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viernes, 21 de abril de 2017

Los 4 objetivos de la Misa

Compréndelos para vivir aún más profundamente la maravilla de la misa


Adoración

Es el fin latréutico de la misa. Deriva del término griego “latría”, que quiere decir precisamente adoración, alabanza a Dios en señal de reconocimiento de su divinidad; alabanza a Dios porque es Dios, pero no sólo de manera “genérica”, por lo que se puede alabar a Dios en cualquier lugar y momento, sino con la conciencia que en la misa Dios está presente de manera real y física en la Eucaristía, es decir, su Cuerpo y su Sangre donados por nosotros por amor para salvarnos del pecado y de la muerte.

Acción de gracias

Es el significado mismo de la palabra “Eucaristía”, que deriva del griego y significa precisamente “agradecimiento”. Este es el objetivo eucarístico de la misa: agradecer, dar gracias. La misa es la Eucaristía, es agradecimiento, es acción de gracias a Dios por todo lo que recibimos de él – precisamente por el hecho de recibirlo a Él mismo. Dios nos ha dado el don de agradecerle dignamente haciendo que en la misa ofrezcamos nada menos que al mismo Jesucristo en un acción de gracias.

Reparación

Llamada también propiciación o expiación, es el fin propiciatorio de la misa: se trata de reparar el sufrimiento que le provocamos a Dios cuando con nuestros pecados nos alejamos voluntariamente de su amor. Sólo Jesucristo puede expiar dignamente, a través de su sacrificio, las ofensas hechas a Dios. La misa es el sacrificio expiatorio porque vuelve presente, en la Eucaristía, al mismo Cristo en estado de víctima, con su Cuerpo donado por nosotros y su Sangre versada para lavarnos de nuestros pecados. “Esta es mi sangre de la alianza, versada por ustedes, en remisión de los pecados” (cfr. Mt 26, 28).

Petición

Llamada también impetración, es el acto de suplicar a Dios y de presentarle nuestras oraciones. Es el fin imprecatorio de la misa. Jesucristo vive e intercede por nosotros, presentando al Padre su Pasión. Si tenemos ya la promesa de obtener todo lo que pedimos a Dios en nombre de Jesús (cfr. Jn 16, 23), mayor debe ser nuestra confianza si ofrecemos a Dios al propio Jesús que nos ama. Además de ser la oración del mismo Jesús, la misa es también la oración de la Iglesia, que une sus súplicas a las de Cristo.

La sabiduría que viene de Dios

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La sabiduría comienza con el silencio. Tanto la palabra como el silencio revelan lo que hay en el interior de nuestro ser, de nuestra alma, aquello que hay dentro de cada uno. Y yo necesito silencio, mucho silencio, porque mi vida ya está de por sí llena de ruidos y alboroto. Por eso, en lo sereno de la oración, Cristo se me presenta como una voz interior que me llama, me susurra, espera mis palabras a veces llenas de alegría y otras de lamentos.

Cuando mis labios permanecen sellados y no dicen nada, el corazón de Cristo también me escucha porque Él es el único que lee en mi interior. Ese es el gran misterio de la presencia misteriosa de Cristo en la vida del hombre. Es cuando reposas a los pies de Jesús cuando puedes atisbar esa voz suave y amorosa del buen Dios, que exclama: “No te preocupes, hijo, porque aquí estoy y nunca te abandono”. Y te sientes lleno de paz y de serenidad interior al comprender que Dios está siempre, por encima de todo, en tus pensamientos, en tus sentimientos, en tu vida misma. Comprendes que Dios lo llena todo. Absolutamente todo. Que está siempre a tu lado, que jamás te abandona ni siquiera en esas noches oscuras que tantas veces cubren la vida. En los momentos más complicados y difíciles en los que caminar se hace pesado. Que su bondad siempre acompaña, que su misericordia no se termina ni se acaba sino que se renueva cada día porque así de sublime es su fidelidad y así de grande es su Amor.
¿Por qué, entonces, no detenerme con más frecuencia a contemplar la belleza de esta sabiduría que viene de Dios?
¡Dios mío, te pido con toda confianza, la sabiduría del corazón! ¡Ayúdame a hacer más silencio para llenarme más de ti! ¡Padre, Tú eres el que quieres entrar en mi intimidad y yo no te lo permito porque hay demasiado ruido en mi interior y a mi alrededor! ¡Entra si quieres, Señor, y dame la gracia para acoger tu revelación en mi! ¡No permitas, Señor, que te cierre el corazón deslumbrado como estoy tantas veces por el resplandor de las cosas mundanas, de mi propio yo, de mi soberbia y mi egoísmo! ¡Señor, siento con gozo que me amas y yo quiero amarte también más a ti, por eso necesito hacer más paradas, hacer más silencio, para encontrar más momentos de intimidad contigo, para abrir mi corazón, para a través tuyo servir a los demás y ser capaz de irradiar esperanza, amor y caridad! ¡Permíteme estar siempre contigo, Señor, sin etiquetas, sin prisas, sin parámetros que fijan distancias, sin normas, sin contrapartidas, simplemente en silencio escuchando tus palabras y saboreando tu presencia en cada uno de mis muchos vacíos! ¡Permíteme, en el silencio, sentado a los pies de tu presencia, recostado en tu regazo de sabiduría, sintiendo tus abrazos de amor y de misericordia! ¡Y en este tiempo de silencio, acoge con magnanimidad mis secretos!
Dame más sabiduría, le pedimos cantando al Señor:

