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jueves, 13 de julio de 2017

Alegría

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Me duele pensar la cantidad de veces que pierdo la serenidad por tonterías e intrascendencias. Un cristiano, me digo, debe mantener siempre la serenidad. Cuando te mantienes sereno ante la dificultad o ante una situación comprometida das luz a la fe y gozas de una visión sobrenatural. Fijarse en Cristo y en María es la mayor escuela de la serenidad. El mismo Cristo me pide que no me turbe ni tema mi corazón. La serenidad es el regalo más hermoso que el Señor hace a las almas sencillas, frágiles y confiadas.
Un corazón sereno nunca tiene miedo pues es consciente de que cuenta con la gracia del Espíritu santo para no temer a nada ni a nadie.
Tampoco trata de cambiar ni modificar las actitudes del prójimo ni necesita cambiar los acontecimientos de la vida. Los afronta con entereza y valentía, dando gracias a Dios por ellos y mira al prójimo buscando solo su belleza.
Un corazón con paz interior confía plenamente en Dios y trata de encontrarse con Él cada día pues en esa intimidad surge el dialogo, la confianza, la alabanza… Cuando se mira a Dios uno acaba mirando al prójimo de la misma manera.
Un corazón rebosante de serenidad solo se fija en la belleza y no en las imperfecciones.
Cuando piensas en la serenidad de Cristo, esa serenidad que mantuvo en los momentos más difíciles y en las circunstancias más atroces, comprendes que aparte de sentir como nadie sintió las emociones humanas de sufrimiento, enfermedad, injusticia, negatividad o muerte, también manifestó una absoluta sensibilidad a los aspectos más hermosos de la existencia. Cristo no se mostró indiferente al vuelo cadencioso de una mariposa, ni a la candidez de un niño, ni a la brillantez de las estrellas de la noche, ni a la alegría inherente de un casamiento, ni al hallazgo de una oveja perdida. Y, sobre todo, llama poderosamente la atención como trataba el Señor a sus enemigos. Con una serenidad, amor y misericordia que estremece.
La paz de Cristo es serenidad completa y viva armonía interior. Es ese aliento que te impulsa a cambiar de vida. Siguiendo el ejemplo de su serenidad todo puede ser posible en la pequeñez de mi persona; en mi manera de pensar, como actuar, de enfocarme, de amar y de vivir.¡Ojalá mi corazón tuviera la bondad para imitar siempre la serenidad, la paciencia y la paz de Cristo!

¡Señor tu eres la paz y la serenidad, entrégamela para que tu paz sea mi descanso! ¡Tú, Señor, eres para mi como la brisa suave que serena, como el agua fresca que sacia mi sed y la voz que apacigua cualquier tormenta interior! ¡Tú, Señor, eres la paz que todo lo serena y lo reconforta, que perdona y que acoge, que disculpa y ama! ¡¡Ven a mí, entonces, Señor; en vía tu Espíritu sobre mi! ¡Concédeme, Señor, la serenidad de aceptar los acontecimientos de la vida con paz, a la gente con amor, lo que no puedo cambiar con alegría! ¡Dame, Señor, el coraje para cambiar interiormente, para apartar de mi lo que ensucia y ayúdame a buscar la perfección y la santidad! ¡Hazme, Señor, testimonio vivo de tu poder que todo lo transforma y de tu obra que todo lo cambia! ¡Guíame, Señor, a afrontar con serenidad y sabiduría los pasos de cada día y dame siempre la sabiduría de recordar quien soy para transformar mi corazón en un corazón manso, humilde y sereno como el tuyo!
Dame un nuevo corazón le pedimos cantando hoy al Señor:

viernes, 16 de junio de 2017

Emoción eucarística

La Misa de ayer fue hermosa. Muy hermosa. Todas las Eucaristías lo son por el misterio que encierran. La de ayer, sencilla, fue como estar en el cielo. Cuando el sacerdote, al concluir la ceremonia, exclamó «la Misa ha terminado, podemos ir en paz, demos gracias a Dios. Que tengáis un feliz día bendecido por la gracia del Señor» me senté parsimoniosamente en el banco, incliné mi cuerpo hacia delante, cubrí el rostro con mis manos y me eché a llorar. De emoción, de gozo, de alegría, de esperanza, de fe, de agradecimiento.El sacerdote —el mismo Cristo— contribuyó a esta emoción. Sensible en las formas, amoroso en la palabra y delicado y emocionado durante la consagración contribuyó a abrir mi corazón. Tuve el sentimiento de que la Santa Misa se quedaba corta, que necesitaba más, pero la bendición dejaba constancia del final.
El «podéis ir en paz» es una llamada. Son las palabras del envío a una misión ardua y tenaz de anunciar la Buena Nueva de Jesús.
Salí del templo profundamente convencido de que lo hacía unido al sacrificio de Cristo. Que ese Cristo alimenta mi interior, está en mi y yo en Él. Sentirse como en el cielo con Cristo en mi interior. Sentir el compromiso de vivir el misterio de la Eucaristía en medio de mi vida ordinaria, para llevar al prójimo a Cristo con mis actos, mis gestos y mis palabras.
Una Santa Misa oficiada con amor y vivida con amor es como sentirse en el cielo. Momentos de oración intensa, alabanza, acción de gracias... tiempo de escucha, petición, conversación... tiempo para entregar tu vida, tus necesidades y tus anhelos, para encomendar a las personas que amas, para descargar tus preocupaciones, para pedir paz y serenidad interior, para buscar intimidad con el Amado...
«La Misa ha terminado, podéis ir en paz, demos gracias a Dios». Y hacerlo feliz, dando gracias al Señor por el envío, por la misión, por haberme encomendado una tarea que no puede quedarse en meras palabras sino en hechos concretos porque así es el misterio del amor de Dios.

¡Jesús, gracias por la Eucaristía; eres el Hijo de Dios hecho Hombre y me siento muy unido a ti después de comulgar y quiero hacer de mis actos una unión con la Santísima Trinidad! ¡Gracias, Jesús, porque te conviertes en mi acción de gracias, en mi Eucaristía, supliendo todas mis deficiencias, mis enfermedades, mis fragilidades y mis flaquezas! ¡Quiero darte gracias, Jesús, que estás presente en mi corazón para adorarte en el Padre, en unión contigo, y con el Espíritu Santo! ¡Te doy gracias, Señor, porque iluminas mi entendimiento y escucho tu palabra para saber lo que deseas de mí y avivas mi voluntad para que pueda hacer lo que tú esperas que yo haga! ¡Padre, quiero escucharte también a ti y dejar que moldes mi alma de acuerdo a tu Voluntad! ¡Señor eres mi Pastor, nada me falta, en verdes praderas me haces reposar, me conduces hasta fuentes tranquilas y reparas mis fuerzas! ¡Gracias, Jesús, por la Eucaristía que tanta seguridad y confianza me da en Ti! ¡Gracias, Jesús, porque no soy yo el que te elijo a ti si no que eres tú quien me eliges, y no me llamas siervo si no amigo y permaneces junto a mí para siempre y lo atestiguas en la Eucaristía! ¡Señor, quiero que mi oración sea de adoración, de abandono, de confianza, de alabanza, de acción de gracias, de entrega porque Tú, que eres el Señor y el Dueño del mundo, habitas con gran humildad en la especie del pan en mi corazón después de la comunión! ¡Dame, Jesús, cosas buenas como mucha fe, auméntamela; más humildad, auméntamela; más docilidad para hacer tu voluntad; ser más pobre en el espíritu porque tú sabes que mucho tengo que cambiar; más pequeñez porque tú sabes Señor que sin ti nada soy y nada puedo; dame capacidad para aceptar los sufrimientos y los problemas; ayúdame a crecer en generosidad y en magnanimidad con el prójimo y con los que me rodean; dame gran capacidad para perdonar y olvidar las ofensas ajenas; y, sobre todo, Señor, dame mucha templanza y mucho control sobre mi mismo para poder ser dócil a tu llamada! ¡Gracias, Señor, por la Eucaristía que instituiste en la Última Cena y que es el Sacramento de la unión con Dios; ayúdame a permanecer en ti para que Tú, Jesús, puedas permanecer en mi! ¡Espíritu Santo, ayúdame a acrecentar la vida de Dios en mí y aumentar la comunión e identificación con Jesús por medio de la oración, de mi entrega a los demás, de mis buenas obras, de la aceptación de la voluntad divina en mí, en la vida de penitencia, en el ejercicio de mis virtudes, en el abandono del pecado, en la colaboración activa con los designios que tienes pensados para mi...! ¡Gracias, Jesús, por el sacrificio de la Eucaristía, por esta entrega amorosa por todos nosotros, alimento para nuestro viaje a la eternidad! ¡Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío!
Milagro de amor, hermosa canción que pone de relevancia el valor de la Eucaristía como un acto de amor del Señor:

martes, 22 de noviembre de 2016

Alabar a Dios en medio de la prueba

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Hoy celebramos la festividad de santa Cecilia, universalmente reconocida como patrona de la música —se la representa tocando el órgano y cantando— y cuyo martirio, siendo una joven virginalmente consagrada a Cristo, alecciona nuestra vida de fe. La tradición cuenta que el día de su enlace se retiró del jolgorio de la fiesta para cantarle a Dios en su corazón y rogarle que la ayudara a ser fiel en el compromiso adquirido con Él. Logró convertir al cristianismo a su marido, un rico pagano, y a la familia de éste. Por ello fue sometida a duras torturas que soportaba cantando hasta el momento de su decapitación.
El signo distintivo de su martirio es su capacidad para alabar y cantar a Dios en medio de tanto tormento y sufrimiento testimoniando en medio de la prueba la alegría a la que Cristo nos invita en el mismo Evangelio: «cuando seáis insultados y perseguidos, y se os calumnie por mi causa alegraos y regocijaos porque tendréis una gran recompensa en el cielo».
Que aprendo hoy de esta santa a la que tanto admiro: convertir mi vida en un canto de amor a Dios desde el corazón, testimoniar mi amor ardiente por Él, hacer que todas mis obras cotidianas sean para cantar la gloria de Dios, pedir al Espíritu Santo que abra mis oídos y mis ojos para enaltecer la Belleza creada por Dios, convertir la partitura de mi vida en una alabanza sincera al Señor y anhelar unirme algún día al coro celestial donde la sublime armonía de Dios todo lo cubre.

¡Señor, en este día quiero cantar tus alabanzas para darte gracias por todas las cosas buenas que me regalas, por todas las gracias y dones que he recibido en tu nombre, quiero hacerlo colosal, las canciones, los himnos, compuestos para darte gloria y bendecirte! ¡Señor, quiero en este día agradecerte los múltiples dones musicales que nos ofrece la Iglesia para tu Gloria! ¡Señor, en este día quiero unirme a los coros celestiales para cantarte un cántico de alabanza y decirte que quiero amarte como te amó Santa Cecilia, seguir su ejemplo de conversión personal y de apostolado con sus más cercanos, de entrega generosa de todo cuanto tuvo, de cantarte incluso en los momentos de mayor tormento y sufrimiento porque confiaba en la mente en tu amor y en tu misericordia! ¡Espíritu Santo, ayúdame a tener la misma fortaleza de alma, valentía, alegría, carácter, generosidad para entregar mi vida por el Señor y por los demás y poner por delante mi fe y mis principios para vivir con valentía un cristianismo sin fisuras! ¡Señor, sabes que te necesito y por eso te abro la puerta de mi vida y y de mi corazón y te recibo como mi Señor y Salvador para que me conviertas en la clase de persona que quieres que sea!

En el día de la patrona de la música nos deleitamos con el hermosísimo Sanctus de laMisa Solemne de Santa Cecilia de scharles Gounod:

martes, 1 de noviembre de 2016

En Las Manos de Maria

felicesÚltimo día de octubre, mes el Rosario, con María en nuestro corazón. Hay semanas que el esfuerzo de tu trabajo no rinde y el ánimo flaquea. Antes de desfallecer mejor cogerse a las manos santas, suaves y tiernas de María, ejemplo de sacrificio y mujer trabajadora. Manos de una mujer de su hogar que lo dio todo por su familia. Que no se quejaba por el sobre esfuerzo de la jornada aunque ésta se prorrogara hasta altas horas de la noche. Manos que amasaban el pan cotidiano, que pelaba las patatas, que zurcían las ropas rasgadas de los hombres de la casa, que lavaban los vestidos en el agua fría del lavandero de Nazaret, que limpiaban el polvo de la casa, que ayudaba a trasladar las maderas del taller de José... manos siempre dispuestas al esfuerzo del trabajo.
Contemplo a María, que no debió tener ni un minuto de su vida para cuidar sus manos, y comprendo cuántas veces pierdo el tiempo quejándome porque no me rinde el trabajo, preocupándome sólo de lo mío, sin santificar las pequeñas y grandes cosas de la jornada de la que dependen tantas alegrías y la ventura y el bienestar de mi familia, de las personas con las que trabajo, en la comunidad, en el grupo de oración. ¡De tantas cosas!
Por eso, cuando el ánimo decae y las fuerzas merman, hay que agarrarse a las manos de María, esas manos delicadas y consoladoras que te llevan al mismo Dios, que con su delicada finura, están siempre abiertas a acoger las preocupaciones de sus hijos. Manos que en su vida terrena limpiaban las cosas sucias de la casa y ahora blanquean la suciedad del corazón humano.
En esas manos siempre dispuestas y entregadas pongo los decaimientos de mi vida porque esas manos han estado siempre abiertas, antes en Nazaret y ahora desde el cielo, a acoger la debilidad y los problemas de los hombres, las preocupaciones de los marginados, el agotamiento de los enfermos, las esperanzas de los desesperanzados.
Las manos de María, siempre discretas y prudentes, reservadas y generosas, calladas y desprendidas, son fuente de gracia divina para quien se agarra a ellas. Son manos que abiertas en oración han dado siempre gloria y alabanza a Dios para que sea el Padre quien derrame su gracia sobre los hombres.
Miro ahora mis manos pequeñas. Las abro y vuelco hacia arriba las palmas para, brevemente, contemplar que uso cotidiano les doy cada día. Qué manchas esconden. Qué esfuerzos realizan. Qué obras de caridad hacen. Qué obras de misericordia llevan a cabo. Qué limpias están de pecado. Cuánto amor reparten. Cuanto gloria a Dios transmiten. A qué otras manos consuelan. Cuantos denarios reparten. Cuantos frutos generan. Qué honestidad transpiran. Cuántas veces prefiero llevarlas limpias antes de «ensuciármelas» por servicio al prójimo, para llevar a término mis responsabilidades o para ser un auténtico cristiano. Es preferible tener las manos sucias que tener indecorosa la conciencia.
De la Virgen María siempre se aprende. Y de su mano, ¡qué sosiego se siente y cuánta fecundidad le puedo dar a mi vida!
¡Virgen María, junto mis manos para orar contigo, para buscar tu protección materna! ¡Junto mis manos en oración contigo para hacer siempre la voluntad de Tu Hijo! ¡Junto mis manos en oración contigo para pedirte tu intercesión en tantas cosas que Tú sabes que necesito! ¡María, uno mis manos para junto a las tuyas, que acunaron al Hijo de Dios en Belén, sea capaz de arrullar con las mías a todos aquellos sencillos que buscan mi consuelo y mi oración! ¡Virgen María, uno mis manos a las tuyas en oración, para al igual que tu saludaste a los novios en las Bodas de Caná, sea yo capaz de ser amable con todos los que me rodean! ¡Virgen María, junto mis manos para orar contigo, y siguiendo tu ejemplo de servicio que sea capaz de servir siempre con humildad y sencillez a los demás a imitación tuya! ¡Virgen María, uno mis manos a las tuyas para orar contigo, y al igual que tus manos mecieron el cabello del cuerpo inerte Jesús al bajarlo del madero, que sea capaz de mecer los de los más necesitados de la sociedad! ¡Virgen María, tus manos son milagrosas; haz el milagro de transformar por completo mi vida! ¡María, tus manos pasan las cuentas del Rosario, que cada misterio sea para mí un encuentro cotidiano contigo y con tu Hijo! ¡Manos orantes de María, me uno a ti para pedirte por mi santidad, por mi alegría cristiana, por mi entrega auténtica, para no quejarme nunca y ser un verdadero hijo de Tu Hijo!
Levanto mis manos, aunque no tenga fuerzas, cantamos hoy con Jesús Adrián Romero:

viernes, 28 de octubre de 2016

La nueva versión de “Oceans” de Hillsong United no puede estar mejor

El grupo de alabanza va a Tierra Santa y filma su éxito en el Mar de Galilea


Francesco Pongetti

Hillsong United


Nombre: Hillsong United (band)


Componentes:

  • Joel Houston — líder de adoración, guitarra, teclado, percusión

  • Jonathon "JD" Douglass — líder de adoración, percusión

  • Jad Gillies — líder de adoración, guitarra

  • Matt Crocker — líder de adoración, guitarra, percusión

  • Taya Smith — líder de adoración

  • Dylan Thomas —guitarra rítmica, teclados, director musical

  • Adam Crosariol — bajo

  • Simon Kobler — tambores

  • Michael Guy Chislett — guitarra, teclados, director musical

  • Benjamin "Ben" Tennikoff — teclados, programación, 
    composición

Viven en: Hillsong, AustraliaNacionalidad: Hillsong, Australia


Ultimo álbum: Empires (2015)

Curiosidades: la banda nació en 1998. La canción  “Oceans” se lanzó en septiembre de 2013 y permaneció 48 semanas en el primer puesto de la clasificación de la música cristiana en EE.UU.

domingo, 19 de junio de 2016