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miércoles, 27 de julio de 2016

¿Quiere Dios que le defienda? ¿Cómo quiere que le defienda?

Sin espíritu polémico


“El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su enseñanza. Jesús le contestó: «Yo he hablado abiertamente al mundo. He enseñado constantemente en los lugares donde los judíos se reúnen, tanto en las sinagogas como en el Templo, y no he enseñado nada en secreto. ¿Por qué me preguntas a mí? Interroga a los que escucharon lo que he dicho» Al oír esto, uno de los guardias que estaba allí le dio a Jesús una bofetada en la cara, diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?» Jesús le dijo: «Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me golpeas?»”(Jn 18, 20-23)

Así responde Jesús ante un juicio injusto: saliendo al encuentro. No puede entenderse la respuesta de Jesús como una provocación. Al contrario. Jesús se tomó en serio a sus interlocutores, incluso a aquellos que le tendieron trampas. No fue un incauto. Pero tampoco actuó jamás a la defensiva. No era un polemista. Su paso por esta vida, la que Él vivió, estuvo marcado por el propósito inquebrantable de hacer el bien y de devolver bien, por mal.

Si ser cristiano es encontrarse personalmente con Jesucristo en una relación de confianza amorosa que nos lleva a seguirle dejándonos hacer por el modo cómo Él vivió, no hay duda acerca del modo como estamos llamados a comportarnos.

Y no importan las circunstancias. No hay otro modo cristiano de relacionarse con el mundo en el que vivimos que no pase por el modo como Jesús vivió, y también murió.

A veces creemos que ante las contrariedades y los desafíos, pero mucho más ante las interpelaciones y las acusaciones, nuestro Dios nos exige coger la espada, aunque solo sea en sentido figurado. Lo hizo Pedro, en Getsemaní. Y ¿qué hizo Jesús? Le reprendió.

El estilo de vida y las enseñanzas de Jesús no fueron jamás un elemento de orden. No vino a justificar el mundo en el que vivió. Tampoco vino a condenarlo, sino a darle una Palabra, la del Padre. ¿No será así como nuestro Dios quiere ser testimoniado?

Me lo pregunto cada vez que escucho clamar con ardor a favor de la presencia pública de los católicos y la Iglesia en nuestra sociedad española. Y me lo pregunto, sobre todo, cuando el mundo, con razón o sin ella, nos desafía, a veces, hasta sonrojarnos.

Confieso que una de las cosas que más he aprendido del pontificado de Benedicto XVI es precisamente a rechazar los métodos y las actitudes defensivas. En eso, como en otras cosas, creo que él y Pablo VI comparten convicciones y actitudes.

Recuerdo perfectamente el Discurso de Benedicto XVI al Colegio de Escritores de La Civilità Cattolica, revista de la Compañía de Jesús, pronunciado en febrero de 2006. En ese discurso el Papa habló de fidelidad, de claridad y de defensa de las verdades de la fe cristiana, pero lo hizo subrayando una expresión que diez años después sigue resonando en mí. Era esta: “sin espíritu polémico”.

Cuando lo leí me recordó la mansedumbre, la claridad, la confianza y la prudencia a las que invitaba la primera encíclica del Papa Pablo VI, Ecclesiam Suam.

¿Qué pasaría si en lugar de condenar, saliéramos al encuentro? ¿Qué sucedería si en lugar de interpretar, preguntáramos antes? ¿Qué pasaría si en lugar de lanzar anatemas aprendiéramos el arte de la acogida?

Tender la mano y preguntar por qué no es debilidad. ¿Acaso nos atreveríamos a calificar de débil a Jesucristo, el Hijo de Dios, cuando le respondió al sumo sacerdote “por qué me golpeas”?

Confieso que estas cuestiones me golpean cada vez que creo descubrir que una parte de mi familia que es la Iglesia me pide que responda de manera envalentonada a provocaciones que a veces no son más que lamentos expresados con rabia, otras veces son reacciones viscerales a conductas incomprendidas, otras veces no pasan de rabietas infantiles y otras, sin embargo, son el modo de llamar la atención de una madre de la que se ha perdido el rastro.

Como sea, cuando eso sucede me acuerdo de Montini y de Ratzinger y me pregunto ¿quiere Dios que le defienda? Y, en caso de que así sea, ¿cómo quiere que le defienda? Y entonces me acuerdo de Jesús ante el sumo sacerdote y me pregunto ¿por qué me golpeas?


El Código del Anciano, un sueño de jóvenes

Una universidad para mayores, jubilación, integración, acabar con el maltrato,... una propuesta desde Uruguay


Allison Kennedy es una joven de 25 años, licenciada en Comunicación Social por la Universidad Católica del Uruguay y preocupada por salvaguardar los derechos de los adultos mayores. Es por ello que desde hace un año está impulsando la actualización del Código del Anciano para que se convierta en proyecto de ley.

