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sábado, 21 de mayo de 2016

Los 15 beneficios prometidos por la Virgen a quien reza el Rosario


Las quince promesas de la Virgen a quien reza el Rosario. Las recoge el padre Livio Fanzaga con Saverio Gaeta en “Il Santo Rosario. La preghiera che Maria desidera” (El Santo Rosario. La oración que María desea, Sugarco edizioni)

El codificador más importante del Rosario fue el monje dominico Alan de la Roche, que murió en 1475 y está considerado el apóstol de la devoción por el Rosario en varios países de Europa. En sus memorias, Alan narra que recibió directamente de la Virgen quince promesas válidas para todos los devotos del santo Rosario, aún hoy de gran actualidad y que manifiestan la intensidad del amor que la Virgen siente por todos nosotros.

Primera promesa

“A todos los que recen devotamente mi Rosario, prometo mi especial protección”.
Es una garantía que la Virgen ha repetido muchas veces, y que recuerda la antigua oración Sub tuum praesidium (Bajo tu amparo nos acogemos).

Segunda promesa

“El que persevere en el rezo de mi Rosario recibirá gracias poderosísimas”.

Tercera promesa

“El Rosario es un arma poderosa contra el infierno: destruirá los vicios, librará del pecado y abatirá las herejías”.
Se trata de una promesa muy particular: aunque no se nombra a satanás, se habla de la lucha contra el infierno.

Cuarta promesa

“El Rosario hará florecer de nuevo las virtudes y las obras buenas, y obtendrá a las almas la más abundante misericordia de Dios”.
Esto nos impulsa a comprender que el Rosario rezado con Maria hace florecer en nosotros la vida y la imagen de la Virgen.

Quinta promesa

“El que confíe en mí rezando el Rosario no será oprimido por las adversidades”.
Satanás por una parte nos persigue y por la otra nos seduce, utilizando siempre su arma más insidiosa que es el desánimo. María se pone a nuestro lado y nos asegura que el que reza el Rosario encontrará siempre cerca su corazón maternal, dispuesto a sostenernos y a ayudarnos.

Sexta promesa

“Quien rece el Rosario meditando sus misterios no será castigado por la justicia de Dios: se convertirá si es pecador, crecerá en gracia si es justo y será hecho digno de la vida eterna”.
Con estas palabras se subraya que el Rosario traza una vía de santidad porque, rezado con María, hace que seamos guiados por ella. La Virgen ilumina el camino.

Séptima promesa

“Los devotos de mi Rosario, en la hora de la muerte, no morirán sin sacramentos”.
Viene a la mente una página de san Alfonso María de Ligorio, en su obra de arte, “Las glorias de María“, donde se dice que en el momento de la muerte, cuando los demonios se coaligan en el intento de llevar el alma a la desesperación, la Virgen debe ser invocada en la oración.

Octava promesa

“Los que rezan mi Rosario encontrarán, durante la vida y en la hora de la muerte, la luz de Dios y la plenitud de sus gracias, y participarán de los méritos de los beatos en el paraíso”.

Novena promesa

“Cada día libraré del purgatorio a las almas devotas de mi  Rosario”.
Por varias revelaciones privadas, en las que la Virgen se presenta como Reina del purgatorio y Reina de las almas purgantes, sabemos que la Virgen ha obtenido de Dios gracias especiales al respecto.

Décima promesa

“Los verdaderos hijos de mi Rosario gozarán de una gran gloria en el cielo”.
¿De qué gloria está hablando María? De la gloria de la que está revestida ella misma, haciendo reflejar en ellos su propia imagen, su propio fulgor.

Undécima promesa

“Todo lo que se pida mediante el Rosario será obtenido”.
Es la promesa de la intercesión más plena, que comprende en particular la gracia de la conversión.

Duodécima promesa

“Los que propaguen mi Rosario serán socorridos por mi en cada una de sus necesidades”.
Una referencia que podría referirse por ejemplo a los misioneros y misioneras que se empeñan de varias formas para difundir esta devoción, creando confraternidades, animando grupos de oración, difundiendo los rosarios.

Décimo tercera promesa

“He obtenido de mi Hijo que todos los devotos del Rosario tengan como hermanos en la vida y en la hora de la muerte a los santos del cielo”.
María, lo sabemos, es la Reina de todos los santos, y en el momento de la muerte, ella misma viene con todos los santos para hacernos partícipes de su comunión.

Décimo cuarta promesa

“Los que reciten mi Rosario fielmente serán todos hijos míos amadísimos, hermanos y hermanas de Jesús”.
Rezando el santo Rosario nos profesamos hijos de María. Por ello ella se manifestará a nosotros como Madre y así tendremos un lugar especial en su corazón maternal y bajo su manto.

Décimo quinta promesa

“La devoción a mi Rosario es un gran signo de predestinación”.
Ninguno de nosotros está seguro de ir al paraíso o al purgatorio, aunque obviamente todos esperamos no ir al infierno.

Conversión

Pastor Pentecostal se convierte en Católico por no poder convertir vino y pan en la sangre y cuerpo de Cristo



miércoles, 18 de mayo de 2016

Ieshúa

El Nombre de Yeshua Yehosua o Ieshua que en la traducción del Hebreo significa Salvación, o simplemente Salvador. En tiempos cuando Roma dictaba en Judea había muchos problemas politicos, ha resultado de esto grupos de Judíos incluyendo Simon Pedro en hebreo como "Shimeon Kepha Ha-Tzadik" el Zelote[1] hacían enfrentamientos en contra del imperio romano como también el famoso Barrabas o en hebreo como"Bar Aba" ( hijo del Padre) adoptaban nombres "mesiánicos" o proféticos para que el pueblo judío de la época los apoyara en la revolución en contra de la dictadua del Imperio Romano. Es probable que Miriam (maria) su madre lo nombro Yeshua, un nombre común en aquella época a causa del mismo. Estas guerrillas entre Judea y Romanos tenían una data desde el ano 100 AEC (antes de la era común) en la revuelta de los Maccabeos y la Independencia temporal de Judea[2]Como es mencionado en aquel tiempo Judea estaba dominada dictorialmente por Roma, en el cual todo judío tenía que pagar impuestos al Emperador, en el medio de aquel caos muchos grupos surgieron y necesitaban un líder, una persona que moviera masas, una persona que les sirva como voz y fuerza en contra de la dictadura de roma, fue entonces que emerge Yeshua, el judaísmo no asegura que es el mesías o el mashiaj ben david, pero definitivamente fue una persona que movía masas, miles de personas lo seguían.El judaísmo niega que Yeshua fue Rabino, pero las ensenanzas fueron totalmente doctrina judía, como por ejemplo la de Perdonar al pecador, o la más grande de todas en el judaísmo la doctrina del arrepentimiento en hebreo como Teshuva [3] que literalmente de traduce como retornar al Padre, o el de Nacer de nuevo, son doctrinas Judías, la doctrina del sumergirse en Agua para la limpieza de los pecados en Hebreo como sumergirse en una Mikve [4] podriamos enumerar muchos otros.La Gemara (también Gemorah) (×'×ž×¨× – de la gramatica: Hebrea "[completo]"; Aramaic "[a] estudiar")cuenta[5] que Yeshua tenía conocimiento de la Kabbala[6] (hebreo קַ×`ָּלָ×") y menciona en que entro al templo y toco el Arca del Pacto y se quemó las manos y a causa de las llagas podía sanar enfermos, también hacia uso del vocablo en hebreo en fórmulas para sanar enfermedades especificas, como también los 72 nombres de Di-s para controlar la creación.Algunos grupos judíos niegan en absoluto todo esto, y asumen que fue un profano hijo de un soldado romano y no de Yosef y que fue un mal estudiante e profano de la Torah, pero no hay prueba antropóloga que pueda probar lo dicho hasta el dia de hoy.Según lo escrito en la Gemara (también Gemorah) (×'×ž×¨× – de la gramatica: Hebrea "[completo]"; Aramaic "[a] estudiar")cuenta que[7] Yeshua HaNotzri (nazareno) nació aprox en el año 3582 de la Creación (aprox año 2 de la Era Común o cristiana.Fue hijo de una mujer llamada Miriam que estaba casada con Yosef un carpintero.Hizo sus primeros estudios en la Yeshiva (Escuela de estudios Judaicos)bajo la doctrina de Shammai[8] (50 BCE–30 CE) Shammai Era un erudito judío del primer siglo, y de una figura importante en el trabajo del centro de judaísmo y de la literatura rabínica, el Mishnah.[9].ÇEn aquella época eran dos doctrinas judías, una encabezadas por Shammai y la otra por Hilel, dos escuelas opuesta la una a la otra, los Fariseos[10](Hebreo perushim, de parash, que significa "a separar") tenían tendencias Hilelicas.De acuerdo a sus sabios (los de Israel) Yeshua tuvo cinco discípulos: Mattay, diminutivo de Matitiyahu (Mateo); Nakay al parecer Lucas; Nétzer; Buny o Bunay; Todá, adaptado de Taday (Tadeo).De acuerdo con lo encontrado por Antropólogos e Arqueólogos se dice que tuvo 13 discípulos.La Historia relata que más de 250,000 judíos fueron víctimas de la Crucifixion, era una de las tantas formas brutales de asesinar y ejecutar vidas humanas. Fue considera una forma extremadamente deshonrosa y dolorosa la forma de ejecución en la que el Imperio Romano mataba a quien ellos consideraron "Enemigos de Roma".Según el escritor en la época Romana Flavio Josefo[11]Yeshua fue un Judío mas como otros 250,000 víctima del abuso cometido por el Imperio Romano, parece ser que Roma no veía a Yeshua como un judío más, o mucho menos como un profeta o enviado, para Roma él era un movedor de Masas, una persona que podría traer problemas al Imperio porque a los ojos de Roma el podría causar otra revuelta como paso años atrás.Finalmente fue ejecutado por ser enemigo para el Imperio.En otros grupos de judíos no aceptan esta historia, a pesar de que ha sido aprobada por estudios antropologicos e arqueológicos.El Judaísmo Mesiánico es una más entre las diversas corrientes del judaísmo; quizá incluso la más vieja de todas. Su diferencia con las demás, se basa fundamentalmente en la aceptación del mesianísmo de Yeshua (Jesús).Sus Orígenes se remontan al siglo primero de la era común, en la que doce judíos provenientes de diversas corrientes y esferas sociales, creen que en Yeshua de Nazareth, se cumplen las profecías mesiánicas anunciadas en el Tanaj, por medio de los patriarcas y profetas; razón por la cual aceptan su invitación a seguirle y predicar las buenas nuevas entre la Casa de Israel (Mat 10:1-7). Por estos mismos motivos, el Mesías les promete que durante su reinado -la restauración de la monarquía davídica-; gobernarían conjuntamente con él, a las doce tribus de Israel (Mat 19:28).Luego de la resurrección de Yeshua, los judíos mesiánicos -conocidos entonces por la sociedad jerosolimitana como el grupo "Ha Derej"(El Camino)-, permanecen como una más de las corrientes judías de la época; así que el Templo de Jerusalén, continúa siendo el centro de su adoración y la puerta de Salomón, su lugar predilecto de reunión (Hechos 2:46, 3:1-26,4:1-4, 5:38-42, 6:7, etc.). A los pocos años y como consecuencia de la muerte de Esteban, a excepción de los apóstoles, el resto huye de Jerusalén, y de ésta manera el mensaje que les había sido depositado por su amado rabí, comienza a ser escuchado en Judea y Samaria (Hechos 8:1,4).Sin embargo, no es hasta que Dios llama a su servicio a un joven e intransigente rabino, de nombre Shaul (Saulo-Pablo), para que su mensaje sea llevado a todo el mundo conocido. Momento histórico en el que nace justamente el cristianismo (Hechos 11:19-26). Por desgracia y debido a diversos factores políticos, sociales, culturales -sin olvidar la voluntad permisiva de Dios- : judíos mesiánicos y cristianos comienzan a caminar por sendas separadas (aunque unidos espiritualmente por el mismo Camino trazado por Yeshua-Jesús).Largos siglos de dolor, persecución e ignominia, esperaban al judaísmo mesiánico. La huella del antisemitismo no fue menos profunda en sus hijos, que en el resto de sus hermanos de las otras corrientes judías, pues a la hora de las persecuciones no importó en absoluto, si se creía, o no, en Yeshua. Por fortuna, nuevos tiempos comenzaron a soplar en Europa, de tal forma que durante el siglo XVIII, muchos judíos de distintos países, además de creer que Yeshua es el Mesías anunciado en las Kitvei Kodesh (Sagradas Escrituras); consideran que no tenía ningún sentido, ni apoyo bíblico, que para creer en su propio Dios, en su propio Mesías, y en sus propias Escrituras; tuviesen que renunciar a su herencia y cultura judía, por lo que tímidamente comienzan a organizarse de nuevo.Diversas agrupaciones se forman por toda Europa, pero no es sino hasta el 14 de mayo de 1866, en que se forma la Alianza Hebreo-Cristiana de la Gran Bretaña (intentar utilizar el nombre "judío mesiánica" hubiera sido casi un suicidio). Su primer presidente es el Dr. Carl Schwartz, de manera que su ejemplo es seguido por otros países, por lo que se forman también Alianzas Nacionales en casi todo el continente.Concluida la Primera Guerra Mundial, las Alianzas Nacionales sobrevivientes convocan a una reunión de carácter internacional en la ciudad de Londres, pues creían que así como el sentimiento sionista imperante en esa época estaba en el fluir divino, de la misma forma era el momento de unificarse y presentar un frente común ante ante tanta adversidad e incomprensión (no pocas veces proveniente de ambos lados)

El 8 de septiembre de 1925 en la ciudad de Londres, con delegados de dieciocho naciones representando a los cinco continentes, se formó, luego de oración y de escuchar mensajes poderosos así como diversas ponencias con sólidas bases bíblicas -acordes por supuesto, al tiempo político que se vivía-: la International Hebrew Christian Alliance (hoy International Messianic Jewish Alliance). La presidencia recayó en un caballero de la corona británica: Sir Leon Levinson.Dentro de este movimiento, En datos estimados existen aproximadamente 1.5 milones de judíos mesiánicos en todo el mundo.

Judaísmo caraíta
Caraíta, etimológicamente del hebreo laraim, significa `seguidores de la Escritura'. El judaísmo caraíta tiene como libro sagrado a la Biblia hebrea. La interpretación de la Escritura debe ser individual. No acepta ningún otro escrito, como la Mishnah o el Talmud, ni la tradición oral rabínica.Surgió en el siglo VIII en Palestina con Anán Ben David. El Caraismo repudia a cualquier tipo de mesianismo fundado en Falsos mesías, como es el caso de Jesus de Nazaret.
Judaísmo ebionita

El judaísmo ebionita (ebionim) considera que Jesús de Nazaret fue un judío con ideas próximas a los profetas de Israel, en cuanto a su fidelidad a la Torah, su apoyo a los pobres, reclamando justicia social.
El movimiento judío ebionista se considera restaurador del antiguo ebionismo, desde 1985. En America latina tiene como Adalid y Traductor a Jorge Arzaquel.
Judaísmo Netzarim Ortodoxo

El judaísmo Netzarim Ortodoxo(Netzarim) considera que Jesús de Nazaret fue El Mesías Del pueblo de israel, pero solo reconocen la Tanaj Hebrea Como Inspirada por dios.


