Una sonrisa cuesta poco, pero vale mucho.
Quien la da es feliz y quien la recibe la agradece.
Dura, sólo un instante y su recuerdo, a veces, perdura por toda una vida.
No hay nadie tan rico que no la necesite, ni nadie tan pobre que no la pueda dar.
Produce felicidad en el hogar, prosperidad en los negocios y es contraseña entre los amigos.
Es descanso para el cansado, luz para el desolado, sol para el triste y antídoto para los problemas.
No se puede comprar ni pedir prestada, tomarla o robarla, sirve sólo como regalo.
Y nadie necesita tanto de una sonrisa como quien se olvidó de sonreír.
Sonríe siempre porque la sonrisa es el mejor regalo que podemos recibir y lo mejor que podemos dar.
Si con las prisas me olvido de darte una sonrisa, discúlpame: ¿Tendrías la bondad de darme una de las tuyas?
Porque una sonrisa es la mejor cédula de identidad que tenemos para caminar por la vida.
Un lugar que te ayudara a encontrarte con Dios. Aquí encontraras, artículos, reflexiones,música, entrevistas, enseñanzas, catequesis y todo aquello necesario para el encuentro con Cristo.
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domingo, 19 de junio de 2016
sábado, 18 de junio de 2016
¿Por qué buscas aislarte?
Frente a ese deseo de estar siempre conectado, el deseo de estar totalmente desconectado
Hay una tendencia que me lleva a alejarme de Dios y de los hombres. Es la tendencia de querer estar solo. No quiero que me molesten, que me cambien los planes. Quiero vivir en paz sin que nadie se meta en mi vida, en mi mundo, en mi comodidad.
Es el pecado del egoísmo que me lleva a aislarme de los hombres y a alejarme de Dios. Yo y mi comodidad. Yo y mis aficiones. Deja de conmoverme el sufrimiento de los hombres. Tanto sufrimiento ha acabado por hacerme indiferente ante el dolor.
En la exhortación apostólica Amoris Laetitia comenta el papa Francisco: “Una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto de la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las relaciones. La libertad para elegir permite proyectar la propia vida y cultivar lo mejor de uno mismo, pero si no tiene objetivos nobles y disciplina personal, degenera en una incapacidad de donarse generosamente. Se teme la soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad, pero al mismo tiempo crece el temor a ser atrapado por una relación que pueda postergar el logro de las aspiraciones personales”.
Puedo elegir con quién caminar en la vida. Puedo decidir lo que hago con mi tiempo. Puedo optar libremente. O me comprometo o no me comprometo. Sigo a alguien o no sigo a nadie. Entrego mi vida o me la guardo para no perderla.
Tiene algo de atractiva una vida cuidada y protegida. Un jardín en el que nadie me perturba. Una casa solitaria en lo alto de un monte donde nadie puede acceder. Yo y mi mundo interior. Yo y mi soledad. Yo y mi libertad.
El papa Francisco comenta el peligro de esa soledad: “Si uno se estanca, corre el riesgo de ser egoísta y el agua estancada es la primera que se corrompe”. Es el peligro de buscar mi comodidad y estancarme. De querer estar solo y perderme. De aislarme de esta vida tan conectada y quedar fuera de todo.
Frente a ese deseo de estar siempre conectado, el deseo de estar totalmente desconectado. Fuera de las redes sociales. Fuera del teléfono. Fuera del mundo. Aislado, solo, sin nadie que me perturbe.
Frente al miedo que nos da la soledad, el deseo de decidir yo cuándo y quiénes pueden perturbar mi paraíso en la tierra. Puedo cuidar tanto mi tiempo que no se lo entrego a nadie. Cuido mis vínculos para que no haya demasiada intimidad.
Y cuando me exigen más de lo que quiero dar, me alejo. Cada uno sigue su vida. No hay compromiso por nadie. Ahora estamos bien juntos. Más tarde puede que no funcione. No me quiero comprometer a nada para siempre. ¿Y si luego no soy fiel? ¿Y si el amor desaparece? Es mejor vivir un presente eterno sin demasiados compromisos.No sé si ahora vale más o menos la palabra que antes. No lo sé. Lo que sí sé es que hay personas de palabra. Y otras cuya palabra vale muy poco. Personas que cuando te prometen algo sabes que lo van a hacer, sabes que van a estar ahí y no van a claudicar. Y otras que, aunque te lo aseguren, dudas porque mañana habrán cambiado de opinión, pensarán otra cosa, seguirán otro camino.
Personas de una sola palabra hay pocas. Y personas con muchas palabras hay más. El pecado del egoísmo es muy grande. Hoy pienso de una forma, porque me conviene. Mañana, si no me conviene, pienso lo contrario.
La comodidad, el deseo de estar yo bien, asentado, guardado, protegido. Con mis horarios cómodos. Con mi sueño y mi descanso protegido. Que no me perturben en mis planes propios. Hacer mi vida. Guardarla para no perderla.
En lugar de crear hogares donde otros puedan descansar, aislarme en mi hogar donde nadie entra. Uno habla de solidaridad y luego vive su vida. Da miedo un excesivo compromiso.
Decía Jean Vanier: “Yo diría que la necesidad más fundamental de nuestra sociedad no consiste en tener cada vez más profesores en las universidades, sino en tener hombres y mujeres que creen juntos comunidades de acogida para las personas desorientadas, solas y perdidas”.
Acoger al que está solo. Comprender al que nadie comprende. Escuchar a aquel al que nadie sigue. Abrirme para aceptar al que es distinto, al que no crea tendencias, al que está solo.
Todos tenemos grietas
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón. Pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque, debido a mis grietas, sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir".
El aguador apesadumbrado, le dijo compasivamente: "Cuando regresemos a la casa, quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino".
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo del camino; pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces: "¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen de tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas, y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a lo largo de todo el camino por donde vas, y todos los días las has regado, y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, incluidos tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza"
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados...
Dedicado a todos mis amigos, que aprovechan sus grietas para hacer crecer hermosos jardines...
Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque, debido a mis grietas, sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir".
El aguador apesadumbrado, le dijo compasivamente: "Cuando regresemos a la casa, quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino".
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo del camino; pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces: "¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen de tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas, y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a lo largo de todo el camino por donde vas, y todos los días las has regado, y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, incluidos tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza"
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados...
Dedicado a todos mis amigos, que aprovechan sus grietas para hacer crecer hermosos jardines...
Benedictinas francesas entonan un sublime himno medieval
"Adoro Te devote" fue compuesto por nada menos que S. Tomás de Aquino
La comunidad de la abadía de Sainte-Madeleine du Barroux, al sur de Francia, fue fundada en 1978 y, desde 2008, forma parte de la confederación benedictina.
En este vídeo, que registra las grabaciones del álbum “In Paradisum – Les Soeurs“, vemos breves y magníficas imágenes de la abadía y de la comunidad religiosa – y oímos una bellísima interpretación de “Adoro Te devote“, uno de los más célebres himnos eucarísticos de toda la historia de la Iglesia, compuesto por S. Tomás de Aquino.
ADORO TE DEVOTE
Adóro te devóte, latens Déitas,
Quae sub his figúris vere látitas:
Tibi se cor meum totum súbiicit,
Quia te contémplans totum déficit.
Visus, tactus, gustus in te fállitur,
Sed audítu solo tuto créditur.
Credo, quidquid dixit Dei Fílius:
Nil hoc verbo Veritátis vérius.
In cruce latébat sola Déitas,
At hic latet simul et humánitas;
Ambo tamen credens atque cónfitens,
Peto quod petívit latro paénitens.
Plagas, sicut Thomas, non intúeor;
Deum tamen meum te confíteor.
Fac me tibi semper magis crédere,
In te spem habére, te dilígere.
O memoriále mortis Dómini!
Panis vivus, vitam práestans hómini!
Praesta meae menti de te vívere.
Et te illi semper dulce sápere.
Pie pellicáne, Iesu Dómine,
Me immúndum munda tuo sánguine.
Cuius una stilla salvum fácere
Totum mundum quit ab omni scélere.
Iesu, quem velátum nunc aspício,
Oro fiat illud quod tam sítio;
Ut te reveláta cernens fácie,
Visu sim beátus tuae glóriae. Amen.
Toma su mano
I Reyes 17, 17-24: “Tu hijo está vivo”
Salmo 29: “Te alabaré, Señor, eternamente”
Gálatas 1, 11-19: “Dios quiso revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara a los paganos”
San Lucas 7, 11-17: “Joven, Yo te lo mando: Levántate”
¿Dónde está nuestra juventud? ¿A dónde va? Se encuentra en graves dificultades y por caminos oscuros. Ellos mismos en diferentes oportunidades se lo expresaban al Papa: “Santo Padre, me duele compartir con Usted que en diferentes puntos del país faltan oportunidades de trabajo y de estudio. Algunos jóvenes estamos atrapados por la desesperación y nos dejamos llevar por la codicia, la corrupción y las promesas de una vida intensa y fácil, pero al margen de la legalidad. Aumentan entre nosotros las víctimas del narcotráfico, la violencia, las adicciones y la explotación de personas. Muchas familias sólo han podido llorar la pérdida de sus hijos, porque la impunidad ha dado alas a quienes estafan, secuestran y matan. En medio de todo esto la paz es un don que seguimos anhelando. Santo Padre, queremos ser constructores de la paz, ¿cómo lograrlo?… En nuestro corazón constantemente surgen unas preguntas, ¿Y quién nos da esperanza a nosotros? ¿De dónde agarrarnos para tener esperanza?”
A pesar de que escuchamos que los jóvenes son la esperanza del país y el futuro de la humanidad, se percibe un ambiente de desencanto y desconfianza hacia la juventud actual. Tienen los jóvenes, que enfrentar un mundo difícil, hostil y con pocas armas para vencerlo. De las comunidades más remotas, salen grandes grupos que emigran a las ciudades o a otros paises, solamente protegidos por sus sueños, su inocencia y su deseo de aventura. Quedarse en los pequeños pueblos parece resignarse a una vida sin futuro, de acuerdo a los valores que van recibiendo. Las opciones de trabajo son escasas o nulas. Los porcentajes de quienes estudian son bajísimos y quienes logran trabajar una vez terminados sus estudios, son menos aún. Entonces para qué estudiar si no sirven los títulos, para qué prepararse si no se puede ejercer lo que se ha aprendido.
Por otra parte, están espoleados por un mundo fácil, de artificio, de ruido y de placer. Los modelos a seguir son de oropel: un día suben a la cima y al día siguiente caen desmoronados, y surgen –o hacen surgir– nuevos ídolos que caerán mañana. ¿De dónde asirse quienes comienzan la vida? ¿Qué seguridades pueden tener? Da la impresión de que participamos en el cortejo fúnebre que nos presenta el Evangelio. Hoy también muchas madres y pueblos pobres acompañan la muerte, física o moral, de sus hijos jóvenes maltratados por el hambre, por la falta de trabajo y oportunidades, o porque sucumbieron desesperados ante la droga y los caminos violentos, se dejaron llevar por el placer y despertaron hastiados y vacíos. Hay jóvenes que se encuentran paralizados, como muertos, ante la inseguridad de su futuro y la falta de lugar para ellos en la sociedad, sin que tengan oportunidad de hablar y ni ser escuchados. Por desgracia, lo mismo nos acontece frecuentemente en nuestras iglesias.
Contemplemos la escena del Evangelio: un cortejo lleno de muerte, saliendo de la ciudad y otro cortejo lleno de vida encaminándose a la ciudad. Jesús, sin que nadie se lo pida, se acerca al joven muerto y lo toca. Al oír las palabras fuertes y con autoridad de Jesús que exclama: “Joven, Yo te lo mando: levántate”, aquel joven, antes cadáver, se levanta y comienza a hablar. Es el camino para acercarse al joven y es el camino del joven para levantarse de su oscuridad. Es la misma respuesta del Papa a los jóvenes: “La base de todo se llama Jesucristo… Solamente déjate agarrar la mano y agárrate a esa mano y la riqueza que tienes adentro sucia, embarrada, dada por perdida va a empezar a través de la esperanza a dar su fruto pero siempre de la mano de Jesucristo, ese es el camino… No se permitan permanecer caídos, nunca. Nunca se suelten de la mano de Jesucristo, por favor, nunca se aparten de Él y si se apartan se levantan y siguen adelante. Él comprende lo que son estas cosas… Porque de la mano de Jesucristo es posible vivir a fondo, de su mano es posible creer que en la vida vale la pena dar lo mejor de sí, ser fermento, ser sal, ser luz en medio de sus amigos, de sus barrios, de su comunidad, en medio de la familia”.
La escena nos presenta dos cortejos que reflejan la situación actual de la juventud y que nos obligan a hacer comparación de jóvenes, hombres y mujeres, unos que se encaminan y luchan por la vida; y otros, vencidos antes de tiempo, cadáveres vivientes. A todos se acerca Cristo y ofrece la vida. El mensaje más esperanzador de la fe cristiana es que Nuestro Dios es el Dios de la vida y no de la muerte. Jesús no se reserva su vida para Sí solo, sino que la comparte generosamente con los hombres, y quiere contagiar de su vida, de su amor, a todos, pero en especial a los jóvenes.
Hoy Jesús, igual que ayer, está diciendo a cada uno de los jóvenes: “Joven, Yo te lo mando: levántate”, pero hoy lo quiere decir a través de nosotros. Tomemos la iniciativa como cristianos, sin esperar la petición de quien está necesitado. Cada uno de nosotros debe “acercarse” a las situaciones difíciles de muerte y de olvido que enfrentan los jóvenes.
Hoy también a cada una de las familias llega la palabra consoladora de Jesús: “No llores”, pero también a cada una de las familias llega la pregunta cuestionadora sobre lo que estamos haciendo por los jóvenes y cómo los estamos educando para la vida. Los jóvenes no son el futuro de la sociedad o de la Iglesia. Son el presente, y si están muertos, olvidados o callados, se convierten en lastre cuando deben ser la energía, la alegría y la fortaleza que impulse a la creación de una nueva sociedad.
Hoy también a cada uno de los jóvenes, por más desalentados que estén, por más adormilados que parezcan, por más olvidados que se encuentren, les habla Jesús. Pido al Señor que muchos jóvenes escuchen con fuerza en su corazón: “Joven, Yo te lo mando: levántate”, se agarren fuertemente de su mano y se levanten.
Señor Jesús, que ante la muerte das vida y resurrección, acompáñanos en la búsqueda de caminos de esperanza, libertad y alegría para nuestra juventud. Amén.
Salmo 29: “Te alabaré, Señor, eternamente”
Gálatas 1, 11-19: “Dios quiso revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara a los paganos”
San Lucas 7, 11-17: “Joven, Yo te lo mando: Levántate”
¿Dónde está nuestra juventud? ¿A dónde va? Se encuentra en graves dificultades y por caminos oscuros. Ellos mismos en diferentes oportunidades se lo expresaban al Papa: “Santo Padre, me duele compartir con Usted que en diferentes puntos del país faltan oportunidades de trabajo y de estudio. Algunos jóvenes estamos atrapados por la desesperación y nos dejamos llevar por la codicia, la corrupción y las promesas de una vida intensa y fácil, pero al margen de la legalidad. Aumentan entre nosotros las víctimas del narcotráfico, la violencia, las adicciones y la explotación de personas. Muchas familias sólo han podido llorar la pérdida de sus hijos, porque la impunidad ha dado alas a quienes estafan, secuestran y matan. En medio de todo esto la paz es un don que seguimos anhelando. Santo Padre, queremos ser constructores de la paz, ¿cómo lograrlo?… En nuestro corazón constantemente surgen unas preguntas, ¿Y quién nos da esperanza a nosotros? ¿De dónde agarrarnos para tener esperanza?”
A pesar de que escuchamos que los jóvenes son la esperanza del país y el futuro de la humanidad, se percibe un ambiente de desencanto y desconfianza hacia la juventud actual. Tienen los jóvenes, que enfrentar un mundo difícil, hostil y con pocas armas para vencerlo. De las comunidades más remotas, salen grandes grupos que emigran a las ciudades o a otros paises, solamente protegidos por sus sueños, su inocencia y su deseo de aventura. Quedarse en los pequeños pueblos parece resignarse a una vida sin futuro, de acuerdo a los valores que van recibiendo. Las opciones de trabajo son escasas o nulas. Los porcentajes de quienes estudian son bajísimos y quienes logran trabajar una vez terminados sus estudios, son menos aún. Entonces para qué estudiar si no sirven los títulos, para qué prepararse si no se puede ejercer lo que se ha aprendido.
Por otra parte, están espoleados por un mundo fácil, de artificio, de ruido y de placer. Los modelos a seguir son de oropel: un día suben a la cima y al día siguiente caen desmoronados, y surgen –o hacen surgir– nuevos ídolos que caerán mañana. ¿De dónde asirse quienes comienzan la vida? ¿Qué seguridades pueden tener? Da la impresión de que participamos en el cortejo fúnebre que nos presenta el Evangelio. Hoy también muchas madres y pueblos pobres acompañan la muerte, física o moral, de sus hijos jóvenes maltratados por el hambre, por la falta de trabajo y oportunidades, o porque sucumbieron desesperados ante la droga y los caminos violentos, se dejaron llevar por el placer y despertaron hastiados y vacíos. Hay jóvenes que se encuentran paralizados, como muertos, ante la inseguridad de su futuro y la falta de lugar para ellos en la sociedad, sin que tengan oportunidad de hablar y ni ser escuchados. Por desgracia, lo mismo nos acontece frecuentemente en nuestras iglesias.
Contemplemos la escena del Evangelio: un cortejo lleno de muerte, saliendo de la ciudad y otro cortejo lleno de vida encaminándose a la ciudad. Jesús, sin que nadie se lo pida, se acerca al joven muerto y lo toca. Al oír las palabras fuertes y con autoridad de Jesús que exclama: “Joven, Yo te lo mando: levántate”, aquel joven, antes cadáver, se levanta y comienza a hablar. Es el camino para acercarse al joven y es el camino del joven para levantarse de su oscuridad. Es la misma respuesta del Papa a los jóvenes: “La base de todo se llama Jesucristo… Solamente déjate agarrar la mano y agárrate a esa mano y la riqueza que tienes adentro sucia, embarrada, dada por perdida va a empezar a través de la esperanza a dar su fruto pero siempre de la mano de Jesucristo, ese es el camino… No se permitan permanecer caídos, nunca. Nunca se suelten de la mano de Jesucristo, por favor, nunca se aparten de Él y si se apartan se levantan y siguen adelante. Él comprende lo que son estas cosas… Porque de la mano de Jesucristo es posible vivir a fondo, de su mano es posible creer que en la vida vale la pena dar lo mejor de sí, ser fermento, ser sal, ser luz en medio de sus amigos, de sus barrios, de su comunidad, en medio de la familia”.
La escena nos presenta dos cortejos que reflejan la situación actual de la juventud y que nos obligan a hacer comparación de jóvenes, hombres y mujeres, unos que se encaminan y luchan por la vida; y otros, vencidos antes de tiempo, cadáveres vivientes. A todos se acerca Cristo y ofrece la vida. El mensaje más esperanzador de la fe cristiana es que Nuestro Dios es el Dios de la vida y no de la muerte. Jesús no se reserva su vida para Sí solo, sino que la comparte generosamente con los hombres, y quiere contagiar de su vida, de su amor, a todos, pero en especial a los jóvenes.
Hoy Jesús, igual que ayer, está diciendo a cada uno de los jóvenes: “Joven, Yo te lo mando: levántate”, pero hoy lo quiere decir a través de nosotros. Tomemos la iniciativa como cristianos, sin esperar la petición de quien está necesitado. Cada uno de nosotros debe “acercarse” a las situaciones difíciles de muerte y de olvido que enfrentan los jóvenes.
Hoy también a cada una de las familias llega la palabra consoladora de Jesús: “No llores”, pero también a cada una de las familias llega la pregunta cuestionadora sobre lo que estamos haciendo por los jóvenes y cómo los estamos educando para la vida. Los jóvenes no son el futuro de la sociedad o de la Iglesia. Son el presente, y si están muertos, olvidados o callados, se convierten en lastre cuando deben ser la energía, la alegría y la fortaleza que impulse a la creación de una nueva sociedad.
Hoy también a cada uno de los jóvenes, por más desalentados que estén, por más adormilados que parezcan, por más olvidados que se encuentren, les habla Jesús. Pido al Señor que muchos jóvenes escuchen con fuerza en su corazón: “Joven, Yo te lo mando: levántate”, se agarren fuertemente de su mano y se levanten.
Señor Jesús, que ante la muerte das vida y resurrección, acompáñanos en la búsqueda de caminos de esperanza, libertad y alegría para nuestra juventud. Amén.
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