¡Recibiste una carta de amor! No te imaginas de quién

Habla conmigo, desahoga tus angustias y ansiedades que yo siempre tengo tiempo para ti

Hijit@ mío:

Puede ser que tú no me conozcas, pero Yo sé todo acerca de tí, Yo sé cuando te sientas y cuando te levantas, todos tus caminos me son conocidos, conozco cuántos cabellos hay en tu cabeza pues fuiste hecho a mi imagen. Te conocí desde antes que fueses concebido, te escogí cuando planifiqué la creación, tú no fuiste un error, pues todos tus días están escritos en mi Libro, fuiste hecho maravillosamente, Yo te formé en el vientre de tu madre y te saqué de las entrañas de tu madre el día en que naciste. He sido mal presentado por los que no me conocen, Yo no estoy distante ni enojado, sino que soy la completa expresión del amor, manifestado en mi Hijo, Jesús… Y es mi deseo amarte, simplemente, porque fuiste creado para ser mi hijo y para que Yo sea tu Padre. 

Yo soy tu Proveedor y suplo todas tus necesidades, mi plan para tu futuro está lleno de esperanza porque te amo con amor eterno. Mis pensamientos hacia tí son incontables, como la arena del mar, Yo estoy en medio de tí y te salvaré; me gozaré sobre tí con alegría. Nunca dejaré de hacerte bien, si oyes mi palabra y la guardas, serás mi especial tesoro. Deseo plantarte con todo mi corazón y con toda mi alma, deseo mostrarte cosas grandes y maravillosas, si me buscas con todo el corazón, me encontrarás… Deléitate en mí y Yo te concederé los deseos de tu corazón, porque Yo soy el que pongo en tí el querer como el hacer, soy poderoso para hacer en tí mucho más de lo que tú te imaginas. 
Soy el Padre que te consuela en todas tus tribulaciones, Yo estoy cercano a tí cuando tu corazón está quebrantado. Te noto a veces tan distante de mí, que he sentido miedo de perderte para siempre. Ayer te vi muy triste y quise arrancar de ti esa angustia, lo grité a los cuatro vientos pero no me buscaste. Te vi ayer hablando con tus amigos, te vi comer fuera de hora, y recorrí contigo la calle de tu casa, quise mirar con tus ojos eso que guardas y que te provoca tanta nostalgia, y quise que tú me escucharas pero no lo hiciste, y así esperé todo el día. Al llegar la noche te di una hermosa puesta de sol para cerrar tu día, y una suave brisa para tu descanso. Después de un día tan agitado, esperé, pero nunca viniste. Te vi dormir anoche y quise tocar tu frente, envié rayos de luna que se reflejaron en tu casa para ver si te despertabas conmigo, pero seguías en tu sueño. 
Te hablo al oído a través de las hojas de los árboles y el olor de las flores, te grito en los riachuelos de la montaña, doy a los pajaritos canto de amor solo para ti. Te visto con el calor del sol y te perfumo el aire con el aroma de la naturaleza. Me escucharás cuando hagas silencio en tu interior, te intento guiar moviendo en ti buenos deseos, déjate llevar por ellos. No estoy en el más allá… estoy en tu corazón. Regálale una mirada de amor a todo el que te rodea y me descubrirás a cada instante.
Hoy busqué alguien que me prestó sus manos para escribirte, en adelante escribiré en tu corazón si me lo permites, solo dime Si… yo se que es duro vivir en este mundo, realmente lo se, pero si confías en mi, a partir de hoy tendrás nuevas fuerzas. Habla conmigo, desahoga tus angustias y ansiedades que yo siempre tengo tiempo para ti, cuéntamelo todo, llora si quieres, soplaré tus lágrimas para acariciar tu rostro. 
Llámame a cualquier hora del día o de la noche, que yo nunca duermo, y siempre te responderé. Si puedes caminar y mirar con amor el universo, con humildad tu rostro en el espejo, con ternura aquel que te sonríe, con misericordia aquel que te pide compasión, y con perdón aquel que te hizo llorar… mi voz serán tus pensamientos. 
Como el pastor carga a su oveja, Yo te he llevado cerca de mi corazón, un día quitaré toda lágrima de tus ojos y todo el dolor que has sufrido en la tierra. Yo te amo tanto, que envié a mi Hijo, Jesús, para que tengas vida eterna, porque en Jesús es revelado mi amor por tí, Él es la representación exacta de mi ser, Él vino a demostrarte que Yo estoy por tí, no contra tí y para decirte que no me acordaré más de tus pecados. Jesús murió para que tú te reconciliaras conmigo, su muerte fue la máxima expresión de mi amor por tí… Yo lo di todo por ganar tu amor…
Ven a casa y celebraré la fiesta más grande que el cielo haya visto jamás … Yo siempre he sido y siempre seré … Padre, mi pregunta para ti es … ¿Quieres ser mi hijo? … Estoy con los brazos abiertos esperando por tí, Solo tienes que recibir a mi Hijo, Jesús, en tu corazón.

Te abrazo y no me despido, porque sigo a tu lado… ¡TE AMO!

Atentamente: Papá Dios.

jueves, 20 de abril de 2017

Una elección que sana

Perdón significa máximo don. Es la forma más grande de amar que Dios me regala. Está por encima de mis capacidades. No puedo hacerlo por mí mismo, me supera. Perdono en Jesús. Él es el único que perdona.
Él ya nos salvó, lo perdonó todo desde la cruz. Yo sólo me abro a ese perdón que Él me regaló en la cruz. Ahí, en la cruz, están clavados ya todos mis pecados y los de mi cónyuge. Los de mis hijos.
Creo que ayuda hacer explícito el perdón. Quizás escribirlo, o decirlo en alto ante Jesús. Le pido a Dios que me ayude a perdonar lo que yo solo no sé perdonar. Jesús en su herida me sana a mí. A cambio de nada. Gratuitamente. Perdono en Jesús y le doy un sí a su perdón en la cruz. Siempre es Jesús en mí.
Jesús pasó por la vida sanando y perdonando. El perdón sana. El rencor hiere. Jesús se pone en mi lugar en la cruz. Ocupa mi lugar, atándose para que yo me desate. Perdono delante de Jesús. Ante su cruz. Porque Él me lo perdonó todo. El perdón por tanto es una gracia que hay que implorar. Imploro el Espíritu Santo para poder perdonar. Dios entra entonces por la rendija del corazón. Y quedo en paz y liberado. Voy más allá de mis límites. Ese es el perdón de Cristo. Más allá de mi lógica, de mis fuerzas, de mi comprensión, de mi dolor.
Debe ser posible cuando Dios lo hace en mí. En la vida matrimonial y familiar todo lo que me daña ha de ser restaurado. Perdono desde mi dolor, no desde la responsabilidad del otro. Quizás a veces el otro no tenga tanta culpa en algo concreto, pero nos damos cuenta, si somos honestos, que estamos dañados. Porque esperábamos algo que no pasó. Porque el otro no hizo lo que yo quería o hizo lo que yo no quería. Por una palabra o un silencio. Todo lo que hay de dolor en mí tengo que perdonarlo ante Jesús. Porque estoy hecho para amar en libertad. Y para ser libre necesito perdonar.
Perdono cosas que el otro no sabe que me ha hecho. No tiene que ver con los sentimientos, a veces si espero a sentir el perdón, pasaré toda la vida. El perdón es un acto de la voluntad. Es una elección libre que yo hago delante de Dios. Elijo el perdón en mi vida porque me sana. Yo escojo perdonar en este momento. Muchas veces el perdón y el dolor tienen que ver con algo mío. Con mi herida, con mi historia. Con algo que siempre he deseado, con una carencia de mi infancia que de alguna manera proyecto en las personas que me rodean para que ellos llenen esa expectativa. ¡Qué importante es conocernos!
Cuando perdono, Dios va sanando mi alma. Dios lo perdona todo. Perdona todo lo que yo hago. Y eso me ayuda a perdonar las ofensas de otro.
No siempre tengo que decirle que le perdono a quien perdono. Incluso cuando se trata de mi marido, de mi mujer o de un hijo. No es su tema. Es el mío. Es mi perdón. Es a mí a quien sana el perdón, no a él que a lo mejor no conoce mi herida. Si me dedico a decirlo algo quizás puedo dejar herido a quien no sabía nada. A lo mejor esa herida que nos dejó él mismo la desconoce. Es mejor perdonarle en el silencio del alma. El perdón es un proceso y tal vez al final del mismo puedo decirle a esa persona a la que amo que ya está, que Dios ha logrado en mí el perdón. Esa conversación puede ser muy sanadora para las dos partes.

Miedo a las sorpresas de Dios

orar con el corazon abierto
Hay veces que uno pone todo su esfuerzo en una tarea que no acaba dando sus frutos. El desgaste personal es grande y eso hace mella en el alma. El desánimo te invade y los cansancios se convierten en una losa pesada. Me ha ocurrido con frecuencia: poner esperanza en algo que no se concreta. En estos momentos es cuando más confianza tengo que poner en el Señor; permanecer alerta con lo que desea transmitirme e invocar, esperanzando, el signo de su voluntad. El pequeño milagro anhelado.

En definitiva, el único que disipa las tinieblas de la incertidumbre con la luz es  Él. Sólo Él hace emerger la claridad de la oscuridad. Suavizar el áspero sentimiento de fracaso. Tranquilizar el ánimo antes de que el alma se sumerja en el desánimo. Es el momento de subir de nuevo a la barca, empezar a bogar aguas adentro, desalojar temores infundados y poner la mirada en ese Dios que nunca abandona. Y echar las redes en mitad del mar bravío confiando en su Palabra, consciente de que sólo es Él quien puede obrar el prodigio que uno anhela: que la red esté tan repleta de peces que sea imposible arrastrarla hasta la orilla. Y que la jornada finalice con la tan ansiada pesca.
El milagro solo puede producirse cuando crees de verdad que tu red vacía se llenará con abundantes frutos porque Él, el Padre que todo lo puede, actúa siempre cuando menos te lo esperas sorprendiéndote siempre. Y, entonces, te das cuenta que tienes miedo de las sorpresas de Dios. Pero Él es así, sorprendiendo siempre; uno no se puede cerrar nunca a la novedad que Dios desea traer a su vida, encerrándose en si mismo, perder la confianza y resignarse porque no hay situación que Él no pueda cambiar si uno está abierto a su gracia.
¡Señor, muchas veces me empecino en trabajar solo sin tenerte a mi lado, confiando sólo en mis fuerzas; entonces solo observo que mis redes permanecen uno y otro día vacías! ¡Necesito escucharte, Señor, siendo dócil a tu Palabra y trabajar junto a Ti para que las cosas cambien y el milagro se produzca! ¡Quiero vivir en profunda comunión contigo para que al final del día, cuando no haya obtenido los frutos deseados, pueda volverme a tu Padre y escuchar su voz que me recomiende volver a echar las redes pero ahora haciéndolo en tu nombre! ¡Señor, qué diferente son las cosas cuando las hago en tu nombre! ¡No permitas que vaya quemando las horas inútilmente y que mi alma se seque sino que pueda confiar siempre en ti, abrir mi corazón, echar las redes y confiar siempre en los frutos de mi trabajo! ¡Espíritu Santo, dame la fortaleza para trabajar duro, con audacia, haciendo bien las cosas, incluso cuando haya tormentas y mares difíciles, y que no desfallezca cuando mi esfuerzo no de los frutos deseados! ¡Ayúdame, Espíritu Santo, a santificar mi trabajo para que sea semilla viva del Evangelio!
Seguimos nuestro camino cuaresmal musical con una bellísima pieza del maestro portugués Duarte Lobo, Pater Peccavi (Padre, he pecado) a cinco voces. Las palabras del hijo pródigo reconociendo sus errores y pidiendo perdón al padre son verdaderamente profundas: