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lunes, 11 de julio de 2016

El mensaje profético que despertó a este músico en medio de la noche.

Mercy, Mercy



“El odio es una carga que ya no quiero llevar”.

Este pensamiento despertó a PJ Anderson en medio de la noche. Rápidamente comenzó a trabajar en la canción Mercy, Mercy que se convertiría en el título de la pista de su álbum.

Era enero de 2015. Dos meses después el papa Francisco declaró el 2016 como el Año Jubilar de la Misericordia.

“No creo que esto es una coincidencia”, dice Anderson. “Dios puso esta canción en mi corazón y la misericordia es algo que el mundo necesita desesperadamente”.

PJ Anderson pronto tendría la oportunidad de toparse con el Santo Padre y contarle sobre su divina coincidencia. PJ fue invitado a actuar en la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia.
Lo seguiremos desde aqui  mientras actúa en múltiples eventos, incluido el Halleluya Festival (patrocinado por la Comunidad Shalom), en el programa de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, así como en otros programas oficiales de la Jornada Mundial de la Juventud.

Mercy, Mercy, que dio a conocer el 24 de julio, es el quinto álbum de Anderson. El primer sencillo del álbum, Love Will Heal (que se aprecia arriba), fue seleccionado como himno para el Rally Juvenil y la Misa por la Vida en el Verzion Center, donde PJ condujo a más de 20.000 estudiantes en adoración antes de la Marcha por la Vida. 

Para saber más sobre PJ Anderson, visita su página web


“Dios previó su misericordia por nosotros desde el principio. Nos hemos olvidado que la misericordia y el perdón son la vida”, dice Anderson. “Es hora de abrazar la misericordia en nuestras vidas. Su misericordia es dulce como la lluvia de verano”.

Los 7 secretos de la meditación

Reduce el estrés y la presión arterial, aumenta la concentración,... ¡sus beneficios son incontables!


Además de enriquecer nuestra espiritualidad, también puede prolongar nuestra esperanza de vida. Aquí tenéis algunos consejos para aplicar a la meditación, propuestos por Patrice Gourrier, psicólogo clínico, psicoterapeuta, instructor de meditación y… sacerdote católico.

1 - Aislarse del mundo
Lo primero, ser capaz de dar un paso al lado con respecto a la vida y al entorno de uno, de forma regular. Detenerse brevemente una vez al día: si estáis en una ciudad, retiraos a un parque o a una iglesia; si estáis en el campo, pasead por el bosque o por un prado. Una vez por semana hacedlo durante un poco más de tiempo y una vez al mes dedicadle aún más tiempo. Muchas personas lo pasan mal hoy en día porque nunca paran, pero es necesario ser capaz de encontrar estos momentos de quietud, es fundamental.

2 - Sentarse, física e interiormente
En segundo lugar, el asiento. Nos guste o no, sentarse es fundamental para la meditación: en una silla, una butaca, un banco de iglesia, poco importa mientras que estéis sentados y no os mováis. Los Padres del Desierto dicen: “Un árbol trasplantado frecuentemente nunca echará raíces”. El asiento también es interior: hay que ser capaz de posar el espíritu. También conviene estar callado. Ser capaz de vivir un momento de silencio es primordial. Comenzad por uno o dos minutos, luego aumentad el tiempo de trabajo de tres a cinco minutos.

3 - Respirar a Cristo
Respirad. Tomad consciencia del aire que pasa por vuestras fosas nasales, por la garganta y también sentid los movimientos de vuestro vientre. Colocad el nombre de Jesús en vuestra respiración, como para llamarle, y en cierto modo estaréis respirando a Cristo. En general, cuidad el silencio. Ahora dirigid el nombre de Jesús hacia el corazón a través de la respiración pronunciando desde vuestro foro interno “señor Jesús” y, mientras expiráis, podéis pronunciar “me entrego a ti” o “ven en mi ayuda”. Las frases son opcionales, lo más importante es repetir el nombre de Dios en nuestro interior.

4 - Centrarse en lo esencial
Calmad vuestro pensamiento. Es decir, hay que ser capaz de reducir las respuestas emocionales. Si os distraéis con un pensamiento, recuperad de inmediato la atención sobre la respiración. Es importante concentrarse en lo esencial y, para un cristiano, lo esencial es Dios. Tened preparadas algunas oraciones muy breves que os ayuden a estabilizar la mente: “Jesús, ven en mi ayuda”, “Señor Dios Jesucristo, ten piedad de mí”. “Ven a mí, Señor Jesús”. “Sagrado corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo”. “Oh María, concebida sin pecado, reza por nosotros que pedimos tu ayuda”.

5 - Tener una actitud de caridad de vida
La caridad es buena en todos los sentidos, tanto para el alma como para el cerebro. Los neurólogos han observado que realizar buenas acciones durante el día beneficia al cerebro. Es esencial amar a los otros a través de los actos, es una práctica indispensable para amar a Dios. Porque, si no sé amar al prójimo, ¿cómo podría amar al Señor?

6 - Desterrar los juicios
Meditar no es una actividad cualquiera, es una forma de vida. Es una ascesis, del griego áskēsis: ejercicio hacia la virtud, entrenamiento para la liberación del espíritu, manera de vivir. Se expresa sobre todo en no juzgar a los demás, así que intentad vivir, en principio, un día entero sin juzgar al prójimo. Luego, según explicaba san Pablo, hay que aprender a valorar al otro como superior a uno mismo.

7 - Dejar brotar las lágrimas
¡Pedir el don de las lágrimas es una gracia! Nuestra sociedad no nos permite llorar tal y como lo entendemos y, sin embargo, las lágrimas son las gafas del alma, parafraseando al papa Francisco. Hay que prestar atención a nuestro corazón y cuidar de que no se vuelva indiferente a la miseria, a la belleza, a la tristeza y a la alegría. Así que, si durante la meditación sentís que vienen lágrimas, dejadlas fluir.

sábado, 9 de julio de 2016

El pozo milagroso y la basílica de Nuestra Señora de Ocotlán

A poco más de cien kilómetros de Ciudad de México, este santuario mariano recibe visitas de peregrinos que beben el agua de un pozo milagroso.



A aproximadamente 120 kilómetros en las afueras de la Ciudad de México, se encuentra el que, junto al de Atotonilco, quizá sea uno de los más bellos santuarios de todo el país: el de Nuestra Señora de Ocotlán, en Tlaxcala, en el lugar en el que la Virgen María se apareció a Juan Diego Bernardino.

La tradición señala que las apariciones comenzaron el día 27 de febrero 1541: apenas diez años después de las apariciones de Guadalupe. El siglo XVI mexicano fue particularmente difícil, y de sus tribulaciones no estuvieron exentos los nativos de Tlaxcala. Guerras, inestabilidad política y numerosas plagas traídas de Europa por los conquistadores españoles diezmaban la población.


La tradición cuenta que, al ir Juan Diego Bernardino cruzando un bosque de ocotes (de allí el nombre Ocotlán), la Virgen se le apareció y le preguntó a dónde iba.  

Juan Diego respondió que buscaba agua para llevar a sus enfermos, que morían irremediablemente. La Virgen le contestó: “Ven en pos de mí; yo te daré agua con la que se extinguirá el contagio, y sanarán no sólo tus parientes sino cuantos bebieren de ella”.

La historia cuenta que al final de la tarde, Juan Diego y los franciscanos fueron al bosque, que se quemaba con llamas que no le consumían. De uno de los árboles irradiaba una luz particular en el que se halló una imagen de la Virgen.
Antes de irse, la Virgen le dijo a Juan Diego que le comunicase a los frailes franciscanos lo que había ocurrido, y que los llevase a un bosque cercano, donde encontrarían una imagen suya en el tronco de un ocote, que deberían llevar al cercano templo de San Lorenzo.

Juan Diego llenó su cántaro en un manantial que la Virgen hizo aparecer, y llevó el agua milagrosa hasta Xiloxostla, su pueblo natal.
La historia cuenta que al final de la tarde, Juan Diego y los franciscanos fueron al bosque, que se quemaba con llamas que no le consumían. De uno de los árboles irradiaba una luz particular en el que se halló una imagen de la Virgen. La imagen, hasta el sol de hoy, se conserva en la Basílica de Ocotlán.


Un hombre sin techo le pidió a un fraile franciscano que le tocara una canción.

Esto es lo que sucedió

Jacob’s Song


Brother Isaiah
"Derriba esta vieja y cansada fachada y muéstrate. Por favor muéstrate en mí"

“¿Alguna vez has abrazado un árbol?” El hombre sin techo retó al hermano Isaiah mientras caminaba por la ciudad de Nueva York. El hombre era un rockero lleno de tatuajes con una camiseta de una banda y aretes. “Yo voy por todo Central Park abrazando árboles”, dijo.

Al ver la guitarra del fraile, el hombre pronto le pidió una canción. El hermano Isaiah se arrodilló ahí mismo en la acera de la abarrotada Manhattan y tocó esta canción.

La mayoría de los que estaban alrededor siguieron su frenético camino por la ciudad, pero para aquellos dos hombres el tiempo se detuvo. Este no era un concierto para los transeúntes, era una oración de amor y solidaridad para este hombre sin techo.

Cuando terminó la canción, el hermano Isaiah y su hermano fraile le dieron al hombre una medalla milagrosa, oraron y continuaron su camino. Tras caminar una sola calle, oyeron que se aproximaba velozmente el hombre detrás de ellos.

“¿Me cantas otra canción?”

El hermano Isaiah miró al hombre y luego miró a su izquierda: estaban justo delante de una iglesia católica. Y en la iglesia se estaba celebrando un servicio de sanación eucarística.

“Bueno, ahí dentro hay música”, respondió el hermano Isaiah, señalando hacia la iglesia.

“Ok”, respondió el hombre, corrieron hacia la iglesia, corrieron literalmente ante la presencia eucarística del Señor.

Su hombre era Jacob. Y esta es su canción.

“La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz”. – Papa Francisco, Lumen Fidei n. 57.

El video de la canción Jacob’s Song fue producido por Spirit Juice Studios. La canción, junto a todo el álbum Broomstick está disponible en iTunes. Las ganancias serán destinadas a apoyar a madres solteras que necesitan asistencia

viernes, 8 de julio de 2016

¿Y si se cantara (la gloria de Dios)? Los cantos de Taizé

2ª parte. Los cantos de Taizé


En la alfombra de la iglesia de la Reconciliación, cientos de jóvenes rezan juntos, sentados en el suelo; un estribillo meditativo se eleva, se repite durante largo tiempo, intercalado de contra-cantos de solistas, en varios idiomas. ¡Bienvenidos a Taizé!

Pero que esta atmósfera tan particular, que algunos calificaron con premura de hippie, no permita que olvidemos que los cantos de Taizé son fruto de un profundo trabajo musicológico y teológico y que son hoy en día referencia, desde hace décadas, en el repertorio musical eclesiástico.

Laudate Dominum, Jésus le Christ, lumière intérieure, Bless the Lord my Soul, Nada te turbe… y otras tantas piezas cuidadosamente armonizadas y adaptadas por estos oradores reunidos. No estamos muy alejados del gregoriano (para los tardones: ¡leed el Capítulo 1!) –fuente de inspiración para Jacques Berthier, histórico compositor de estos cantos (1923-1994)– ni de la salmodia que practican los monjes.

“Tanto fray Robert como Jacques Berthier buscaron un modo meditativo, marcado por la repetición de un versículo, por lo general extraído de las Escrituras (al principio fue en latín, luego en diferentes idiomas) o procedente de autores espirituales como el pastor Bonhoeffer o santa Teresa de Ávila”, explica fray Benoît, de Taizé.

Benoît es miembro de un comunidad monástica ecuménica fundada por el hermano Roger en 1940 en Taizé, una pequeña ciudad del departamento de Saona y Loira, Francia.

Abandonarse al canto repetitivo

La repetición es sin duda el elemento característico de los cantos de Taizé. No hay alternancia entre estribillos y estrofas, sino solamente una frase o dos repetidas durante varios minutos.


“La repetición invita a la interioridad. Las palabras caen en nuestro corazón a medida que las vamos repitiendo”, explica el hermano Benoît.


Si uno hace la prueba, ¡el resultado es sorprendente! Más aún debido a que las frases son escogidas con cuidado y portan un sentido que no se agota con la repetición.

“Muchos jóvenes que vuelven a Taizé dan testimonio de ello”, asegura fray Benoît. “Uno de ellos me dijo que estando en el transporte público, de repente, recordó un canto de Taizé y se sorprendió a sí mismo comenzando a rezar con el canto”.

“Es algo que me impacta, tanto más dado que una gran parte de los jóvenes que nos visitan están en proceso de aprendizaje… Sin embargo, cada semana, a través de los cantos llegamos a compartir lo esencial de la fe: la relación con Cristo resucitado. Es una hermosa aportación a la maduración de la fe en los jóvenes que nos visitan”.

Además, según apunta fray Benoît, “no está del todo desconectado de la tradición: tanto católicos como ortodoxos han hecho uso de la repetición. Por ejemplo, el rosario para los católicos o la oración del Nombre de Jesús para los ortodoxos”.

Simple, pero no simplista

¿Y si nos aburrimos al rato? “Los cantos se acompañan a menudo de versículos en solitario, cantados por los hermanos, por encima del coro congregado”, tranquiliza el hermano Benoît.

“Así se rompe la monotonía. Al cabo de cierto tiempo podríamos tener la impresión de haber completado ya el canto, pero cada versículo en las repeticiones añade como un toque más de color al cuadro”.

Para el hermano Alois, el prior de la comunidad, “el valor de la repetición va a contracorriente de nuestra sociedad, en la que siempre hace falta algo novedoso, pero eso responde a una profunda sed insatisfecha en los jóvenes, que aquí pueden abandonarse en esta música y en los cantos repetitivos”.

Para que la oración profundice, es necesario que haya una interpretación o análisis. “Los cantos meditativos publicados en el cuaderno de Cantos de Taizé son simples, pero su empleo en una oración en común requiere preparación”, se explica en el sitio web de la comunidad.

¿Superados por los vecinos alemanes?

“En comparación con muchos cantos de misa en las parroquias, estos cantos constan de múltiples voces”, destaca Cyril, de 28 años y un habitual de Taizé. Como contrapartida, “hace falta más trabajo”, explica el joven, con conocimiento de causa.

“Hay que poder utilizar todo el potencial de estos cantos”, añade fray Benoît.

“Gracias a cuatro voces y a las partes de solo, hay un amplio margen de progresión. El canto puede parecer pobre si se canta únicamente la línea de las sopranos. Pero cuando se pueden añadir otras voces o si alguno tiene la capacidad de cantar los versículos de solista, el resultado es extraordinario”.

¿Por qué la calidad del canto en Taizé es tan excepcional? Cyril avanza una explicación: “En Europa, algunos países tienen una cultura musical más desarrollada que la nuestra”.

De hecho, nuestros vecinos alemanes, por ejemplo, son más duchos en solfeo que nosotros los franceses. “Al margen de la flauta dulce en el colegio, no se conoce gran cosa”, ironiza.

Sin ánimo de querer sacudir más a Francia, hay que reconocer que si distribuyéramos partituras al principio de la misa, el descifrado del contenido podría ser un problema, que es mucho menor en el caso de Alemania.

¿Cantar en finés?

En Taizé, después de que hayan pasado por allí jóvenes de toda Europa (y del mundo entero) durante la década de los 70, han aprendido a cantar en todas las lenguas.

En las primeras horas de la tarde, en los ensayos se puede ejercitar la voz y la pronunciación. “Cuando hay una lengua cuya pronunciación es poco común, como el finés, una persona que la tenga como lengua materna pronuncia la letra y se aprenden”, indica Cyril.

El latín también es una lengua viva en Taizé, por un espíritu de comunión con la tradición de la Iglesia católica latina, al igual que el eslavo o el griego para las Iglesias de rito bizantino.


¿Cómo se entiende entonces que tantos jóvenes se sientan atraídos por unos cantos que parecen un poco anticuados?

Para el hermano Robert, responsable de los cantos en la época de los primeros cantos dirigidos por Jacques Berthier, en un artículo publicado en 1986 (Cahiers protestants), la oración no significa forzosamente una inmersión en “las culturas pasajeras”.

“Por el contrario, un cierto cambio de ambiente, que ayuda a salir de la atmósfera cotidiana, quizás permita tener una perspectiva interior nueva”. Y de esta forma, conducirnos hacia el Eterno.