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sábado, 23 de julio de 2016

Los emoticonos del Papa Francisco. ¡Comparte la alegría de la fe con los demás

Con la bandera polaca de fondo, con el traje tradicional de Cracovia o comiendo las típicas empanadillas hervidas polacas “pierogi”: una popular aplicación PopeEmoji diseña unos iconos exclusivos para la JMJ



El próximo encuentro del Santo Padre con la juventud se celebrará no sólo en la ciudad de Cracovia o en los cercanos Brzegi. Se puede decir, con toda certeza, que otros “lugares” de igual importancia en las que se reunirán los jóvenes peregrinos serán… las redes sociales.

Será en Facebook, Twitter, Instagram o Snapchat donde los participantes de la JMJ irán compartiendo en directo sus vivencias, desde el encuentro con el Papa a las experiencias en las tierras polacas: con su población y su colorido.

Y si hablamos de las redes sociales, estamos hablando de imágenes: fotografías e ilustraciones, porque de ellas nos servimos en las modernas tecnologías de la comunicación.

Por lo tanto, en nombre del portal de internet Aleteia, la empresa Swyft Media ha creado la aplicación PopeEmoji, una colección de iconos cuyo protagonista es el papa Francisco.

El teclado de los emoticonos fue diseñado primero en inglés, con motivo de la visita del Papa a los Estados Unidos.

“El éxito de los primeros PopeEmoji rebasó nuestras expectativas. La alta participación de los usuarios nos ha demostrado que existe una verdadera necesidad de este tipo de aplicaciones”, dice Jason Deal, responsable de la estrategia y el marketing de Aleteia.

Desde mediados de septiembre de 2015, para los usuarios de las aplicaciones de todos los continentes pusieron a disposición 1,1 millones de PopeEmoji, generando 28 millones de visualizaciones de los emoticonos.

A las aplicaciones les añadíamos nuevos iconos asociados con los eventos que se iban celebrando después, por ejemplo: la Navidad, Semana Santa o la visita del Papa a México.

“Pero sobre todo hemos querido que nuestros 8 millones de usuarios de todo el mundo, pudieran tener acceso a las aplicaciones en su idioma preferido”, explica Jason Deal.

Actualmente la aplicación PopeEmoji está disponible en siete idiomas: inglés, español, italiano, polaco, francés, portugués y árabe.

No podría faltar tampoco un paquete especial de emoticonos en la JMJ en Cracovia.

Esperamos que gracias a vosotros en las redes sociales pronto reinen los dibujos con el papa Francisco y la bandera polaca en el fondo, vestido con el traje de Cracovia o comiendo las típicas empanadillas polacas pierogi.

En el paquete de emoticonos de la JMJ también encontraréis, por ejemplo, el icono de santa Faustina Kowalska.

Puedes descargar el PapaEmoji AQUÍ   Con la bandera polaca de fondo, con el traje tradicional de Cracovia o comiendo las típicas empanadillas hervidas polacas “pierogi”: una popular aplicación PopeEmoji diseña unos iconos exclusivos para la JMJ

El próximo encuentro del Santo Padre con la juventud se celebrará no sólo en la ciudad de Cracovia o en los cercanos Brzegi. Se puede decir, con toda certeza, que otros “lugares” de igual importancia en las que se reunirán los jóvenes peregrinos serán… las redes sociales.

Será en Facebook, Twitter, Instagram o Snapchat donde los participantes de la JMJ irán compartiendo en directo sus vivencias, desde el encuentro con el Papa a las experiencias en las tierras polacas: con su población y su colorido.

Y si hablamos de las redes sociales, estamos hablando de imágenes: fotografías e ilustraciones, porque de ellas nos servimos en las modernas tecnologías de la comunicación.

Por lo tanto, en nombre del portal de internet Aleteia, la empresa Swyft Media ha creado la aplicación PopeEmoji, una colección de iconos cuyo protagonista es el papa Francisco.

El teclado de los emoticonos fue diseñado primero en inglés, con motivo de la visita del Papa a los Estados Unidos.

“El éxito de los primeros PopeEmoji rebasó nuestras expectativas. La alta participación de los usuarios nos ha demostrado que existe una verdadera necesidad de este tipo de aplicaciones”, dice Jason Deal, responsable de la estrategia y el marketing de Aleteia.

Desde mediados de septiembre de 2015, para los usuarios de las aplicaciones de todos los continentes pusieron a disposición 1,1 millones de PopeEmoji, generando 28 millones de visualizaciones de los emoticonos.

A las aplicaciones les añadíamos nuevos iconos asociados con los eventos que se iban celebrando después, por ejemplo: la Navidad, Semana Santa o la visita del Papa a México.

“Pero sobre todo hemos querido que nuestros 8 millones de usuarios de todo el mundo, pudieran tener acceso a las aplicaciones en su idioma preferido”, explica Jason Deal.

Actualmente la aplicación PopeEmoji está disponible en siete idiomas: inglés, español, italiano, polaco, francés, portugués y árabe.

No podría faltar tampoco un paquete especial de emoticonos en la JMJ en Cracovia.

Esperamos que gracias a vosotros en las redes sociales pronto reinen los dibujos con el papa Francisco y la bandera polaca en el fondo, vestido con el traje de Cracovia o comiendo las típicas empanadillas polacas pierogi.

En el paquete de emoticonos de la JMJ también encontraréis, por ejemplo, el icono de santa Faustina Kowalska.

Puedes descargar el PapaEmoji :
 
https://play.google.com/store/apps/details?%20%20id=com.swyftmedia.android.PopeEmoji

Celebra tu vida católica compartiendo estos emoticonos de alegría y esperanza

¡Incluye el nuevo Pack de Pascua!

Disponible en árabe, inglés, francés, italiano, polaco, portugués y español. Funciona con todas tus apps de mensajería favoritas, incluida iMessage, WhatsApp, Facebook Messenger, Line, email, y cualquier otra en la que se pueda pegar imagen. Durante el año se añaden nuevos gifs y pegatinas.

Cada vida vale mucho, ¿sabes por qué?

Mi melodía, que parece tan insulsa, resulta que es una verdadera obra maestra, porque Dios es el compositor.

Dijo Dios, agase la luz y la luz fue hecha

Mi vida es pequeña a los ojos de Dios. La vida pequeña es la más valiosa. Vale oro. Lo sé. Sólo vivo una vez y para siempre. Por lo tanto no es pequeño nada de lo que hago. Aunque haya personas a las que la vida de los otros les parezca insignificante.

Tantas muertes injustas, tanto dolor. Tanta violencia en los ataques terroristas, tanto odio. Como si la vida no valiera nada. Pero la vida vale mucho. Mi vida, que es pequeña, vale mucho para Dios.

Lo que yo hago, cuando lo hago en Él, tiene otra resonancia. Se escucha más fuerte. Se ve desde lo lejos. A Dios le importa mi vida pequeña y se acerca a mí, camina conmigo. Le importan todas las vidas.

El otro día leí una historia. Una madre llevó a su hijo de siete años a un concierto de un pianista famoso. El ambiente no era tan adecuado para un niño tan pequeño. Pero la madre deseaba que por lo menos absorbiera un poco de inspiración del pianista. Faltaba poco para que todo comenzara.

El niño estaba inquieto. Se levantó cuando su madre miró hacia otro lado. El niño no sabía bien a dónde ir. Vio el piano en el escenario y sin pensarlo se dirigió hacia él. Buscó las teclas y comenzó a tocar una sencilla melodía.

El público se indignó al ver al niño. ¿Quién dejó que subiera solo al escenario? El pianista vio lo que estaba sucediendo. Se apresuró, salió y se sentó al lado del niño. Y le susurró al oído: “No pares, sigue tocando”. Él buscó las teclas correctas y acompañó con un bonito arreglo la melodía sencilla del niño.

Fue una composición maravillosa. Creo que muchas veces sucede así en mi vida. Con mis limitaciones canto una torpe melodía para Dios. Siento que no va a llegar a nadie. Que no va a ser una gran melodía.

Así compongo mis días, mis horas, mi vida. Con mucho esfuerzo. Con mis dedos torpes y pequeños. Sin saber bien cómo hacerlo para que todo salga bien. Y en mi interior escucho una voz que me susurra: “No pares, sigue tocando”. Y yo sigo y no paro. Y no me quedo quieto esperando a que pase la vida.

Quiero llegar lejos, pero quiero llegar donde Dios me pide que vaya. Quiero hacer su voluntad. No la voluntad que otros piensan que es la de Dios para mi vida. Para eso necesito estar muy cerca de Dios, para poder reconocer bien sus huellas.

Necesito reconocer su voz, para no perderme con tantas voces. Descifrar sus signos, sus acordes, sus manos. Tal vez ya no me es tan fácil buscar a Dios en mi vida real. Buscarlo vivo en mi alma. Buscarle en todo lo que me pasa. Y descubrir que está en mí.

Y mi melodía, que parece tan insulsa, resulta que es una verdadera obra maestra, porque es Él el compositor. El que pone la música y hace los arreglos perfectos. Y yo me dejo hacer por Él. Y me pongo en marcha.

No quiero dejar pasar de largo sus huellas, sus señales. Dios me habla en todo. Me habla a través de todos. Quiero seguir tocando mi melodía, aunque sienta que no acierto con las notas o que otros a mi lado critican lo que hago.

Quiero seguir tocando para que se escuche otra melodía en medio de tantos ruidos, injusticias, atrocidades. Quiero que mi melodía, transformada por la música de Dios, cambie este mundo en el que vivo.

Mi vida es pequeña a los ojos de Dios. La vida pequeña es la más valiosa. Vale oro. Lo sé. Sólo vivo una vez y para siempre. Por lo tanto no es pequeño nada de lo que hago. Aunque haya personas a las que la vida de los otros les parezca insignificante.

Tantas muertes injustas, tanto dolor. Tanta violencia en los ataques terroristas, tanto odio. Como si la vida no valiera nada. Pero la vida vale mucho. Mi vida, que es pequeña, vale mucho para Dios.

Lo que yo hago, cuando lo hago en Él, tiene otra resonancia. Se escucha más fuerte. Se ve desde lo lejos. A Dios le importa mi vida pequeña y se acerca a mí, camina conmigo. Le importan todas las vidas.

El otro día leí una historia. Una madre llevó a su hijo de siete años a un concierto de un pianista famoso. El ambiente no era tan adecuado para un niño tan pequeño. Pero la madre deseaba que por lo menos absorbiera un poco de inspiración del pianista. Faltaba poco para que todo comenzara.

El niño estaba inquieto. Se levantó cuando su madre miró hacia otro lado. El niño no sabía bien a dónde ir. Vio el piano en el escenario y sin pensarlo se dirigió hacia él. Buscó las teclas y comenzó a tocar una sencilla melodía.

El público se indignó al ver al niño. ¿Quién dejó que subiera solo al escenario? El pianista vio lo que estaba sucediendo. Se apresuró, salió y se sentó al lado del niño. Y le susurró al oído: “No pares, sigue tocando”. Él buscó las teclas correctas y acompañó con un bonito arreglo la melodía sencilla del niño.

Fue una composición maravillosa. Creo que muchas veces sucede así en mi vida. Con mis limitaciones canto una torpe melodía para Dios. Siento que no va a llegar a nadie. Que no va a ser una gran melodía.

Así compongo mis días, mis horas, mi vida. Con mucho esfuerzo. Con mis dedos torpes y pequeños. Sin saber bien cómo hacerlo para que todo salga bien. Y en mi interior escucho una voz que me susurra: “No pares, sigue tocando”. Y yo sigo y no paro. Y no me quedo quieto esperando a que pase la vida.

Quiero llegar lejos, pero quiero llegar donde Dios me pide que vaya. Quiero hacer su voluntad. No la voluntad que otros piensan que es la de Dios para mi vida. Para eso necesito estar muy cerca de Dios, para poder reconocer bien sus huellas.

Necesito reconocer su voz, para no perderme con tantas voces. Descifrar sus signos, sus acordes, sus manos. Tal vez ya no me es tan fácil buscar a Dios en mi vida real. Buscarlo vivo en mi alma. Buscarle en todo lo que me pasa. Y descubrir que está en mí.

Y mi melodía, que parece tan insulsa, resulta que es una verdadera obra maestra, porque es Él el compositor. El que pone la música y hace los arreglos perfectos. Y yo me dejo hacer por Él. Y me pongo en marcha.

No quiero dejar pasar de largo sus huellas, sus señales. Dios me habla en todo. Me habla a través de todos. Quiero seguir tocando mi melodía, aunque sienta que no acierto con las notas o que otros a mi lado critican lo que hago.

Quiero seguir tocando para que se escuche otra melodía en medio de tantos ruidos, injusticias, atrocidades. Quiero que mi melodía, transformada por la música de Dios, cambie este mundo en el que vivo.

Mi vida es pequeña a los ojos de Dios. La vida pequeña es la más valiosa. Vale oro. Lo sé. Sólo vivo una vez y para siempre. Por lo tanto no es pequeño nada de lo que hago. Aunque haya personas a las que la vida de los otros les parezca insignificante.

Tantas muertes injustas, tanto dolor. Tanta violencia en los ataques terroristas, tanto odio. Como si la vida no valiera nada. Pero la vida vale mucho. Mi vida, que es pequeña, vale mucho para Dios.

Lo que yo hago, cuando lo hago en Él, tiene otra resonancia. Se escucha más fuerte. Se ve desde lo lejos. A Dios le importa mi vida pequeña y se acerca a mí, camina conmigo. Le importan todas las vidas.

El otro día leí una historia. Una madre llevó a su hijo de siete años a un concierto de un pianista famoso. El ambiente no era tan adecuado para un niño tan pequeño. Pero la madre deseaba que por lo menos absorbiera un poco de inspiración del pianista. Faltaba poco para que todo comenzara.

El niño estaba inquieto. Se levantó cuando su madre miró hacia otro lado. El niño no sabía bien a dónde ir. Vio el piano en el escenario y sin pensarlo se dirigió hacia él. Buscó las teclas y comenzó a tocar una sencilla melodía.

El público se indignó al ver al niño. ¿Quién dejó que subiera solo al escenario? El pianista vio lo que estaba sucediendo. Se apresuró, salió y se sentó al lado del niño. Y le susurró al oído: “No pares, sigue tocando”. Él buscó las teclas correctas y acompañó con un bonito arreglo la melodía sencilla del niño.

Fue una composición maravillosa. Creo que muchas veces sucede así en mi vida. Con mis limitaciones canto una torpe melodía para Dios. Siento que no va a llegar a nadie. Que no va a ser una gran melodía.

Así compongo mis días, mis horas, mi vida. Con mucho esfuerzo. Con mis dedos torpes y pequeños. Sin saber bien cómo hacerlo para que todo salga bien. Y en mi interior escucho una voz que me susurra: “No pares, sigue tocando”. Y yo sigo y no paro. Y no me quedo quieto esperando a que pase la vida.

Quiero llegar lejos, pero quiero llegar donde Dios me pide que vaya. Quiero hacer su voluntad. No la voluntad que otros piensan que es la de Dios para mi vida. Para eso necesito estar muy cerca de Dios, para poder reconocer bien sus huellas.

Necesito reconocer su voz, para no perderme con tantas voces. Descifrar sus signos, sus acordes, sus manos. Tal vez ya no me es tan fácil buscar a Dios en mi vida real. Buscarlo vivo en mi alma. Buscarle en todo lo que me pasa. Y descubrir que está en mí.

Y mi melodía, que parece tan insulsa, resulta que es una verdadera obra maestra, porque es Él el compositor. El que pone la música y hace los arreglos perfectos. Y yo me dejo hacer por Él. Y me pongo en marcha.

No quiero dejar pasar de largo sus huellas, sus señales. Dios me habla en todo. Me habla a través de todos. Quiero seguir tocando mi melodía, aunque sienta que no acierto con las notas o que otros a mi lado critican lo que hago.

Quiero seguir tocando para que se escuche otra melodía en medio de tantos ruidos, injusticias, atrocidades. Quiero que mi melodía, transformada por la música de Dios, cambie este mundo en el que vivo.

viernes, 22 de julio de 2016

Jesús, arrasa mi corazón

Mi felicidad no está en ningún lugar, ni en ninguna persona, mi felicidad está en ti


No sé muy bien cuántos días tengo por delante. Gracias a Dios no lo llevo escrito en mi ADN. No sé si llegaré a viejo o moriré antes. Si lo haré súbitamente o después de una enfermedad. No lo sé.

Tampoco me quita el sueño. No me angustia no saberlo y vivir en una ignorancia inocente. Al contrario. Me mantiene en esa tensión del que sueña y ama, del que hace y guarda. Del que se entrega y espera. Cada día un paso. Sin pensar tanto en lo que me aguarda o en lo que me queda por hacer.

Siempre de nuevo me conmueve la muerte de alguien joven. Es como si Dios se llevara antes de tiempo a aquel a quien amamos. O tal vez para Dios estaba ya listo y no fue antes de tiempo. Como en ese jardín que Él cuida en el que los distintos frutos maduran a distintos tiempos. O tal vez hay misiones más largas y otras que continúan en el cielo nada más haber comenzado en la tierra.

No lo sé. Me cuesta imaginarme el cielo. Pero creo tanto en la misericordia de Dios que me alegra pensar en una eternidad de su mano. Pese a todo me cuesta ese “de repente” que tiene la muerte a veces. Me arrebata la vida de la persona amada casi sin darme tiempo a pensar, ni siquiera a decir adiós.

Y cuesta de nuevo seguir el camino. Una persona escribía sobre la muerte de su padre: “No se vive un duelo cuando muere tu padre, lo que se hace es tenerlo muy vivo y guardarlo muy dentro en el corazón. Hacerle un hueco grande. No dejar que ninguno de los recuerdos se borre nunca. No hay un duelo desde ese día sino un hacerse un sitio tranquilo dentro de ti del que no se irá nunca. Algo hermoso, no doloroso”.

Me conmovieron esas palabras. Calaron hondo. Es dura la muerte de alguien a quien queremos. A veces demasiado dura. Y no sé el momento en que llegará a mi puerta. Tal vez por eso quiero vivir intensamente cada día. Dejando que Dios me utilice y cambie mi corazón.

Un joven llamado Santiago falleció hace pocos días. Supe que le dijo a Dios en una ocasión: “Veo cómo tu amor ha arrasado una y otra vez mi corazón a lo largo de mi vida. Mi felicidad no está en ningún lugar, ni en ninguna persona, mi felicidad está en ti”.

Me emocionaron esas palabras de vida en medio del dolor. Jesús arrasó su corazón y cambió su vida para siempre. Empezó a mirarlo todo desde Dios. Quiero pedirle a Jesús que arrase también mi corazón. Esa imagen me gusta.

Aunque el verbo arrasar se suele utilizar para hablar de algo negativo. Una lluvia torrencial puede arrasarlo todo, un ciclón, un ejército. Es una acción violenta. Acaba con la vida, con todo lo que había antes en pie. Y después de haber arrasado todo, ya no queda nada como antes.

Pienso en Jesús que arrasa mi vida. Tiene tanta fuerza su amor que me arrasa. Quiero que lo haga con fuerza, con su fuego, con su misericordia. Es un amor hondo. Un amor que no deja nada igual en mi vida.

No quiero que sea sólo una expresión, una forma de hablar al rezar en alto. Quiero que sea verdad. Que arrase mi corazón y cambie mi alma para siempre. Quiero que su amor me apasione. Y su presencia calme mis ansias.

Quiero que me toque en lo más íntimo de mi ser. Y que sea Él quien gobierne mi vida, dirija mis manos, mire con mis ojos, ame con mis gestos, hable con mi voz. Quiero que sea mi hogar verdadero. Quiero que construya sobre mi tierra asolada por su amor.

Muchas veces hago a Dios declaraciones de amor. Le digo que le quiero con toda el alma. Incluso le entrego todo. Pero luego, cuando cambia mis planes, cuando no me da lo que le pido, me rebelo. No quiero perder lo que tengo, no quiero que me quite nada de lo que amo.

Su amor es inmenso. Pero me duele el alma pensar en las pérdidas. Y le pido milagros. Y le pido que no ocurra lo que temo. Y quiero que las cosas no sean malas en mi vida. Le vuelvo a decir que arrase mi corazón. Con voz baja, un leve susurro.

Me asusta que se tome en serio mi entrega. Y lo tome todo de golpe. Me tome por entero. Pero sé que es la única forma de vivir de verdad. Siendo vivido por Él, por su amor. Dejándole mis miedos en su pecho herido. Abriendo las manos sin querer retenerlo todo. Dándole las gracias cada mañana. Sin pedir tanto. Alabando.

¿Existen los milagros hoy?

Increíbles testimonios de personas que han oído la voz de María, ¿te lo crees?



En la película Tierra de María se narran historias de personas que han experimentado de una u otra forma la presencia de María, la Madre de Dios. Y eso ha marcado y cambiado sus vidas.

Experiencias de personas que no ganaron nada contándolo y sí ganaron todo viviéndolo.

Cambiaron de vida y comenzaron a salir de su frivolidad para amar y contribuir al bien de otros.

El director de la película, Juan Manuel Cotelo, confiesa que antes no creía esas historias y considerándolas fruto de la mente de las personas que decían vivirlas, juzgaba la acción de Dios. ¿Tú crees que hoy existen los milagros?

Adiós, Pokémon. Hola, “SantoDominGO”

Un videojuego desarrollado por la Orden de Predicadores con motivo de los 800 años de su fundación te permite convertir albigenses, recolectar cirios y fragmentos de la Summa Theologiae.


Un viejo chiste, común en círculos religiosos, especialmente entre los Padres Predicadores (esto es, entre los dominicos), supone un diálogo entre un dominico y un jesuita:

Jesuita: “¿En qué nos parecemos jesuitas y dominicos?”

Dominico: “En muchas cosas. Ambas órdenes fueron fundadas por santos españoles: los dominicos, por Santo Domingo de Guzmán, y los Jesuitas por San Ignacio de Loyola; y ambas órdenes fueron fundadas para combatir ciertas herejías: los dominicos, para combatir a los albigenses, y los jesuitas, a los protestantes”.

Jesuita: “¿Y cuál diría usted, padre, que son las diferencias entre jesuitas y dominicos?”

Dominico: “Bueno ¿ha visto usted algún albigense últimamente?”.

Un videojuego online, recientemente desarrollado por dos frailes de la Orden de Predicadores como parte de las celebraciones a propósito de cumplirse los 800 años de su fundación, te permite ser un fraile dominico, vestido de hábito y capa, encargado de convertir albigenses virtuales, mientras atesoras cirios y fragmentos de la Summa Teológica de Aquino, que encontrarás en el camino hacia la iglesia de Santo Domingo, en Washington DC.

El juego, que recuerda a cierta estética de los primeros videojuegos de Nintendo (como el clásico Kung-Fu, de finales de la década de los 80’s, o incluso al mismo Mario Bros.), es obra del padre Thomas More Garrett, OP, y del hermano Athanasius Murphy, OP, quienes esperan, según declaraciones publicadas en la página web de la Orden de Predicadores de la Provincia de St. Joseph, que se convierta en una inspiración para posibles desarrollos de videojuegos posteriores que puedan sumarse a la oleada de la Nueva Evangelización.

Para jugar “Passiontide”, puede hacer clic en este enlace. Para moverse, simplemente use las flechas de dirección del teclado.