Dios me piensa. Cristo me piensa. El Espíritu Santo me piensa. Mi existencia está impregnada por estos tres pensamientos divinos. Existimos por el pensamiento amoroso del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Es posible sentirse más agraciado, feliz y emocionado!
En estos días de Cuaresma uno siente especialmente que existe por el pensamiento amoroso de Cristo. Como ser humano formo parte de esa impresionante obra de amor que es la redención. Todo hombre es como esa pieza musical que entona un himno sublime de amor que Cristo, el Dios hecho Hombre, canta al Padre Creador.
Me siento parte de esa cantata de amor que Cristo entona bellamente. Y siento como Jesús se sirve de mi pequeñez, de mis imperfecciones, de mi fragilidad y también de mi entrega a Él para amar más al Padre en la tierra.
Y en este tiempo que uno se analiza más profundamente, que va más hacia el interior, tratando de enmendar lo que no ha sido corregido durante el año anterior, que es consciente de que son muchas las manchas de pecado que ensucian el traje de su vida, a los ojos de Dios soy visto con un amor inmenso expresión de su enorme gratuidad.
¡Padre bueno, quiero darte las gracias, en el nombre de Jesús, por todas tus bendiciones que me llenan de paz y de alegría! ¡Gracias por los infinitos dones de tu gran misericordia, por esos momentos llenos de luz en que los que siento la alegría de tu presencia! ¡Gracias por todo lo bueno, lo verdadero, lo agradable, lo bueno que acontece en mi vida: el cariño de mis hijos, la amistad de tantos, el perdón, las apoyos recibidos, los abrazos, la oración cotidiana, el esfuerzo compartido, la esperanza... son muchas cosas que me acercan a Ti! ¡Gracias también por las dificultades que me toca afrontar, los problemas que surgen y los sufrimientos que me toca padecer que me unen a Ti porque son para mi bien! ¡Gracias porque soy consciente de que ordenas todas las cosas para mi bien, que todo lo que me ocurre es permitido por ti... y eso me hace fijar mis ojos en Ti como signo de la enorme confianza que tengo en tu fidelidad y en tu gracia! ¡Te pido, Padre, que por la gracia del Espíritu me concedas un corazón siempre agradecido y que aprenda a darte gracias incluso en aquellos momentos que mi corazón sufra y la tribulación me invada con el único fin de que mi acción de gracias se convierta para mi en un glorioso camino de bendición! ¡Hazme, Padre, testimonio vivo del poder inmenso de tu amor en mi pobre vida!