Fuente:  http://pasajesdelahistoria.wordpress.com/ioshua/

Juan Pablo II, Catequesis

El infierno como rechazo definitivo de Dios

1. Dios es Padre infinitamente bueno y misericordioso. Pero, por desgracia, el hombre, llamado a responderle en la libertad, puede elegir rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él. Precisamente esta trágica situación es lo que señala la doctrina cristiana cuando habla de condenación o infierno. No se trata de un castigo de Dios infligido desde el exterior, sino del desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en esta vida. La misma dimensión de infelicidad que conlleva esta oscura condición puede intuirse, en cierto modo, a la luz de algunas experiencias nuestras terribles, que convierten la vida, como se suele decir, en «un infierno».
Con todo, en sentido teológico, el infierno es algo muy diferente: es la última consecuencia del pecado mismo, que se vuelve contra quien lo ha cometido. Es la situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia del Padre incluso en el último instante de su vida.
2. Para describir esta realidad, a sagrada Escritura utiliza un lenguaje simbólico, que se precisará progresivamente. En el Antiguo Testamento, la condición de los muertos no estaba aún plenamente iluminada por la Revelación. En efecto, por lo general, se pensaba que los muertos se reunían en el sheol, un lugar de tinieblas (cf. Ez 28, 8; 31, 14; Jb 10, 21 ss; 38, 17; Sal 30, 10; 88, 7. 13), una fosa de la que no se puede salir (cf. Jb 7, 9), un lugar en el que no es posible dar gloria a Dios (cf. Is 38, 18; Sal 6, 6).
El Nuevo Testamento proyecta nueva luz sobre la condición de los muertos, sobre todo anunciando que Cristo, con su resurrección, ha vencido la muerte y ha extendido su poder liberador también en el reino de los muertos.
Sin embargo, la redención sigue siendo un ofrecimiento de salvación que corresponde al hombre acoger con libertad. Por eso, cada uno será juzgado «de acuerdo con sus obras» (Ap 20, 13). Recurriendo a imágenes, el Nuevo Testamento presenta el lugar destinado a los obradores de iniquidad como un horno ardiente, donde «será el llanto y el rechinar de dientes» (Mt 13, 42; cf. 25, 30. 41) o como la gehenna de «fuego que no se apaga» (Mc 9, 43). Todo ello es expresado, con forma de narración, en la parábola del rico epulón, en la que se precisa que el infierno es el lugar de pena definitiva, sin posibilidad de retorno o de mitigación del dolor (cf. Le 16, 19-31).
También el Apocalipsis representa plásticamente en un «lago de fuego» a los que no se hallan inscritos en el Ebro de la vida, yendo así al encuentro de una «segunda muerte» (Ap 20, 13 ss). Por consiguiente, quienes se obstinan en no abrirse al Evangelio, se predisponen a «una ruina eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (2 Ts 1,9).
3. Las imágenes con las que la sagrada Escritura nos presenta el infierno deben interpretarse correctamente. Expresan la completa frustración y vaciedad de una vida sin Dios. El infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría. Así resume los datos de, la fe sobre este tema el Catecismo de la Iglesia católica: «Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno» (n. 1033).
Por eso, la «condenación» no se ha de atribuir a la iniciativa de Dios, dado que en su amor misericordioso él no puede querer sino la salvación de los seres que ha creado. En realidad, es la criatura la que se cierra a su amor. La «condenación» consiste precisamente en que el hombre se aleja definitivamente de Dios, por elección libre y confirmada con la muerte, que sella para siempre esa opción. La sentencia de Dios ratifica ese estado.
4. La fe cristiana enseña que, en el riesgo del «sí» y del «no» que caracteriza la libertad de las criaturas, alguien ha dicho ya «o». Se trata de las criaturas espirituales que se rebelaron contra el amor de Dios y a las que se llama demonios (cf. concilio IV de Letrán: DS 800-801). Para nosotros, los seres humanos, esa historia resuena como una advertencia: nos exhorta continuamente a evitar la tragedia en la que desemboca el pecado y a vivir nuestra vida según el modelo de Jesús, que siempre dijo «sí» a Dios.
La condenación sigue siendo una posibilidad real, pero no nos es dado conocer, sin especial revelación divina, si los seres humanos, y cuáles, han quedado implicados efectivamente en ella. El pensamiento del infierno —y mucho menos la utilización impropia de las imágenes bíblicas— no debe crear psicosis o angustia; pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad, dentro del anuncio de que Jesús resucitado ha vencido a Satanás, dándonos el Espíritu de Dios, que nos hace invocar «Abbá, Padre» (Rm 8, 15; Ga 4, 6).
Esta perspectiva, llena de esperanza, prevalece en el anuncio cristiano. Se refleja eficazmente en la tradición litúrgica de la Iglesia, como lo atestiguan, por ejemplo, las palabras del Canon Romano: «Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa ( ... ), líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos».

Juan Pablo II, Catequesis

El «cielo» como plenitud de intimidad con Dios

1 . Cuando haya pasado la figura de este mundo, los que hayan acogido a Dios en su vida y se hayan abierto sinceramente a su amor, por lo menos en el momento de la muerte, podrán gozar de la plenitud de comunión con Dios, que constituye la meta de la existencia humana.
Como enseña el Catecismo de la Iglesia católica, "esta vida perfecta con la santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama 'el cielo'. El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones mas profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha"(n. 1024).
Hoy queremos tratar de comprender el sentido bíblico del «cielo», para poder entender mejor la realidad a la que remite esa expresión.
2. En el lenguaje bíblico el «cielo», cuando va unido a la «tierra», indica una parte del universo. A propósito de la creación, la Escritura dice: «En un principio creo Dios el cielo y la tierra» (Gn 1, 1).
En sentido metafórico, el cielo se entiende como morada de Dios, que en eso se distingue de los hombres (cf. Sal, 104, 2 s; 115, 16; Is 66, l). Dios, desde lo alto del cielo, ve y juzga (cf. Sal 113, 4-9) y baja cuando se le invoca (cf. Sal 18, 7. 10; 144, 5). Sin embargo, la metáfora bíblica da a entender que Dios ni se identifica con el cielo ni puede ser encerrado en el cielo (cf. 1R 8, 27); y eso es verdad, a pesar de que en algunos pasajes del primer libro de los Macabeos «el cielo» es simplemente un nombre de Dios (cf. 1M 3, 18. 19. 50. 60; 4, 24. 55).
A la representación del cielo como morada trascendente del Dios vivo, se añade la de lugar al que también los creyentes pueden, por gracia, subir, como muestran en el Antiguo Testamento las historias de Enoc (cf. Gn 5, 24) y Elías (cf. 2R 2, 11). Así, el cielo resulta figura de la vida en Dios. En este sentido, Jesús habla de «recompensa en los cielos» (Mt 5, 12) y exhorta a «amontonar tesoros en el cielo» (Mt 6, 20; cf. 19, 21).
3. El Nuevo Testamento profundiza la idea del cielo también en relación con el misterio de Cristo. Para indicar qué el sacrificio del Redentor asume valor perfecto y definitivo, la carta a los Hebreos afirma que Jesús «penetró los cielos» (Hb 4, 14) y «no penetró en un santuario hecho por mano de hombre, en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo» (Hb 9, 24). Luego, los creyentes, en cuanto amados de modo especial por el Padre, son resucitados con Cristo y hechos ciudadanos del cielo.
Vale la pena escuchar lo que a este respecto nos dice el apóstol Pablo en un texto de gran intensidad: «Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros pecados, nos vivificó juntamente con Cristo —por gracia habéis sido salvados— y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Ef 2, 4-7). Las criaturas experimentan la paternidad de Dios, rico en misericordia, a través del amor del Hijo de Dios, crucificado y resucitado, el cual, como Señor, está sentado en los cielos a la derecha del Padre.
4. Así pues, la participación en la completa intimidad con el Padre, después del recorrido de nuestra vida terrena, pasa por la inserción en el misterio pascual de Cristo. San Pablo subraya con una imagen espacial muy intensa este caminar nuestro hacia Cristo en los cielos al final de los tiempos: «Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos (los muertos resucitados), al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolados, pues, mutuamente con estas palabras» (1Ts 4, 17-18).
En el marco de la Revelación sabemos que el «cielo» o la «bienaventuranza» en la que nos encontraremos no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo.
Es preciso mantener siempre cierta sobriedad al describir estas realidades últimas, ya que su representación resulta siempre inadecuada. Hoy el lenguaje personalista logra reflejar de una forma menos impropia la situación de felicidad y paz en que nos situará la comunión definitiva con Dios.
El Catecismo de la Iglesia católica sintetiza la enseñanza eclesial sobre esta verdad afirmando que, «por su muerte y su resurrección, Jesucristo nos ha abierto» el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, que asocia a su glorificación celestial a quienes han creído en él y han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él» (n. 1026).
5. Con todo, esta situación final se puede anticipar de alguna manera hoy, ,tanto en la vida sacramental, cuyo centro es la Eucaristía, como en el don de sí mismo mediante la caridad fraterna. Si sabemos gozar ordenadamente de los bienes que el Señor nos regala cada día, experimentaremos ya la alegría y la paz de que un día gozaremos plenamente. Sabemos que en esta fase terrena todo tiene límite; sin embargo, el pensamiento de las realidades últimas nos ayuda a vivir bien las realidades penúltimas. Somos conscientes de que mientras caminamos en este mundo estamos llamados a buscar «las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios» (Col 3, 1), para estar con él en el cumplimiento escatológico, cuando en el Espíritu él reconcilie totalmente con el Padre «lo que hay en la tierra y en los cielos» (Col 1, 20).