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martes, 14 de junio de 2016

Todo cristiano debe amar a su enemigo y rezar por él

 Uno de los mensajes centrales de Jesús y de la Iglesia es “amar al enemigo”


VATICANO, 14 Jun.  05:57.- El Papa Francisco explicó que también es esencial rezar por ellos.

Al comentar el Evangelio de la liturgia del día en la Misa matutina de la capilla en la Casa Santa Marta, el Pontífice habló sobre los Mandamientos y pidió: “Que el Señor nos de la gracia, solo esta: oren por los enemigos, por aquellos que nos desean mal, que no quieren el bien para nosotros. Orar por aquellos que nos hacen mal, que nos persiguen. Y cada uno de nosotros sabe el nombre y el apellido: oro por esto, por esto, por esto… Les aseguro que esta oración hará dos cosas: a él lo hará mejorar porque la oración es potente, y a nosotros nos hará más hijos del Padre”. 

El Pontífice explicó que cuando Jesús inicia su predicación “la explicación de la Ley entonces estaba en crisis”. “Era una explicación demasiado teórica, casuística, digamos que era una ley en la que no existía el corazón propio de la Ley, que es el amor de Dios que nos ha dado a nosotros”, señaló.

“Por esto el Señor repite lo que ya estaba en el Antiguo Testamento: ‘¿el mandamiento más grande cual es?’. Amar a Dios con todo el corazón, con todas sus fuerzas, con todo el alma, y al prójimo como a ti mismo”.

El Papa agregó: “En la explicación de los doctores de la Ley esto no estaba tan en el centro. En el centro estaban los casos: ‘¿Pero se puede hacer esto?’, ‘¿Y si no se puede?’. La casuística característica de la Ley. Y Jesús toma esto y relanza el verdadero sentido de la Ley para llevarlo a su plenitud”.
Así, Jesús ofrece “muchos ejemplos” en los que muestra cómo los mandamientos son buenos: “No matarás”, que también se refiere a insultar a un hermano.
Francisco explicó que la explicación que hace Jesús de los mandamientos y que se puede ver sobre todo en el Evangelio de Mateo es “un camino de sanación: un corazón herido por el pecado original -todos nosotros tenemos el corazón herido por el pecado, todos- debe ir por este camino de corazón y sanar para asemejarnos al Padre, que es perfecto”.

Amar al enemigo “es el último escalón” de este camino, es el más difícil, manifestó el Papa Francisco.

Evangelio comentado por el Papa

Mateo 5:43-48

43 «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
44 Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan,
45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?
47 Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?
48 Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.

Vademecum del perfecto pastor

Cómo convertirse en un buen sacerdote en 10 lecciones del papa Francisco


Para un sacerdote, tener el corazón del Buen Pastor requiere “acogida”, “inclusión” y “consideración” hacia su rebaño. Este corazón, a semejanza del de Jesús, le dice que “su amor no tiene límites”, que “no se cansa y nunca se da por vencido”, sintetizaba el papa Francisco el pasado 3 de junio durante la celebración de la misa del Jubileo de los sacerdotes y seminaristas, venidos por miles a revitalizarse unidos del 1 al 3 de junio.

El vademécum del perfecto pastor

Después de tres meditaciones en tres lugares distintos –en las basílicas de san Juan de Letrán, santa María la Mayor y san Pablo Extramuros– sobre “El sacerdote, ministro de la Misericordia”, la voluntad del papa fue la de imprimir un auténtico vademécum del perfecto pastor en los corazones y las almas de los casi 6.000 siervos de Dios en la fiesta del Sagrado Corazón –instituida hace 160 años– y que también estuvieron presentes en la Jornada mundial de la oración para su santificación.

El Papa ofreció varios consejos prácticos para que los ministros del sacerdocio no pierdan el rumbo entre las “muchas iniciativas, que los ponen ante diversos frentes: de la catequesis a la liturgia, de la caridad a los compromisos pastorales e incluso administrativos”. Aquí están algunos de esos consejos. Un buen sacerdote…

1-Mira en el corazón de los fieles
Los sacerdotes están llamados a llegar “al corazón”, es decir, “a la interioridad, a las raíces más sólidas de la vida, al núcleo de los afectos, en una palabra, al centro de la persona”. El sacerdote es como “una brújula” que apunta “tenazmente” hacia nosotros, sobre todo hacia “el que está lejano”, con la inquietud de “llegar a todos” y con el cuidado de “no perder a nadie”.

2-Va a buscar a sus ovejas
Dios mismo sale a buscar a su rebaño de ovejas (Ez 34: 11-16). El Evangelio dice “va en busca de la oveja perdida” (Lc 15: 4), sin acobardarse por los riesgos; sin demora se aventura fuera de los lugares de pastoreo y fuera de las horas de trabajo. Y no busca el pago de las horas extra. No deja para más tarde su búsqueda, no piensa “hoy ya he cumplido con mi deber”.

3-No tiene miedo a ser molestado
“¡Ay de los pastores que privatizan su ministerio!”. Un buen sacerdote “no es celoso de su legítima tranquilidad —legítima, digo; ni siquiera de esa—, y nunca pretende que no lo molesten”.

4-Está abierto a las críticas
El pastor que sigue el corazón de Dios “no defiende su propia comodidad, no se preocupa de proteger su buen nombre, aunque sea calumniado como Jesús”. No teme las críticas y estará “dispuesto a arriesgar con tal de imitar a su Señor”.

5-Es todo para todos
El Pastor según Jesús deja su corazón disponible a los asuntos de los demás: “No vive haciendo cuentas de lo que tiene y de las horas de servicio: no es un contable del espíritu, sino un buen Samaritano en busca de quien tiene necesidad. Es un pastor, no un inspector de la grey, y se dedica a la misión no al cincuenta o sesenta por ciento, sino con todo su ser. (…) Y como todo buen cristiano,  y como ejemplo para cada cristiano, siempre está en salida de sí mismo. (…) No es atraído por su yo, sino por el tú de Dios y por el nosotros de los hombres”.

6-Conoce a su rebaño, a cada una de las ovejas
“Cristo ama y conoce a sus ovejas, da la vida por ellas y ninguna le resulta extraña (Jn 10: 11-14). Su rebaño es su familia y su vida. No es un jefe temido por las ovejas, sino el pastor que camina con ellas y las llama por su nombre (Jn 10: 3-4).

7-Guía hacia la santidad
“Con mirada amorosa y corazón de padre, acoge, incluye, y, cuando debe corregir, siempre es para acercar; no desprecia a nadie, sino que está dispuesto a ensuciarse las manos por todos. El Buen Pastor no conoce los guantes”.

8-Es humilde y respetuoso
“Ministro de la comunión, que celebra y vive, no pretende los saludos y felicitaciones de los otros, sino que es el primero en ofrecer mano, desechando cotilleos, juicios y venenos”.

9-Es un artesano de la paz
“Escucha con paciencia los problemas y acompaña los pasos de las personas, prodigando el perdón divino con generosa compasión. No regaña a quien abandona o equivoca el camino, sino que siempre está dispuesto para reinsertar y recomponer los litigios”.

10-Transmite alegría
La alegría de un sacerdote “no es para sí mismo, sino para los demás y con los demás, la verdadera alegría del amor”. Es una alegría fruto de su transformación por la “misericordia que, a su vez, ofrece de manera gratuita”. El sacerdote está “sereno interiormente” y “feliz de ser un canal de misericordia, de acercar al hombre al Corazón de Dios”. La tristeza para él no es algo habitual, sino meramente transitoria. “La dureza le es ajena, porque es pastor según el corazón suave de Dios”.

lunes, 13 de junio de 2016

Francisco pide al PMA desburocratizar el hambre y darle rostro humano

Las palabras del papa Francisco:








(ZENIT- Roma).- El papa Francisco visitó este lunes por la mañana la sede del Programa Mundial de Alimentos (PMA), con motivo de la apertura de la Sesión anual 2016 de la junta ejecutiva,

El Santo Padre al llegar a la sede del entre de las Naciones Unidas, situado en Roma, a pocos kilómetros de la Ciudad del Vaticano, ha sido recibido por los directores de PMA y por el Observador Permanente de la Santa Sede, Mons. Fernando Chica Arellano.

Después de la ofrenda floral en el Muro de la Memoria, llevada por unos niños para recordar a los miembros de PMA caídos en cumplimiento de su misión, el Papa entró en el auditorio.  Allí recordó que mientras se impiden ayudas, planes de desarrollo y distribución de alimentos, en las zonas de guerra las armas circulan libremente. Señaló también que la miseria tiene rostro, de niño, de familia, de jóvenes y ancianos.  Y pidió que no tomemos con naturalidad el hambre de muchos, pensando que nada podemos hacer, porque así corremos el riesgo de burocratizar el dolor ajeno. Concluyó recordando que la Iglesia fiel a su misión, quiere trabajar con todas las iniciativas que luchan para proteger la dignidad de las personas, en favor del “hambre cero”, porque hay un mandato evangélico: “Tuve hambre y me dieron de comer…”. Algo que va más allá de las confesiones y convicciones y podría ser ofrecida como regla de oro para todos los pueblos.

“Señoras y Señores: Agradezco a la Directora Ejecutiva, Señora Ertharin Cousin, la invitación que me cursó para que inaugurara la Sesión Anual 2016 de la Junta Ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos, así como las palabras de bienvenida que me ha dirigido. Asimismo mi saludo para la Embajadora Stephanie Hochstetter Skinner-Klée, Presidenta de esta importante asamblea, que congrega a los Representantes de diversos gobiernos llamados a emprender iniciativas concretas para la lucha contra el hambre. Y al saludar a todos ustedes aquí reunidos, agradezco tantos esfuerzos y compromisos con una causa que no puede no interpelarnos: la lucha contra el hambre que padecen muchos de nuestros hermanos.

Hace unos momentos he rezado ante el “Muro de la memoria”, testigo del sacrificio que realizaron los miembros de este Organismo, entregando su vida para que, incluso en medio de complejas vicisitudes, los hambrientos no carecieran de pan. Memoria que hemos de conservar para seguir luchando, con el mismo vigor, por el tan ansiado objetivo de “hambre cero”. Esos nombres grabados a la entrada de esta Casa son un signo elocuente de que el PAM, lejos de ser una estructura anónima y formal, constituye un valioso instrumento de la comunidad internacional para emprender actividades cada vez más vigorosas y eficaces. La credibilidad de una Institución no se fundamenta en sus declaraciones, sino en las acciones realizadas por sus miembros.

Por vivir en un mundo interconectado e hípercomunicado, las distancias geográficas parecen achicarse. Tenemos la posibilidad de tomar contacto casi en simultáneo con lo que está aconteciendo en la otra parte del planeta. Por medio de las tecnologías de la comunicación, nos acercamos a tantas situaciones dolorosas que pueden ayudar (y han ayudado) a movilizar gestos de compasión y solidaridad. Aunque, paradójicamente hablando, esta aparente cercanía creada por la información, cada día parece agrietarse más.

La excesiva información con la que contamos va generando paulatinamente la “naturalización” de la miseria. Es decir, poco a poco, nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo “natural”. Son tantas las imágenes que nos invaden que vemos el dolor, pero no lo tocamos; sentimos el llanto, pero no lo consolamos; vemos la sed pero no la saciamos. De esta manera, muchas vidas se vuelven parte de una noticia que en poco tiempo será cambiada por otra. Y mientras cambian las noticias, el dolor, el hambre y la sed no cambian, permanecen.

Tal tendencia – o tentación – nos exige un paso más y, a su vez, revela el papel fundamental que Instituciones como la vuestra tiene para el escenario global. Hoy no podemos darnos por satisfechos con sólo conocer la situación de muchos hermanos nuestros. No basta elaborar largas reflexiones o sumergirnos en interminables discusiones sobre las mismas, repitiendo incesantemente tópicos ya por todos conocidos.

Es necesario “desnaturalizar” la miseria y dejar de asumirla como un dato más de la realidad. ¿Por qué? Porque la miseria tiene rostro. Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene rostro de jóvenes y ancianos. Tiene rostro en la falta de posibilidades y de trabajo de muchas personas, tiene rostro de migraciones forzadas, casas vacías o destruidas. No podemos “naturalizar” el hambre de tantos; no nos está permitido decir que su situación es fruto de un destino ciego frente al que nada podemos hacer. Cuando la miseria deja de tener rostro, podemos caer en la tentación de empezar a hablar y discutir sobre “el hambre”, “la alimentación”, “la violencia” dejando de lado al sujeto concreto, real, que hoy sigue golpeando a nuestras puertas. Cuando faltan los rostros y las historias, las vidas comienzan a convertirse en cifras, y así paulatinamente corremos el riesgo de burocratizar el dolor ajeno.

Las burocracias mueven expedientes; la compasión, en cambio, se juega por las personas. Y creo que en esto tenemos mucho trabajo por realizar. Conjuntamente con todas las acciones que ya se realizan, es necesario trabajar para “desnaturalizar” y desburocratizar la miseria y el hambre de nuestros hermanos. Esto nos exige una intervención a distintas escalas y niveles donde sea colocado como objetivo de nuestros esfuerzos la persona concreta que sufre y tiene hambre, pero que también encierra un inmenso caudal de energías y potencialidades que debemos ayudar a concretar.

1. “Desnaturalizar” la miseria

Cuando estuve en la FAO, con motivo de la II Conferencia Internacional sobre Nutrición, les decía que una de las incoherencias fuertes que estábamos invitados a asumir era el hecho de que existiendo comida para todos, «no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos».

Dejémoslo claro, la falta de alimentos no es algo natural, no es un dato ni obvio, ni evidente. Que hoy en pleno siglo XXI muchas personas sufran este flagelo, se debe a una egoísta y mala distribución de recursos, a una “mercantilización” de los alimentos. La tierra, maltratada y explotada, en muchas partes del mundo nos sigue dando sus frutos, nos sigue brindando lo mejor de sí misma; los rostros hambrientos nos recuerdan que hemos desvirtuado sus fines. Un don, que tiene finalidad universal, lo hemos convertido en privilegio de unos pocos.

Hemos hecho de los frutos de la tierra – don para la humanidad – commodities de algunos, generando, de esta manera, exclusión. El consumismo – en el que nuestras sociedades se ven insertas – nos ha inducido a acostumbrarnos a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento, al cual a veces ya no somos capaces de dar el justo valor, que va más allá de los meros parámetros económicos. Pero nos hará bien recordar que el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre. Esta realidad nos pide reflexionar sobre el problema de la pérdida y del desperdicio del alimento a fin de identificar vías y modos que, afrontando seriamente tal problemática, sean vehículo de solidaridad y de compartición con los más necesitados.

2. Desburocratizar el hambre

Debemos decirlo con sinceridad: hay temas que están burocratizados. Hay acciones que están “encajonadas”. La inestabilidad mundial que vivimos es sabida por todos. Últimamente las guerras y las amenazas de conflictos es lo que predomina en nuestros intereses y debates. Y así, ante la diversa gama de conflictos existentes, parece que las armas han alcanzado una preponderancia inusitada, de tal forma que han arrinconado totalmente otras maneras de solucionar las cuestiones en pugna. Esta preferencia está ya de tal modo radicada y asumida que impide la distribución de alimentos en las zonas de guerra, llegando incluso a la violación de los principios y directrices más básicos del derecho internacional, cuya vigencia se retrotrae a muchos siglos atrás.

Nos encontramos así ante un extraño y paradójico fenómeno: mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, las armas no; no importa la proveniencia, circulan con una libertad jactanciosa y casi absoluta en tantas partes del mundo. Y de este modo, son las guerras las que se nutren y no las personas. En algunos casos la misma hambre se utiliza como arma de guerra. Y las víctimas se multiplican, porque el número de la gente que muere de hambre y agotamiento se añade al de los combatientes que mueren en el campo de batalla y al de tantos civiles caídos en la contienda y en los atentados. Somos plenamente conscientes de ello, pero dejamos que nuestra conciencia se anestesie y así la volvemos insensible.

De tal modo, la fuerza se convierte en nuestro único modo de actuar y el poder en el objetivo perentorio a alcanzar. Las poblaciones más débiles no sólo sufren los conflictos bélicos sino que, a su vez, ven frenados todo tipo de ayuda. Por esto urge desburocratizar todo aquello que impide que los planes de ayuda humanitaria cumplan sus objetivos. En eso ustedes tienen un papel fundamental, ya que necesitamos verdaderos héroes capaces de abrir caminos, tender puentes, agilizar trámites que pongan el acento en el rostro del que sufre. A esta meta han de ir orientadas igualmente las iniciativas de la comunidad internacional.

No es cuestión de armonizar intereses que siguen encadenados a visiones nacionales centrípetas o a egoísmos inconfesables. Más bien se trata de que los Estados miembros incrementen decisivamente su real voluntad de cooperar con estos fines. Por esta razón, qué importante sería que la voluntad política de todos los países miembros consienta e incremente decisivamente su real voluntad de cooperar con el Programa Mundial de Alimentos para que este, no solamente pueda responder a las urgencias, sino que pueda realizar proyectos sólidamente consistentes y promover programas de desarrollo a largo plazo, según las peticiones de cada uno de los gobiernos y de acuerdo a las necesidades de los pueblos.

El Programa Mundial de Alimentos con su trayectoria y actividad demuestra que es posible coordinar conocimientos científicos, decisiones técnicas y acciones prácticas con esfuerzos destinados a recabar recursos y distribuirlos ecuanimemente, es decir, respetando las exigencias de quien los recibe y la voluntad del donante. Este método, en las áreas más deprimidas y pobres, puede y debe garantizar el adecuado desarrollo de las capacidades locales y eliminar paulatinamente la dependencia exterior, a la vez que consiente reducir la pérdida de alimentos, de modo que nada se desperdicie. En una palabra, el PAM es un valioso ejemplo de cómo se puede trabajar en todo el mundo para erradicar el hambre a través de una mejor asignación de los recursos humanos y materiales, fortaleciendo la comunidad local. A este respecto, les animo a seguir adelante. No se dejen vencer por el cansancio, ni permitan que las dificultades los retraigan. Crean en lo que hacen y continúen poniendo entusiasmo en ello, que es la forma en que la semilla de la generosidad germine con fuerza.

La Iglesia Católica, fiel a su misión, quiere trabajar mancomunadamente con todas las iniciativas que luchen por salvaguardar la dignidad de las personas, especialmente de aquellas en las que están vulnerados sus derechos. Para hacer realidad esta urgente prioridad de “hambre cero”, les aseguro todo nuestro apoyo y respaldo a fin de favorecer todos los esfuerzos encaminados.

“Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber”. En estas palabras se halla una de las máximas del cristianismo. Una expresión que, más allá de los credos y de las convicciones, podría ser ofrecida como regla de oro para nuestros pueblos. Un pueblo se juega su futuro en la capacidad que tenga para asumir el hambre y la sed de sus hermanos. En esta capacidad de socorrer al hambriento y al sediento podemos medir el pulso de nuestra humanidad. Por eso, deseo que la lucha para erradicar el hambre y la sed de nuestros hermanos y con nuestros hermanos siga interpelándonos, a fin de buscar creativamente soluciones de cambio y de transformación. Que Dios Omnipotente sostenga con su bendición el trabajo de vuestras manos. Muchas gracias”.

El Te Deum, cantado por los monjes de la Gran Cartuja


Este singular video recoge imágenes y sonidos del gran monasterio cartujo del norte de Grenoble, en Francia.



El Te Deum es uno de los primeros himnos cristianos. Tradicionalmente, se le ha atribuido a San Ambrosio, por lo cual también se le llama “himno ambrosiano”, aunque también se dice que fue compuesto en conjunto por Ambrosio y Agustín: en el año 387, cuando San Agustín fue bautizado San Ambrosio, este último, inspirado por el Espíritu Santo, improvisó el himno, mientras Agustín iba respondiendo a sus versos. Sin embargo, investigaciones posteriores revelaron que la autoría corresponde a Aniceto (también conocido como “Nicetas”) de Remesiana, en el siglo IV.

El Te Deum es, en sentido estricto, un himno de acción de gracias; las primeras palabras del himno, “Te Deum laudamus” (que traducen “a Ti, Dios, te alabamos”) dan cuenta de ello.
Este himno  suele cantarse en momentos de celebración (una canonización, ordenaciones sacerdotales, la elección de un Papa), pero también es cantado regularmente en la Liturgia de las Horas. El el video, escenas de la vida en la Gran Cartuja de Grenoble son acompañadas por el audio de los monjes cartujos, cantando el himno, en el latín original:


Te Deum laudámus: te Dominum confitémur.
Te ætérnum Patrem omnis terra venerátur.
Tibi omnes Angeli; tibi cæli et univérsae potestátes.
Tibi Chérubim et Séraphim incessábili voce proclámant:
Sanctus, Sanctus, Sanctus, Dóminus Deus Sábaoth.
Pleni sunt cæli et terra majestátis glóriæ tuæ.
Te gloriósus Apostolórum chorus;
Te Prophetárum laudábilis númerus;
Te Mártyrum candidátus laudat exércitus.
Te per orbem terrárum sancta confitétur Ecclésia:
Patrem imménsæ majestátis;
Venerándum tuum verum et únicum Fílium;
Sanctum quoque Paráclitum Spíritum.
Tu Rex glóriæ, Christe.
Tu Patris sempitérnus es Fílius.
Tu ad liberándum susceptúrus hóminem, non horruísti Vírginis úterum.
Tu, devícto mortis acúleo,
    aperuísti credéntibus regna cælórum.
Tu ad déxteram Dei sedes, in glória Patris.
Judex créderis esse ventúrus.
Te ergo quǽsumus, tuis fámulis súbveni,
    quos pretióso sánguine redemísti.
Ætérna fac cum sanctis tuis in glória numerári.
Salvum fac pópulum tuum, Dómine, et bénedic hæreditáti tuæ.
Et rege eos, et extólle illos usque in ætérnum.
Per síngulos dies benedícimus te.
Et laudámus nomen tuum in sǽculum, et in sǽculum sǽculi.
Dignáre, Dómine, die isto sine peccáto nos custodíre.
Miserére nostri, Dómine, miserére nostri.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.
In te, Dómine, sperávi: non confúndar in ætérnum.

El mensaje de san Francisco: amor, desapego y oración

Io sono Francesco [I am Francis]



La caridad, cuando es pura, es silenciosa 
Jimmy es un joven artista italiano nacido en Trapani, Sicilia.

Con su talento y determinación, alcanzó la fama en el escenario musical italiano.

El videoclip Io sono Francesco, dirigido por Marco Gallo, narra la peregrinación de un joven a un santuario franciscano.

Es una obra de arte, en que música, letra, escenarios y narrativa están en sintonía.

Escrito y producido por Francesco Musacco, Nicco Verrienti y Giulia Capone, Io sono Francesco ya es candidata a ser un “clásico contemporáneo” de la música italiana.

Para acompañar el trabajo de Jimmy, acede a su canal de YouTube: Jimmy Ingrassia Official.