El original había sido creado por su abuelo, el geriatra gerontólogo Antonio Ferrara, en la década del 80, junto a la doctora Delia Giudice. Ahora, su sueño es lograr que no quede plasmado solamente en el papel, sino que pueda ponerse en práctica.

A través de una amplia difusión mediática, también en redes sociales con campañas específicas y el inicio de los contactos a nivel político y social, Allison está promoviendo esta idea.

“He encontrado compromiso de todos y ha tenido mucha repercusión en la gente”.

En cuanto a los objetivos del Código, indicó que el original ya de por sí era muy visionario, pero actualmente realizó algunos cambios.

“La parte de maltrato hacia los adultos mayores todavía está contemplado, pues hace 25 años también existía. Mi abuelo promovía la creación de una universidad de la tercera y cuarta edad. Pero también hay muchas cosas como la jubilación, la vivienda que son nuevas”, expresó.

El proyecto cuenta con más de 200 artículos divididos en varios capítulos, entre los que se destaca el papel del adulto mayor en la sociedad y su ubicación. También indica la creación de comisiones, además de otros temas como protección civil, trabajo y salud.

Propone también la creación de clubes estatales para promover la integración de las personas de la tercera edad, de la creación de comunidad, pero también contemplar lo referente a hogares y otros centros.

“Se puede mejorar la calidad de vida de muchos adultos mayores. No quiero que quede registrado en un papel, quiero que se aplique a nivel social. Si se aplica se estaría cumpliendo mi sueño”, prosiguió.

Allison también indicó que durante el proceso de investigación para desarrollar su iniciativa no encontró otras experiencias similares a nivel internacional.

“Así como existe un Código del Niño puede existir un Código del Adulto Mayor. En otros países hay leyes, pero no conozco otros códigos”, indicó.


¿Código de referencia internacional?

La joven uruguaya recordó que cuando el proyecto original fue presentado por su abuelo ya se creía que era posible que se desarrollara un código a nivel internacional.

Ahora, con esta actualización, si bien Allison aún entiende que falta mucho para poder llegar a esa instancia, no descarta que así sea e incluso reconoció que el objetivo fue contemplado.

“A mí me gustaría muchísimo que este código sea modelo a nivel regional y mundial, pero soy consciente de que hay muchos organismos internacionales como Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos (OEA) deberían brindar apoyo si fuera a nivel mundial”, precisó.

Igualmente, desde otros países algunas personas la han felicitado por su trabajo. “Desde Perú me dijeron que estaría bueno que se apruebe a nivel regional porque hace falta que se contemplen los derechos del adulto mayor. Se han contacto conmigo desde Argentina y otros países”, aseguró.

¿Los ancianos, material de descarte?

Uruguay es uno de los países de América Latina con mayor número de adultos mayores de la región, pero el fenómeno, en cuanto a este aumento, no es exclusivo y hay otros países de la región como Chile donde el tema también preocupa mucho.

En varias oportunidades se ha generado el debate sobre el rol de los ancianos en la sociedad y si deben ser considerados “material de descarte o no”.

“Creo que es muy subjetivo considerar a un adulto mayor como descarte o no, porque depende de los valores de cada persona. Hay muchos que se preocupan muchísimo por sus adultos mayores y otros que no y los dejan al abandono”, dijo.

“La idea es atender y generar una gerocultura (contemplar a las personas mayores de una forma integral e integradas en la sociedad de la que forman parte) dentro de la sociedad uruguaya para educar en la importancia del adulto mayor en la sociedad y buscar para los casos en que se los abandone se les quiera más, se les cuiden más y se les valore más”, sostuvo.

El sueño de que llegue a Francisco

“’Me gustaría contar con el apoyo de la Iglesia católica y me gustaría enviarle a al cardenal uruguayo Daniel Sturla una copia del original redactado por mi abuelo y una copia actualizada. También me gustaría enviarle al papa Francisco la copia actualizada del adulto mayor”, explicó.

“Uno de mis sueños es que llegue al papa Francisco. Me gustaría pedirle una bendición sobre el proyecto y para todos los ancianos del mundo”, agregó Allison.

Según estima la joven, este año el anteproyecto de ley podría ser considerado por el Parlamento uruguayo.  

“Lo importante es que ingrese el proyecto con ayuda de todos. Creo que va a ingresar a estudio. Con respecto a probarse lleva un tiempo y depende de los políticos, de los legisladores”, manifestó.

“Muchos jóvenes han contactado conmigo porque dicen también que quieren trabajar y ayudar en el tema. Los motiva ver a una persona joven como ellos preocuparse por los adultos mayores”.

Estas expresiones de Allison, más el arduo trabajo de promoción y reflexión sobre el tema que viene realizando desde hace tiempo, no hacen más que confirmar que mejorar la vida de los adultos mayores es también un sueño de jóvenes.

Pensar en la otra vida


Viajo con un hombre de negocios al que apenas conozco. Ambos tenemos por delante un largo viaje. Acomodados en nuestros asientos del avión, le pregunto: «¿Te has fijo la belleza del paisaje desde las alturas? ¡Qué hermosura el cielo, las costas, las montañas!». La conversación llega a niveles de mayor trascendencia. En un momento determinado me dice: «A mí todo esto del cielo y el infierno me parece ridículo. Una invención de la Iglesia para generar miedo. A mí el Cielo no me atrae para nada. Y el infierno no me asusta porque no existe».
Es triste, pero los hombres somos tan terrenales que nos aferramos a la mundanidad de la vida, obviando la trascendencia. Nos asimos a lo que experimentamos y conocemos. Nada más. La razón nos faculta para identificar ideas y conceptos, para cuestionarlos, para tratar encontrar coherencia o contradicciones entre ellos. Nos permite discernir lo bueno de lo malo. Lo hermoso de lo feo. Los agradable de lo que no lo es. Y tratamos de lograr para nosotros lo mejor de la vida. El afán del ser humano es acomodarse lo mejor posible al ambiente en el que vive. No extraña nada. La vida nos regala cosas muy hermosas. Nos permite amar y ser amados. Admirar bellos monumentos, hermosos paisajes, magníficas obras de arte, excelentes películas, leer libros llenos de poesía, contemplar como nuestro trabajo ofrece los frutos deseados, satisfacer nuestras apetencias, viajar a lugares increíbles, disfrutar de una gastronomía rica y variada…
Relativizar todo esto no es una tarea sencilla. La gente con la que convivimos, nuestra familia, nuestra pareja, nuestros hijos, lo que hemos obtenido como fruto de nuestro esfuerzo… Todo exige esfuerzo para conseguirlo y para mantenerlo.
La consecuencia de todo ello: no es fácil pensar en la otra vida. No es sencillo tener presente ni el cielo ni el infierno. Y como a este compañero de viaje, ni nos atrae el cielo, ni damos importancia al infierno. ¿Y por qué ocurre esto? Porque nos creemos dioses en minúsculas. Actuamos como seres inmortales. Y consideramos una ridiculez que el cielo y el infierno existan. ¡Pero a uno de estos dos lugares estamos predestinados!
Por eso hoy pongo en oración que mi destino y el de los míos es alcanzar el cielo prometido. Mi destino es la eternidad, mi auténtico hogar. La única opción de mi vida. Y esa debería ser mi ambición personal. No quiero convencerme de que la felicidad se asienta en la tierra porque la felicidad perfecta y total está en la vida eterna. ¡Que no olvide nunca, Señor, que me has creado para llegar un día junto a Ti en el cielo!

¡Sí, Señor, que no olvide nunca que Dios me ha creado para alcanzar la vida eterna! ¡Padre Bueno, creo en Cristo, tu Hijo! ¡Creo, Padre, firmemente en la verdad de su testimonio, que solo Él tiene palabras de vida! ¡Creo, Padre, que solo en Jesús y con Jesús puedo ser feliz, porque solo en Él soy amar auténticamente! ¡Dame, Señor, tu gracia para que a través de la oración acreciente mi fe y pueda hacerla vida con el amor a los que más cerca tengo! ¡Señor, soy pequeño y pecador! ¡Algunas veces he dudado de tus preceptos y he buscado la felicidad sin Ti! ¡Sácame, Señor, de mis comodidades y aburguesamientos y pídeme lo que sea más conveniente para mí para llegar al cielo! ¡Reconozco, Señor, que la pena de mi pecado es separarme ti! ¡Acepto, Señor, el alto precio que pagaste por mis pecados cuando moriste en la Cruz! ¡Ven, Jesús, a mi corazón y perdóname todos mis pecados! ¡Te entrego, Señor, el control de mi vida y recibo tu Espíritu Santo como señal de ser adoptado en tu familia! ¡Ayúdame, Señor, a soñar con metas altas, con cumbres elevadas, con estrellas que iluminen mis caminos! ¡Tú estás, Señor, en todo! ¡No quiero, Señor, huir de ti nunca! ¡Ayúdame a avanzar, Jesús, desde mi pobreza y mi pequeñez! ¡Siento, Señor, la desproporción entre mi vida pobre y tu grandeza, entre la vida eterna como promesa y mi vida acomodada! ¡Te amo, Señor!


¿Cómo seguir queriendo a Dios cuando me parece injusto?

A veces pienso que no sería capaz de soportar lo malo


Dios es bueno y me da lo que le pido. Dios me conoce, sabe hacia dónde camino y quiere lo mejor para mí. Pero, ¿no es cierto que muchas veces no siento que sea lo mejor? ¡Cuántas veces le pido milagros que no suceden! Pido que suceda lo que deseo, pero no ocurre. Me rebelo y me enfado con Dios. Después de mucha oración no ocurre lo que pido.

Y sé que puedo pedir siempre lo que quiera. Así lo decía el Santo Cura de Ars: “Un alma pura puede pedirle todo a Dios. Incluso un milagro”. Pero si al final no sucede, me rebelo.

¿De qué sirve mi oración si al final ocurre lo que Dios quiere y no lo que deseo? Esa pregunta surge en el corazón. Mis sueños con frecuencia quedan frustrados.

Anhelo la salud de un ser querido. Pido el trabajo para el que no tiene. Creo que aprobando un examen todo sería mejor. Siempre deseo cosas buenas. Tal vez no sé pedir lo que me conviene. Eso es verdad. Y me centro en lo que ven mis ojos miopes.

Tengo ojos de mosca. Que no me dejan ver lo que está lejos. No logro levantar el vuelo como el águila. Mi mirada es muy estrecha. Sólo veo lo que creo que me conviene en ese momento. El camino elegido. La mejor opción aparentemente. Lo que más me gusta.

¿Cómo va a ser mejor la muerte que la vida? ¿Cómo no pedir cada día que suceda un milagro? Lo pido con fe. Seguro que Dios tiene misericordia y me lo concede. Si soy justo. Si cumplo y amo. Si no me alejo de Dios y soy inocente.

Pongo a veces una carga fuerte en mi sí, en mi entrega. Si me porto bien todo va ir mejor. Pero no funciona así. Dios no es así. Es verdad que quiero la vida. Quiero el cielo en la tierra. La felicidad pasajera que dure eternamente durante esos años que cuento.

Lo quiero todo y ya. De forma inmediata. Esa bendita impaciencia que acompaña mis pasos. Miro a Dios y me enfado, me alejo. Porque no me concede todo lo que le pido. Porque no hace realidad todos mis sueños. Porque ocurren cosas con las que no contaba. Porque pierdo al que amaba, o no logro lo que deseaba.

¿Cómo seguir queriendo a ese Dios que es injusto? Le pido. Le suplico. Hago lo que sea para que Él cumpla su parte. Soy importuno pidiendo pero no sucede. A veces pienso que no sería capaz de soportar la cruz.

El psicólogo Dan Gilbert decía: “Los seres humanos infravaloran su propia resiliencia: no se dan cuenta de lo fácil que será cambiar su visión del mundo si ocurre algo malo. Constantemente sobredimensionan lo infelices que serán ante la adversidad”.

Infravaloro mi resiliencia. Si confiara más, tendría más paz en el alma y no viviría pidiéndole a Dios cada día tantos milagros.

Conozco a una persona que me dice que sólo le pide a Dios cosas para otros. Es feliz. Y no pide nada para ella. Y me dice que lo que pide para otros Dios sí se lo concede siempre. Me conmovió escucharlo.

Conozco su amor hondo a Dios y su intimidad con Él. No me lo dice para presumir de nada. Simplemente quiere decirme que se sabe profundamente amada por Dios. Tal vez eso es lo más importante en la vida para enfrentar los sinsabores.

Saberme amado en lo más hondo por Dios. Desde la inocencia de mi corazón. Dios no me quiere más cuando hace lo que le pido. No me ama más cuando me da una vida fácil. Me ama en lo profundo siempre y sólo me queda estar agradecido.

Le pido por los que amo. Le suplico. Doy gracias. Pase lo que pase está en mi camino. Al pie de mi cruz, en medio de mi dolor. Sujeta mi vida rota. Sana mis heridas.

Jornada Mundial de la Juventud: La fiesta de la fe ha comenzado



La mayor fiesta de la fe del mundo ha comenzado este martes 26 de julio en Cracovia. El inicio solemne, ha tenido lugar con la misa de inauguración de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), presidida por el cardenal Stanislaw Dziwisz, el inolvidable secretario personal de san Juan Pablo II.

Polonia ha sido testigo de un océano de rostros jóvenes y de banderas de los diferentes países del mundo. El cardenal Dziwisz repitió las mismas palabras que había dirigido Juan Pablo II a los jóvenes: “Hay que llevar al mundo el fuego de la misericordia”.

Este vídeo permite revivir el ambiente que respiraron los 500 mil jóvenes que se congregaron en el gran parque de Błonia, en el centro de la ciudad de la que fue arzobispo Karol Wojtyla.