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martes, 4 de octubre de 2016

Dar y recibir

Una vez un mendigo que estaba tendido al lado de la calle vio a lo lejos venir al rey con su corona y su capa. Pensó:

- "Le voy a pedir, él es un buen hombre, de seguro me dará algo".

Cuando el rey pasó cerca, le dijo:

- "Majestad, ¿me podría, por favor, regalar una moneda?" (... aunque en su interior pensaba que él le iba a dar mucho).

El rey le miró y le respondió:

- "¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey?"

El mendigo no sabía que responder y sólo atinó a balbucear:

- "¡Pero, Majestad...yo no tengo nada!".

El rey contestó:

- "¡Algo debes tener!... ¡Busca!".

Entre asombro y enojo, el mendigo buscó entre sus cosas y vio que tenía una naranja, un bollo de pan y unos granos de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darlos, así que en medio de su enojo tomó 5 granos de arroz y se los dió al rey.

Complacido, él dijo:

- "¡Ves como sí tenías!".

Y le dio 5 monedas de oro, una por cada grano de arroz.

El mendigo dijo entonces:

- "Majestad... creo que por aquí tengo otras cosas...".

Pero el rey lo miró fijamente a los ojos y, con dulzura, le comentó:

- "Solamente de lo que me has dado de corazón, te puedo yo dar".

Moraleja: Es fácil en esta historia reconocer el acto de dar y recibir. ¿Cuántas veces en nuestras acciones, que decimos son de servicio, entran en juego el egoísmo y nuestros propios intereses? ¿Cuántas veces realizamos un  favor sólo pensando en el beneficio personal que nos reportará? Demos de corazón, sin calcular, sin sacar cuentas, sin pensar en lo que recibiremos a cambio... y la mayor ganancia será la felicidad que sentiremos al dar.

5 citas bíblicas que te muestran el gran poder de la oración

¿Qué esperas para recurrir al inmenso poder de la oración?



La oración es una fuerza tan poderosa. Nosotros la subestimamos tanto porque a veces no vemos los resultados tangibles. La oración puede mover montañas si tan sólo lo CREEMOS de verdad, Dios así lo afirmó. Si tan sólo nos diéramos cuenta de lo poderosa que puede ser la oración, nunca perderíamos la fe o la esperanza.

De vez en cuando hablo y pido a los ángeles a que me ayuden a elevar mi oración a Dios, es por ello que procuro estar en el mayor estado de gracia posible. Les pido a los ángeles que intercedan y le presenten mi petición humilde a las manos de Creador.

Ninguno de nosotros está solo en la oración. Cuando rezas tu ángel de la guarda está allí contigo, él une su oración a la tuya y se la presenta al Señor, convirtiéndola en una poderosa arma de lucha espiritual que te hará crecer en santidad.

Lo increíble que nuestras oraciones hechas con gran fe puede hacer grandes cosas, incluso marcar la diferencia en otra persona. A continuación te presentamos las siguientes cítas bíblicas que te harán recordar hoy el GRAN PODER que tiene la oración:

1.- Siempre pedir, buscar y llamar

“Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7,7-8)

Pedir, pedir, pedir. Muchas veces, el Señor nos llamó a la insistencia en la oración. ¿Por qué desistimos a veces? Recuerda que tus tiempos no son los de Dios, Él sabe cuando y de qué manera contestar… Sigue pidiendo, buscando y llamando.

2- Mover montañas con la fe

“Jesús les respondió: “Les aseguro que si tienen fe y no dudan, no sólo harán lo que yo acabo de hacer con la higuera, sino que podrán decir a esta montaña: “Retírate de ahí y arrójate al mar”, y así lo hará. Todo lo que pidan en la oración con fe, lo alcanzarán” (Mateo 21,21-22)

¡Esto me parece increíble! pero es Palabra de Dios. Cuántas cosas podríamos hacer con este poder si tan sólo tuviésemos esa fe de las que nos habla el Señor. Aprendamos a decir como el padre de aquel joven endemoniado: “Señor, creo, pero aumenta mi fe”

3.- Oración: Poder liberador contra el demonio

“Jesús les respondió: “Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración” (Marcos 9,29)

La oración se nos presenta como una comunicación directa con Dios, pero también como una gran armadura espiritual contra el demonio. Que poder tan tremendo nos ha regalado Dios en la oración que podemos ser hasta capaces de expulsar demonios en su Nombre.

4.- No hay que vacilar

“Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que la pida a Dios, y la recibirá, porque él la da a todos generosamente, sin exigir nada en cambio. Pero que pida con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar levantadas y agitadas por el viento. El que es así no espere recibir nada del Señor” (Santiago 1,5-7)

No vacilemos en ningún momento. No perdamos la esperanza. El Señor es bondadoso y fiel, Él da con una generosidad infinita, Él es fuente inagotable de compasión y está siempre dispuesto a darnos lo mejor, lo que nos conviene para nuestra salvación, pero, TENGAMOS FE y nuestra oración será poderosa

5.- Una forma de alcanzar la paz

“No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús”. (Filipenses 4,6-7)

Esta cita bíblica es una de mis favoritas, ¿por qué? ¿Quién no necesita paz en su corazón? Estamos en un mundo donde a cada vuelta de la esquina nos espera un problema que nos aflige y nos roba la paz. San Pablo nos da la fórmula secreta para alcanzar la paz en el corazón: Oración y Acción de gracias, es decir: oración y Eucaristía, puesto que la Eucaristía en es sí misma, una acción de gracias.
Nunca subestimes el poder de la oración. Cuando oramos con fe, si es la voluntad de Dios, esa oración es indetenible. Y ¿cómo sabemos cuál es la voluntad de Dios? Que te responda el Señor:

“Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán” (Juan 15,7)

Esta es una promesa del Señor. Si estamos caminando en comunión con Dios y su Iglesia, entonces vamos a empezar a orar conforme a la voluntad de Dios. ¿Cómo permanecemos en Dios? A través de los Sacramentos de la Iglesia, viviendo según sus mandamientos, así Su Palabra vivirá en nuestros corazones.

Y entonces, comenzaremos a ver que nuestras oraciones son contestadas.

Custodio de nuestra vida

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¡Dolores, pobreza, privaciones, silencios, desprecio, palabras ásperas, olvidos, cargos injustos, rivalidades…! Junto a cada uno de estos haces de espinas, no para destruirlos, sino para embotar sus puntas, Dios ha colocado a nuestro lado desde el bautismo un ángel de benévola sonrisa. Es el ángel de la guarda, solícito y bondadoso, al que con tanta frecuencia olvidamos. Si nos hacemos amigos suyos, nos trazará un camino por entre espinas y nuestra vida se deslizará suave, tranquila, meritoria: la hallaremos amable, y esperaremos en el trabajo y la paz, la hora bendita de la libertad. Podremos pedirle luz, protección, buen gobierno de nuestra vida, dirección cuando nos desviemos del camino de la virtud y que nos conceda bienes espirituales.
Siempre le digo a mis hijos que se encomienden a su ángel de la guarda. Es el guía silencioso e incansable de nuestra vida. Ese ángel se contenta con enseñar a quienes quieren escucharlo algunas palabras divinas ante las cuáles el infortunio pierde sus congojas; la pobreza, su dolor; el menosprecio, sus inquietudes; la oposición, su rudeza. Esas palabras son: "Señor, hágase tu voluntad y no la mía".
Hay miles de libros, compuestos por sabios autores, que hablan de la manera de ser dichosos: pero todos juntos no dicen tanto para infundir paz en el alma como esta sencilla frase del Padrenuestro, cuyas palabras serenan y tranquilizan: Hágase tu voluntad. Hay que pedirle al ángel de la guarda que nos ayude a comprenderlo y que nos sostenga cuando desfallezcamos en la confianza.
El ángel custodio es la mano que sostiene nuestra vida. ¡Qué te tenga siempre presente, mi buen ángel de la guarda!

Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. Las horas que pasan, las horas del día, si tú estás conmigo serán de alegría. No me dejes solo, sé en todo mi guía; sin Ti soy pequeño y me perdería. Ven siempre a mi lado, tu mano en la mía. ¡Ángel de la guarda, dulce compañía! ¡Ángel de Dios, que eres mi custodio, buen amigo y mejor compañero, reconduce mi vida cuando me desvíe con mi mal comportamiento y potencia mis virtudes cristianas!
Ángeles de Dios, cantamos hoy:

lunes, 3 de octubre de 2016

Yo confieso que…

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Misa dominical ayer. Rezo con atención el «Yo confieso» en el que todos pedimos perdón «porque he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión». Me quedo toda la ceremonia profundamente conmovido. Como en un trailer de una película pasan frente a mis ojos a toda velocidad todos mis pecados, y aunque ya he realizado varias veces una confesión general, me doy cuenta de mi miseria, de mi pequeñez y de mi insignificancia pero al mismo tiempo de la grandeza y profundidad de la gracia de Dios que siempre perdona. Tristemente he pecado mucho de «pensamiento, palabra, obra y omisión» por mi egoísmo, mi soberbia, mi orgullo, mi vanidad... pero allí está la infinita ternura de la misericordia de Dios que acoge a sus hijos pecadores.

He pecado mucho de «pensamiento, palabra, obra y omisión» y aunque me había propuesto no volver a pecar y caer en la misma piedra vuelvo a las andanzas pocos minutos después de ponerme gozoso de rodillas para rezar la oración que en el confesionario el sacerdote me ha impuesto como penitencia: Esa discusión, esa palabra hiriente, ese gesto torcido, esa falta de caridad, esa omisión voluntaria, ese pensamiento inadecuado, esa cosa a medio hacer... El ser humano es muy reincidente en su pecado, siempre convencido de que limpio por la gracia la tentación no te vencerá y que ganarás al mal. Y caes, y vuelves a caer, abonado al convencimiento de que tu sólo —con tus fuerzas— puedes sostenerte. Y te das cuenta de lo pequeño que eres, lo frágiles que son tus propósitos, lo débil que es tu oración, lo delicado que es tu camino a la santidad y lo mucho que te cuesta amar a Dios. La vida cristiana exige esfuerzo continuado. Y mucha oración auténtica.
«He pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión». Y lo hago porque mi corazón se cierra al Amor, se relame en gustarse a si mismo, se gusta en su orgullo y se convierte en una especie de cubo de basura que recoge todo lo negativo de mi. Y me da pena. De mi mismo y del Señor porque cada pecado mío es un latigazo más, una espina en su corona, una llaga en su cuerpo lacerado, un dolor insufrible en el madero santo.
«He pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión». Señor, perdón porque no mereces tanto dolor por mi pecado. Pero miras la Cruz y sientes el abrazo amoroso de Cristo que todo lo perdona. Y te comprometes, renovado, a cambiar interiormente para no volver a pecar. ¡Señor pequé, ten piedad y misericordia de mi!
¡Señor pequé, ten piedad y misericordia de mi! ¡Mi sacrificio, Señor, es mi corazón arrepentido! ¡Crea en mí, Señor, un corazón puro! ¡Ten piedad de mí, Señor, y por tu bondad y por tu gran compasión borra mi culpa y purifícame del pecado, de mis faltas y de mis errores! ¡Yo reconozco mi culpa, Señor, tengo siempre presente mi pecado; contra ti pequé haciendo lo que es malo a tus ojos! ¡Señor, Tú amas el corazón sincero y me enseñas la verdad en mi interior; por eso te pido que me purifiques para quedar limpio! ¡Señor, crea en mí un corazón puro y renueva la fuerza de mi alma; no me alejes, Señor, de tu presencia, ni retires de mí tu Santo Espíritu! ¡Concédeme, Señor, la alegría del perdón! Y por ello hago ante ti este Acto de Contrición: «Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén».

Escuchamos hoy esta canción francesa de Maurice Cocagnac, L'enfant prodigue:

¡Ave María!, comienza el mes del Rosario

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Primer día del mes de octubre que coincide con el primer sábado de mes, un mes dedicado a honrar a María con el rezo del Santo Rosario. Esta oración contemplativa y sencilla pero de gran eficacia espiritual nos resume la historia de la Salvación del género humano y nos acerca al mayor conocimiento de Cristo. La experiencia del rezo del Santo Rosario me permite cada día fortalecer mi fe y crecer como cristiano.
Cuando amas a una persona tratas de honrarla con palabras amables y cariñosas, contentarla en sus gustos y llenarla de parabienes. En el caso de la Virgen, Ella misma ha manifestado en numerosas apariciones que no siente mayor alegría que cuando sus hijos la veneran con el rezo del Santo Rosario. Ofreciendo cada misterio de la vida de Cristo en la que asoma la presencia sencilla de María, le suplicamos a la Virgen que interceda por cada una de nuestras necesidades y del prójimo. Es una invocación repleta de amor y de caridad. No sólo eso, pedimos por las causas justas del mundo y pedimos por la Iglesia, de la que la Virgen es Esposa.
Hay algo también muy hermoso. Cuando invocamos a María y vamos pasando las cuentas del Rosario nos acercamos a Cristo, su Hijo amado. Así lo recordamos en el rezo del Padrenuestro. Y en cada Avemaría le decimos diez veces a María que la queremos, que la llevamos en el corazón y que la necesitamos. Ella nos devuelve tanto amor cubriéndonos con su gracia.
En este mes de octubre, le ofrezco a María contemplar los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos con más amor y con más entrega. Vivir cada una de las escenas del Rosario para participar íntimamente de los episodios en Belén, en la casa de Nazaret, en el templo de Jerusalén, en el río Jordán, en la casa de Caná, en el monte de la Transfiguración, en el huerto de los Olivos, en el cenáculo, en el Calvario, en el sepulcro, o en el momento de la Ascensión al Cielo, como un personaje más, en oración contemplativa, con gran atención y sin distracciones voluntarias para que Dios escuche más la voz de mi corazón que la de mi boca. Orando con el corazón, orando con la mente y orando con los labios en alabanza alegre A Dios y a María, la más bella entre todas las mujeres. ¡Tutus tuus, María!
¡Dios te Salve, María, llenas eres de gracia, el Señor está contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús, Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, amén! ¡Dios te salve, María, se llena mi corazón de alegría al exclamar cada Ave María! ¡Santa María, Madre de Dios, ayúdame a transformar mi vida con el rezo del Santo Rosario y dame tu auxilio bondadoso! ¡Madre de bondad y misericordia, que cada día me das tantas pruebas de tu amor y de tu poder, te pido por la salud de mi corazón, de mi alma y de mi cuerpo, apiádate de mí, acompáñame en mi camino, ampárame en mis tribulaciones y sufrimientos, acoge mis angustias, suple mis carencias, sana mi corazón dolorido, seca mis lágrimas, cura mis heridas y aflicciones y ayúdame a sobreponerme de los problemas y caídas! ¡María, Tú que eres la abogada de los desesperados, Madre Nuestra y Madre de Cristo, ruega por nosotros y por el mundo entero!
Bendiciones del Rosario: (Magisterio de los Papas)
  1. Los pecadores obtienen el perdón.
  2. Las almas sedientas se sacian.
  3. Los que están atados ven sus lazos desechos.
  4. Los que lloran hallan alegría.
  5. Los que son tentados hallan tranquilidad.
  6. Los pobres son socorridos.
  7. Los religiosos son reformados.
  8. Los ignorantes son instruidos.
  9. Los vivos triunfan sobre la vanidad.
  10. Los muertos alcanzan la misericordia por vía de sufragios
Beneficios del Rosario: (San Luis María Grignion de Montfort)
  1. Nos eleva gradualmente al perfecto conocimiento de Jesucristo.
  2. Purifica nuestras almas del pecado.
  3. Nos permite vencer a nuestros enemigos.
  4. Nos facilita la práctica de las virtudes.
  5. Nos aviva el amor de Jesucristo.
  6. Nos enriquece con gracias y méritos
  7. Nos proporciona con qué pagar todas nuestras deudas con Dios y con los hombres y nos consigue de Dios toda clase de gracias.
En este primer sábado de mes le regalamos a la Virgen este bello Ave Regina Coelorum, en la Mayor, Hob. XXIIIb:3.para soprano, coro, cuerdas (sin violas) y órganodel compositor austriaco Joseph Haydn: