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sábado, 17 de septiembre de 2016

Cree en el Señor… y te salvarás

cree en Dios y te salvaras
Hoy de nuevo busco una palabra que me ilumine en la oración. Esta sencilla frase abre mi corazón a la plegaria: «Cree en el Señor Jesús y te salvaras, tú y tu familia». Surge en un momento importante de mi vida. Y doy gracias. Doy gracias porque además de creer en Él, Jesús cree en mí. Cree en cada uno de nosotros. Jesús cree en mí y me llama. Tal y como soy, tal y como estoy viviendo hoy. Con mis sentimientos de culpabilidad, de tristeza y de alegría, de resentimiento y de esperanza... Jesús me ama y cree en mí, como cree en todos y cada uno de los lectores de esta página, tal y como somos, como sentimos, como amamos, como nos preocupamos de los demás, como experimentamos nuestras experiencias personales.
Jesús me ama incluso en los resentimientos que lastran mi vida, en las heridas que hieren mi corazón, sean más o menos profundas, por el estado de ánimo que esté sufriendo en este momento, sea bueno o malo. Me ama incluso aunque esté dolido con Él porque esté viviendo un momento de desesperación o de sufrimiento. Me ama incluso si estoy disgustado con Él porque pienso que no escucha —en apariencia— mi oración.
Pero Jesús me —nos— ama con amor eterno. ¡Qué consuelo! Nos ama y quiere seguir entrando en lo más profundo de nuestro corazón. Pero Jesús no sólo me ama. Cree en mí. Confía en mi. Cree y confía en nosotros. Nos conoce mejor que nosotros nos conocemos. Desea nuestra felicidad. Desea nuestra felicidad más que la deseamos nosotros. Él nos —me— conoce antes de crearnos. Conoce nuestra situación actual, conoce lo que ocurrirá en el futuro. Sabe lo que va a ser de nuestra vida antes de habernos creado y nos amaba antes y nos ama ahora.
Me siento inmensamente feliz. Me siento inmensamente feliz porque Cristo cree en mí y me acepta como soy. Me siento profundamente amado y aceptado por lo que soy, por lo que tengo y por lo que siento. Por eso hoy le digo al Señor que quiero tocar su manto para ser sanado. Que quiero aceptar su amor por mí y de esta manera sanar todas las heridas de amargura, de sufrimiento, de dolor, de tristeza, de resentimiento, todas aquellas cosas que están en el centro de mis dificultades personales. Que si soy incapaz amarme a mí mismo es muy difícil que pueda también aceptar el amor que Jesús siente por mí y darlo a los demás.

¡Señor yo creo en ti! ¡Ayuda mi incredulidad! ¡Creo verdaderamente, Señor, que si tocó tu manto me sanaré y sentiré tu amor! ¡Sentiré como me amas de verdad! ¡Sentiré como crees en mí! ¡Por eso pido que te envíes tu Espíritu a mi corazón y a mi mente para que me enseñe a conocerte más profundamente, amarte más profundamente y experimentar como me amas! ¡Jesús, me dirijo a ti buscando como tú me buscas a mí, buscando tu amor, mendigando tu amor!
Solo cree en Jesús cantamos hoy con alegría:

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