La estética es importante, pero no es el único criterio para esta valoración
Roma, no obstante, tiene superabundancia de gracias (tenemos en un mismo lugar al papa Francisco, la capilla Sixtina y delicioso gelato), y también rebosamos Puertas Santas: ¡cuatro puertas santas en las basílicas papales, más cuatro puertas de la misericordia y una puerta de la caridad!
Primero y ante todo, las Puertas Santas son un símbolo de la apertura de Dios y de su deseo de perdonarnos, de su disposición a esperarnos con las puertas abiertas y con los brazos abiertos como el padre que espera al hijo pródigo.
En la Bula Papal Misericordus Vultus, que proclamó este Jubileo, el papa Francisco escribía: “la Puerta Santa (…) en esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entre podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza” (MV3).
Las cuatro puertas de las basílicas papales están tapiadas cuando no están en uso y el antiguo rito de abrir las puertas solía requerir martillear las puertas hasta derribarlas. (Desde que unos escombros casi alcanzaran al papa Pablo VI en 1974, la práctica fue abandonada).
A la que escribe, las puertas me recuerdan a una escena de la serie de televisión Días felices en la que Fonzie tenía que reconocer que estaba equivocado pero no conseguía pronunciar las palabras para admitirlo. A mi parecer una Puerta Santa tapiada simboliza una barrera entre nuestro orgullo y nuestra contrición.
Pero ya es suficiente, ¡vayamos con nuestra clasificación de Puertas Santas! Para abreviar, revisaremos las cuatro papales más soberbias, ¡aunque el año todavía da para mucho más!
Ni que decir tiene que la estética tiene su importancia (hablamos de Italia nada menos), pero los criterios para la evaluación de nuestras Puertas Santas son la información, el espíritu de bienvenida y —citando al Concilio de Trento— el “estímulo para la piedad”.
4) San Juan de Letrán – Tal vez la Puerta Santa más antigua, además de la catedral de Roma, aunque si no fuera por los incansables voluntarios del jubileo que permanecen a su alrededor, sería difícil de distinguir. Hay unos pequeños recortes de flores de plástico, que tal vez decorarían mejor un puesto callejero de gelato, y un par de plantas en macetas también de adorno. Los peregrinos se quedan un poco perplejos, sin saber qué hacer una vez llegados al lugar, puesto que no hay señales que expliquen las condiciones para la indulgencia, ni tampoco textos con oraciones que ayuden a solemnizar esta ocasión. Además del hecho de que las puertas de bronce de Floriano Bondini jamás podrían confundirse con las “puertas del paraíso” de Ghiberti en Florencia, lo primero que afrontará el peregrino a su llegada es una barrera de madera… que no es precisamente el símbolo de misericordia más apropiado.
Por otro lado, hay muchos confesores disponibles, montones de lugares donde rezar y, tan pronto cruzas la barrera, encuentras el fresco de Giotto del primer año jubilar de la historia, declarado por Bonifacio VIII en el 1300.
3) Santa María la Mayor – La Puerta Santa de Santa María la Mayor no tiene ninguna decoración (un helecho, quizás), aunque sí tiene un gran letrero que dice “Porta Santa”, así que no tiene pérdida. Se encuentra en el lado izquierdo en vez del derecho —a diferencia de otras basílicas— y la puerta cerrada inmediatamente delante dificulta la preparación de cualquier tipo de procesión solemne a través de la puerta. Una vez más, la información escasea, aunque los voluntarios siempre están contentos de servir de ayuda. Las puertas en sí son un triunfo de “poder femenino” mariano pasado y presente: un lado muestra la declaración de María como “Madre de Dios” en el siglo V y el otro recoge el pronunciamiento de María como “Madre de la Iglesia” en el Concilio Vaticano II en el siglo XX. Nada más adentrarnos en la iglesia nos disponemos directamente a los pies de Nuestra Señora Reina de la Paz. No faltan confesores en María la Mayor y cuesta imaginar un lugar mejor para rezar por las intenciones del Santo Padre que bajo la Madonna Salus Populi Romani, donde el mismísimo Papa va a rezar antes de cada viaje.
2) San Pablo Extramuros – San Pablo recibe al agotado peregrino con un oasis de paz. La hierba verde, las palmeras altas y la silenciosa estatua del Apóstol de los Gentiles favorecen un cambio de actitud hacia la contemplación. Incluso hay una forma de agilizar el tránsito de las líneas de seguridad: emula a los apóstoles y “no lleves nada (…) ni bastón, ni bolsa” (Lc 9:3) y podrás acceder por la entrada lateral. La Puerta Santa de San Pablo tiene una ventaja injusta: lleva más tiempo funcionando que el Año Santo, así que después de pasar la primera serie de puertas modernas, mira de nuevo y verás las increíbles puertas de bronce de 1070. Hay instrucciones claras en varios idiomas antes de las puertas que permiten al peregrino prepararse adecuadamente. El umbral está cubierto con una alfombra roja (¿quién dijo que uno no puede arrepentirse con estilo?) y el peregrino se aproxima al altar de malaquita presidido por una cruz mayor y un cuenco de agua bendita. Ya has llegado. Luego, a unos 100 metros con confesores marcando el camino, se encuentra la tumba de San Pablo, donde encontrarás más instrucciones para la indulgencia. Si sumamos los generosos e impecables lavabos, esta es la basílica más misericordiosa.
1) Basílica de San Pedro– A pesar de la multitud y la seguridad y la “inscripción de peregrinos”, es imposible mejorar la experiencia de la Puerta Santa de San Pedro. Los peregrinos inscritos comienzan en el Castel Sant’Angelo y reciben una cruz jubilar que habrán de portar a lo largo de la Via della Conciliazione (que precisamente significa Camino de la Reconciliación). También reciben oraciones para recitar y una lista con las condiciones de la indulgencia. Cuando se ve a los rezagados recuperar su sitio dentro de los grupos organizados, entendemos el significado de ecclesia, una convocatoria, una ceremonia, una asamblea de personas. Una diligente línea de seguridad permite una entrada relativamente ágil; sin embargo, el tráfico en la Puerta Santa es un problema (se cruza con el flujo de turistas de los Museos), pero los voluntarios despejan el camino para los peregrinos. No se permiten fotos en esta puerta (no es una ocasión para presumir con selfies) y tampoco hay decoración, pero es imposible no identificar el lugar. Para sorpresa, son las puertas más pequeñas de la fachada, pero son una obra espléndida en bronce de la mano de Vico Consorti en 1949. Mientras entras, te reciben a la altura de los ojos imágenes de perdón: la mujer que limpió los pies de Jesús con sus lágrimas, Jesús diciendo a Pedro que debe perdonar “no hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”, Pedro pidiendo perdón por su traición, y la Crucifixión de Cristo. Tras caminar a través de estas ilustraciones de redención, de inmediato nos asalta el alto precio de nuestra salvación con la Pietà de Miguel Ángel, estratégicamente situada junto a la Puerta Santa. Al mirar el cuerpo sin vida de Cristo, Miguel Ángel dirige nuestra atención hacia María, nuestra guía. El escultor florentino nos muestra la firme confianza de María en Dios, solemne pero calmada, abrazando la divina voluntad incluso en la hora más oscura. Ella es el ejemplo a seguir para confrontar los desafíos que se nos presenten en nuestro estado renovado.
En San Pedro hay tantísimos confesores que algunos se han instalado en las zonas más transitadas por los turistas, atrayendo a nuevos penitentes con su simple disponibilidad. Puedes rezar incluso en la tumba de san Juan Pablo II, que condujo al mundo hacia el último gran Jubileo. ¡No te lo pierdas!
Si decidieras iniciar tu propio estudio de las Puertas Santas, recuerda que puedes recibir una indulgencia no sólo para ti mismo, sino también para los difuntos, así que no olvides a familia y amigos, o tal vez puedas ofrecer una o dos indulgencias para las víctimas de la violencia sin sentido que nunca tendrán una oportunidad de ver una Puerta Santa.