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miércoles, 22 de marzo de 2017

¡Pongo tantas veces freno al amor de Dios en mi vida!

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Pienso hoy como gozaría más mi corazón con la fuerza de la fe si fuera verdaderamente consciente del amor que Dios siente por mí; cada vez que el Padre me abraza —y lo hace con frecuencia porque soy como el hijo pródigo que regresa con frecuencia hogar— mi corazón se debería encoger de alegría; si fuera consciente del sentir de Dios que me ha dado la vida y ha pensado en mí antes de mi existencia; si fuera consciente de hasta qué punto habita en mí la presencia del Padre pues soy templo del Espíritu Santo; si fuera realmente consciente de que Dios busca mi amistad, tiene necesidad de relacionarse íntimamente conmigo como Padre, como amigo, como confidente, como huésped del alma... mi corazón debería estar siempre rebosante de alegría.

Pero con mi cabezonería, mis mundanidades, mi fragilidad humana, mis egoísmos… ¡pongo tantas veces freno al amor de Dios en mi vida! ¿Por que cuesta tanto abrirse al amor de Dios y comprender que sin su amor yo no viviría, no existiría? ¿por qué cuesta tanto abrir la puertas del corazón a ese Dios que nos ama, que busca nuestra mirada, que quiere ser invitado para entrar en lo más profundo del alma?
El problema es que ni siquiera me siento como aquel centurión del Evangelio, consciente de quien tenía delante y consciente también de su pequeñez pero con una fe grande, que le dijo al Señor aquello tan impresionante del «no soy digno de que entres en mi casa». Al contrario, yo pienso que sí, que lo soy, cuando en realidad estoy repleto de miseria e iniquidad.
En este día lo único que le pido al Señor es que no cese de llamar constantemente a la puerta de mi corazón, porque quiero invitarle a entrar. Está en su derecho. Es su hogar. Por el bautismo soy templo del Espíritu Santo, es decir, morada de Dios. Pero le pido también que no llame a la puerta única y exclusivamente porque tiene derecho entrar sino porque yo necesito que entre pues soy pequeño, pecador, frágil y débil y necesito de su perdón, de su amor y de su misericordia. Anhelo ser testigo de su esperanza y de esa misma generosidad que le llevó a mirar misericordiosamente a Zaqueo, invitarle a bajar del árbol para invitarse a cenar con él en su hogar.
Sí, Dios no excluye a nadie. Dios no se deja condicionar por nuestros prejuicios tan humanos y mundanos. Al contrario, quiere morar en el corazón del ser humano porque ve en cada persona un alma que tiene necesidad de ser salvada, y se siente profundamente atraído por aquellas almas que considera perdidas y las que, además, lo consideran de sí mismas.
Como cada día Cristo me muestra la grandeza de su misericordia y me da la oportunidad de renovarme interiormente, te recomenzar, te buscar una conversión auténtica, de convertirme con el corazón abierto y de abrirle, humildemente, de par en par las puertas de mi pobre y sencillo corazón.

¡Señor, hazme pequeño porque es la manera de comprobar que Tú eres lo más grande! ¡Quiero, buen Jesús, abrirte las puertas de mi corazón y disfrutar de tu compañía porque cuando tú entras en él me das mucha paz, mucha serenidad, mucho sosiego y mucho amor pero sobre todo me traes la salvación que es el gran tesoro que puedo recibir del Padre a través de Ti! ¡Deseo, Señor, que mi corazón se convierta en tu morada permanente para que me traigas el alimento y la salud que mi corazón necesita! ¡Señor, tocas tantas veces las puertas en mi corazón y yo hago oídos sordos que no te quiero dejar fuera; necesito que transformes mi vida y me llenes de amor, de tu bondad, tu misericordia y de tu generosidad; ven Señor Jesús! ¡Señor, me invitas a abrir la puerta de mi corazón a la misericordia del Padre; tu y yo sabemos que las puertas siempre se abren hacia afuera porque si las abro hacia dentro solamente quedan mi egoísmo, mi soberbia, todas aquellas cosas que me separan de ti; permite que se abra la puerta hacia fuera para poder recibir tu amor en mi propia pequeñez y miseria pero abrirlas también para darte todo lo que tengo de bueno a los demás y convertirme también es portador de misericordia con el corazón abierto y las manos entregadas al bien! ¡Señor, concédeme también ser grande en lo que yo que soy pequeñito y pequeño en aquello que soy grande! No pases de largo cuando estés cerca de mi, Señor, porque bien sabes que son constantes los tropiezos y muchos los obstáculos que tengo que superar para llegarme hasta tu encuentro!
¿Cómo podré estar triste? cantamos hoy con la soprano Kathleen Battle:

martes, 21 de marzo de 2017

Me tienta...

 Ayúdame a hacer silencio, Señor, quiero escuchar tu voz. Toma mi mano, guíame al desierto. Que nos encontremos a solas, Tú y yo.
 Necesito contemplar tu rostro, me hace falta el calor de tu voz, caminar juntos" callar, para que hables Tú.
 Quiero revisar mi vida, descubrir en qué tengo que cambiar, afianzar lo que anda bien, sorprenderme con lo nuevo que me pides.
 Me pongo en tus manos, ayúdame a dejar a un lado las prisas, las preocupaciones que llenan mi cabeza.
 Barre mis dudas e inseguridades, quiero compartir mi vida y revisarla a tu lado. Ver dónde aprieta el zapato para urgir el cambio.
 Me tienta el activismo. Me tienta la seguridad, hay que hacer, hacer y hacer. Y me olvido del silencio, dedico poco tiempo a la oración. ¿Leer tu Palabra en la Biblia?" para cuando haya tiempo.
 Me tienta la incoherencia. Hablar mucho y hacer poco. Mostrar apariencia de buen cristiano, pero dentro, donde sólo Tú y yo nos conocemos, tenemos mucho que cambiar.
 Me tienta ser el centro del mundo. Que los demás giren a mi alrededor. Que me sirvan en lugar de servir.
 Me tienta la idolatría. Fabricarme un ídolo con mis proyectos, mis convicciones, mis certezas y conveniencias, y ponerle tu nombre de Dios.
 Me tienta la falta de compromiso. Es más fácil pasar de largo que bajarse del caballo y actuar como el buen samaritano. ¡Hay tantos caídos a mi lado, Señor, y yo me hago el distraído!
 Me tienta la falta de sensibilidad, no tener compasión, acostumbrarme a que otros sufran y tener excusas, razones, explicaciones" que no tienen nada de Evangelio pero que me conforman" un rato, Señor, porque en el fondo no puedo engañarte.
 Me tienta separar la fe y la vida. Leer el diario, ver las noticias sin indignarme evangélicamente por la ausencia de justicia y la falta de solidaridad.
 Me tienta el mirar la realidad sin la mirada del Reino. Me tienta el alejarme de la política, la economía, la participación social" que se metan otros" yo, cristiano sólo el Domingo. Misa y gracias"
 Me tienta el tener tiempo para todo menos para lo importante. La familia, los hijos, la oración" al cuadragésimo lugar. Hay cosas más importantes. ¿Las hay?
 Me tienta, Señor, el desaliento, lo difícil que a veces se presentan las cosas. Me tienta la desesperanza, la falta de utopía.
 Me tienta el dejarlo para mañana, cuando hay que empezar a cambiar hoy.
 Me tienta creer que te escucho cuando escucho mi voz. ¡Enséñame a discernir! Dame luz para distinguir tu rostro.
 Llévame al desierto de la oración, Señor, despójame de lo que me ata, sacude mis certezas y pon a prueba mi amor. Para empezar de nuevo, humilde, sencillo, con fuerza y Espíritu para vivir fiel a Ti. 

El Santo Sepulcro como nunca lo has visto

Un video te muestra la evolución de uno de los grandes templos de la cristiandad



Ofrecemos un vídeo con la evolución del Templo del Santo Sepulcro, desde hoy hasta llegar a la cueva de piedra que vio la sepultura y la resurrección de Jesucristo. Se trata de un vídeo realizado por Raffaella Zardoni para la Asociación Pro Terra Sancta, en colaboración con el padre Eugenio Alliata, ofm, del Studium Biblicum Franciscanum.


Con una reconstrucción en tres dimensiones podemos ver las vicisitudes vividas por el templo, el lugar exacto de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús y cómo el templo ha ido evolucionando hasta convertirse en el lugar que conocemos hoy.

“Ubi Caritas” como nunca antes lo habías oído

Audrey Assad da un toque de frescura a una antigua pieza de música sacra


Audrey Assad da nueva vida al canto latino Ubi Caritas de su álbum de 2016, Inheritance. Poner palabras a una melodía de influencia celta fue una decisión inspirada y que se pone al servicio del texto fascinando a la audiencia.
El estilo de Assad se centra en su voz ligera y rítmica y comprende completamente cómo construir cada estrofa. La música ambiental mientras ella empieza a cantar lentamente se acopla al acompañamiento de cuerdas al que, finalmente, se une un tambor. 
Es refrescante ver el enfoque de una artista contemporánea a un “clásico” del cancionero cristiano. Había una época en que cada compositor daba su aportación a la música sacra y estamos muy agradecidos de que Audrey mantenga esa tradición viva. Nos encantará oír la pieza interpretada por un coro de sopranos.

La mirada interior

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No hay que pensar que las personas de bien son las que subrayan forzosamente la injusticia, la sinrazón, la maldad, la falta de criterio o la deshonestidad que hay en los otros. Con frecuencia, los que poseen esos defectos son los que tienden a verlos por doquier en cualquier esquina; su actitud es la de la crítica permanente, sospechando y prejuzgando a los demás a través de su propia realidad. E, inversamente, los que atesoran grandes cualidades morales evitan resaltar los defectos ajenos porque son capaces de observar a los demás a través de sus propias cualidades.

Las personas sólo deberíamos mirar desde una óptica: la de nuestra mirada interior. Que nuestros ojos miren desde lo profundo; que sean el espejo de nuestros sentimientos, emociones y pensamientos. Si me encuentro en el grupo de los que al hablar sólo soy capaz de resaltar los defectos de los demás, estaré revelando lo que siente mi corazón. Si mi interior estuviera lleno de justicia, de bondad, de generosidad, de paciencia, de misericordia, de nobleza, de honestidad y, sobre todo, de amor, sería capaz de ver en los demás estas cualidades tan elevadas.
Ver la vida ajena con los ojos de Cristo es hacer de la propia vida un proyecto de Salvación. Es aprender de la mirada del Señor y de sus encuentros con tantos con los que se cruzó. Es orientar mis valores, mis sentimientos y mis pensamientos en la autenticidad para convertir mis relaciones con los demás en unas relaciones basadas en el respeto y en el amor.
Es lo que le pido hoy al Señor, que pueda experimentar la gracia de esta convicción, ensanchar mi corazón para que se abra por completo a su acción transformadora que tiene en el pecado su principal enemigo.
Y antes de terminar la oración miro el pequeño crucifijo que me acompaña en este tiempo de oración y me pregunto, ¿hasta qué punto me inquieta que Cristo muriera en la cruz para redimirme del pecado?

¡Padre, tu nos dices “volved a mí de todo corazón”! ¡Soy consciente, Padre de bondad, que no puedo regresar a Ti de verdad si no lo hago desde el corazón pero también tengo claro, Padre, que me es imposible vivir si no es desde el corazón! ¡Tú me llamas en el corazón pero bien sabes que muchas veces me olvido de Ti por el trasiego de la vida, por mis faltas y mis pecados, por lo mucho que me cuesta a veces llegar a la profundo del corazón donde Tú anidas y quieres que escuche tu voz! ¡Padre, sabes que mi corazón se distrae con lo mundano, que me cuesta regresar a lo esencial, que dudo muchas veces porque no sé ver tu mano providente en cada uno de los sucesos de mi vida! ¡Cuánto me cuesta, Padre, contemplar tu presencia que me llama para que yo regrese a lo esencial, a mi interior, para ser la persona auténtica que Tú quieres que sea! ¡Espíritu Santo, ayúdame a examinarme desde la autenticidad y la verdad, a medir mi vida, a pensar las cosas desde la dimensión interior! ¡Concédeme la gracia de descubrir lo importante de encontrarme a mi mismo para ser un cristiano auténtico sin dobleces que corrija sus constantes defectos desde la sencillez y con una gran capacidad de amar, de servir y de darse a los demás! ¡Ayúdame a no enmascarar mi vida con maquillajes inútiles para descubrir en mi corazón la mirada amorosa y misericordiosa de Dios! ¡Concédeme la gracia de engrandecer mi espíritu para que Tú puedas obrar en mi corazón, para que Dios pueda entrar en él con serenidad, para que se rompan todas aquellas barreras que me impiden tener con Cristo una relación de amistad! ¡Ayúdame a que mi vida de oración sea un momento en el que Dios llene de verdad mi alma con su presencia y con sus silencios! ¡Y a Tí, Jesús, no permitas que nunca puedas gritarme desde la Cruz el “¿Por qué me has abandonado?” pues esta frase me sitúa ante autentica medida del pecado y es la expresión de hasta que punto me amas, el ejemplo de que Tu amas hasta despojarse de todo por amor!
Me sanaste con tu bien, cantamos hoy dando gracias al Señor porque nos ha amado hasta morir por nosotros en la Cruz y porque su amor nos sanó: