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jueves, 12 de junio de 2014


Italo Calvino - El tío Acuático




      Los primeros vertebrados que en el Carbonífero abandonaron la vida
     acuática por la terrestre, derivaban de los peces óseos pulmonados cuyas
     aletas podían girar debajo del cuerpo y utilizarse como patas en la tierra.

     Era evidente que en adelante los tiempos del agua habían terminado
     -recordo el viejo Ofwfq-, los que se decidían a dar el gran paso eran cada
     vez más numerosos, no había familia que no tuviera alguno de los suyos en
     lugar seco, todos contaban cosas extraordinarias de lo que se podía hacer
     en tierra firme y llamaban a los parientes. Entonces a los peces jóvenes
     no había quien los contuviera, agitaban las aletas en las orillas de barro
     para ver si funcionaban como patas, como había sucedido con los mas
     dotados. Pero justamente en aquellos tiempos se acentuaban las diferencias
     entre nosotros: había la familia que vivía en tierra desde varias
     generaciones atrás, y en la que los jóvenes ostentaban maneras que ya no
     eran ni siquiera de anfibios sino casi de reptiles; y había quien se
     demoraba todavía en hacerse el pez, e incluso se volvía mas pez de lo que
     había sido ser pez en otro tiempo.
     Nuestra familia, debo decirlo, con los abuelos a la cabeza, pataleaba en
     la playa sin faltar uno, como si nunca hubiéramos conocido otra vocación.
     De no ser por la obstinación del tío abuelo N'ba N'ba, los contactos con
     el mundo acuático se hubieran perdido hacia rato.
     Si, teníamos un tío abuelo pez, y precisamente por parte de mi abuela
     paterna, nacida de los Celacantos del Devoniano (de los de agua dulce, los
     que al final serian primos de los otros, pero no quiero detenerme en los
     grados de parentesco, total nadie consigue seguirlos). Este tío abuelo
     habitaba, pues, ciertas aguas bajas y legamosas, entre raíces
     protoconiferas, en el brazo de laguna donde habían nacido todos nuestros
     viejos. No se movía jamas de allí: en cualquier estación bastaba asomarse
     sobre los estratos de vegetación mas fofos hasta sentir que uno se hundía
     en suelo mojado, y allí abajo, a pocos palmos de la orilla, veíamos la
     columna de burbujitas que mandaba arriba bufando, como hacen los
     individuos de edad, o la nubecita de fango que raspaba con su hocico
     agudo, siempre hurgoneando, mas por costumbre que por buscar algo.
     -¡Tio N'ba N'ba! ¡Venimos a verlo! ¿Nos esperaba?- gritábamos, chapoteando
     en el agua con las patas y la cola para atraer su atención -. ¡Le hemos
     traido insectos nuevos que crecen donde vivimos! ¡Tío N'ba N'ba! ¿Vio
     alguna vez cucarachas tan grandes? Pruebe, a ver si le gustan ...
     -!Con esas cucarachas hediondas pueden limpiarse las verrugas asquerosas
     que tienen en el lomo!
     - La respuesta del tío abuelo era siempre una frase de este tipo, o quizás
     mas grosera todavía; siempre nos recibía así, pero no le hacíamos caso
     porque sabíamos que al cabo de un rato terminaba por calmarse, agradecer
     los regalos y conversar con tono mas cortes.
     -¿Que verrugas, tío N'ba N'ba? ¿Cuando nos ha visto una verruga?
     Eso de las verrugas era un prejuicio de los viejos peces: que a nosotros,
     que vivíamos en lugar seco, nos habían salido en todo el cuerpo muchísimas
     verrugas que rezumaban un liquido, lo cual era cierto, si, pero solo para
     los sapos, que nada tenían que ver con nosotros; al contrario, nuestra
     piel era lisa y resbalosa como jamas la había tenido ningún pez; y el tío
     abuelo lo sabia perfectamente, pero no renunciaba a enjaretar en sus
     discursos todas las calumnias y las prevenciones en que se había criado.
     Ibamos a visitar al tío abuelo una vez al año, toda la familia al mismo
     tiempo. Era también una ocasión para encontrarnos todos, dispersos como
     estabamos en el continente, y discutir viejos asuntos de interés que
     habían quedado en suspenso.
     El tío abuelo terciaba incluso en cuestiones que estaban de el a
     kilómetros y kilómetros de tierra firme, como por ejemplo el reparto de
     las zonas de caza de la libélula, y daba la razón a unos o a otros según
     criterios suyos, que eran también siempre acuáticos. -¿Pero no saben que
     el que caza en el fondo siempre lleva ventaja al que caza en la
     superficie? ¿De que se quejan, entonces?
     - Pero tío, mire, no es cuestión de superficie o de fondo: yo estoy al pie
     de la colina y el en la mitad de la cuesta... Las colinas, recuerde,
     tío... Y el: -Al pie de los escollos es donde hay siempre los mejores
     camarones.- No había manera de hacerle aceptar como posible una realidad
     diferente de la suya.
     Y sin embargo su juicio seguía teniendo autoridad sobre todos nosotros:
     terminábamos por pedirle consejo sobre hechos que no entendía, aunque
     supiéramos que podía cometer un error garrafal. Quizás su autoridad le
     venia justamente de ser vestigio del pasado, de usar viejos modismos,
     como: -!Y baja un poco las aletas compadre! - cuyo significado ni siquiera
     entendíamos bien.
     Tentativas de llevarlo a tierra con nosotros habíamos hecho varias y
     seguimos haciéndolas; aun mas, en este punto nunca se había extinguido la
     rivalidad entre as varias ramas de la familia, por que el que consiguiera
     llevarse al tío abuelo a su casa se encontraría en una posición digamos
     preeminente con respecto a toda la parentela. Era una rivalidad inútil,
     por que el tío abuelo ni soñaba con dejar la laguna.
     -Tío, a sus años, si supiera que poco nos gusta dejarlo así siempre solo,
     con esa humedad... Sabe, se nos ha ocurrido una idea... - empezábamos.
     -Me esperaba que lo entendieran -interrumpía el viejo pez-. El gusto de
     patalear en tierra seca ya se lo han dado, es hora de que vuelvan a vivir
     como seres normales. Aquí hay agua para todos, y en cuanto a comer, la
     estación de las lombrices nunca ha sido mejor. Métanse en el agua
     enseguida y no se hable mas.
     -Pero no, tío N'ba N'ba, ¿que esta pensando? Nosotros queríamos llevarlo a
     un pradito. Vera que bien se encuentra. Le haremos un pocito húmedo,
     fresco: puede dar todas las vueltas que quiera igual que aquí; podrá
     también dar unos pasos alrededor, vera que bien le sienta. Y además a su
     edad el clima de la tierra es mas adecuado. Vamos tío N'ba N'ba, no se
     haga de rogar mas: ¿viene?
     -!No! -era la respuesta seca del tío abuelo, y metiéndose de nariz en el
     agua desaparecía de nuestra vista.
     En un bufido a flor de agua, antes de hundirse con un coletazo todavía
     ágil, nos llegaba la ultima respuesta del tío abuelo: -!Nada de panza en
     el barro quien tiene pulgas entre las escamas! -que debía de ser un modo
     de decir de sus tiempos (del mismo tipo de nuestro proverbio nuevo y mucho
     mas conciso: "Al que le pique, que se rasque"), con aquella expresión
     "barro" que seguí usando en todas las ocasiones en que nosotros decíamos
     "tierra".
     Por aquella época me enamore. Pasaba los días con Lii, persiguiéndonos;
     ágil como ella nunca se había visto ninguna; a los helechos, que en aquel
     tiempo eran tan altos como arboles, Lii subía hasta la cima de un envión,
     y las cimas se inclinaban casi hasta el suelo, y ella bajaba de un salto y
     proseguía su carrera: yo, con movimientos un poco mas lentos y torpes, la
     seguía. Nos internábamos tierra adentro donde ninguna huella había marcado
     jamas el suelo seco y costroso; a veces me detenía espantado de haberme
     alejado tanto de la zona de las lagunas. Pero nada parecía tan lejos de la
     vida acuática como ella, Lii: los desiertos de arena y piedra, las
     praderas, la espesura de los montes, los relieves rocosos, las montañas de
     cuarzo, ese era su mundo: un mundo como hecho a propósito para ser
     escrutado por los ojos oblongos y recorrido por su paso sinuoso. Mirando
     su piel lisa parecía que nunca hubieran existido placas o escamas.
     Los parientes de Lii me cohibían un poco: eran una de esas familias que
     por haberse establecido en la tierra una época mas antigua, habían
     terminado por convencerse de que estaban allí desde siempre; una de esas
     familias en las que hasta los huevos se ponían en un ligar seco,
     protegidos por una cascara resistente; y mirando a Lii en sus brincos, en
     sus movimientos fulminantes, se veía que había nacido tal como era ahora,
     de uno de aquellos huecos calientes de arena y de sol, saltándose a pies
     juntillas la fase nadante y melómana del renacuajo, todavía obligada en
     nuestras familias menos evolucionadas.
     Había llegado el momento en que Lii conociese a los míos, y como el mas
     anciano y autorizado de la familia era el tío N'ba N'ba, no podía dejar de
     hacerle una visita para presentarle a mi novia. Pero cada vez que se
     presentaba la oportunidad, la postergaba lleno de confusión: conociendo
     los prejuicios en que la habían criado, aun no me había atrevido a decir a
     Lii que mi tío abuelo era un pez.
     Un ida nos habíamos internado en uno de aquellos aguanosos promontorios
     que rodean a la laguna, donde el duelo mas que arena esta formado por
     marañas de raíces y vegetación marchita. Lii me lanzo uno de sus
     habituales desafíos o pruebas de coraje:
     -Qfwfq, ¿hasta donde eres capaz de mantener el equilibrio? !A ver quien
     corre mas por la orilla! - y se lanzo adelante con sus piruetas de tierra
     firme, pero un poco vacilante.
     Esta vez me sentía capaz no solo de emularla, sino de vencerla, porque en
     terreno húmedo mis patas encontraban mejor asidero. -!Hasta la orilla
     cuando quieras! -exclame- !y quizás todavía mas allá!
     -!No digas tonterías! -me contestó-. Mas allá de la orilla, ¿como vas a
     correr? !Esta el agua!
     Tal vez era el momento favorable para sacar el tema de mi tío abuelo. -¿Y
     que?- le dije- Hay quien corre mas allá de la orilla y quien mas acá.
     -!Estas diciendo cosas sin pies no cabeza! -!Digo que mi tío abuelo N'ba
     N'ba esta en el agua como nosotros en tierra, y nunca ha salido de ella!
     -!Aja! !Quisiera conocer a ese N'ba N'ba! No había terminado de decirlo y
     en la turbia superficie de la laguna gorgotearon burbujitas, se formaron
     algunos remolinos y afloro un hocico todo cubierto de escamas espinosas.
     -Bueno, aquí estoy, ¿que hay? -dijo el tío abuelo, mirando a Lii con ojos
     redondos e inexpresivos como piedras y haciendo latir las branquias a los
     lados del enorme gaznate. Jamas el tío abuelo me había parecido tan
     distinto de nosotros: un monstruo hecho y derecho.
     -Tio, si me permite, esta... tengo el gusto de presentarle a... mi
     prometida, Lii -y señale a mi novia, que quien sabe por que se había
     incorporado sobre las patas de atrás, en una de sus actitudes mas
     rebuscadas y por cierto menos gratas para aquel viejo zafio.
     -¿De modo, señorita, que ha venido a mojarse un poco la cola? -dijo el tío
     abuelo, una frase que en su tiempo quizá fuera una galantería, pero que a
     nosotros nos sonaba directamente indecente.
     Mire a Lii, seguro de verla pegar media vuelta y largarse con un chillido
     escandalizado. Pero no había calculado cuan fuerte era en ella lo que le
     habían enseñado: "ignorar toda vulgaridad del mundo circundante".
     - Escuche, esa plantitas - dice, desenvuelta, y señala ciertas juncias que
     crecían gigantescas en medio de la laguna-, dígame, las raíces, ¿donde se
     hunden?
     Una pregunta de las que se hacen para seguir la conversación, !que podía
     importarle a ella las juncias! Pero aprecia que el tío abuelo no esperaba
     nada mejor para ponerse a explicar el porque y el como de las raíces de
     los arboles flotantes y la forma en que podía nadar entre ellas, mas
     todavía: los mejores lugares para cazar están allí debajo. No la terminaba
     nunca. Yo bufaba, trataba de interrumpirlo. Pero en cambio, ¿que hace la
     impertinente? ¿No se pone a darle cuerda? -Ah, si, ¿usted caza entre las
     raíces flotantes? !Que interesante! Yo quería que me tragara la tierra de
     vergüenza. Y el: -No son cuentos: ¡Allí hay lombrices como para darse un
     atracón! -Y sin pensarlo mas, se zambulle. Una zambullida ágil, como nunca
     se la había visto; y un salto en alto: brinca fuera del agua cuan largo
     es, con las escamas todas manchadas, desplegando los abanicos espinosos de
     las aletas; después de describir en el aire un lindo semicírculo, vuelve a
     caer sumergiéndose de cabeza, y desaparece rápido con una especie de
     movimiento en espiral de la cola falcada.
     Ante ese espectáculo, el discursito que me había preparado para
     justificarme apresuradamente ante Lii, aprovechando el alejamiento del tío
     abuelo: "Sabes, hay que comprenderlo, con esa idea fija de vivir como un
     pez, ha terminado por parecerse a un pez de verdad...", se me atraganto.
     Ni yo mismo sabia hasta que punto era pez el hermano de mi abuela. Dije
     apenas: -Lii, es tarde, vamos... - y ya el tío desaparecía sosteniendo
     entre sus labios de escualo un festón de lombrices y algunas babosas.
     No podía creerlo cuando nos despedimos, pero trotando en silencio detrás
     de Lii pensaba que ahora ella comenzaría a hacer sus comentarios, es
     decir, que todavía no había llegado lo peor para mi. Y entonces Lii, sin
     detenerse, se vuelve apenas hacia mi y: - !Simpático tu tío! - dice, y
     nada mas. Frente a su ironía, ya mas de una vez me había sentido
     desarmado; pero el frío glacial que me dio esta respuesta fue tal que
     hubiera preferido no verla mas antes de enfrentar nuevamente el tema. Pero
     seguimos viéndonos, saliendo juntos, y no volvió a hablar del episodio de
     la laguna. Yo me sentía inseguro: era inútil que tratara de convencerme de
     que ella se había olvidado; cada tanto me asaltaba la sospecha de que se
     callaba para poder avergonzarme de alguna manera clamorosa, delante de los
     suyos, o de que - y esta hipótesis era todavía peor para mi- solo por
     compasión es esforzaba por hablar de otra cosa. Hasta que, de buenas a
     primeras, una buena mañana so sale diciéndome: -Oye, ¿no me llevas mas a
     ver a tu tío?
     Con un hilo de voz pregunte: - ¿Estas bromeando? Pero no, hablaba en
     serio, no veía la hora de volver a echar un parrafito con el viejo N'ba
     N'ba. Yo ya no entendía nada.
     Aquella vez, la visita a la laguna fue mas larga. Nos tendimos los tres en
     una orilla e declive, el tío abuelo mas bien del lado del agua, pero
     también nosotros a medias sumergidos, tanto que viéndonos de lejos,
     estaríamos uno junto al otro, no se hubiera sabido quien era el terrestre
     y quien acuático.
     El pez empezó con su tema habitual: la superioridad de la respiración en
     el agua con respecto a la aérea, con todo su repertorio de vituperios:
     "!Ahora Lii le salta encima y le devuelve la pelota!", pensaba yo. Pero se
     ve que aquel día Lii empleaba otra táctica: discutía con aplicación,
     defendiendo nuestros puntos de vista, pero como si tomara muy en serio los
     del viejo N'ba N'ba.
     Las tierras emergidas, según el tío abuelo, eran un fenómeno limitado:
     desaparecían como habían aparecido o, en todo caso, sufrían continuos
     cambios: volcanes, helamientos, terremotos, corrugaciones, mutaciones de
     clima y de vegetación. Y nuestra vida en medio de todo eso tendría que
     hacer frente a transformaciones continuas, en las cuales poblaciones
     enteras desaparecerían y solo sobreviviría el que estaba dispuesto a
     cambiar las bases de la propia existencia tanto en las razones por las
     cuales valía la pena vivir serian simplemente distintas y se olvidarían.
     Una perspectiva que se daba de narices con el optimismo en que nosotros,
     hijos de la costa, habíamos sido criados y que yo rebatía con protestas
     escandalizadas. Pero para mi, la verdadera, viviente refutación de
     aquellos argumentos era Lii: veía en ella la forma perfecta, definida,
     nacida de la conquista de los territorios emergidos, la suma de las
     nuevas, ilimitadas posibilidades que se abrían. ¿Como podía el tío abuelo
     pretender negar la realidad encarnada por Lii? Yo ardía de pasión polémica
     y me parecía que mi compañera se mostraba demasiado paciente y comprensiva
     con nuestro contradictor.
     Es cierto que aun para mi - que estaba habituado a oír de boca del tío
     abuelo solo refunfuños e improperios - esta argumentación tan bien hilada
     sonaba como una novedad, aunque aderezada de expresiones anticuadas y
     enfáticas y con la comicidad que le daba su característica tonada. Pasmaba
     también oírle dar pruebas de una competencia minuciosa - aunque totalmente
     exterior- acerca de la tierras continentales.
     Pero Lii, con sus preguntas, trataba de hacerle hablar lo más posible de
     la vida debajo del agua; y desde luego este era el tema sobre el cual la
     argumentación del tío abuelo era mas precisa y por momentos conmovida.
     Frente a las incertidumbres de la tierra y del aire, lagunas y mares y
     océanos representaban un futuro de seguridad. Allí los cambios serian
     mínimos, los espacios y provisiones sin limites, la temperatura
     encontraría siempre su equilibrio, en una palabra, la vida se conservaría
     como se había desenvuelto hasta ahora, en sus formas plenas y perfectas,
     sin metamorfosis o añadidos de dudoso éxito, y cada uno podía ahondar en
     la propia naturaleza, llegar a la esencia de si mismo y de toda cosa. El
     tío hablaba del porvenir acuático sin adornos o ilusiones, no se le
     ocultaba los problemas incluso graves que se presentarían (el mas
     inquietante de todos: el aumento de salinidad); pero eran problemas que
     trastornarían los valores y las proporciones en las que el creía.
     -¡Pero nosotros ahora galopamos por valles y montañas, tío! - exclame, en
     mi nombre y sobretodo en el de Lii, que en cambio estaba callada.
     -¡Anda, renacuajo, que en cuanto te pones en remojo te sientes como en tu
     casa! - me apóstrofo, volviendo al tono que siempre había oído emplear con
     nosotros.
     -¿No cree, tío, que si ahora quisiéramos aprender a respirar bajo el agua
     seria demasiado tarde? - pregunto Lii, seria, y yo no sabia si sentirme
     halagado porque había llamado tío a mi viejo pariente, o desorientado
     porque ciertas preguntas (por lo menos así estaba yo acostumbrado a
     pensar) no se plantean siquiera.
     -¡Si te interesa, estrella - dijo el pez -, te enseño en seguida!
     Lii lanzo una carcajada extraña y finalmente se echo a correr, a correr
     tanto que yo no podía seguirla.
     La busqué por llanuras y colinas, llegue a la cima de un espolón de
     basalto que dominaba en torno el paisaje de desiertos y bosques circundado
     por las aguas. Lii estaba allí. Claro, era esto lo que había querido
     decirme - !yo la había entendido !- cuando escuchaba a N'ba N'ba y después
     al escapar y refugiarse allá arriba: que había que estar en nuestro mundo
     con la misma fuerza con que el viejo pez estaba en el suyo.
     - Yo estaré como el tío allá - grite, farfullando un poco, después me
     corregí -: !Estaremos los dos, juntos! - porque era cierto que sin ella no
     me sentía seguro.
     Y entonces Lii ¿qué me contesto? Todavía hoy me ruborizo, a tantas eras
     geológicas de distancia, me ruborizo al recordarlo. Respondio: ¡Anda
     renacuajo, te faltan uñas para guitarrero! - y yo no sabia si quería
     remedar al tío abuelo para burlarse de él y de mi al mismo tiempo, o si de
     veras había adoptado como suya la actitud de aquel viejo carcamal hacia el
     sobrino nieto, y tanto una como otra hipótesis eran desalentadoras, porque
     las dos significaban que ella me consideraba a mitad de camino, alguien
     que no estaba cómodo ni en un mundo ni en el otro.
     ¿La había perdido? En la duda me precipite a reconquistarla. Empece por
     las proezas: en la caz de insectos voladores, en el salto, en la
     excavación de cuevas subterráneas, en la lucha con los mas fuertes de los
     nuestros. Me enorgullecía de mi mismo, pero cada vez que hacia algo
     esforzado, ella no estaba presente para verme: desaparecía continuamente,
     no se sabia donde iba a esconderse.
     -¡Sabes - me dijo, contenta al verme -, las patas funcionan perfectamente
     como aletas!
     - Que inteligente, lindo paso adelante - no pude menos de comentar con
     sarcasmo.
     Era un juego para ella, yo comprendía. Pero un juego que no me gustaba.
     Debía llamarla a la realidad, al futuro que nos aguardaba.
     Un día la espere en medio de un bosque de altos helechos que se desplomaba
     en el agua.
     - Lii, tengo que hablarte - dije apenas la vi -, ya te has divertido
     bastante. Tenemos cosas mas importantes por delante. He descubierto un
     pasaje en la cadena de montes: del otro lado se extiendo una inmensa
     llanura de piedra, hace poco abandonada por las aguas. Seremos los
     primeros en establecernos allí, poblaremos territorios ilimitados,
     nosotros y nuestros hijos.
     - El mar es ilimitado - dijo Lii.
     - Déjate de repetir las patrañas de ese viejo chocho. El mundo es del que
     tiene piernas, no de los peces, lo sabes.
     - Lo que se es que el es alguien - dijo Lii.
     -¿Y yo?
     - No hay nadie con piernas que sea como el.
     -¿Y tu familia?
     - Nos hemos peleado. No han entendido nunca nada.
     -¡Estas loca! !No se puede volver atrás!
     - Yo si.
     -¿Y que vas a hacer sola con un viejo pez?
     - Casarme con é. Volverme pez con él. Y echar al mundo otros peces. Adiós.
     Y gateando como solía, subió hasta la cima de una alta hoja de helecho, la
     inclino hacia la laguna y se dejo caer, zambulliéndose. Reapareció, pero
     no estaba sola: la robusta cola falcada del tío abuelo N'ba N'ba afloro
     junto a la suya y juntos hendieron el agua.
     Fue un duro revés para mi. Pero al fin, ¿qué hacerle? Seguí mi camino en
     medio de las transformaciones del mundo, también yo transformándome. Cada
     tanto, entre las muchas formas de los seres vivos encontraba a alguno que
     "era alguien" en mayor medida que yo: uno que anunciaba el futuro,
     ornitorrinco que amamanta al pichón salido del huevo, jirafa desvaída en
     medio de la vegetación todavía baja; o que testimoniaba un pasado sin
     retorno, dinosaurio superviviente después del comienzo del Cenozoico, o
     bien -cocodrilo- un pasado que había encontrado la manera de mantenerse
     inmóvil a través de los siglos. Todos tenían algo, lo se, que los hacia de
     algún modo superiores a mi, sublimes, y que hacia de mi, por comparación,
     un mediocre. Y sin embargo no me hubiera cambiado por ninguno de ellos.

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