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miércoles, 13 de julio de 2016

Valora las pequeñas cosas

Lo que de verdad te hace feliz es muy poco


“El hombre moderno está fuertemente apegado a las cosas externas, se volvió desalmado, no posee más capacidad para reconocerse y concebirse portador de la alegría espiritual”[1]. Un hombre sin alma. Volcado en el mundo. Sin raíz, sin centro. Desbocado. Lo decía el padre José Kentenich.

Y es cierto, me pasa lo que leía el otro día: “La mitad de las cosas que poseemos, no las necesitamos. Las tenemos por creerlas importantes. Al final, lo que realmente nos hace felices es tan poco que podríamos guardarlo en la palma de la mano o en nuestro corazón”[2].

Lo que me hace feliz de verdad es muy poco. Son pocas cosas. Pero a veces lo olvido. Necesito aprender a aceptar la vida tal y como es. Eso lo tengo claro. Conformarme con poco y entender que si me creo muchas necesidades nunca seré feliz del todo.

“No es tan difícil ser feliz. Basta querer. Cambiar algunas actitudes. Empezar a disfrutar de las pequeñas cosas, las que suelen pasar desapercibidas”[3].

Alegrarme con los regalos diarios y aceptarlos como un don. Enfrentar la vida en sus dificultades. Adaptarme a lo que me toca vivir tomándolo en mis manos como un desafío. 


[1] J. Kentenich, Vivir con alegría

[2] Claudio de Castro, El poder de la alegría

[3] Claudio de Castro, El poder de la alegría

Eventos centrales de la JMJ, paso a paso

Cinco eventos centrales del parque Błonie y Campus Misericordiae, en esperan de peregrinos de todo el mundo durante la JMJ de Cracovia.


Cada uno de los eventos principales será precedido por otros llamados pre-eventos que consisten en conciertos, testimonios y distintas formas de puesta en escena como coreografías de danza (ballet). También habrá oración. “Queremos, en todo caso, que los jóvenes recen el Rosario de la Divina Misericordia, un rosario para que suene la JMJ ” – dice Verónica Griszel , coordinadora del Departamento de Eventos Centrales. Para transmitir mejor la idea del encuentro, hemos invitado a colaborar a distintos profesionales – directores de cine, escenógrafos y otras personas con experiencia.

26 de julio a las 17:30 h. – Misa de apertura en el parque de Błonie

El día de la apertura la atención de los jóvenes se centrará en la figura de Juan Pablo II. Está programada una carrera de relevo de la “Chispa de la Misericordia” desde Lagiewniki hasta el parque de Blonie. La gira incluirá lugares de importancia relacionados con Wojtyla en Cracovia. La carrera se podrá ver en pantallas gigantes, mientras los animadores del movimiento Lednica 2000 se ocuparán de animar al público con el baile y el canto. Entre los muchos artistas actuará también Ivan Komarenko junto con el coro de niños de África.Se retransmitirá la historia de los símbolos de peregrinación de la JMJ que se irá desplazando por los sectores de Błonie. Las pantallas mostrarán breves informes de las anteriores jornadas. La Santa Misa será presidida por el cardenal. Stanislaw Dziwisz. Se estima que participarán en ella aprox. 500 mil personas. 

28 de julio a las 17:30 h.- Ceremonia de bienvenida en Błonie 

Alrededor de 700 mil peregrinos le saludarán al Papa en Błonie. Francisco iniciará la sesión con un viaje en tranvía en compañía de los jóvenes con discapacidad. Esto, según los organizadores, está en consonancia con el estilo del pontificado del Santo Padre, así como la idea de acompañar a los jóvenes participantes en la JMJ con movilidad reducida. Al llegar el Papa a Blonie recorrerá los sectores con el Papa Móvil saludando a los peregrinos. El acto de bienvenida comenzará con el discurso del cardenal Dziwisz. Francisco recibirá la mochila del peregrino. Será seguida por una procesión de banderas que representan a cada uno de los 187 países inscritos en la JMJ. El programa está compuesto por el anuncio del Evangelio y el primer discurso del Papa Francisco a los jóvenes. Este día actuarán los músicos de diferentes países: Levi Sakala (República Centroafricana), Tony Melendez (EE.UU.) y los autores de la versión hispana del himno de la JMJ “Bienaventurados los misericordiosos” BANUEV (Argentina). Se presentarán también los representantes de las comunidades y asociaciones internacionales, entre ellas Ayuda a la Iglesia Necesitada, L’Arche (El Arca), Chemin Neuf y Shalom.

29 de julio a las 18:00 h.- Camino de la Cruz en Błonie

La Cruz de la JMJ será llevada por representantes de las comunidades y congregaciones, realizadores de las obras de misericordia, entre otros: Cenacolo, Sant’Egidio y Misioneras de la Caridad. Son las personas que cada día están alimentando a los hambrientos, que cuidan a los enfermos, que trabajan con los presos y refugiados. Durante el servicio de la misa se escucharán obras de música clásica junto con improvisaciones modernas. La ceremonia se llevará a cabo bajo el lema “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia”. Tomarán parte en ella aprox. 800.000 de jóvenes peregrinos.

El autor de las reflexiones para las Estaciones de la Cruz, basados en 14 obras de misericordia hacia el cuerpo y el alma, es el obispo Grzegorz Rys. Al final de la misa el Papa Francisco dará un discurso dedicado a los jóvenes.

Antes del camino de la Cruz actuarán, entre otros: la Paddy Kelly, el equipo francés Les Prêtres, un grupo musical de Irak, así como uno de los coros más reconocidos del Medio Oriente, Saint Rafqa Choir. Habrá una proyección de los fragmentos de la película de animación sobre el św. Maksymilian Kolbe titulada “Max and Me” y realizada por los creadores de “Cristiada”.

30 de julio a las 19.30 h.- Vigilia con el Papa Francisco en Misericordiae Campus

Para el oficio, el Santo Padre se presentará con los representantes de los cinco continentes. La vigilia constará de tres partes: la puesta en escena de “El camino a la fuente de la misericordia”, diálogo del Papa con los jóvenes y la adoración del Santísimo Sacramento.

Los jóvenes rezarán el rosario a la Divina Misericordia. Habrá un momento para la meditación, y al final el Papa los bendecirá con el Santísimo Sacramento. También está prevista la Proclamación de Jasna Góra. Al final del día en el Campus Misericordiae se celebrará el concierto ecuménico glorificante “Credo in Misericordiam Dei”, durante el cual actuarán, entre otros: Cristina Scuccia, Kasia Wilk, Cuba Badach y Krzysztof Iwaneczko.Antes de la vigilia se podrá ver, entre otros: Il Volo (Italia), Rexband (India) y a los jóvenes de la comunidad maronita Jesús ma Joie (Líbano). Por otra parte, también harán su presentación: la Fundación Frassati de Italia, el Voluntariado Misionero Salesiano y la Asociación Papal de Ayuda a la Iglesia Necesitada.

31 de julio a las 10:00 h.- Misa del Santo Mensaje en Misericordiae Campus

La Misa del Santo Mensaje tiene el objetivo de despertar el deseo de ser apóstol de la misericordia en los participantes. Antes el cardenal Dziwisz hablará de la importancia del bautismo y explicará el simbolismo de las ropas blancas. Los jóvenes las encontrarán en su mochila del peregrino Cada uno tiene que escribir en ella la fecha de su bautismo.

Al final, durante el Ángelus, el Papa anunciará el lugar y fecha de la próxima JMJ.

Cómo embellecer tu alma

 El limpiador de tu alma es el perdón.

Deberás usarlo todo el tiempo, apenas veas una impureza, aplícalo. No te acuestes nunca sin haber pedido perdón y sin haber perdonado. El resultado será que en paz te acostarás y asimismo dormirás y tu sueño te sustentará.

La hidratante de tu alma es la oración.

Si no hidratas la piel de tu rostro, se marchita. Así, si no oras,tu alma se reseca. Pero a medida que confías en Dios, el afán y la ansiedad desaparecen, y aprendes a reposar y esperar en el Señor.

La tonificante de tu alma es la alabanza.

Cuando alabas a Dios y vuelves a Él tus pensamientos , cuando te olvidas de ti mismo, sin egoísmo en tu corazón, quedas libre para que Dios ponga en ti su gozo.


La nutritiva de tu alma es la Palabra.

Así como en lo físico no puedes vivir sin alimentos, tu alma necesita el alimento de la Palabra de Dios. Cuando te alimentas con la Palabra, la debilidad y la confusión desaparecen.

Serás como árbol plantado junto a corrientes de agua.

El protector de tu alma es la coraza de la Fe.

Con la Fe te protegerás de las inclemencias de la vida, mirarás por encima de las circunstancias y pasarás victoriosa en medio de las pruebas.

A través de ti, Dios moverá montañas y alcanzarás a otros para gloria de Dios.


Si usas a diario estos productos de belleza, tu alma se mantendrá limpia y tu corazón será puro. Te saciarás de bien, de modo que te rejuvenezcas como el águila.

5 perfectas canciones pop-rock con temas espirituales

Estos ritmos permanecen frescos a lo largo del tiempo, así como su mensaje


“Una música tan acabada como yo no podía imaginar. Cambias una nota y empeora; cambias una frase y la estructura se derrumba”. Antonio Salieri describiendo la música de Mozart en la película Amadeus.

¿Qué hace que algunas canciones parezcan tan perfectamente exactas, tan completas, tan “acabadas” que no podría imaginarse una nota de más o un ritmo ligeramente distinto que no destrozara la alquimia que sentimos en ellas? Como compositor, sé cómo componer añadiendo un gancho pegadizo y cómo resolver una frase, pero entiendo que la prueba de la música verdaderamente magnífica está en conservar siempre un sonido fresco; sin importar cuántas veces la escuches, el oído sigue deleitándose en una buena canción, y cuerpo y alma participan de la experiencia. Apuesto a que puedes nombrar una canción pop que consideres “perfecta”. 

Una canción pop perfecta: te captura desde el primer riff de piano, desde la redundante guitarra rítmica hasta la línea de bajo, desde la progresión de acordes principales hasta las impecables voces.
Hay una serie de “canciones pop perfectas” que también tienen un perfil espiritual, en algunas es obvio, en otras no tanto. Aquí están cinco de mis favoritas.

1) Sinnerman – Nina Simone

Sinnerman, ‘pecador’, te atrapa desde el mismísimo comienzo, con un piano que repite un mismo lick mientras una caja lo interrumpe a un ritmo frenético, que tarda algunos momentos en alcanzar la velocidad del piano. Desde esta base Simone teje la historia de un pecador que busca refugio en el día del juicio final, a medida que la música continúa creciendo y creciendo con cada verso, hasta que Simone canta, como plañendo:

Corrí hacia el diablo, que esperaba a todos aquel día. Grité ‘poder’.

Luego la canción se envuelve en un bucle de gritos de ‘power’, poder, corrompida por el acto que narra; así continúa durante casi un minuto, dando énfasis a la gravedad de la elección. La canción continúa con solos virtuosos de piano de la “gran sacerdotisa del soul”, que toca con toda la emoción que podría evocar el día del juicio final. Es imposible no quedarse enganchado hasta la ultimísima nota.



2) God’s Gonna Cut You Down – Johnny Cash


Es la canción más abiertamente religiosa de esta lista. Cash relata una historia en la que Jesús le llama para advertir a los pecadores de que Él terminará por pararles los pies. La canción va acompañada de un ritmo de palmas y pisadas que le dan un aire ominoso, el de la cadencia amenazadora de una marcha reiterada, una persecución tan inevitable como su conclusión. “Puedes correr todo lo que quieras, tarde o temprano…”. Cash le da a la canción un viso de fatiga irónica con un sentido admonitorio maravillosamente pegadizo. Se está divirtiendo, aunque esté describiendo lo ineludible.





3) River of Dreams – Billy Joel


El ritmo nos arrastra lentamente a través de una bruma —como en ese crepúsculo entre la vigilia y el sueño— y luego entramos en una lucha nocturna y subconsciente por encontrar la fe. La esperanza de encontrar lo que busca devuelve a Joel cada noche al mismo río, el ‘río de sueños’, que no parece ser capaz de cruzar. No consigue llegar a la orilla de la fe y, a medida que avanza en su descripción, también van creciendo los arreglos, a los que continuamente se unen más instrumentos, más agitación, más estampido de percusión que replica el intento de caminar a través del agua, empujando firmemente a contracorriente, con voces haciendo eco a Joel, un ritmo de pregunta y respuesta afro-polinesio. La canción dice:

He estado buscando algo
que me arrebataron del alma,
algo que nunca perdería,
algo que me robaron;

No sé por qué camino de noche,
pero ya estoy cansado y no quiero andar más;
Espero que no tarde lo que me queda de vida
hasta encontrar lo que he estado buscando.

 La parte más linda de la obra es algo que pasa desapercibido para la mayoría. Cuando la canción va difuminándose al final, Joel entona una línea del clásico de The Cadillacs, se escucha “Gloria…”. Ahí está la pista de que Joel conserva su esperanza.




4) Without Love – Ray Charles

La canción abre con Ray Charles cantando veladamente sobre su amor perdido. Hay un piano, unos vientos bluseros que crecen siguiendo una progresión simple a medida que describe la vida como “vacía y estéril”. Aunque los arreglos instrumentales son excelentes, es la voz la que impulsa la canción y la que domina la pieza. La canción va levantándose, cada vez más sincera sobre qué es lo que falta en su vida —“un corazón sin amor no puede vivir”— hasta que, finalmente, Charles gime por encima de la banda su atormentado dolor y lamento, confrontando el vacío ante sus ojos:

He conquistado el mundo,
pero dime, qué tengo;
Sin amor,
no tengo nada en absoluto.

La canción se centra en la idea de que el amor es lo único que merece la pena tener. Dios es amor y sin Dios, tampoco tenemos nada, aunque conquistemos el mundo. Nos recuerda las palabras de san Pablo en 1 Corintios 13:

“Si hablo las lenguas de los hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. (…) si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada”.



5) Where the Streets Have No Name – U2


U2 inicia el tema con una larga introducción (gracias, Brian Eno) que casi suena como un órgano distante. Lentamente va dejando paso al eco de la hermosa línea de guitarra. Suena como campanas de iglesia, hasta que entra el bajo y se impone el ritmo. La voz de Bono surge como sin aliento; “Quiero correr”, canta, pero suena como si ya llevara largo tiempo corriendo, corriendo rápido, hacia ese repiqueteo de guitarra. Es una carrera, se entiende, una carrera para salir de las ciudades repletas de disputas y de barrios claramente delimitados, con los muros exteriores e interiores que crean, ya sea en Irlanda del Norte o en Chicago o en los suburbios de París. Es una carrera hacia el paraíso, alejado de todo, donde las calles no tienen nombre.

Quiero correr
Esconderme
Derribar los muros
Que me retienen dentro
Quiero salir
Y tocar la llama
Donde las calles no tienen nombre


Y hablando de carreras y ciudades y calles, Bono sufrió un accidente grave en bicicleta hará poco más de un año, pero ya se ha recuperado. Así que bueno… aún no ha encontrado lo que está buscando, al menos en lo que se refiere a calles.

lunes, 11 de julio de 2016

Cómo ser feliz

Tan sencillo como eso, tan difícil como eso


Le preguntaban a Jesús este domingo en el Evangelio cuál es el camino correcto para llegar al cielo: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”.

Es la misma pregunta que, con pureza de intención, le hizo también el joven rico. ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué tengo que cambiar para ser feliz siempre?

Escuchamos una respuesta a la pregunta acerca de la vida eterna: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”.

Todo se decide en el amor. El amor a Dios. El amor al prójimo. Estamos hechos para el amor. Y lo tengo claro, para ser felices en la tierra y luego en el cielo, sólo hay un camino, aprender a amar. Tan sencillo como eso. Tan difícil como eso.

¡Cuánto cuesta amar bien, amar de forma madura! Decía el papa Francisco en la exhortación apostólica Amoris Laetitia: “Hay personas que se sienten capaces de un gran amor sólo porque tienen una gran necesidad de afecto, pero no saben luchar por la felicidad de los demás y viven encerrados en sus propios deseos”. Y ya nos lo decía Jesús: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hch 20,35).

El amor es la clave. Mi capacidad para amar a Dios y tocar su amor. Mi camino de felicidad comienza en mi corazón: “El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca”. Ahí se juega mi felicidad. Amar con todo el corazón. Amar con toda el alma. Amar siempre. A Dios, al prójimo.

Jesús lo dice hoy bien claro: “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida”. Pero, “¿Y quién es mi prójimo?”. En la búsqueda obsesiva de recetas queremos tener claro cómo actuar. ¿Hasta dónde tengo que amar? Amar al prójimo. ¿Quién es mi prójimo? Uno quiere delimitar bien hasta dónde amar.

¿Cuál es la medida de mi amor, el límite? No quiero amar de forma excesiva. No estoy dispuesto a amar sin medida. Un amor localizado, determinado, sin extremos, es más llevadero. Un amor concreto que no me saque de mi comodidad.

La parábola del buen samaritano me descoloca siempre en mi medida. Me habla de un prójimo al que no conozco, al que no quiero por ser extranjero, al que no deseo porque está necesitado y me puede quitar mi tiempo, mi dinero, mi libertad, mi paz.

“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo”.

Esa parábola siempre me incomoda. Los tres vieron al hombre que estaba tirado al borde del camino. Yo mismo soy el sacerdote, el levita, el samaritano. Los tres vieron al hombre herido. Yo también lo veo. Pero en el sacerdote y el levita el corazón permaneció insensible.

Se alejaron porque sólo vieron con los ojos, no con el corazón. No estaban dispuestos a un amor sin medida. Ese hombre no era su prójimo. Estaba fuera de los límites. Miraron sólo con el juicio y su soberbia, no con la sencillez de un hombre que mira a otro hombre que necesita ayuda. Sin cargos.

Seguramente los dos tenían que hacer cosas importantes, tenían altos cargos. Iban a realizar misiones buenas y sagradas. Su presencia era necesaria. Lucas no dice si sintieron algo al mirar al herido. Tan solo aclara que dieron un rodeo.

Para poder pasar de largo y llegar a mi destino, a veces tengo que dar un rodeo. Así no me afecta lo que ocurre cerca de mí, así no me siento culpable. Si me alejo no miro esos ojos que me suplican y no dejo que la compasión me cambie los planes. ¡Me parezco tanto al levita y al sacerdote!

Siento que muchas veces lo mejor es amurallarme, alejarme. Porque si no lo hago me complico la vida. Ellos siguieron su camino importante y lleno de responsabilidades. No podían detenerse, perder su tiempo, dejar de hacer lo que les correspondía.

Si no hubieran tenido nada que hacer, quizás se hubieran detenido a ayudar. Pero no era posible, los esperaban, eran necesarios.

¡Qué difícil es cambiar el plan cuando nos creemos importantes! ¡Cuánto me cuesta detenerme ante un imprevisto! ¡Cuántas veces Dios está escondido en el imprevisto y yo no lo encuentro, no me detengo, paso de largo y no veo su huella!

El levita y el sacerdote no vieron a Dios ese día en un hombre herido. Hablaban de Dios, pero no entregaron el amor de Dios. ¡Cuántas veces yo hablo de Jesús pero luego no soy Jesús en mi amor, en mi entrega!

La vida del sacerdote y del levita no cambió con el encuentro con ese hombre herido. No hubo encuentro y el corazón permaneció igual. Ni siquiera lo recordarían. No les rompió esquemas ni les hizo plantearse nada nuevo. No renunciaron a nada, no cedieron, no se abrieron a la sorpresa.

A veces yo soy así y voy así por mi camino. Veo necesidades, pero doy un rodeo. Prefiero que las necesidades de los otros no interfieran en mi vida. Y todo lo justifico desde mí. Pienso que no puedo, que si pudiera lo haría, pero es que me esperan. Busco excusas.

Y en el fondo, estoy diciendo que yo soy más importante que este hombre. Me creo que los que me esperan son más importantes y se van a sentir quizás defraudados. No voy a cumplir las expectativas. No se conmueve mi corazón al ver al que me necesita.

¿Qué hubiera pasado si el sacerdote hubiera visto a otro sacerdote herido? ¿O el levita a otro levita? No lo sé. Tal vez sí hubiera sido su prójimo.

Recuerdo una vez en el camino de Santiago. No nos querían dar alojamiento en una parroquia. Hasta que el párroco supo que éramos sacerdotes. Al ver que éramos colegas, así fue como nos llamó, nos dejó entrar. Al ser sacerdotes como él nos convertimos en prójimos. Antes no.

Tal vez en la parábola se hubieran acercado si lo hubieran reconocido. No lo sé. A veces el poder, el cargo que detentamos, el dinero que ganamos, endurecen el corazón. Nos hacen lejanos del que sufre. Ya no somos próximos. Ya no hay prójimos cerca.

Tal vez el samaritano había sentido en su vida el desprecio y la marginación. Y esa experiencia le hizo especialmente sensible a cualquier herido, a cualquier persona vulnerable. Él se sabía también herido, y su corazón estaba más abierto.

Le pido a Dios que nunca me crea importante, que nunca me aleje de mi prójimo, sea quien sea. Que nunca deje de sentirme sencillamente, hombre, peregrino, como todos. Y que mis heridas me hagan más humano, más comprensivo, más cercano.

Yo quisiera hacer lo mismo que hace el samaritano. Quiero aprender a amar a Jesús, vivir con Él, ser como Él. Aunque deje mi alma en los caminos y me tropiece mil veces porque no doy rodeos:

“Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: – Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta”.

Quiero detenerme como me dice hoy Jesús: “Anda, haz tú lo mismo”. Al verlo, tuvo compasión, y se acercó. Creo que esa es la clave. Y es lo que yo imploro siempre. Tener un corazón de carne que me haga conmoverme. Pero muchas veces no sé hacerlo.

Este hombre se acercó porque sintió lástima. No podía seguir de largo. Seguramente el encuentro con este herido fue un cambio en su vida. Amar lo cambia todo. Y recordaría siempre a este herido que le tocó el corazón por estar desvalido.

Se acercó, e hizo más que lo mínimo. Eso me conmueve. No era necesario hacer tanto. Comparado con los otros que siguieron de largo, ya era mucho llevarlo a una posada y dejarlo a salvo. Pero él amó más del mínimo, de lo necesario, de lo exigible.

No pidió ayuda, lo hizo él personalmente. Se implicó. No se desentendió. Se manchó con la sangre del herido. Se expuso. Perdió su tiempo por amor. Amó con ternura. Vendó sus heridas. Las calmó con aceite. Le sanó por dentro y por fuera. Calmó su pena y su dolor. Su rabia y su herida.

Es lo mismo que hizo Jesús por los caminos, cuando sanaba el cuerpo y el alma. Curaba y perdonaba.

No sabemos quién era este samaritano. No importa su cargo, su misión. Solo hay un hombre herido y un hombre misericordioso. Dos hombres que se encuentran. Uno que sufre y otro que se conmueve.

Subió al herido a su caballo. Es lo mismo que hace Jesús conmigo. Me sube a sus hombros cuando necesito ayuda. Él es así. A veces yo no pido eso. Sólo pido que desde lejos haga el milagro.

Pero Dios se conmueve ante mi dolor. Mi tristeza, mi soledad, mi miedo, mi enfermedad, mi vacío, mi desilusión, mi pérdida, tocan su corazón. Mi vida toca su corazón. Se conmueve ante mí y se acerca. Se abaja, se despoja para llegar a mí.

No espera en su trono a que yo vaya. Él llega y venda mis heridas. Las que me han hecho otros, o yo mismo, o la vida. Las venda, diciéndome al oído que me quiere, que no tema, que no me va a dejar solo, que me perdona, que confía en mí.

¿Cuándo he sentido esa cercanía de Dios? Me lleva sobre sus hombros. En su cabalgadura. Lo hace sin pedirme nada. Lo hace gratis. En la parábola sólo hay gratuidad. Un amor desbordante más allá de lo mínimo y lo esperable.

Hoy hay tantas heridas de abandono, de soledad. “¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. Hay tantos prójimos al borde del camino que necesitan mi vida, mi tiempo, mi ternura, mi amor…

Pero yo miro la actitud del samaritano y me parece excesivo. El samaritano practicó la misericordia. Dejó de pensar en sus planes, en su camino. Yo también quiero practicar la misericordia. Jesús me enseña a mirar así. Él va de camino y se para ante cualquiera.

Quiero que esa sea la norma de mi vida. “Anda y haz tú lo mismo”. Quiero que mi vida sea eso, hacer lo mismo. Pero no sé hacerlo. ¿Cómo lo hago? ¿Dónde puedo hacerlo? A veces no lo sé. Ni siquiera veo dónde soy necesario.

Tal vez estoy demasiado centrado en lo que yo necesito, en mi camino de felicidad. Y me olvido de lo importante. Mi prójimo es cualquiera que necesita misericordia. Pienso en Jesús. Me gusta ese samaritano que entrega al hombre herido al posadero y le dice: “Cuando vuelva”. No se desentiende de él. Volverá.

Dios siempre vuelve a buscarme y mientras, me deja al cuidado de otros que me aman. Mis padres, mi cónyuge, mis hijos, mis amigos, mis hermanos. Me deja para que me cuiden. Y Él vuelve siempre de nuevo.

¿A quién me ha entregado Dios para que me cuide?

Al mismo tiempo yo soy el posadero. Me pide que cuide a tantos heridos. ¿A quién me ha entregado para que yo lo cuide?

Pienso que la única forma de vivir de verdad es estando cerca de los otros, siendo prójimo. Así nos pensó Dios, cercanos, ayudándonos, llevándonos unos a otros sobre la cabalgadura, para llegar a Él.

Pero a veces vivo alejado, encerrado en mi grupo de iguales. Y hablo de Dios, pero su ley no está más que en la mente, no en el corazón, ni en mi vida. El camino es estar cerca. Sobrellevar al que sufre. Apoyar al que me necesita. Y dejar de construir muros defensivos en el alma.

No quiero dar más rodeos. Quiero salir de mi ruta y de mí mismo. Así es como quiero vivir.

Quizás al final del día, al atardecer, el sacerdote y el levita no recordaron haber hecho nada mal. Llegaron a cumplir sus tareas. No defraudaron a nadie. No fallaron en nada. No dejaron de hacer lo que habían prometido hacer. Sus responsabilidades listas. Cumplieron su misión.

A lo mejor tuvieron éxito. Tal vez no pecaron mucho. Pero, ¿y la gratuidad? No hubo nada extraordinario, nada fuera de lo normal, no se rompió su agenda, no fallaron sus planes. Pero tal vez les faltó amor. Un amor sin medida, desbordado. No hicieron nada loco por amor.

Por su parte, tal vez, el samaritano, de rodillas ante Dios, reconozca que sintió rabia por lo que hicieron esos hombres que apalearon al herido. Quizás en su corazón criticó y tuvo la tentación de no implicarse tanto.

No sé, quizás no era tan inmaculado su día como el de los otros dos, no era tan perfecto. Puede que llegara tarde a su trabajo, manchado de sangre. Puede que el dinero que invirtió en un desconocido tuviera otro destino previsto. No lo sé. Quizás se perdió algo.

Y tal vez algunos lo criticaron por haber sido tan poco responsable y haber perdido su tiempo en el camino por un desconocido. Puede ser. Pero lo que es verdad es que su corazón se hizo más grande ese día. Era un hombre bueno. Tal vez le hizo bien conocer al herido y experimentar la gratuidad.

Hay más alegría en dar que en recibir. Se vació y experimentó esa alegría honda de dar más allá de la medida justa.