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martes, 9 de agosto de 2016

“Blowin’ in the Wind”: Espíritu Santo, ¿eres tú? Ven

El clásico de Bob Dylan a tres voces podría haber llegado en el momento justo

Una confesión: Blowin’ in the Wind, de Bob Dylan, y yo, tuvimos una historia, pero no una historia agradable, porque la canción quedará por siempre unida a mi sentimiento de despojo tras haber salido de mi mayor experiencia espiritual y litúrgica como niña, inmediatamente después de mi Primera Comunión:

“Hermana, ¡tiene que hacerme repetir el segundo curso!”, le dije imperioso.

“Pero ¿por qué, cariño?”, se extrañó.

“¡Porque quiero hacer la comunión otra vez!”, gemí. “¡Y sólo la puedo hacer en el segundo curso!”.

La Hermana me aseguró que sólo podía hacer la Primera Comunión una vez, pero que ahora podría recibir a Jesús en la Eucaristía “todos los domingos, ¡incluso todos los días si quieres!; siempre estará a tu alcance: la Misa y la Sagrada Comunión.

Aquel resplandeciente día, ese “siempre estará a tu alcance” me sonó como una promesa digna de la mayor de las confianzas. Después de todo, lo que me prometía llevaba funcionando inmutable en este mundo unos 2000 años. Tras considerar esto, logré apaciguar mis nervios.

Pero poco tiempo después llegó otro disgusto, porque mi himno favorito de la infancia (Praise to the Lord, the Almighty) había sido reemplazado por una versión congregacional de Blowin’ in the Wind de Bob Dylan. ¿Cómo iba a animar nuestras voces un señor en vaqueros balanceándose al son de los rasgueos de su guitarra? ¿Por qué nuestro sacerdote predicaba no sobre los sacramentos, el pecado o la salvación, sino sobre la sabiduría de Mrs. Robinson de Simon & Garfunkel, que nos decía que —cú-cú-cachú— no sabíamos cuánto nos amaba Jesús en realidad?

Así que cuando abrí mi correo electrónico y me encontré este vídeo con algunos comentarios de Facebook adjuntos, puse los ojos en blanco. Aun así, pinché en la canción para escucharla, y tengo que admitir que esta representación de las voces de Julia Harriman, Scott Hoying y Mario José es impresionante. Sublime.

“Con todo lo que está pasando por todo el mundo, mis amigos y yo queríamos compartir algo de amor, ¡de la mejor forma que sabemos! Y qué mejor manera que cantando una de nuestras canciones favoritas, Blowin’ in the Wind de Bob Dylan”, explicaba Harriman en Facebook. Hoying añadía que la canción iba “dedicada al amor”.

Bueno, vale. Es una interpretación brillante, pero seguramente algunos aún se preguntarán qué solución podría aportar ese “soplo en el viento” contra los males de nuestros días.

Las escrituras nos repiten una y otra vez que el Espíritu Santo se mueve con el viento, ya sea en un gran fragor cacofónico como en Pentecostés, o en un suspiro, como con Elías. Esta conexión ya la hizo también el papa Juan Pablo II cuando, el 27 de septiembre de 1997, Bob Dylan cantó la canción para él en Bolonia, Italia. Juan Pablo dijo: “La respuesta a las preguntas de la vida está ‘soplando en el viento’. ¡Es verdad! Pero no en el viento que sopla y se lleva todo en remolinos vacíos, sino en el viento que es el aliento y la voz del espíritu, una voz que llama y dice ‘¡ven!’”.

Hoy en día hay un viento maligno recorriendo el mundo, deslizándose entre las grietas de nuestros corazones, azotando los rincones de nuestras mentes, transitando los más oscuros callejones de nuestras almas.

Tal vez precisamente ahora necesitemos una canción excepcional que nos recuerde que el Espíritu Santo se mueve en el viento y que es una fuerza más poderosa que cualquier otra. Tal vez deberíamos seguir el ejemplo del papa San Juan Pablo y suplicar porque el Espíritu Santo dirija ese remolino alentador hacia las grietas de nuestras debilidades, para que suavice nuestras abruptas aristas y arroje luz sobre nuestras sombras espirituales.

Joven cantante lírica hace estremecer a America’s got talent con “Prayer”

Eres la eterna estrella en mi oración.



Laura Bretan, tras haber ganado la edición Got talent en Rumania, participó en el America’s got Talent, con un enorme éxito. Laura es de origen rumano pero nació en Estados Unidos, donde vive con su familia. Su madre la animó a empezar a cantar en la iglesia cuando tenía sólo cuatro años. A los 12, su prometedora voz, su instinto musical y su pasión por la opera lírica la llevaron al éxito. La vemos en esta actuación con la célebre y famosa The Prayer gracias al dueto de Celine Dion y Andrea Bocelli.

Una canción que se adentra sin miedo en el miedo y la vulnerabilidad de amar y ser amado

La cantautora Alanna Marie Boudreau presenta "Pem", la historia de su búsqueda de identidad

“Me acercaba a Dios igual que me acercaba a otras personas – Con los brazos extendido, con una sonrisa amable y muy poco de verdadera vulnerabilidad” – Alanna Boudreau

En preparación del lanzamiento, el 22 de julio, de su segundo álbum LP Champion, la cantante y compositora Alanna Boudreau dio a conocer un video de su canción “Pem”, del álbum. El video, filmado en vivo en Nashville, es crudo, desnudo, despojado – el telón de fondo perfecto para esta canción sobre el miedo y la vulnerabilidad de amar y ser amado.


En un show reciente en Wichita, Kansas, Alanna compartió la historia de su infancia, su despertar existencial, y su caminar con el Señor, con los demás, y toda la creación que la rodeaba.Una parte de su historia fue particularmente reveladora y parece estar en el corazón de la canción “Pem”:

Durante la universidad, después de haber ganado una reputación como cantante, compositora e intelectual, empecé a sentirme aislada y temerosa. Había disfrutado de la atención y la imagen construida alrededor de mí durante un tiempo, porque mientras la gente había construido su propio concepto de lo que yo era – un concepto que me gustaba, pues era agradable – entonces eso significaba que yo no tenía que afrontar el riesgo real de la intimidad.

Pero la luz de Dios comenzó a perforar mi arrogancia y las preguntas empezaron a surgir en mi interior: “Suponte que pierdes la voz. Suponte que tienes un accidente, y te quedas desfigurada. Suponte que no hubieras nacido con una cara bonita. ¿Aún serías amada? Suponte que nunca hubieras sido capaz de cantar. ¿Se habría fijado alguien en tí?”

Me dolía tener estas preguntas girando en mi interior, porque yo había sido capaz de hacer caso omiso de ellas en la oración, y la razón es que me acercaba a Dios igual que me acercaba a otras personas – con los brazos extendidos, con una sonrisa amable y muy poco de verdadera vulnerabilidad. Mi temor de tener defectos, y por lo tanto, de no ser digna de ser amada se había mezclado con la vanidad y el orgullo hasta el punto de que yo deseaba la muerte, espiritualmente.

Yo pensaba erróneamente que probar que era digna de amor era cosa mía: que yo podría atraer la atención, y que de alguna manera podría escoger y elegir qué partes de mí compartir y qué mantener en secreto. Estaba tratando de llenar el enorme agujero del tamaño de Dios dentro de mí conmigo misma y con el afecto humano, y era obviamente un ejercicio inútil. Estaba tratando de convencerme a mí misma de que era adorable, que yo no tenía defectos.

Pero eso es un engaño. No es el hecho de que soy digna de amor – sino la idea de que no tengo defectos. No me sentía completa, no me siento completa, y aunque al principio fuera bonito que la gente pensara que mi vida era tan limpia y etérea como mis canciones folk, en realidad me estaba asfixiando en la bolsa de plástico de mi propio ego.Y entonces Dios en su misericordia, rompió la bolsa estúpida en pedazos y, milagrosamente, consiguió pasar a mí y me dijo: “Tu eres mi hija. Esa es su identidad. Y tu mayor talento es tu capacidad de amar, porque yo te amé primero”.

Una celebración presidida por un diácono si no hay sacerdote, ¿vale para el domingo?


Quería preguntarles por una duda pequeñita que tengo. Si fui a Misa pero el párroco no pudo asistir y en su lugar hubo celebración de la Palabra con un diácono, ¿cumplí con el precepto dominical? Unos feligreses me dijeron que sí, y otros que no, y no supe buscar bien en internet (Consulta llegada por FB).

Es obvio que las celebraciones de la palabra, con la distribución de la Sma. Eucaristía, presididas por un diácono permiten al fiel, aunque no sean misas, cumplir con el precepto dominical. Y el feligrés cumple con dicho precepto siempre y cuando llegue puntual y participe activamente de dicha celebración hasta que acabe.

El fiel no está pues obligado después a buscar la misa si participa debidamente de una celebración dominical presidida por un diácono. El fiel no tiene ninguna culpa al querer ir a misa y luego encontrarse con que no hay sacerdote sino un diácono.

Ahora bien, tampoco se ha de caer en el error de prescindir, voluntaria e intencionalmente, de la misa prefiriendo una celebración diaconal con la justificación que de ésta manera se puede suplir el precepto dominical.

lunes, 8 de agosto de 2016

A la vera del necesitado… ¡misericordia!

Contemplo una imagen que me conmueve. La canícula a las cuatro de la tarde es intensa en mi ciudad. Un mendigo medio desnudo de avanzada edad se encuentra tumbado en las escaleras que dan acceso a la puerta de una entidad bancaria. Parece que ha perdido la conciencia cuando una joven cruza la calle y se acerca a él. Intercambian unas palabras. Le ofrece una botella de agua que lleva en el bolso. Le da de beber y le refresca la cara. Me acerco para ofrecer mi colaboración. El anciano estaba como deshidratado, sin fuerzas. Rezuma un intenso hedor a alcohol, suciedad y soledad. Su estado le imposibilita levantarse. Este es el ejemplo vivo de la misericordia. Esta joven es una samaritana anónima que siendo o no cristiana ha sentido en su corazón la llamada a arropar, amar, servir y proveer al necesitado. Cuando acaricias, sostienes y abrazas dignificas. En silencio oro por ambos mientras contemplo la escena. Por el que ofrece amor y por el que recibe ese amor. Dios, en su escucha, obra su poder. Con la oración también se logra cubrir la desnudez del hombre.
Cuando alguien como esta joven extiende su mano para cubrir amorosamente la desnudez del desvalido se regala silenciosamente la presencia de Dios en el corazón del necesitado. Aunque no sea consciente de ello. Un gesto de amor, unas palabras de afecto, un testimonio de cariño es un guiño que Dios hace al que sufre.
En esta vida se trata de ser cobijo, paraguas, regazo, columna…
En esta vida se trata de acunar, abrazar, acariciar, sonreír…
Cada vez que alguien abandona su comodidad —aunque sea momentánea— para sentarse a la vera del necesitado logra que el perfume de Dios lo inunde todo. Vivimos en un jardín perfumado por el aroma de Dios. Es nuestro egoísmo el que impide disfrutar de Él.

¡Señor, tú sabes que tal vez no tengo muchas cosas materiales que ofrecer y compartir con los demás pero tengo mi corazón pequeño y mis ganas de servir! ¡Señor, sé que esto es lo que más aprecias! ¡Hacerlo sin recibir halagos o parabienes! ¡Espíritu Santo, enséñame a no ser egoísta y a pensar siempre primero en el prójimo y después en mi! ¡A compartir mi tiempo con la alegría del servicio! ¡Espíritu divino, enséñame a compartir lo poco que soy y lo poco que tengo! ¡Hazme una persona poco apegada a las cosas materiales y que sea capaz de ofrecerme siempre para que todos puedan compartir conmigo la alegría del amor! ¡Señor, pocas cosas materiales son las que tengo pero mucho quedar desde el corazón! ¡Haz que todo eso se pueda multiplicar compartiéndolo! ¡Hazme apóstol del desprendimiento! ¡Hazme discípulo de los pequeños gestos de amor hacia los demás! ¡Quiero fijarme en ti, Jesús de la misericordia, para que mi actitud de misericordia hacia los demás se extienda a todos los factores de la vida porque nada puede hacerme más imitador tuyo que preocupándome por los demás! ¡Señor, que tu vida sea el espejo en el que mirarme para descubrir cuánto debo cambiar y como debo salir al encuentro del necesitado y el excluido! ¡Señor, tu acogiste a los despreciados y marginados, tú atendiste las necesidades de la gente, les enseñaste a compartir y vivir unidos, tú entregaste la vida por amor, que sea yo capaz de seguir tu ejemplo siempre y hacerme cercano a todos los que me rodean para ser un servidor generoso, dispuesto, amable, alegre y fraternal!

Un cuarteto del compositor Arriaga para profundizar en el texto de la meditación de hoy: