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lunes, 10 de abril de 2017

La mortificación callada

La vida cristiana exige sacrificio, abnegación, desprendimiento, penitencia, expiación, reparación. En Adviento es un buen momento para mirar el interior del corazón y analizarse bien. Con la colaboración del Espíritu Santo y el concurso de Dios uno va descubriendo en su día a día todos los padecimientos que la vida le ofrece. Cada paso que uno da permite tomar conciencia de su vida asumiendo la intención de cambiar y mejorar. Y ante el defecto, una pequeña mortificación.

La mortificación no es un tema agradable para el hombre de hoy, aunque es un tema crucial para estos tiempos que corren. La mortificación es causa de rechazo pero se convierte en medicina que alimenta el alma y que equilibra interior y espiritualmente. Son como las pilas Duracell de nuestra vida. La mortificación cristiana tiene un valor positivo, de vida y de resurrección.
El sacrificio es innato a la vida de cualquier persona. La mejor mortificación es aquella que se realiza, desde la pequeñez del corazón, no para ganar el aplauso, ni para adquirir gloria, poder o fama, ni para ascender profesionalmente o que se hace por motivos estrictamente de ego y soberbia. En lo terrenal todo sacrificio y esfuerzo suele tener su elogio merecido. En lo espiritual los derroteros son otros: provoca desconcierto, confusión e, incluso, indignación manifiesta.
La mortificación auténtica es la mortificación callada, la que no daña al prójimo, la que nos convierte en seres más atentos y considerados, la que nos vuelve más tolerantes, la que nos coloca en el lugar del otro, la que nos desprende de nuestra soberbia y de nuestro orgullo, la que nos niega a nosotros mismos para hacerlo en beneficio del prójimo, la que pone en orden los sentidos, la que no nos aflige cuando no conseguimos lo que nos proponemos o nuestra voluntad no se sale con la suya.
Al cuerpo y al alma hay que domarlos como el domador hace con un caballo salvaje: así se aplaca nuestras susceptibilidades, nos hace estar menos pendiente de nuestros yoes y nuestros egoísmos, aplaca nuestra furia interior.
Decía un santo sacerdote que cuando uno se decide a ser mortificado su vida interior mejora y acaba siendo más fecundo. ¡Ya me puedo, entonces, poner las pilas!


¡Señor, dame el espíritu de la mortificación porque sé que es principio de vida y dame también la fuerza para que mi vida se organice en torno a la mortificación! ¡Soy consciente, Señor, que el amor me transformará y que necesito ser más mortificado para demostrarte lo mucho que te quiero! ¡Dame Espíritu Santo la la humildad para confesarme con mayor frecuencia y confesarme de corazón lo que más me humilla! ¡Espíritu de paz y de gracia, ayúdame a no salirme con la mía y dejar a los demás lo más honroso! ¡Concédeme, Espíritu de fortaleza, para luchar contra la comodidad y ese espíritu de independencia que tanto me caracteriza!
El Rey vendrá al amanecer, música para este tiempo de Pascua:

sábado, 8 de abril de 2017

LAS QUEJAS

Antes todo era mejor...
El mundo anda mal...
¡El gobierno sólo hace política! La Policía es inoperante...
No me conceden el crédito... Mi auto no funciona...
Pierdo mi tiempo... !Qué calor insoportable!
Mi esposa solamente se queja...
Los amigos escasean... Esas criaturas no paran de llorar...
El taxi no aparece... ¡Cómo está de sucia esta ciudad!
Mi jefe no me comprende...
¡¡Esta cola no avanza!!...
Nadie reconoce mi trabajo...
Los precios no paran de subir... Mi teléfono siempre está comunicando...
¡Qué vida esta!...
¿Otra queja más, todavía?
Si yo hubiera nacido en cuna de oro...
Si mis padres fuesen más inteligentes...
Si me tocara la lotería...
Si no hubiera tanta gente acaparando mi vida...
Si yo consiguiera un diploma sin tener que estudiar...
¿Por qué la gente lucha y sufre tanto en este "Valle de Lágrimas"?

Entonces, recuerda...


El lugar donde Jesus nació era prestado
El burrito que Él montó era prestado
Los panes y peces que Él multiplicó eran prestados
La sala donde Él instituyó la Eucaristía era prestada
La barca donde Él viajó era prestada
El sepulcro donde Él fue sepultado era prestado
¡SOLAMENTE LA CRUZ ERA DE ÉL!
¿Alguna otra queja más?

Quemar etapas

orar con el corazon abierto
En la vida es frecuente quemar etapas. Pensamos que cuando las hacemos arder es que no va a ser necesario cruzarlas. ¡Pero qué equivocados estamos!
Uno se va fijando en la infinidad de pequeños detalles que van creando su rutina diaria, esas nimiedades sin importancia que nos inundan y que, de manera pausada, van edificando poco a poco la realidad de nuestra vida. Uno piensa en esa cantimplora de agua bendita, fresca y pura, que bebe para ir tomando fuerzas; son los detalles hermosos de la vida que, como retazos, se van haciendo presente en lo cotidiano.
Sin embargo, un día como hoy sientes ese viento gélido, fuerte, que te envuelve y que te impide avanzar; que te empuja descontrolado y te tambalea. Comprendes esa inseguridad que a veces hace mella en tu vida, esos miedos que te atenazan, esa fragilidad que se despliega con toda su fuerza. En ese momento no queda más que doblegarse ante Dios y pedirle, con el corazón abierto, que se convierta en la pantalla que frene estas envestidas, que vierta toda su gracia sobre este pobre hombre que en toda su fragilidad se siente incierto en el momento de cruzar el puente quebradizo la vida formado de tablones de madera enmohecidos, que crujen cuando caminas y que son incluso más inestables que uno mismo.
Es, entonces, con todos los miedos que te atenazan que te aferras dignamente a la Palabra, la única que esconde la verdad cierta, y que te invita a tener una fe firme y una confianza ciega. Y le dices a tu corazón: «Avanza y no tengas miedo, dirígete hacia el otro extremo confiadamente porque en el otro lado Alguien te espera con los brazos abiertos». Sí, en la vida hay momentos de confusión, desconcierto y desorientación. Por eso es tan importante pedir cada día una fe cierta y firme, la gracia de la confianza, el no tener miedo a caminar sobre travesaños de madera que crujen sobre el abismo. No tener miedo a cruzar el puente y quemarlo con la seguridad de que no lo voy a necesitar de nuevo porque no regresaré jamás al punto en el que me encontraba pues los horizontes que se abren son infinitamente mejores.
Si soy capaz de superar esta situación, de vencer esta prueba, de entregarme sin vacilaciones a la voluntad de Dios, de aceptar lo que Él tiene preparado para mí ¡por qué temer esta travesía! Mi vida experimentará una profunda transformación interior, un cambio profundo y, me convertiré, estoy convencido en alguien mucho más cercano a la belleza, amor y misericordia del corazón del Padre. ¡Voy a intentarlo!

¡Señor, hay veces que la incertidumbre me invade y los miedos me aprisionan! ¡Hay ocasiones, Señor, que todo son incertidumbres que desmoronan de por si mi frágil existencia! ¡Aún así, Padre, tu eres la fuerza de mi corazón aunque mi espíritu sea débil y mi capacidad de confianza flaquee! ¡Te pido que me sostengas, Padre, y no me dejes caer nunca, que me guíes con los sabios consejos de tu Palabra y me conduzcas hacia ti con una fe ciega! ¡Soy consciente, Padre, de las grandes maravillas que obras en mi, que estar cerca tuyo y de tu Hijo es una gracia, porque sois mi refugio y mi auxilio, pero a veces tengo dudas porque los problemas a mi alrededor me dificultan crecer en confianza! ¡Ayúdame a quemar esos puntos que no sirven para vivir en la confianza cierta; yo confío en tu fuerza, cuando no puedo más creo en Ti, confío plenamente en que me bendices y me proteges porque eres el más grande y soberano Padre! ¡Envía tu Espíritu, Padre, sobre mí para que me de la fortaleza para avanzar, la sabiduría para confiar y la fe para crecer! ¡Gracias, Padre, por tu infinito amor y misericordia y perdona a este frágil pecador que tantas veces duda y se tambalea!
Alma mía recobra tu calma, rezamos cantando con esta hermosa canción:

viernes, 7 de abril de 2017

Tiempo para rezar

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«¡No tengo tiempo para rezar!». Lo escucho de otros y me lo oigo a mi mismo. Son vanas excusas para no ir a lo profundo de uno mismo.
Mi experiencia es que cuanto más rezo, interiorizo y medito más crezco pero, sobre todo, más me enseña el Señor. En estos momentos de oración y de interiorización se hace posible percibir la belleza de las enseñanzas de Jesús que acaban por convertirse en los principios sustanciales que marcan nuestro camino y rigen nuestras vidas.
El crecimiento espiritual es proporcional a la vida de oración de cada persona. Yo lo siento como una gran riqueza. Una gran riqueza que proviene de la fuerza del Espíritu Santo que actúa en lo más íntimo de nuestro ser.
Si como cristiano verdadero comprendo que la oración y la meditación es el camino más valioso y seguro para el crecimiento personal, y que la oración es comunicación directa, íntima y entrañable con el Señor, trataré de encontrar ese instante, aunque breve, para ponerme frente al Señor, para comunicarme con Él, para conocernos mutuamente, para pedir y para entregarme.
La oración no es más que ponerse en contacto directo con el Señor, y dejar que sea Él el que se ponga en contacto conmigo llamando a la puerta de mi corazón. Él espera que le abra, que le deje entrar, tal vez no lo haré nunca, porque me cuesta dejar entrar en mi corazón al que van a poner en tela de juicio mi vida. Pero en algún momento esa cerrazón por no dejarle entrar hará mi vida más difícil. La práctica de la presencia de Dios en la vida del hombre es necesaria. Es necesaria para que durante todo el día el Espíritu del Señor anide en mi corazón. Para que mi vida sea en todo momento una vida de plegaria. Es verdad que supone un esfuerzo inconmensurable, pero cada gesto sencillo, cada jaculatoria pronunciada, cada oración lanzada el vuelo, cada acto de compasión, cada gesto de amor, acabará convirtiéndose también en una oración y me permitirá hacer más cercana la presencia del Señor a mi lado durante todo el día.
Está al abasto de cada uno llevar una vida interior vivificante. Cuando mi vida interior está llena de Dios el trabajo me resulta más fácil, la realizaciones personales son más satisfactorias, los problemas son más relativos, la mirada a la gente es más amorosa... porque lo que surge del interior es la bondad de ese Dios que anida en mi corazón.

¡Quiero vivir, Señor, cerca de ti; quiero que te hagas presente en mi corazón; quiero sentirte siempre en la gente que me rodea; hacer de la verdad el camino de mi vida! ¡Quiero, Señor, que el amor puro y el servicio desinteresado sea la norma que conduce mi vida! ¡Quiero, Señor, que la reconciliación y el perdón sean caminos de paz en mi corazón! ¡Quiero, Señor, convertir la esperanza y la confianza en ti en los motores que me lleven hacia adelante! ¡Quiero, Señor, hacer de la oración un lugar de verdadero encuentro contigo! ¡Quiero, Señor, ser humilde y sencillo y que estas virtudes sean la base de mi ser cristiano! ¡Señor, estoy a tu disposición para hacer el bien y aceptar tus mandatos! ¡Señor, estoy a tu disposición para luchar contra el pecado y vivir el bien! ¡Señor, estoy a tu disposición con ganas e ilusión de ser auténtico! ¡Señor, que mi vida esté impregnada de oración! ¡Señor, ayúdame a ser perseverante en la oración y en mi vida cristiana! ¡Señor, que tu ejemplo sea el modelo a seguir!

 Hoy celebramos la fiesta de los tres arcángeles: san Miguel, san Gabriel y san Rafael. Los tres mencionados en la Sagrada Escritura y a los tres imploramos su protección. Que la celebración de la fiesta de estos tres santos arcángeles sea una ocasión para renovar nuestro propósito de contribuir a la extensión del Reino de Dios y batallar con firmeza contra las fuerzas del mal en nuestra sociedad.
Acompañamos esta meditación con una música instrumental que ayuda a ponerse en oración:

jueves, 6 de abril de 2017

JUGAR AL DOMINÓ


¿Alguna vez has jugado al dominó? Cuando yo era muchacho, jugar al dominó era uno de mis pasatiempos favoritos. Hace algún tiempo, mientras visitaba a una familia, vi a un joven muchacho y a su abuelo jugando a ese juego. Al pensar en los días de mi niñez me vino a la mente un torrente de recuerdos.

Lo extraño del juego de dominó es que se gana perdiendo. Para ganar, tienes que perder tus fichas. El que primero se deshace de sus fichas gana el juego. Tienes que dar para obtener, perder para ganar, ser reducido a nada para llegar a la cima.

No es como el béisbol, el tenis u otros juegos, en los que el mayor número de carreras, puntos o anotaciones determina al ganador. ¡No! En el dominó, el que triunfa es el que primero llega a la nada.

La regla del hombre natural es: «Consigue todo lo que puedas.» La regla del hombre espiritual debería ser: «Da todo lo que puedas.» En la esfera espiritual, sólo conservaremos para siempre aquello que damos.

En la vida cristiana muchas veces las victorias más significativas y más importantes vienen disfrazadas en un atuendo de derrota, debemos reducirnos a nada antes de llegar a ser algo. La semilla que se guarda en el granero se enmohece y se deteriora, pero si se «bota» en el suelo aumenta 30, 60 y 100 por uno. «... si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo...» (Juan 12,24).

Recuerda, Jesús lo dio todo. Él es nuestro ejemplo.

Marcos 15:31 "Y de esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar." (aunque sí podía, decidio no hacerlo. Por ti y por mi)

La vida es como un partido de tenis: ¡No Puedes ganar si no "sirves" bien!.

Mateo 20:28 "Como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos."