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sábado, 11 de junio de 2016

Las tres reglas fundamentales para los lectores en la Misa



Un lector escribe: “Quisiera saber si hay indicaciones precisas dictadas por el magisterio o simplemente por la tradición que expliquen cómo se debe comportar un lector durante la misa. Las lecturas del día y los salmos no deben ser leídos, sino anunciados. ¿Podrían hacer un pequeño elenco de los "errores" más comunes? Por ejemplo, a veces oigo decir como conclusión de una lectura "Es palabra de Dios" en lugar de "palabra de Dios". Y también, hay quien pone mucho énfasis en leer, a menudo cambiando fuertemente el tono de voz en los diálogos directos…. Hay quien levanta la mirada a los bancos y quien en cambio nunca alza los ojos y los tiene fijos en el texto. Gracias".

El liturgista Enrico Finotti explica: “La Palabra de Dios en la celebración litúrgica debe ser proclamada con sencillez y autenticidad. El lector, en resumen, debe ser él mismo y proclamar la Palabra sin artificios inútiles. De hecho, una regla importante para la dignidad misma de la liturgia es la de la verdad del signo, que afecta a todo: los ministros, los símbolos, los gestos, los ornamentos y el ambiente”.

Dicho esto, prosigue Finotti, “es también necesario solicitar la formación del lector, que se extiende a tres aspectos fundamentales”.

1. La formación bíblico-litúrgica

“El lector debe tener al menos un conocimiento mínimo de la Sagrada Escritura: estructura, composición, número y nombre de los libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento, sus principales géneros literarios (histórico, poético, profético, sapiencial, etc.). Quien sube al ambón debe saberlo que va a hacer y qué tipo de texto va a proclamar.

Además, debe tener una suficiente preparación litúrgica, distinguiendo los ritos y sus partes y sabiendo el significado del propio papel ministerial en el contexto de la liturgia de la palabra. Al lector corresponde no sólo la proclamación de las lecturas bíblicas, sino también la de las intenciones de la oración universal y otras partes que le son señaladas en los diversos ritos litúrgicos”.

2. La preparación técnica

El lector debe saber cómo acceder y estar en el ambón, cómo usar el micrófono, cómo usar el leccionario, cómo pronunciar los diversos nombres y términos bíblicos, de qué modo proclamar los textos, evitando una lectura apagada o demasiado enfática.

Debe tener clara conciencia de que ejerce un ministerio público ante la asamblea litúrgica: su proclamación por tanto debe ser oída por todos. El Verbum Domini con el que termina cada lectura no es una constatación (Esta es la Palabra de Dios), sino una aclamación llena de asombro, que debe suscitar la respuesta agradecida de toda la asamblea (Deo gratias).

3. La formación espiritual

La Iglesia no encarga a actores externos el anuncio de la Palabra de Dios, sino que confía este ministerio a sus fieles, en cuanto que todo servicio a la Iglesia debe proceder de la fe y alimentarla. El lector, por tanto, debe procurar cuidar la vida interior de la Gracia y predisponerse con espíritu de oración y mirada de fe.

Esta dimensión edifica al pueblo cristiano, que ve en el lector un testigo de la Palabra que proclama. Esta, aunque es eficaz por sí misma, adquiere también, de la santidad de quien la transmite, un esplendor singular y un misterioso atractivo.

Del cuidado de la propia vida interior del lector, además que del buen sentido, dependen también la propiedad de sus gestos, de su mirada, del vestido y del peinado. Es evidente que el ministerio del lector implica una vida pública conforme a los mandamientos de Dios y las leyes de la Iglesia.

Leer en misa es un honor, no un derecho

Esta triple preparación, precisa el liturgista, “debería constituir una iniciación previa a la asunción de los lectores, pero después debería seguir siendo permanente, para que no se relajen las costumbres. Esto vale para los ministros de cualquier grado y orden.

Será finalmente muy útil para él mismo y para la comunidad que todo lector tenga el valor de verificar si siguen estando en él todas estas cualidades, y si disminuyeran, saber renunciar con honradez.

Realizar este ministerio es ciertamente un “honor” y la en Iglesia siempre se ha considerado así. Sin embargo, concluye, no se puede acceder a él a toda cosa, ni debe ser considerado un derecho, sino un servicio en pro de la asamblea litúrgica, que no puede ser ejercido sin las debidas habilitaciones, por el honor de Dios, el respeto a Su pueblo y la eficacia misma de la liturgia.

Muere la cantante Christina Grimmie tras recibir disparos en un concierto


Ofrecemos como recuerdo una de sus canciones en la que habla de Dios




“Con gran tristeza confirmamos que Christina ha muerto y se fue a casa para estar con el Señor”: así anunciaba Heather Weiss, representante de Christina Grimmie, su fallecimiento tras recibir varios disparos al finalizar uno de sus conciertos en Orlando (Florida).

La cantante estadounidense Christina Grimmie era conocida por su intervención en el popular programa de televisión The Voice y su representante pedía “que se respete la intimidad de su familia y amigos en su tiempo de duelo”.
Según afirman varios testigos, fue al final de la actuación cuando se escucharon cuatro o cinco disparos. El público estaba saliendo del recinto y algunos de sus fans se acercaban al backstage para saludar a la artista. Aún no se conocen los motivos de este asesinato.

Pedimos oración por su alma y ofrecemos una de sus canciones: “Apuesto a que no maldices a Dios” en la que habla del dolor, del sufrimiento y en la que deja entrever la importancia de Dios en la vida.

¿Quién te ha dicho que tu no puedes?

The Bosco BoysWho Says You Can't Be A Saint



Who Says You Can't Be A Saint

Lo hemos dicho aquí antes, pero vale la pena repetirlo, porque es exactamente el mensaje de esta canción:


Nunca me han gustado esas biografías de santos en las que, con ingenuidad, pero también con falta de doctrina, nos presentan las hazañas de esos hombres como si estuviesen confirmados en gracia desde el seno materno.

No. Las verdaderas biografías de los héroes cristianos son como nuestras vidas: luchaban y ganaban, luchaban y perdían. Y entonces, contritos, volvían a la lucha..

– San Josemaría, Es Cristo que Pasa

Es fácil, cuando vemos las estatuas de los santos en la iglesia, pensar, esto no es para mi. Esto es para los demás. Sacerdotes. Religiosos. Viejos. Gente de otra época. Gente que no hace más que rezar. No yo.

Es un pensamiento bastante corriente. Por eso, The Bosco Boys, dos jóvenes seminaristas salesianos, quieren desafiarnos: ¿Quién dice que tu no puedes ser santo?

Todos somos llamados a la santidad. Dios te quiere santo. Sí, a ti. No quiere otra Madre Teresa u otro Juan Bosco. Te quiere a ti, por eso te ha creado.

Por eso, como Juan Pablo II dijo, ¡No tengan miedo a ser santos!

Puedes descubrir más sobre Bosco Boys y seguirles en Facebook, o en Array of Hope


 LETRA
Coro: Who says you can’t , who says you can’t, who says you can’t be a saint?

Who say you can’t be a saint?

Boy I think you can do it

Persevere gotta push through it

When you’re feeling down gotta renew it

Don’t just lose it, listen to music

Life is a journey no cruising through it

But there’s holiness in the everyday, I know that I can prove it

Going to school, going to church, cooking some dinner, a job as a clerk

Just keep it up! Do your duties well and let Him do the work

You’re a baby, you’re a brother, you’re a teacher, you’re a Mother

Just keep it up! Do your duties well and let Him do the work

Chorus: Who says you can’t , who says you can’t, who says you can’t be a saint?

Yeah times are tough

Gotta get up no matter how rough

Saint ain’t nothing but a sinner who never gave up, I’m a never give up

I can, you can, we can everybody rise up

Eyes up

Knocking at your door, knocking at your door, knockin at your door

Cuz I wanna be more!

Lord let me cuz I wanna give it all

Give my life so I put on Christ

Peter, Paul, John, James

Freed from my chains and I’m unashamed

Following Christ with all I got

Spirit filled while I run this race


Rise up with the Saints until I see him face to face.

6 razones para desear orar

Laoración nos prepara en humildad y sencillez


Con el deseo se ensancha el corazón, cuanto más ancho se hace más capaz de recibir la gracia.
San Agustín

[1] ¡Por favor, sean valientes! Les diré una cosa. No la olviden. ¡Oren, oren mucho! Estos problemas no se resuelven con esfuerzo humano. Estoy diciéndoles cosas que quiero recalcar, un mensaje, quizás mi canto de cisne para la Compañía. Tenemos tantas reuniones y encuentros pero no oramos bastante.

[2] Un nuevo nacimiento, una vida nueva, vida de hijos de Dios. Este es el milagro del Espíritu…esto presupone una delicada atención a las voces del Espíritu, una interior docilidad a sus sugerencias y por lo mismo, más todavía, una plena disponibilidad que sólo una sincera libertad de todos y de todo hace posible y eficaz.

“El viento sopla donde quiere, y oye su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu” Me viene a la mente la comparación con el planeador de arrastre cuya fuerza y capacidad de velocidad, la tiene toda y solamente del dejarse llevar dócilmente sin ninguna resistencia, del aeroplano que lo conduce.

[3] Vivir hoy, en todo momento y en toda misión el ser “contemplativo en la acción”, supone un don y una pedagogía de oración que nos capacite para una renovada “lectura” de la realidad -de toda la realidad- desde el Evangelio y para una constante confrontación de esa realidad con el Evangelio.

[4] Les pido una nueva exigencia: la de buscar, si es necesario, otros modos, ritmos y formas de oración más adecuados a sus circunstancias…y que garanticen plenamente esta experiencia personal de Dios que se reveló en Jesús.

[5] Hoy, más quizás que en un cercano pasado, se nos ha hecho claro que la fe no es algo adquirido de una vez para siempre, sino que puede debilitarse y hasta perderse, y necesita ser renovada, alimentada y fortalecida constantemente. De ahí que vivir nuestra fe y nuestra esperanza a la intemperie “expuestos a la prueba de la increencia y de la injusticia”, requiera de nosotros más que nunca la oración que pide esa fe, que tiene que sernos dada en cada momento. La oración nos da a nosotros nuestra propia medida, destierra seguridades puramente humanas y dogmatismos polarizantes y nos prepara así, en humildad y sencillez, a que nos sea comunicada la revelación que se hace únicamente a los pequeños.

[6] Así, cuando los invito a profundizar en su vida de fe en Dios, y a alimentar esa vida por medio de la oración y de un compromiso activo, lo hago porque sé que no hay otro modo de producir las obras capaces de transformar nuestra maltrecha humanidad. El Señor habla de “sal de la tierra” y “luz del mundo” para describir a sus discípulos. Se saborea y se estima la sal, se disfruta de la luz y se la estima. Pero no la sal insípida ni la luz mortecina.


Artículo originalmente publicado por Oleada Joven

viernes, 10 de junio de 2016

«Todos sabemos cómo son los momentos oscuros, sin fe»

 VATICAN INSIDER  10 JUNIO, 2016

La vida del cristiano puede ser resumida en tres actitudes: estar «de pie» para acoger a Dios, en paciente «silencio» para escuchar su voz y «en salida» para anunciarlo a los demás. Lo explicó hoy por la mañana Papa Francisco durante la homilía de la misa que celebró en la capilla de la Casa Santa Marta. Todos pueden ser asaltados «por el miedo» de no lograrlo y todos pueden correr el peligro de caer en un estado de «depresión» cuando la fe se oscurece, dijo el Pontífice según indicó la Radio Vaticana.

Francisco puso un ejemplo: se puede ser un pecador arrepentido que decidió volver a comenzar con Dios o incluso un «elegido» que a Él ha consagrado su vida; en cualquier caso puede asaltarnos el miedo de no lograr hacer las cosas. Pero, para salir del túnel, el Papa evocó la situación del hijo pródigo, deprimido mientras mira hambriento a los cerdos, y se concentró en el personaje de la liturgia del día, el profeta Elías.

Francisco afirmó que Elías es «un vencedor» que «ha luchado tanto por la fe», ha vencido a centenares de idólatras en el Monte Carmelo. Después, tras la enésima persecución que lo toma como blanco, se abate. Se abate desanimado bajo un árbol esperando morir, pero Dios no lo deja en ese estado de postración, sino que le envía a un ángel con un imperativo: levántate, come y parte.

«Para encontrar a Dios —afirmó el Pontífice— es necesario volver a la situación en la que el hombre estaba en el momento de la creación: de pie y en camino. Así nos ha creado Dios: a su altura, a su imagen y semejanza, y en camino. ‘¡Ve, sigue adelante! Cultiva la tierra, hazla crecer; y multiplíquense…’. ‘¡Sal!’. Sal y vete al Monte y detente sobre el Monte ante mi presencia. Elías se puso de pie. Y, ya de pie, sale».

Salir, y ponerse en escucha de Dios. Pero, «¿cómo pasa el Señor? ¿Cómo puedo encontrar al Señor para estar seguro de que sea Él?», se preguntó Francisco. El pasaje del Libro de los Reyes es elocuente. El ángel invita a Elías a salir de la caverna en el Monte Oreb donde había encontrado amparo para estar ante la «presencia» de Dios. Sin embargo, no lo induce a salir ni el viento «impetuoso y recio» que parte las rocas, ni el terremoto que siguió y ni siquiera el fuego sucesivo.

«Tanto ruido, tanta majestad, tanto movimiento —recordó el Papa— y el Señor no estaba allí. ‘Y después del fuego, el susurro de una briza ligera’ o, como es propio del original, ‘el hilo de un silencio sonoro’. Y allí estaba el Señor. Para encontrar al Señor, es necesario entrar en nosotros mismos y sentir aquel ‘hilo de un silencio sonoro’ y Él nos habla allí».

La tercera petición del ángel a Elías es: «Sal». El profeta recibe la invitación de volver sobre sus pasos, hacia el desierto, porque se le encomienda una misión que cumplir. Francisco subrayó que en esto debemos aceptar la invitación «a estar en camino, no cerrados, no dentro del egoísmo de nuestra comodidad», sino «valerosos» para «llevar a los demás el mensaje del Señor», es decir, salir en «misión».

Siempre, exhortó Francisco, «debemos buscar al Señor. Todos nosotros sabemos cómo son los momentos feos: momentos que se te tiran por los suelos, momentos sin fe, oscuros, momentos en los que no vemos el horizonte, no somos capaces de levantarnos. ¡Todos sabemos esto! Pero es el Señor que viene, nos reconforta con el pan y con su fuerza y nos dice: ‘¡Levántate, y ve adelante! ¡Camina!’. Para encontrar al Señor debemos estar así: de pie y en camino. Después esperar que Él nos hable: corazón abierto. Y Él nos dirá: ‘Soy Yo’ y allí la fe se vuelve fuerte. ¿La fe es para mí, para custodiarla? ¡No! Es para ir y darla a los demás, para ungir a los demás, para la misión».