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martes, 21 de marzo de 2017

El Santo Sepulcro como nunca lo has visto

Un video te muestra la evolución de uno de los grandes templos de la cristiandad



Ofrecemos un vídeo con la evolución del Templo del Santo Sepulcro, desde hoy hasta llegar a la cueva de piedra que vio la sepultura y la resurrección de Jesucristo. Se trata de un vídeo realizado por Raffaella Zardoni para la Asociación Pro Terra Sancta, en colaboración con el padre Eugenio Alliata, ofm, del Studium Biblicum Franciscanum.


Con una reconstrucción en tres dimensiones podemos ver las vicisitudes vividas por el templo, el lugar exacto de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús y cómo el templo ha ido evolucionando hasta convertirse en el lugar que conocemos hoy.

“Ubi Caritas” como nunca antes lo habías oído

Audrey Assad da un toque de frescura a una antigua pieza de música sacra


Audrey Assad da nueva vida al canto latino Ubi Caritas de su álbum de 2016, Inheritance. Poner palabras a una melodía de influencia celta fue una decisión inspirada y que se pone al servicio del texto fascinando a la audiencia.
El estilo de Assad se centra en su voz ligera y rítmica y comprende completamente cómo construir cada estrofa. La música ambiental mientras ella empieza a cantar lentamente se acopla al acompañamiento de cuerdas al que, finalmente, se une un tambor. 
Es refrescante ver el enfoque de una artista contemporánea a un “clásico” del cancionero cristiano. Había una época en que cada compositor daba su aportación a la música sacra y estamos muy agradecidos de que Audrey mantenga esa tradición viva. Nos encantará oír la pieza interpretada por un coro de sopranos.

La mirada interior

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No hay que pensar que las personas de bien son las que subrayan forzosamente la injusticia, la sinrazón, la maldad, la falta de criterio o la deshonestidad que hay en los otros. Con frecuencia, los que poseen esos defectos son los que tienden a verlos por doquier en cualquier esquina; su actitud es la de la crítica permanente, sospechando y prejuzgando a los demás a través de su propia realidad. E, inversamente, los que atesoran grandes cualidades morales evitan resaltar los defectos ajenos porque son capaces de observar a los demás a través de sus propias cualidades.

Las personas sólo deberíamos mirar desde una óptica: la de nuestra mirada interior. Que nuestros ojos miren desde lo profundo; que sean el espejo de nuestros sentimientos, emociones y pensamientos. Si me encuentro en el grupo de los que al hablar sólo soy capaz de resaltar los defectos de los demás, estaré revelando lo que siente mi corazón. Si mi interior estuviera lleno de justicia, de bondad, de generosidad, de paciencia, de misericordia, de nobleza, de honestidad y, sobre todo, de amor, sería capaz de ver en los demás estas cualidades tan elevadas.
Ver la vida ajena con los ojos de Cristo es hacer de la propia vida un proyecto de Salvación. Es aprender de la mirada del Señor y de sus encuentros con tantos con los que se cruzó. Es orientar mis valores, mis sentimientos y mis pensamientos en la autenticidad para convertir mis relaciones con los demás en unas relaciones basadas en el respeto y en el amor.
Es lo que le pido hoy al Señor, que pueda experimentar la gracia de esta convicción, ensanchar mi corazón para que se abra por completo a su acción transformadora que tiene en el pecado su principal enemigo.
Y antes de terminar la oración miro el pequeño crucifijo que me acompaña en este tiempo de oración y me pregunto, ¿hasta qué punto me inquieta que Cristo muriera en la cruz para redimirme del pecado?

¡Padre, tu nos dices “volved a mí de todo corazón”! ¡Soy consciente, Padre de bondad, que no puedo regresar a Ti de verdad si no lo hago desde el corazón pero también tengo claro, Padre, que me es imposible vivir si no es desde el corazón! ¡Tú me llamas en el corazón pero bien sabes que muchas veces me olvido de Ti por el trasiego de la vida, por mis faltas y mis pecados, por lo mucho que me cuesta a veces llegar a la profundo del corazón donde Tú anidas y quieres que escuche tu voz! ¡Padre, sabes que mi corazón se distrae con lo mundano, que me cuesta regresar a lo esencial, que dudo muchas veces porque no sé ver tu mano providente en cada uno de los sucesos de mi vida! ¡Cuánto me cuesta, Padre, contemplar tu presencia que me llama para que yo regrese a lo esencial, a mi interior, para ser la persona auténtica que Tú quieres que sea! ¡Espíritu Santo, ayúdame a examinarme desde la autenticidad y la verdad, a medir mi vida, a pensar las cosas desde la dimensión interior! ¡Concédeme la gracia de descubrir lo importante de encontrarme a mi mismo para ser un cristiano auténtico sin dobleces que corrija sus constantes defectos desde la sencillez y con una gran capacidad de amar, de servir y de darse a los demás! ¡Ayúdame a no enmascarar mi vida con maquillajes inútiles para descubrir en mi corazón la mirada amorosa y misericordiosa de Dios! ¡Concédeme la gracia de engrandecer mi espíritu para que Tú puedas obrar en mi corazón, para que Dios pueda entrar en él con serenidad, para que se rompan todas aquellas barreras que me impiden tener con Cristo una relación de amistad! ¡Ayúdame a que mi vida de oración sea un momento en el que Dios llene de verdad mi alma con su presencia y con sus silencios! ¡Y a Tí, Jesús, no permitas que nunca puedas gritarme desde la Cruz el “¿Por qué me has abandonado?” pues esta frase me sitúa ante autentica medida del pecado y es la expresión de hasta que punto me amas, el ejemplo de que Tu amas hasta despojarse de todo por amor!
Me sanaste con tu bien, cantamos hoy dando gracias al Señor porque nos ha amado hasta morir por nosotros en la Cruz y porque su amor nos sanó:

Vértigo en aceptar la voluntad de Dios

orar-con-el-corazon-abierto
A pesar del vértigo que, en ocasiones, me produce aceptar la voluntad de Dios cuento con la fuerza del Espíritu. El Espíritu Santo ofrece al hombre el don del discernimiento cuyos apellidos pueden ser perfectamente sabiduría y prudencia. Pero cuando este miedo me invade puedo enfrentarme a la tentación de abandonar y recular lo andado. Este miedo es, por otro lado, normal. Es el miedo a la acción del Espíritu. Sin embargo, la seguridad auténtica se encuentra en el Espíritu Santo que es el que guía siempre, dirige –si se lo permito– mi vida, el que me otorga la confianza para avanzar y me marca el camino de mi exigencia en lo cotidiano de la vida.
Existe otra tentación también muy peligrosa, la del ir por libre. Seguir mi propio instinto, agarrarme a las propias seguridades y seguir aquellos valores, ideas, principios y reglas que más me convienen. El riesgo es enorme porque no distingo entre el bien y el mal.
El camino real –el de la libertad plena– lo otorga la guía del Espíritu Santo. Sólo Él da la sabiduría para alcanzar la auténtica libertad y me permite discernir con claridad cuál es la voluntad del Padre en mi vida. Por eso para que sea auténtico, real, veraz, el discernimiento debe venir de lo más profundo del alma. Es un sentimiento que anida en lo íntimo, en el interior de cada uno, porque es Dios quien lo deposita en el corazón. Es lo que le pido hoy al Espíritu Santo, la gracia de discernir siempre lo que es mejor para mí y, según mi comportamiento, para con Dios y con los demás. Consagrar mi vida a la verdad, a la autenticidad y a la recta razón para discenir espiritualmente las cosas que vienen de Dios.

¡Espíritu Santo, te pido me otorgues el don de discernir siempre cuál es el camino que me conduce hacia Cristo para convertirme en un seguidor fiel de su Palabra y para ser capaz de difundir su Buena Nueva y convertirme en un auténtico instrumento en sus manos! ¡Tú, Espíritu Santo, que eres el alma de mi alma, guíame e ilumíname siempre! ¡Revélame, Espíritu divino, cuáles son los designios de Dios; hazme saber siempre lo que el Padre desea de mí; lo que debo realizar; lo que debo sufrir, lo que debo experimentar, los que debo aceptar, lo que debe cargar, lo que debo soportar! ¡Ayúdame, Espíritu Santo, a convertirme en un auténtico «Sí» a la voluntad, los deseos y el querer de Dios! ¡Invoco tu santa presencia, Espíritu de Dios, para que todos mis actos estén iluminados por la voluntad de Dios con el único fin de cumplir la misión que Dios me ha encomendado obsequiándome con la vida! ¡Te consagro, Espíritu divino, mis pensamientos, mis palabras, mi intelecto, mis sentimientos, mí espíritu, mi alma, mi cuerpo y todo mi ser, para actuar siempre iluminado por la gracia de tu dadivosa gracia! ¡Concédeme, Espíritu de Dios, la gracia de recuperar el tiempo perdido en todos aquello sin importancia o que no tenía sentido alguno y me capacites para comprender que en la vida hay que caminar hacia la santidad, con rectitud de intención y perfección! ¡Concédeme, Espíritu divino, una total perseverancia para seguir la voluntad de Dios!
Cantamos al Espíritu Santo para que nos ilumine cada día:

Compromiso y amor

orar con el corazon abierto
Hay una frase del Evangelio que me impresiona mucho: «Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den alegría a vuestro Padre que está en el cielo». ¿Qué se puede decir ante esto? Compromiso. Así le comprendieron y pusieron en práctica los apóstoles y los primeros cristianos y tantos miles de cristianos a lo largo de la historia que dieron su vida, entregaron todo lo que tenían, para dejar testimonio vivo de la grandeza y el valor definitivo de este Reino que todos anhelamos: el Reino de Cristo. Lo hacemos porque sabemos que Jesús es el camino, la verdad y la vida y que, además, Él es la resurrección y la vida. Pronto experimentaremos esta realidad.
En el testimonio está la verdad. La forma de conseguirlo. Sencilla pero complicada a la vez: repartir el pan con el necesitado; dar de hospedar al desamparado; vestir al desnudo... das a los demás y te salvas tu mismo y con eso conseguimos que la luz brille en mis tinieblas, mi oscuridad se vuelva mediodía y el Señor me responda: «Aquí estoy». El camino continua con la humildad y la fidelidad cristianas, valerse también de la fuerza que nos da ese Cristo crucificado y resucitado, y la fuerza iluminadora del Espíritu Santo.
Cada día me doy mas cuenta de la enorme responsabilidad que tengo como cristiano. Debo testimoniar a Cristo como sal de la tierra y luz del mundo. Salirme de mi mismo, de mis comodidades, para llevar la sal y la luz del Evangelio allí donde haya un corazón abierto a la escucha, un hermano necesitado, alguien que busca, especialmente en este tiempo en que gran parte de la sociedad pretende vivir al margen del Señor que lo ha creado, lo renueva, lo sostiene y le ama.
Pero ante todo debo ser consciente de la forma de testimoniar esa verdad tan maravillosa, frente a esta manera de evangelización que podríamos llamar la «actitud del soldado». No se trata de ir con la espada de la imposición, con el arnés de la fuerza. El Evangelio se impone por la convicción y el testimonio de las buenas obras. Es la única manera de que el mensaje de Cristo llegue al corazón de cualquier persona. La fe no se puede imponer nunca. La fe tenemos que proponerla siempre. Y no lo lograré por muchas rimbombantes palabras que emplee o por muy grandes que sean las manifestaciones que realice. La fe la transmitiré por mi auténtico comportamiento como cristiano, que es abrir el corazón, extender las manos y dar amor humilde y misericordioso.

¡Jesús, amigo, te pido hoy que me des la luz verdadera para iluminar a todos aquellos hombres que no te conocen, que ilumines también mi fe para llevarla a los demás! ¡Te pido, Señor, que sazones mi vida cristiana pues es la única manera de llevar a cabo de manera eficaz el encargo que tu me haces de iluminar el mundo y sazonar la tierra del entorno humano que me rodea! ¡Ayúdame a ser testimonio que comunique, transmita y contagie aquello que vivo desde mi sencillez! ¡Concédeme la gracia, Señor, iluminado por el Espíritu Santo de vivir tu estilo de vida y que me identifique siempre con tu proyecto de paz, amor, verdad y misericordia! ¡Señor, me llamas desde mi fragilidad y pequeñez a ser una pequeña luz en medio de este mundo que vive en la desorientación, pero que busca la verdad y necesita encontrarte; ayúdame a dar sentido a la vida de tantos! ¡Cuenta conmigo, Señor, para que tu Palabra llegue a cualquier rincón del mundo! ¡Cuenta conmigo para llevar la buena noticia a los que me rodean! ¡Pones, Señor, tu mirada en mi y me pides que sea luz y sal para dar sentido a la vida; para demostrar que la vida merece ser vivida desde tu verdad! ¡Envía tu Espíritu, Señor, sobre mi para que sea testimonio auténtico de esta verdad! ¡Para ello, Señor, necesito un corazón sencillo, humilde, pobre, firme y esperanzado, capaz de buscar siempre la verdad y aceptar tu voluntad y hacerla parte de mi vida! ¡Necesito, Señor, un corazón compasivo, misericordioso, que acoja y que viva en la verdad y la transparencia! ¡Dámelo, Señor, para que mi camino siempre difícil, sienta el aliento de tu Espíritu y me haga ver más allá de las experiencias de la vida!
Del maestro Ralph Vaughan Williams escuchamos hoy su responsorio para el Jueves Santo O vos omnes, en nuestro camino cuaresmal musical hacia la Pascua: