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sábado, 20 de agosto de 2016

Dios entra en los corazones que no le ponen resistencia

Me explicaba un amigo del Cottolengo, una casa de beneficencia que acoge a personas sin recursos, antes de la cena por qué en este centro donde reside desde hace varios años siente el calor de hogar. “¿Por qué?”, le pregunto mientras contemplamos la ciudad iluminada desde los grandes ventanales del comedor presidido por una bella imagen de la Virgen: “Aquí tenemos las puertas abiertas a Dios. Él es el centro de nuestra vida”.
Es un canto de fe y de amor. De esperanza y verdad. De humildad y sencillez. Cuando Dios pensó en el hogar de José y María su idea era crear una familia donde creciera el amor para que Él pudiera atravesar el umbral de aquel hogar y ponerse en medio, sembrando la semilla de la luz esperada durante siglos.
Le digo a mi amigo que lo que más me gusta de Él es su corazón tan grande. Y su fe.
¿Dónde entra Dios? En los corazones que no le ponen resistencia. En los hogares que tienen sus puertas siempre abiertas de par en par. En las familias donde sus miembros le bendicen, le glorifican, le alaban, le dan gracias y se entregan a Él con un corazón sencillo.
¿No era así el hogar de María y José, un semillero de fe y de amor a Dios? ¿Es así mi familia? Y si no lo es ¿qué grado de responsabilidad tengo como cabeza de familia?

 ¡Señor, tu eres mi Dios en quien yo confío! ¡Tu Palabra, Padre, que nos has trasmitido a través de tu Hijo Jesucristo me hace saber que Tú eres el “único y sabio Dios”! ¡Necesito tener, Señor, un corazón sencillo y pobre como el de mi amigo para amarte más, para confiar más en ti, para abrir mi corazón de par en par a tu amor y misericordia! ¡Quiero, Señor, que llenes mi vida de tu presencia para poder irradiarte a los demás! ¡Envía, Padre, tu Espíritu de sabiduría y revélame siempre lo que es mejor, para no poner resistencia a lo que me pides y aceptar siempre tu voluntad! ¡Envía, Padre, tu Espíritu de revelación para que me ayude a comprender aquello que no entiendo, porque más que Tú puede puede hacerme entender las situaciones de mi vida! ¡No permitas, Señor, que te ponga resistencia, ayúdame a obedecerte siempre con fidelidad muéstrame todo lo que debo hacer y a recordar que a veces la sabiduría de este mundo es locura delante de tus ojos! ¡Permíteme, Señor, que sepa diferenciar siempre el consejo humano del consejo divino y, de este modo, saber a escoger el camino correcto! ¡Ayúdame, Señor, a convertirme en un instrumento de alegría en mi hogar, en mi lugar de trabajo, entre mis amigos, en la comunidad parroquial y allí donde haga acto de presencia! ¡Ayúdame, Señor, a ser un semillero de amor y de fe! ¡Ayúdame a caminar, siempre, con mucha confianza porque tú estás a mi lado y no transigir en mis principios cristianos y a amar a los que no me entienden!

Amor de Dios, inmenso Amor, cantamos hoy acompañando esta meditación:
 

miércoles, 17 de agosto de 2016

Un hilo, un artista y una gran enseñanza

¡Sorpréndete con esta obra de arte!

Acontecimientos aparentemente inconexos y sin sentido pueden estar formando algo que no esperabas. Quizás sólo necesites perspectiva y tiempo para descubrirlo. Sorpréndete con esta obra de arte.

10 útiles sugerencias para controlar la lengua y acabar con el chisme

Jesús dijo que de la abundancia del corazón, habla la boca y que de cada palabra que sale de nuestra boca tendremos que rendir cuentas;  Santiago, por su parte, en el capítulo 3 claramente nos desafía a utilizar nuestra lengua para rendir honor a Dios.

Enseguida se describen diez útiles sugerencias para leer y tratar de aplicarlas a nuestro diario hablar.

1.- Orar: El Espíritu Santo

Miren a los apóstoles! Antes de pentecostés ellos huyeron y san Pedro lo negó con su lengua. Después de la Primer Novena, que fue Pentecostés, hubo una transformación radical. Pedro lanzó una homilía de Pentecostés y logró la conversión de ¡3000 personas! ¿Cómo? Orando al Espíritu Santo. Una cortita pero potente oración: “Ven Espíritu Santo, Ven, a través del Corazón de María”.

2.- Pensar

Santiago dice que debemos estar listos para escuchar y lentos para hablar. Por lo tanto, evitemos la impulsividad. ¡Piensa antes de hablar!¿Cuántas veces hemos hablado con la efervescencia del momento, sin reflexionar, hiriendo a la persona y teniendo que pagar las consecuencias? La Imitación de Cristo afirma: Pocos han lamentado por mantener el silencio, muchos por haber hablado de más.

3.- La Regla de Oro

Recuerden esta preciosa y poderosa máxima de Jesús: “Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti”. Así podemos aplicar esto a la oración: “Di a los demás lo que quieras que te digan”.

4.- ¡El Silencio!

Las madres a menudo enseñan a sus hijos esta lección: “Si no tienes nada bueno que decir, entonces no lo digas” ¡Gran consejo!

5.- ¿Agitado?

En los momentos de agitación, lo mejor es evitar el habla. Es mejor retirarse a su habitación, rezar una parte del Rosario, y después entrar en una conversación tranquila y serena. En la agitación, el espíritu malo trabaja en nosotros y dicta nuestro discurso.

6.- ¡Ánimo!

Aprende a decir palabras de aliento. Todos necesitamos esas palabras, de aliento, afirmación y apoyo. Sé un Bernabé. Él fue uno de los últimos Apóstoles y su nombre significa “Hijo de consolación”. ¿Por qué no formar un club “Bernabé”?

7.- ¡Perdón!

Cuando fallen en su discurso perjudicando al prójimo, reúnan la suficiente humildad y el coraje para expresar dos palabras muy difíciles: “¡Lo Siento!” Shakespeare dio en el clavo cuando dijo: “Errar es humano, perdonar es divino”

8.- Lectura Espiritual

Podría ser que lleguemos al vacío interior, y darnos cuenta que tenemos tan pocas cosas valiosas que decir. Formen un hábito de buena lectura espiritual (al menos media hora diaria) y muchos de los pensamientos santos y edificantes santificarán sus corazones y serán transformados en palabras que verdaderamente santifiquen a los demás. San Ignacio, en la “Contemplación para Alcanzar Amor” dice que ¡el amor se expresa dando! ¿Por qué no compartir los tesoros espirituales de su corazón con los demás?

9.- Recordar la Santa Comunión

Recuerden que con la misma lengua que se recibe al Señor Eucarístico, el Señor de Señores y Rey de Reyes, también se habla. Entonces esperemos que nuestro discurso refleje a AQUEL que hemos recibido en nuestra lengua y en nuestro corazón.

10.- María como Modelo

Miremos a María y pidamos su intercesión poderosa para que nos ayude con nuestro discurso. Imaginen a María hablando con San José, con Santa Isabel, con Jesús y con otros. ¡Cuánto amor, atención, bondad, mansedumbre, humildad, discreción y gozo!! Seguramente, María, que dijo “SÍ” a la Palabra de Dios, alcanzará para nosotros la gracia de expresar con claridad, de manera convincente y con caridad, cada palabra que salga de nuestra boca. “Proclama mi alma la  grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”

Adaptación y traducción del artículo publicado en: FatherBroom.com, autor:Padre Ed Broom

martes, 16 de agosto de 2016

Ayer celebramos unos de los grandes y hermosos misterios de la Virgen María: su Asunción a los cielos. ¿Qué hizo María para ser merecedora de un privilegio tan grande? ¿Cuál es su mérito para que el Señor le permitiera no ser cubierta por el polvo en la tierra? Algo tan simple como cumplir la voluntad de Dios con humilde entrega.
La Virgen asciende al cielo al son de las fanfarrias celestiales con cánticos similares a los que escucharan todos aquellos que habiendo servido a Dios con amor, prontitud, generosidad, alegría, humildad y sencillez lleguen al cielo.
María es la Señora del Sí y de la mano de Dios fue fiel hasta el último de sus días en su compromiso con el Padre. Encarnó a Cristo y acompañó a Jesús hasta el momento de su muerte en una disposición absoluta para que siempre triunfara el bien sobre la maldad. A María nunca le importó lo que pensaran o dijeran de ella, no le interesaron ni el reconocimiento ni los aplausos, no buscó nunca el beneplácito de la gente, lo único que le intereso a María es cumplir la voluntad de Dios y hacerlo siempre de manera obediente, predispuesta, con amor, con sencillez, con dulzura, con humildad, con esperanza… Soportó con entereza el sufrimiento, el dolor, la soledad, el desprecio, pero ella sabía en lo más profundo de su corazón que con Dios a su lado todo tenía un sentido y que servirle a Él era lo mejor que podía sucederle.
Por eso, su Asunción es su gran triunfo. Es el gran regalo, además de ser Madre de Jesús, que Dios le hizo. Es la fiesta que la engrandece en ese reencuentro con su Hijo amado, acompañada de la mirada de Dios y la gracia del Espíritu Santo.
Y desde el Cielo María, la gran intercesora —abogada, defensora, consuelo de afligidos, auxilio de cristianos, salud de los enfermos…— nos deja una hermosa enseñanza directa a nuestro corazón. Es su camino, su Sí, el seguir la voluntad de Dios el ejemplo que nosotros sus hijos hemos de seguir para alcanzar la gloria eterna. Entrar en el cielo es subirse al podio de la eternidad.
En este día pienso en el cielo, la meta de mi vida cristiana, cúlmen de mi peregrinaje espiritual y humano por la tierra donde podré contemplar en plenitud y paz a Dios. Le pido a la Virgen que me ayude a obtener lo mejor de mí cada día para que mi corazón aspire siempre a agradar a Dios, ser para Él un vaso puro y limpio, y que en el instante de presentarme ante Dios pueda responderle al Padre que siempre intenté hacer su voluntad

En este día la Iglesia nos propone la lectura del Magníficat, el hermoso himno de la Santísima Virgen cuando salió al encuentro de su prima Santa Isabel. Y hoy lo proclamo con el corazón abierto:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahám y su descendencia por siempre.

Magníficat ánima mea Dóminum:
Et exsultávit spíritus meus in Deo, salutári meo.
Quia respéxit humilitátem ancíllae suae:
ecce enim ex hoc beátam me dicent omnes generatiónes.
Quia fecit mihi magna qui potens est:
et sanctum nomen ejus.
Et misericórdia ejus a progénie
in progénies timéntibus eum.
Fecit poténtiam in bráchio suo:
dispérsit supérbos mente cordis sui.
Depósuit poténtes de sede,
et exaltávit húmiles.
Esuriéntes implévit bonis:
et dívites dimísit inánes.
Suscépit Israël, púerum suum,
recordátus misericórdiae suae.
Sicut locútus est ad patres nostros,
Abraham, et sémini ejus in saécula.

Y como no podía ser de otra manera cantamos el Magnificat:

lunes, 15 de agosto de 2016

Los profundos dones espirituales ocultos dentro de “El Principito”

No importa en qué desierto metafórico nos encontremos en el transcurso de nuestra vida, siempre hay un pozo oculto que la riega y la hace florecer


El Principito es un libro profundamente espiritual

El Principito es sin duda un libro infantil, pero trata algunos temas de adultos bastante serios. No hay nada edulcorado: un accidente aéreo, los peligros de la inanición en el desierto y una serpiente venenosa que (ATENCIÓN: SPOILER), al final, causa la muerte del Principito.

El mismo Principito destaca durante la historia que añora su hogar y que “es tan misterioso el país de las lágrimas” de este mundo. Cuando lo leí a mis hijos, anticipaba que ellos tendrían que esforzarse por entender algunos de los momentos más emotivos, en especial la muerte del Principito, pero me sorprendió ver que lo aceptaron con mucha calma.

No es que la televisión y los videojuegos los hayan desensibilizado ante la muerte y la violencia; de veras creo que se sentían tristes al final del libro, pero de una forma más contemplativa de lo que yo esperaba. Así que pasamos un rato hablando y reflexionando sobre eso juntos, y me di cuenta de que el libro en sí ofrece un antídoto para el dolor dentro del texto: escondido en el corazón de El Principito hay una profunda reflexión espiritual que les ayudó estar en paz con el final.

“No importa en qué desierto metafórico nos encontremos en el transcurso de nuestra vida, siempre hay un pozo oculto que la riega y la hace florecer”.

En la historia, el narrador hace un aterrizaje forzoso en el desierto con su aeroplano y al poco se encuentra con el Principito. Los dos hablan y tratan de arreglar el avión, pero el Principito parece poco preocupado sobre morir en el desierto. No es que sea un suicida; es que tiene un secreto: hasta en el desierto hay agua. “Lo que más embellece al desierto”, dice el Principito, “es el pozo que oculta en algún sitio…”.

No importa en qué desierto metafórico nos encontremos en el transcurso de nuestra vida, siempre hay un pozo oculto que la riega y la hace florecer. Para encontrarlo, debemos aprender a ver más allá de las cuestiones materiales y de nuestra situación inmediata e ir directamente al corazón de la vida.

 El Principito no ignora la realidad de que la vida puede ser menos que perfecta algunas veces. Los desiertos áridos son bien reales y hay ocasiones en las que tenemos que atravesarlos, a menudo de forma inesperada. Pero el autor recuerda a sus lectores que lo que vemos con nuestros ojos físicos no revela la imagen completa.

El Principito dice: “Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”. En otras palabras, siempre podemos extraer más de la vida si tan sólo nos tomamos el tiempo de mirar con nuestros corazones. Lo que se revela así es a menudo mucho más importante que las distracciones del mundo visible.

“Si te gusta una flor que habita en una estrella, es muy dulce mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas han florecido”

Para el Principito, lo que ve con su corazón es su querida rosa (y para Saint-Exupéry, la flor representaba a su esposa en la vida real). No puede ver su rosa físicamente porque está muy lejos, creciendo en su planeta natal, perdido en la vastedad del cielo nocturno. Pero como sabe que su rosa está ahí fuera en algún lugar y debido a su inquebrantable amor por su rosa, todas las estrellas del cielo parecen sonreírle alegremente. Según él mismo explica: “Si te gusta una flor que habita en una estrella, es muy dulce mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas han florecido”.

Yo, como padre, quiero proteger a mis hijos desesperadamente y ahorrarles cualquier peligro (ya sean serpientes o simplemente un día malo en el colegio). Pero llegará un momento en que crezcan. Quizás sus corazones se romperán después de un romance o se enfrentarán al reto de sus carreras o se encontrarán en el torbellino emocional de algún desastre imprevisto.

No puedo protegerles de todo y me duele mucho admitirlo. Pero lo que sí puedo hacer es ayudarles a ver que en todo desierto hay un pozo de agua, y que oculta en todo cielo ennegrecido hay una rosa, y que cuanto más nos amemos los unos a los otros más fuertes seremos, aunque el amor sea invisible al ojo humano.

El amor es el regalo más preciado que recibimos de Dios. Con amor, no hay adversidad, contratiempo ni dificultad que pueda arrebatarnos la belleza y la alegría de vivir, aunque en algunos momentos experimentemos la tristeza y sintamos que nos hemos estrellado en un desierto. Por encima de cualquier circunstancia, la vida es hermosa porque en el universo hay un amor tan poderoso que vencerá a todo mal.