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ADORACIÓN EUCARÍSTICA ONLINE 24 HORAS

Aquí tienes al Señor expuesto las 24 horas del día en vivo. Si estás enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el...

miércoles, 2 de agosto de 2017

Coherencia


desdedios
La coherencia es esa capacidad de convertir mis acciones y mis pensamientos en un «uno» que no se contradiga entre sí. La coherencia es una conquista cotidiana —la vida interior consiste en esto, en recomenzar cada día—; alcanzar este equilibrio exige esfuerzo de la voluntad. Es necesario trabajar decididamente para que las conductas cotidianas estén bien coordinadas. Se trata de que exista una coincidencia auténtica entre el ser y el hacer para que esta armonía interior no se rompa ante cualquiera de los obstáculos que se presentan. 


Las apetencias nos vencen; el corazón se divide entre lo que nos apetece y lo que corresponde. Cuando la voluntad no es firme entonces no importa romper la coherencia. Pero uno es coherente cuando la voluntad está de acuerdo con el entendimiento; cuando los actos coinciden con los principios; cuando las palabras van unidas a la verdad. Si uno atiende solo a lo que conviene manifiesta una fe fragmentada, muy a la medida del hombre y muy alejada de Dios.
El hombre tiene en Cristo está el mayor testimonio de coherencia. En Él queda la impronta de vivir acorde con un modo de sentir, de pensar y de actuar. Y siempre en una perfecta armonía con la voluntad del Padre. Jesús muere en la Cruz por pura coherencia.
Nadie que se diga seguidor de Cristo puede llevar su vida por los derroteros de la incoherencia. Los principios son innegociables. Solo es posible vivir según los caminos del Evangelio; lo que es incompatible con la verdad que esconde la Palabra no puede ser sacrificado. Ser cristiano coherente implica un gran desafío; un desafío que se debe asumir con valentía. Un desafío que implica seguir una doctrina y una moral reveladas, a la luz de la razón y de la autoridad divina que no puede contravenirse. ¡Que limitado sería Dios si después de haberse hecho hombre y habernos redimido del pecado, permitiese que el hombre viviera con lo subjetivo de los acontecimientos!
La pregunta es directa: Si el don de la integridad cristiana es ser coherentes ¿Soy de verdad coherente o he aprendido a vivir con mis contradicciones porque soy como soy y nada ni nadie puede cambiarme?

¡Señor, ayúdame con la fuerza deTu Espíritu a conocerme mejor, a identificar los rasgos de mi manera de ser y de comportarme, de aprender de mis fortalezas y debilidades, de sacar partido de mis posibilidades y límites, de mejorar mis virtudes y limar mis defectos, de no complacerme en mis aciertos y aprender de mis errores! ¡Señor, con la fuerza de tu Espíritu ayúdame a distinguir entre los sufrimientos padecidos, los buscados, los deseados y los no comprendidos; a saber distinguir las alegrías positivas de las merecidas!¡Señor, tú me conoces perfectamente, tú sabes todo lo que hago y lo que anida en mi corazón, tú penetras desde lejos mis ideas; tú me ves, mientras camino o mientras descanso; tú sabes cada cosa que emprendo o abandono; tú sabes cuáles serán mis palabras antes de pronunciarlas; lees mis labios! ¡Señor, tu mano siempre me rodea, no me dejes caer! ¡Oh Dios, ponme a prueba y mira si mis pasos van hacia la perdición y guíame por el camino eterno! ¡Ayúdame a conocerme mejor a mi mismo para conocerte mejor a Ti!
En este primer día de agosto nos unimos a las intenciones del Santo Padre que pide que en este mes recemos por los artistas de nuestro tiempo, para que, a través de las obras de su creatividad, nos ayuden a todos a descubrir la belleza de la creación.
Dios te hizo tan bien, cantamos hoy:

sábado, 29 de julio de 2017

Mi semana en la Santa Misa

desdedios
La Eucaristía del domingo es una fiesta sagrada, alegre, llena de luz. Aunque uno asista a Misa cada día de la semana, el domingo tiene algo especial. Es el encuentro con la asamblea reunida en comunidad, en la solemnidad del encuentro con el Señor. Me gusta la Misa dominical porque, en este encuentro de amor, de acción de gracias, de adoración, de glorificación, de contricción profunda… te pones en cuerpo y alma ante el altar con la historia personal que has vivido durante la semana que termina y con el compromiso de mejorar y cambiar en la nueva historia de siete días que se presenta. Es una ceremonia que exige entregarse con el corazón abierto y con toda la potencialidad del alma.
A la Misa acudo con la mochila de mis alegría y mis penas, con mis sufrimientos y mis esperanzas, con mi anhelos y mis frustraciones. Acudo con cada uno de los miles de retazos de la semana que he dejado atrás profundamente enraizados en el corazón. Para lo bueno y para lo malo. Las cosas positivas para dar gracias a Dios por ellas, las negativas para ponerlas en manos del Señor y ayudarme a superarlas y mejorar en el caso de tener que cambiar algo.
Esta mochila también esta repleta de imágenes. Es un mosaico de rostros que se han impregnado en mi corazón. Son las personas que se han cruzado conmigo durante la semana. A Dios los entrego durante la Eucaristía y también a María, la gran intercesora. Cada uno tendrá sus intenciones que desconozco pero que el Padre, que está en los cielos y que lee en lo más profundo de sus corazones, sabrá que es lo que más les conviene. Todos ellos me acompañan en la Eucaristía del domingo.
La Eucaristía es un acto de amor de Dios en el que uno puede ser autentico partícipe. ¿Alguien lo duda?

¡Señor, te doy infinitas gracias por tu presencia en la Eucaristía! ¡Gracias, Señor, porque en la Santa Cena partiste el pan y el vino para alimentar nuestra alma y nuestra vida, para saciar nuestra hambre y sed de ti! ¡Gracias, Señor, porque ofreces tu Cuerpo bendito y tu Sangre preciosa! ¡Gracias, Señor, por esta entrega tan generosa y amorosa que llena cada día mi vida! ¡Gracias, Señor, porque la Eucaristía es una celebración comunitaria en la que Tú te sientas junto a nosotros para compartir tu amor! ¡Qué hermoso y gratificante para el corazón, Señor! ¡Gracias, porque por esta unión tan íntima contigo cada vez que te recibo en la Comunión, en este encuentro especial con el Amor de los Amores, que serena mi alma y apacigua mi corazón! ¡Señor, tu conoces mis fragilidades, mis debilidades, mis flaquezas, mis miserias, mi necesidad de Ti y aún así quieres quedarte a mi lado todos los días! ¡Solo por esto, gracias Señor! ¡Señor, Tú sabes que en la Eucaristía diaria se fortalece mi ánimo, se acrecienta mi amor por Ti y por los demás, se revitaliza mi entusiasmo, se agranda mi confianza y se hace fuerte mi corazón! ¡Te amo, Jesús, por este gran don de la Eucaristía en el que te das a Ti mismo como el mayor ofrecimiento que nadie puede dar! ¡Gracias, porque cada vez que el sacerdote eleva la Hostia allí estás Tú inmolado sobre la blancura del mantel que cubre el altar! ¡Gracias, Señor, por todos los beneficios que cada día me reporta la Comunión!
Pan de Vida, le cantamos al Señor:

sábado, 22 de julio de 2017

Vivir de apariencias

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orar con el corazon abierto

En la sociedad actual vivimos de apariencias, «son ¿necesarias?» en las relaciones sociales, profesionales, etc. En esta circunstancia, la humildad camina a nuestro lado como un viajero desconocido. Al olvidarnos de ella nos convierte en seres anónimos, incluso entre aquellos que nos resultan más próximos. Sin embargo, cuando la humildad se ejerce se convierte en un espacio de encuentro con otras personas, fundamentalmente con los que más queremos.

En este entramado de apariencias juzgamos a los demás por lo exterior y no nos resulta sencillo reconocer lo valioso que atesoran. Cegados por esos defectos enemigos de la humildad —vanidad, orgullo, soberbia...— nos resulta complicado conocernos a nosotros mismos y conocer a los demás pues retenemos lo más superficial, lo menos importante y trascendente llevándonos una impresión errónea y equivocada del otro.
Entre los elementos sustanciales de la humildad un pilar fundamental es la verdad. Humilde es aquel que camina en la verdad y la autenticidad. Desde estos dos elementos resulta más sencillo conocer y valorar al prójimo. La humildad une vínculos estrechos  con la aceptación de nuestros dones, valores y debilidades lo que conlleva a aceptar de los dones, valores y debilidades de los demás.
Ocurre con relativa frecuencia que nos exasperen o incomoden actitudes y aspectos de gentes cercanas. Aceptarlas como son se convierte en una ardua tarea; en estos casos vemos solo lo negativo que les envuelve pero no recaemos en las grandezas y virtudes que atesoran. Sacamos puntilla y criticamos con ese defecto que les identifica sin reparar que mucho de lo que criticamos a los demás es intrínseco a nosotros.
El camino seguro para vivir auténticamente en cristiano es la humildad, virtud que hay que pedir con intensidad al Espíritu Santo para que ilumine con la luz de Cristo la verdad de nuestra vida. Cuando uno, a la luz del Señor, acepta su fragilidad y se conoce realmente, puede aprender a aceptar y valorar a los demás. Un corazón humilde es aquel que busca el encuentro con el hermano desde la sinceridad del corazón; esa es la máxima esencia de la libertad y el amor.
¡Cuánto camino tengo por delante, Señor!vehemencia 

¡Señor, envía tu Santo Espíritu sobre mí para que me enseñe a ser humilde! ¡Señor, de esas cosas de la vida que tanto amo, despréndeme si es tu voluntad! ¡Ayúdame a vivir siempre en la humildad y la caridad, pensando en el bien de los demás y no criticando ni juzgando nunca! ¡Señor, cada vez que me coloque por encima de alguien, lo juzgue, lo critique o lo minusvalore, envíame una humillación y colócame en mi debido lugar! ¡Sana, Señor, por medio de tu Santo Espíritu mi alma orgullosa! ¡Señor, Tu que eres la esencia de la humildad y la caridad, tu que eres humilde y manso de corazón, te ruego que conviertas mi corazón en un corazón semejante al tuyo! ¡Concédeme la gracia de vivir siempre con una actitud de humildad para poder escuchar tu voz y poderla transmitir a los demás! ¡Espíritu Santo, ayúdame a encontrarme cada día con Cristo y conocerlo mejor para que, transformada mi vida, sea capaz de vivir con una actitud de humildad permanente! ¡Necesito ser humilde, Señor, para permanecer cerca de Ti, haciendo vida tu Evangelio! ¡Señor, ayúdame comprender que Tú eres la única fuente de santidad y que sin Ti no soy nada, y nada alcanzaré al margen de tu voluntad!
Rey de la Humildad, cantamos hoy acompañando a la meditación:

viernes, 21 de julio de 2017

La Esperanza


Quizás en algún momento se nos ha pasado por la cabeza que la amistad auténtica parece no existir, que ya no creemos en el amor, que cierto examen es imposible de aprobar, etc. Si es este tu caso, te recomiendo que leas esta reflexión :

Hubo un momento


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Hubo un momento en el que creías que la tristeza sería eterna... pero volviste a sorprenderte a ti mismo riendo sin parar.
Hubo un momento en el que dejaste de creer en el amor y luego... apareció esa persona y no pudiste dejar de amarla cada día más.
Hubo un momento en el que la amistad parecía no existir... y conociste a ese amigo/a que te hizo reír y llorar, en los mejores y en los peores momentos.
Hubo un momento en el que estabas seguro que la comunicación con alguien se había perdido... y fue luego cuando el cartero visitó el buzón de tu casa.
Hubo un momento en el que una pelea prometía ser eterna... y sin dejarte ni siquiera entristecerte terminó en un abrazo.
Hubo un momento en que un examen parecía imposible de pasar... y hoy es un examen más que aprobaste en tu carrera.
Hubo un momento en el que dudaste de encontrar un buen trabajo... y hoy puedes darte el lujo de ahorrar para el futuro.
Hubo un momento en el que sentiste que no podrías hacer algo... y hoy te sorprendes a ti mismo haciéndolo.
Hubo un momento en el que creíste que nadie podía comprenderte... y te quedaste boquiabierto mientras alguien parecía leer tu corazón.
Así como hubo momentos en que la vida cambió en un instante, nunca olvides que aún habrá momentos en que lo imposible se tornará un sueño hecho realidad. Pídele por ello al Señor.
Nunca dejes de soñar, porque soñar es el principio de un sueño hecho realidad.

¡QUE LA DISTANCIA A TUS METAS SEA LA MISMA QUE EXISTE ENTRE DIOS Y TU CORAZÓN!

martes, 18 de julio de 2017

Prudencia no es cobardía

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Al amor de Dios no se le pueden poner límites porque Dios ama sin medida. Pero para progresar en el amor la prudencia es una necesidad pues es la prudencia la ciencia de los santos. Prudencia no es cobardía, ni limitación, ni miedo. La prudencia es esa virtud que Dios infunde para que uno sepa siempre lo que debe hacer. En unas ocasiones nos llevará a tomar decisiones justas y rápidas, otras a recular antes de la acción. La prudencia capacita para las acciones sencillas y también para las difíciles.

Pienso hoy en el Señor. ¿Era realmente un hombre prudente, Él que comía con publicanos y pecadores, que atizó a los vendedores del templo que profanaban la Casa del Padre, que se enfrentó a los Sumos Sacerdotes, que curaba en sábado, que perdonaba los pecados…? Lo era, porque el prudente levanta la voz ante la injusticia, condena al que ejerce el mal, piensa y actúa antes de pensar que puede equivocarse, busca la conversión de los alejados, trabaja por anunciar el Reino de los Cielos antes de evitar complicarse la vida…
Es la razón buena compañera de la prudencia. El complemento perfecto para dictar a nuestro corazón lo que más conviene en cada situación. Con la prudencia es más sencillo discernir el bien del mal, lo justo de lo injusto, lo trascendente de lo intranscendente, lo conveniente de lo inconveniente… La prudencia nos otorga la docilidad suficiente para dejarse aconsejar y acoger el consejo con humildad.
¡Qué importante es también la prudencia en la vida espiritual! ¡Qué importante es obrar siempre siguiendo los caminos de la gracia!
Reconozco que me gustaría ser más prudente pues el prudente es el que es capaz de ver lo que Dios desea de él y lo hace sin pensar que va a encontrarse un sinfín de obstáculos en su camino. En la medida que sepa discernir lo que Dios quiere de mí mayor será mi crecimiento personal y espiritual.

¡Señor, Tú mismo dices que el sabio oirá e incrementará su saber; que el entendido adquirirá consejo! ¡Ayúdame, Señor, a ser prudente pues la prudencia es la senda por la que debo caminar por la vida pues es gracia tuya ¡Ayúdame, Espíritu Santo, a trabajar la prudencia para aplacar ante las adversidades que surjan cada día; a reaccionar ante situaciones injustas o dolorosas! ¡Concédeme, Espíritu Santo, el don de la prudencia para aparcar la necedad y abrazar la sabiduría, para desechar los pensamientos y las actitudes egoístas, de ausencia de autodominio o de insensatez! ¡Señor, siento que debo ser alguien con más fe y más ferviente pero al mismo tiempo más prudente, siendo más diligente en servirte a Ti y a los demás! ¡No permitas, Señor, que me avergüence de mis creencias y mis principios! ¡Otórgame, Espíritu divino, la prudencia para saber en cada circunstancia lo que conviene hacer! ¡No permitas, Espíritu Santo, que caiga en estas faltas que atentan contra la prudencia como son la inconstancia, el actuar mal por no querer conocer la verdad, la precipitación, el moverse por los caprichos, la inconsideración, el dar juego a las pasiones…! ¡Lléname de Ti para ser prudente al actuar!
Del compositor andaluz Francisco de la Torre, máximo exponente de la música en la época de los Reyes Católicos, escuchamos hoy esta bellísima obra polifónica a cuatro voces Adorámoste Señor Dios. Adjunto el texto para seguirlo pues es una poema precioso:
Adoramoste, Señor,

Dios y hombre Ihesu Cristo
Sacramento modo visto
universal Redentor
Adoramoste, vitoria
de la santa vera cruz
y el cuerpo lleno de luz
que nos dejaste en memoria
Criatura y criador,
Dios y hombre Ihesu Cristo
en el Sacramento visto
adoramoste, Señor.