse en una palabra: alegría. “Espero poder llevar conmigo, adonde quiera que vaya y en todos los cometidos que afronte en mi vida, esta alegría y misericordia que he aprendido y de la que he sido testigo durante esta semana”.

Devany Harrell, 18 años, explica que se va de la JMJ con un mayor sentido de la comunidad católica en todo el mundo. “Siento mayores deseos de salir y compartir mi fe y vivir acorde a ella mi vida cotidiana. El papa Francisco destacó mucho la importancia de los jóvenes en la Iglesia, la frescura que aportan… Me da ánimos para salir y hacer algo con mi fe”.

Para Ana Szymanski, de 17 años, lo más destacado del peregrinaje fueron las misas celebradas por el padre John Amsberry, un sacerdote de Portland, Oregón, que viajaba con el grupo. “La mayoría de las cosas que he asimilado de la JMJ 2016 viene de sus homilías. Por ejemplo, nos explicó que la misericordia significa revivir la miseria del corazón de otra persona. Cuando preparaba este viaje, confiaba de verdad en poder entender mejor qué es en realidad la misericordia… Aprendí mucho del padre John y, como pude entender esto, me dio la clave para comprender lo que nos explicaba el papa”.


En lo que respecta a Schrimpf, el intrépido líder del grupo durante este azaroso peregrinaje, dice que se marcha de su sexto JMJ impresionado por la resiliencia de los adolescentes. “Les veo reír y charlar e incluso releer los mensajes del papa desde sus teléfonos y se comportan con normalidad. Creo que es porque son normales y que aquello por lo que han pasado no define quiénes son. El año pasado en nuestra iglesia había un tema: ‘No sabrás quién eres hasta que averigües de quién eres’. Ellos saben que son de Dios y que hay un cierto sentido de valor y dignidad en saber eso. No hay miedo. No hay condena. Sólo esperanza eterna en que Cristo es nuestro amado Salvador que nos llama a ser sus embajadores aquí en la tierra, con la confianza de que nunca nos abandonará. Es lo que me hace sonreír”.c

jueves, 21 de julio de 2016

5 consejos para dominar el miedo y la ansiedad

La número 1 es la más eficaz, y la número 3 soluciona el problema


Dale Carnegie es uno de los renombrados autores de autoayuda, gracias en gran parte a su best seller Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, publicado originalmente en 1936.

Su libro Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida, de 1948, presenta tácticas para liberarse de la ansiedad incómoda que disminuye la felicidad y la productividad.

El libro nace de las experiencias de Carnegie en su cátedra en el YMCA de Nueva York. Él se dio cuenta que la preocupación era un tema común entre los alumnos, independientemente de su profesión o contexto, y decidió escribir un libro que los inspirara a actuar contra sus demonios psíquicos.

Durante los siete años que pasó escribiendo el libro, Carnegie investigó la filosofía antigua y habló con una gama de hombres de negocios sobre sus estrategias para vencer las preocupaciones.

Pero lo más importate es que él llevó a cabo un experimento al dar consejos sobre ello a sus alumnos y observar lo que funcionaba.

La página Motto, de Time, seleccionó las cinco mejores estrategias descritas en el libro para reducir la ansiedad del día a día.

1. Pregúntate a ti mismo: “¿Qué es lo peor que puede pasar?”

Hay una técnica sencilla de tres pasos que puede ayudarte cuando estás rodeado de preocupaciones personales o profesionales. Primero, pregúntate qué es lo peor que puede suceder. Segundo, prepárate para aceptar lo peor. Tercero, piensa en sacar algo bueno de lo peor, en caso de que suceda.

La técnica está basada en una anécdota de Willis Carrier, fundador de la homónima industria de aire acondicionado.

Cuando trabajaba para Buffalo Forge Company en la juventud, se dio cuenta de que un nuevo sistema de limpieza de gas que su compañía ofrecía no era tan eficiente como se esperaba.

Se percató que lo peor que podría suceder es que la empresa perdiera 20 mil dólares. Entonces aceptó lo siguiente: la compañía podría entender esa pérdida como costo de investigación de nuevas estrategias.

En seguida, Carrier pensó cómo mejorar la situación: si la compañía compraba nuevos equipos con un valor de 5 mil dólares, el problema se resolvería. Fue lo que hicieron, y terminaron ganando 15 mil.

2. Mira todo de forma objetiva

“Si un hombre se dedica a mirar los hechos de forma imparcial y objetiva, sus preocupaciones se evaporarán normalmente a la luz del conocimiento”, le dice el decano del Columbia College, Herbert E. Hawkes, a Carnegie.

Carnegie habla de dos maneras de mirar objetivamente. Puedes fingir que estás analizando la situación para otra persona, para posicionarte menos emotivamente con la cuestión.

Otra idea es imaginar a un abogado que está preparándose para defender el otro lado de la cuestión, contra ti. Escribe los hechos de ambos lados del caso y tendrás generalmente una imagen más clara de la realidad.

3. Genera soluciones potenciales para el problema

Leon Shimkin, entonces director general de la editorial Simon and Schuster –de la que después se volvió el propietario– ideó una manera de reducir a un 75% el tiempo que el pasaba en reuniones.

Estableció que cada vez que alguien quisiera presentar un problema en una reunión, debía primero enviar un memorando respondiendo a cuatro preguntas: ¿Cuál es el problema? ¿Cuál es la causa del problema? ¿Cuáles son las posibles soluciones? ¿Cuál de ellas sugieres?

Según Shimkin, después de introducir ese sistema, raramente alguien acudía a él para expresar su preocupación.

“Se dio cuenta de que al responder a las preguntas era necesario observar todos los hechos y pensar en el problema”, le dice a Carnegie.

Cuando las personas hacían eso, se daban cuenta de que “la solución adecuada surgía como una rebanada de pan que salta de la tostadora”. En otras palabras, la acción tomó el lugar de la preocupación y el lamento.

4. Recuerda la ley de las probabilidades

Piensa en la probabilidad de que un evento específico suceda y reflexiona si vale la pena preocuparse. Hay buenas posibilidades de que aquello por lo que te preocupas ni siquiera suceda.

Carnegie escribe que la marina norteamericana empleó la ley de las probabilidades para mejorar la moral de los marinos.

Aquellos que eran designados para petroleros de alto octanaje tenían miedo de hundirse cuando el buque hubiera sido alcanzado por un torpedo.

Entonces la marina ofreció la información exacta: de cada cien buques alcanzados por torpedos, 60 permanecieron sin hundirse y sólo cinco se hundieron en menos de diez minutos. Los otros tuvieron tiempo suficiente para abandonar el buque.

5. Establece órdenes de límite en tus preocupaciones

Esta estrategia está basada en un principio de mercado de acciones. Funciona así: compras acciones a 100 dólares, pero estableces una orden de límite de 90 dólares. Así, si la acción cae a los 90 dólares, la vendes –sin mayores preguntas– y evitas pérdidas mayores.

Puedes usar este principio en el día a día. Por ejemplo, Carnegie una vez quiso escribir novelas, pero después de dos semanas intentando sin éxito, decidió suspender la experiencia y volver a enseñar y a escribir libros de no ficción.