No resulta sencillo poder mirar con ojos de amor a aquel que me ha hecho daño.
No resulta sencillo ponerse de rodillas, ceñirse un paño y lavar delicadamente los pies de los que me rodean en señal de servicio.
No resulta sencillo obviar los desprecios y las críticas sino acogerlas conjugando el verbo amar con la palabra humildad.
No resulta sencillo abrazar a alguien que te ha herido o extender de nuevo la mano a aquel que siempre te la ha negado.
No resulta sencillo suspirar profundo, contar hasta diez, y callar para no dañar al otro con palabras necias, juicios desafortunados o comentarios desacertados.
No resulta sencillo ofrecer una sonrisa al que siempre tiene cara agriada y es un «me quejo por todo».
No resulta sencillo enmudecer para no resaltar nuestros méritos y ensalzar nuestro orgullo.
No resulta sencillo renunciar a nuestras apetencias mundanas.
No resulta sencillo ofrecer la mejilla setenta veces siete.
No resulta sencillo cuando el agotamiento hace mella ofrecer las manos para cuanto el otro disponga.
No resulta sencillo olvidar cuando la herida es profunda.
No, nada de todo esto resulta sencillo. Pero resultaría más fácil si si hiciese con una mirada diferente, sin esperar recompensa, pensando que en positivo todas estas actitudes agradan al Señor. No hay que hacerlo por uno mismo o por los demás, basta con hacerlo por Él. Amar por Él; servir por Él; servir por Él; comprometerse por Él; renunciar a uno mismo por Él...
Ser prójimo —prójimo seguidor de Cristo, quiero decir— implica mucho. Significa hacerse hermano de los hermanos, de los amigos y de los enemigos, de los que amamos y de los que nos hacen daño. No es sencilla la tarea. Pero si quiero estar a la altura de lo que este tiempo de conversión demanda de mí necesito tomar la insignia del amor y ser luz que ilumina, sal que sazona y lumbre que calienta.
¡Señor, deseo buscarte con todo mi corazón porque reconozco que si encuentro contigo durante este periodo cuaresmal puede transformar mi vida! ¡No permitas, Señor, que nada me aparte y Santo Espíritu la gracia de la perseverancia! ¡Señor, quisiera coger un poco de la virtud de cada una de las personas que me rodean para a través de ellas saber siempre hacer el bien! ¡Señor, ayúdame a ser consciente de lo decisivo que es encontrarse contigo para encontrar esa paz que mi alma tanto anhela! ¡Hay muchas cosas en la vida que no me resultan sencillas de aplicar, por eso quiero exponerlo todo a tu mirada Señor, porque a la luz de tu rostro las mentiras, los egoísmos, las malas actitudes y las hipocresías caen por si solas! ¡Quiero ser discípulo de esperanza para el prójimo, Señor! ¡Concédeme vivir con una actitud de entrega durante todo el día para escuchar tu voz y ser un poco mejor!
Hoy el Miserere de Gregorio Allegri para acompañar el texto: