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viernes, 31 de marzo de 2017

La cruz que yo mismo me construyo

Las cosas no salen siempre como uno las tiene previstas. Y, entonces, se vislumbra en el horizonte como un profundo desierto. Cuando te sientes abatido por los problemas, cuando te abate de manera dura la enfermedad, cuando un fracaso te llena de desazón y desconcierto, cuando alguien te juega una mala pasada y te hiere, cuando un juicio malicioso te daña el corazón… circunstancias todas ellas habituales en nuestra vida es cuando hay que ver con mayor claridad la mano de Dios que interviene en esos acontecimientos.
Me sorprendo porque aun sabiendo que la fe sostiene la vida son muchas las veces que no soy capaz de ver como las costuras de Dios van tejiendo el vestido de mi vida, hasta el más insignificante de los detalles que nadie aprecia pero que Dios ha diseñado cuidadosamente porque forma parte de su gran obra. Todo lo permite Dios. Y lo permite desde la grandeza de su amor infinito. Y lo hace con el único fin de lograr que me desprenda de mis oyes y de la mundanalidad de la vida para acercarme más a Él. ¡Pero qué difícil es esto, Dios mío!
Esta falta auténtica de confianza, de fe, de abandono y de esperanza provoca mucho sufrimiento interior. En este momento, la cruz que Dios me envía no es la suya ni no la hago mía porque es una cruz que construyo a mi justa medida. Cuando cargas esta cruz las penas son más pesadas, los disgustos más profundos, las pruebas más dolorosas, las inquietudes más atormentadas y la imaginación te lleva a realidades poco realistas… tal vez para nada porque en muchas ocasiones lo que prevés que sucederá nunca sucede por la intercesión misericordiosa del Padre que se compadece de la fragilidad humana.
El aprendizaje en este camino de Cuaresma es que no puedo crucificarme a mi mismo con mi propia Cruz. Dios lo único que desea es que acompañe a Cristo en el camino hacia el Calvario abandonando el cuidado de mi corazón y de mi alma a la acción redentora de su Hijo para mirar las cosas a la luz de la fe y de la confianza.
orar con el corazon abierto
¡Señor, cuánto me cuesta acostumbrarme a que tu me acompañas siempre, que caminas a mi lado, que no me abandonas nunca! ¡Cuántas veces me olvido, Señor, que mis sufrimientos y mis temores son también los tuyos que sufres junto a mí y haces tuyos mis pesares! ¡Señor, olvido con frecuencia que tu no me abandonas nunca! ¡Concédeme la gracia de confiar siempre en Ti! ¡Concédeme la gracia de verte en cada acontecimiento de mi vida! ¡Enséñame, Señor, como en el silencio de la vida y de los acontecimientos en los que no soy capaz de verte por mi ceguera tu te haces presente y cual es el sentido profundo y certero de lo que quieres para mí y es tu voluntad santa! ¡Ayúdame a dejar de lado esa cruz fabricada a mi medida y llevar la cruz verdadera! ¡Ayúdame a no preocuparme excesivamente por las cosas materiales y abrir más mi alma al cielo! ¡Espíritu Santo, dador de vida y de esperanza, a ti te confío también mis incertidumbres para que me ayudes a que mi alma se libere de todas las preocupaciones materiales y me hagas más fuerte espiritualmente! ¡Concédeme la gracia de ser más confiado, de tener una fe más firme y entregarme sin miedo a las manos extendidas de este Cristo clavado en la cruz que me abraza con amor eterno!
Victoria, tu reinarás, oh Cruz tu me salvarás:

jueves, 30 de marzo de 2017

Ir triste no es el camino

orar-con-el-corazon-abierto
El día va a comenzar a dar sus primeros pasos. Hoy mi rostro al levantarme es el típico de «lunes» aunque en realidad estamos a jueves. A medida que la semana avanza uno trata de mostrarse más abierto, dialogante, tolerante, amable, simpático, generoso... es el fruto del caminar semanal intentando hacer el bien alrededor pero hoy, sin embargo, el rictus es más tenso, oscuro y entristecido. El día de ayer, no fue como el que esperaba y al acostarme es como si una tormenta de agua hubiera empapado todo el cuerpo dejándolo desangelado y tenso. Vuelve esa falta de confianza y ese intentar solucionarlo todo por los propios medios. Pero te levantas y comprendes que el Dios de bondad está ahí iluminando el nuevo día y que uno debe encauzar su vida ajustándose a la voluntad del Padre.
En la acción y alabanza de la mañana uno es consciente de que ir triste no es el camino correcto y que si las expectativas no se han cumplido es por algún motivo, que lo extraordinario va a producirse y que ese cambio que uno espera se convertirá en el haz radiante que la noche agazapó entre las brumas de la incertidumbre. Que cada paso que uno da, por muy pequeño que sea, le va acercando hacia algo mucho mayor. Que uno debe coger su cayado y avanzar sin temer porque quien está a su lado es el mismo Dios y ese no abandona nunca. Dios es aquel que pone su mirada fija en uno, que hace suya la desazón del corazón, que conoce perfectamente cuál es la necesidad que anhela el corazón y corresponderá a su debido tiempo. No permite que nadie quede desamparado. Por tanto ese rostro gélido, tortuoso, triste… de la noche anterior debe ser cambiado y esbozar una sonrisa de confianza, de entrega, por muy insulsa que se vea la salsa de la vida. Dios ya sabe que habrá días grises, los permite, permite que la tristeza se cuele en el corazón del hombre porque entrará por la más pequeña de las fisuras del corazón con su luz sanadora, esa luz que brilla todo, que lo ilumina todo, que da esperanza. Lo que en realidad Dios quiere es que en el interior del corazón pueda latir su voz, que sea plenamente audible porque es la voz que sana, restaura, purifica, lava y transforma. Esa voz viene por la fuerza del Espíritu. Es la voz del Padre bueno, amoroso y misericordioso y anhela que el hijo pródigo regrese pronto y esperanzado a sus brazos abiertos que todo lo acoge.

¡Señor, tú moldeas mi vida como el barro en manos del alfarero por eso te pido que cada día la hagas nueva, porque quiero ser un vaso nuevo que llene de agua viva todo aquello que yo haga, sin miedos y sin restricciones, sin abonarme a la desilusión ni a la tristeza! ¡Espíritu Santo, muéstrame el rostro amoroso y misericordioso del Padre que tanto me ama y tanto me busca; que me perdona cualquier cosa siempre que yo esté dispuesto a volver a su lado! ¡Dios mío, se que tu amor y tu misericordia no conoce límites y que estos los pongo solamente yo que me niego a recibirte! ¡Sana, Padre, cualquier herida que pueda tener; entra en mi corazón, ayúdame a abandonar la desilusión y el pecado y a tener siempre plena confianza en ti que me amas con amor eterno; ayúdame a aceptar esa invitación a reconciliarme contigo, a ser fuente de alegría inacabable como me ha mostrado tu Hijo en esta Navidad pasada cuando, adorándolo en el pesebre, he sentido su mirada de amor y de misericordia que me ha llenado de paz y de alegría! ¡Santa María, Señora de la esperanza y de la misericordia, enséñame a meditar e interiorizar la Palabra de Dios en mi corazón! ¡Ayúdame, Santa María, a renovar mi mirada sencilla sobre la vida como hiciste tú que seguiste al pie de la letra las enseñanzas del Evangelio! ¡Espíritu Santo, no permitas que me enrede en mi vida espiritual y que lo confunda todo, que me engañe a mí mismo, que me complique en tonterías vanas y ayúdame a mirar en lo profundo de la vida, en lo esencial, y lo que me permita sacar conclusiones certeras y acercarme cada día más a Jesús con honestidad, poniendo mi mirada en ese rostro divino lleno de bondad y de misericordia que me tanto ama y que se alegra cuando vuelvo su mirada y corro a abrazarle mientras me espera con los brazos abiertos!
Llévate mi tristeza, le cantamos hoy al Señor:

Diez palabras

Hoy os invito a jugar a las palabras ....




La palabra de dos letras más egoísta: Yo
Evitémosla
La palabra de tres letras más venenosa: Ego
Eliminémosla
La palabra de cuatro letras más usada: Amor
Practiquémoslo
La palabra de cinco letras más rápida: Rumor
Ignorémoslo
La palabra de seis letras más necesaria: Perdón
Apliquémoslo
La palabra de siete letras más satisfactoria: Nosotros
Usémosla
La palabra de ocho letras más agradable: Humildad
Aprendámosla
La palabra de nueve letras más esencial: Confianza
Tengamos fe
La palabra de diez letras más amorosa: Jesucristo
Sigámoslo

lunes, 27 de marzo de 2017

Aceptar con alegría los planes de Dios

orar-con-el-corazon-abiertoSoy plenamente consciente de que si trato de hacer feliz a Dios yo mismo lograré ser mucho más feliz; que si logro hacer feliz al prójimo, más feliz seré yo también. A lo largo de los años he experimentado que cuanto mayor es el abandono en el Señor, cuando mayor es mi confianza en su Providencia, más serenidad, paz y alegría anida en mi corazón. Pero, en ocasiones, confiar en Dios produce vértigo porque lo que se vislumbra bajo los pies es el vacío absoluto. Y en ese momento uno trata de controlarlo y asegurarlo todo con medios humanos.
¿Cuántas veces trato de que Dios acepte mi voluntad y me empeño en que ésta se cumpla poniendo todos los medios para que así sea en vez de tratar de descubrir la suya y aceptar con sencillez las situaciones que Él me presenta? Es en estos momentos cuando mi «Sí» tiene más valor porque Dios me contempla desde mi fragilidad y mi pequeñez, dirige su mirada misericordiosa sobre mí, no se disgusta ante mis decisiones en apariencia erróneas, me toma de la mano al verme tan «desorientado» y no se turba ante la pesadez de mi pecado. Y lanza sobre mí una mirada llena de amor. De Amor con mayúsculas. A mi me cuesta verme como me ve Dios. No soy capaz de abrazarme como lo hace Él conmigo. No soy capaz de ver esa belleza escondida que atesora mi corazón –y en el corazón de los demás- como lo ve Él porque hay mucho egoísmo y autosuficiencia en mi interior. De ahí que tantas veces sea tan exigente conmigo mismo y, por ende, también con los que me rodean.
Dios ha nacido hace más de una semana de nuevo en Belén. Ha traído la luz y la alegría a mi corazón. Una luz y una alegría que me han llenado el depósito de la esperanza, que me recuerda el infinito amor que Dios siente por mí y por cada uno de los hombres. Una luz y una alegría que clarifican mi camino, que me permiten comprender cuál es Su voluntad en mi vida a pesar de los múltiples reveses y adversidades que debo afrontar. Una luz y una alegría que me hace pronunciar un «sí» decidido y resuelto basado en la confianza ciega en la que no cabe bajar los brazos, desesperar y dejarse vencer por el desengaño. Una luz y una alegría que permitan saltar sin miedo al vacío. Y Dios quiere que todo lo haga con amor y con una alegría grabada en lo más profundo del corazón. Por que es allí donde anida Él.
Ese Niño que ha nacido en Belén me muestra que el auténtico camino de la felicidad personal pasa por aceptar con alegría los planes que Dios tiene en mi vida. ¡Señor, desde ahora que sea capaz de hacer siempre tu voluntad aunque tantas veces me cueste aceptarla!
¡Señor, ayúdame a ver que todas las circunstancias de mi vida, las alegres y las aparentemente difíciles, son guiadas siempre por Ti! ¡Señor, hazme comprender que Tú eres el que guía las historias grandes y pequeñas que me suceden! ¡Que Tú eres el Amor más grande y que caminando a tu lado sentiré el amor y seré capaz de transmitir amor! ¡Hazme comprender, Señor, que incluso lo que viene como negativo a mi vida está también impregnado de amor porque es el Padre quien lo permite todo para mi bien! ¡Gracias por este amor inmenso que tienes por mi! ¡Que este sea el anuncio que pueda transmitir a todos los que quieran escucharme: «Dios te ama, Dios me ama»! ¡Espíritu Santo, hazme ver que los caminos y los pensamientos de Dios son mejores que los míos, házmelo entender y comprender! ¡Dame, Espíritu Santo, la serenidad, la humildad y la paz interior para aceptar lo que es la voluntad de Dios porque aunque no lo entienda es lo mejor para mí! ¡Espíritu Santo, sabes que me cuesta entrar en los tiempos de Dios; aplaca entonces mi orgullo y mis pequeñas veleidades humanas, aparta de mi corazón la soberbia y la perspectiva de mi realidad y ayúdame a escoger siempre el camino que me marca el Padre! ¡Hazme ver, Espíritu de Dios, que el único camino cierto y seguro es el que me marca Dios! ¡Dame la prudencia, la sensatez, la vida de oración y la voluntad para ser receptivo a su llamada! ¡Apega mi corazón al del Padre para que puede identificar con más facilidad cuál es su voluntad! ¡Espíritu Santo, exhala tu Santa voluntad sobre mí!
Hoy esta página está de aniversario. Se cumplen dos años desde que, cada día, abro el corazón para llevarlo a los demás. Antes de enviar la meditación oro por los lectores que, de algún u otro modo y por distintos canales, recibirán el texto del día para que cada palabra esté impregnada por la gracia del Espíritu Santo en su corazón y también por las muchas personas que se dirigen a este humilde lugar para pedir oraciones de intercesión. Ruego que le pidas al Señor y a María por Desde Dios para que desde la pequeñez de la palabra ayude a ser transmisor de alegría, esperanza y oración. ¡Qué Dios te bendiga, querido/a lector/a!
Libera, Salve Me, es la plegaria cantada que le hacemos hoy al Señor para que nos ayude a confiar en su voluntad y liberarnos de nuestros miedos:

¿Dónde me lo juego todo?

orar-con-el-corazon-abiertoMis pasos avanzan raudos hacia la Cruz de Belén para entregarle al Niño Dios la pobreza de mi corazón, el mejor obsequio que puedo dejar a los pies de su cuna. Mientras camino, voy haciendo balance. Medito cómo ha sido su vida en mí y mi recorrido en el año que ha terminado. El pasado ya no tiene importancia. Mis pecados los ha perdonado el Señor. Ya los he confesado antes de girar la última página del calendario y por su infinita Misericordia Dios los ha borrado de mi alma. Es una fuente de tranquilidad. Ya está todo sanado.
¿Qué sucederá en el futuro? Lo desconozco. El futuro no puede ser fuente de incertidumbre. Está en manos de Dios porque Dios es providente. Dios hace que transpire la primavera en el campo, que florezcan los frutos en los árboles, que podamos admirar la armonía de los paisajes, que canten los pájaros al atardecer, que corran las aguas cristalinas de los ríos… si hace todo eso ¿qué no hará por mí? Por tanto, el futuro -como todavía es posible- no tiene que ser motivo de excesiva preocupación. Sí vivir la vida con responsabilidad.
¿Dónde me juego, entonces, todo? En el presente. En el aquí y en el ahora. Este es el punto culmen de mi Salvación. Prepararme para la vida eterna. Por eso voy hacia Belén. Me encamino al portal para no descuidar mi relación personal con Cristo, para ser capaz de dar la vida sin pretender nada, para hacer presente el cielo en la tierra, para luchar sin perder la frescura y la intimidad con Dios, para acrecentar mi fe en Jesucristo porque deseo fervientemente alcanzar la vida eterna. La eternidad es un continuo presente. Cuando hacemos referencia al cielo significamos que la presencia de Dios se hace presente en todo momento y en todo lugar. Su amor se hace presente en el aquí y en el ahora. Y si Dios está aquí y ahora amándome con amor eterno yo debo aprender a vivir en el aquí y en el ahora para experimentar ese amor y darlo también a los demás.
Mis pasos avanzan raudos hacia el portal de Belén para entregarle la pobreza de mi corazón como el mejor obsequio que puedo dejar a los pies de la cuna del Niño Dios. Y sé que Él me tiene preparado un regalo mayor: su gran Amor.
¡Señor, gracias porque te haces presente en nosotros cada día dándonos tu infinito amor y tu infinita misericordia! ¡Gracias, Señor, porque has perdonado mis pecados, has limpiado mi alma y me has permitido comenzar el año con las fuerzas renovadas! ¡Gracias, Señor, porque me amas tanto que no puedo más que acoger el amor y llenar mi corazón! ¡Gracias, Señor, porque me enseñas que si soy capaz de amar en el aquí y en el ahora el cielo se hace presente en mi vida! ¡Espíritu Santo, enséñame a amar y gustar de la eternidad! ¡Enséñame, Espíritu de Dios, a darme a los demás! ¡No permitas, Dador de Vida, a que mi corazón se cierre al bien y al amor, que se engalane con el egoísmo, la soberbia y la vanidad, que se deje llevar por la comodidad y por los caprichos mundanos, que me apoye en mis propias fuerzas y no en la fuerza del Amor que representa Jesucristo, Nuestro Señor! ¡Señor, me dirijo hacia Belén con alegría por saber que estás esperándome pero también con mis cansancios y mis problemas, con mis muchas limitaciones y con mis enfermedades, con lo que no he podido resolver y con lo que no tengo capacidad de solucionar! ¡Tu me invitas a llegar a Ti tal y como soy! ¡Voy hacia la cueva donde Tú estás, Señor, confiado en que eres el camino, la verdad y la vida! ¡Vengo, Niño Dios, respondiendo a tu invitación y tu llamada! ¡Quiero ir al cielo, Señor, alcanzar la eternidad! ¡Ayúdame Tú que solo no puedo!
Hoy nos deleitamos con este bellísimo villancico inglés: The Infant King (El infante Rey) que, con el corazón abierto, adoraremos al rey de reyes.