Y cuando contemplas como el Espíritu Santo lleva al desierto al Señor comprendes que tu propia vida tampoco resultará sencilla ni cómoda sino que estará repleta de pruebas, de tentaciones permanentes, de caídas y de incertidumbres. Buscar la verdad no es fácil, tratar de seguir el camino que lleva al reino de Dios sin desfallecer tiene sus riesgos. Lo es para uno como lo fue también para Jesús.
Sin embargo, en aquel lugar inhóspito encontró Jesús el acomodo para su purificación personal, se desprendió de todo lo innecesario para vivir con lo esencial, recurriendo a la verdad, apoyado tan solo por la fuerza interior que ofrece la oración y el aliento del Espíritu que facilita superar las pruebas y la tentación, ese elemento de hostilidad que el demonio coloca en nuestra vida para alejarnos del amor y la misericordia de Dios.
Pero Jesús no se dejará tentar por Satanás. Lo rechazará para no dejarse vencer por la soberbia y el orgullo, los principales elementos que nos apartan de Dios.
Estos cuarenta días de Cuaresma me enseñan que debo caminar con el corazón atento, mantenerme vigilante para vislumbrar el juego que el príncipe del mal quiere hacer para desviarme de mi camino de autenticidad. Vivir como Jesús alimentándose de la oración y de la vida sacramental.
Cuarenta días para llegar a la Pascua. Cuarenta días para estar atentos al susurro del Espíritu. Cuarenta días para poner la mirada fija en ese Jesús retirado en el desierto. Cuarenta días para crecer en humildad, servicio y amor. Cuarenta días, en definitiva, para ser más fiel y cercano a Jesús.
¡Señor,  te doy gracias por la vida que me has dado, por todo los sufrimientos y  las alegrías! ¡Todo viene dado por Ti! ¡Ayúdame a aceptar lo que Tú me  envías! ¡Si debo entrar de nuevo en el desierto de la vida dame la  fuerza y la confianza que viene de tu Espíritu para aceptarlo con  entereza cristiana! ¡Que se conviertan en verdadero estímulos para tener  la certeza de que es la manera que quieres para moldear mi carácter!  ¡Ayúdame en esta Cuaresma a buscar más tiempos de silencio y soledad  para recorrer junto a tu Hijo un camino interior de conversión, de  cambio y de transformación! ¡Ayúdame a vivir el sentido de la vida desde  la cercanía a Jesús! ¡Ayúdame a aprender a caminar a ciegas, siguiendo  la guía del Espíritu! ¡Concédeme la gracia de ser muy austero en este  tiempo y estar siempre abierto a la entrega al prójimo! ¡Concédeme la  gracia de abrir mi corazón para que sea transformado por tu Santo  Espíritu y ser un cristiano auténtico que entregue su vida por servir a  los demás de corazón! ¡Señor, quiero adentrarme en el desierto de la  Cuaresma para envolverme de tu misterio, para que nadie se interfiera  entre nosotros, para sentir tu amor y tu misericordia! ¡Deseo entrar en  el desierto de la Cuaresma para despojarme de mis yoes y en la aridez  que me envuelva hacer que desaparezcan de mi alrededor todo aquello que  es innecesario! ¡Deseo entrar en el desierto de la Cuaresma para hacerme  más disponible a Ti y a los demás! ¡Deseo entrar en el desierto de la  Cuaresma para, en mi desnudez interior, comprender todo desde lo íntimo,  desde la intimidad contigo que da una perspectiva diferente a las cosas  y a la vida! ¡Deseo entrar en el desierto de la Cuaresma para que desde  la transparencia de mi oración poder ponerte mi realidad ante Ti, todos  mis anhelos y mis fracasos, mis alegrías y mis desesperanzas! ¡Y a Ti  María, Madre del Silencio, te pido tu compañía en este tiempo para  seguir el ejemplo de tu vida oculta en Nazaret, en tus años de desierto  en lo cotidiano de la vida, que te sirvieron para acoger con el corazón  abierto el proyecto que Dios tenía pensado para Ti!
Nos has llamado al desierto, cantamos hoy acompañando la meditación: