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martes, 9 de agosto de 2016

¿Sabías que la Iglesia católica está constituida por 24 Iglesias autónomas?

¡Es así! La Iglesia Católica no se limita al rito romano: es una gran comunión de 24 Iglesias, 1 occidental y 23 orientales


¿Sabías que la Iglesia Católica está actualmente constituida por 24 Iglesias autónomas “sui iuris”?

¡Es así! La Iglesia Católica no se limita al rito romano. Es una gran comunión de 24 Iglesias, siendo 1 occidental y 23 orientales.

La rama occidental está representada por la tradición latina de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Es llamada “occidental” debido a la localización geográfica de Roma, y no porque su presencia se restrinja a países de Occidente: en realidad, la Iglesia Católica de rito romano está presente en el mundo entero y tiene diócesis en todos los continentes, de Portugal a Japón, de Brasil a Rusia, de Angola a China, de Canadá a Nueva Zelanda.

Las Iglesias católicas orientales también tienen fieles diseminados por el mundo, pero, por razones históricas, están más fuertemente presentes en los lugares donde surgieron. Poseen tradiciones culturales, teológicas y litúrgicas diferentes, así como estructura y organización territorial propias, pero profesan la misma e única doctrina y fe católica, manteniéndose, por tanto, en comunión completa entre si y con la Santa Sede.

Todas las 24 Iglesias que componen la Iglesia Católica son consideradas Iglesias “sui iuris”, o sea, son autónomas para legislar de modo independiente respecto a su rito y su disciplina, pero no respecto de los dogmas, que son universales y comunes a todas ellas y garantizan su unidad de fe – formando, esencialmente, una única Iglesia Católica obediente al Santo Padre, el Papa, que a todas preside en la caridad.

La legislación de cada Iglesia “sui iuris” es estudiada y aprobada por su respectivo sínodo, o sea, por la reunión de sus obispos bajo la presidencia de su arzobispo-mayor o patriarca. Por ejemplo, la Iglesia Melquita está presidida por Su Beatitud el Patriarca Gregorio III; la Iglesia Greco-Católica Ucraniana, por Su Beatitud el Arzobispo-Mayor Sviatoslav Shevchuk. El rebaño de los fieles católicos de rito latino está guiado directamente por el Papa Francisco, obispo de Roma, que es también el líder de toda la gran comunión de la Iglesia Católica en sus diversas tradiciones.

Es muy común incluso ahora, en especial en Occidente, confundir la Iglesia Católica con el rito latino, un error que viene teniendo lugar desde hace siglos y que, a lo largo de la historia, ha causado serios daños a los católicos de ritos orientales. Lo que es preciso entender es que todos los católicos latinos son, obviamente, católicos; mero no todos los católicos son católicos latinos. ¡Y esta es una de las muchísimas riquezas del infinito tesoro de la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica!

El Concilio Vaticano II reconoció que todos los ritos aprobados por las Iglesias que forman la Iglesia Católica tienen la misma dignidad y derecho y deben ser preservados y promovidos.

Además, si hablamos de los ritos, otra confusión frecuente es la que se produce entre el rito latino y el rito romano: los términos suelen usarse como sinónimos, pero, técnicamente, además del rito romano, también existen otros ritos latinos de ciertas Iglesias locales, como el ambrosiano o el mozárabe, y los de algunas órdenes religiosas, además del rito tridentino (o forma extraordinaria del rito romano). Pero no están vinculados a Iglesias autónomas “sui iuris“, sino que son diferentes ritos dentro de la misma tradición latina de la Iglesia Católica.

Respecto a los ritos orientales, las diferencias tienen más que ver con la diversidad de tradiciones y tiene vínculos históricos entre los ritos y las Iglesias “sui iuris” específicas que los adoptan: son el alejandrino o copto, el bizantino, el antioqueno o siríaco occidental, el caldeo o siríaco oriental, el armenio y el maronita.

Pero ¿cuáles son, en definitiva, las Iglesias “sui iuris” que forman la Iglesia Católica? Aquí la impresionante lista:

DE RITO OCCIDENTAL

Tradición litúrgica latina:

Rito latino de la Iglesia Católica Apostólica Romana (sede en Roma)

DE RITOS ORIENTALES

Tradición litúrgica alejandrina:

Iglesia Católica Copta (patriarcado; sede en El Cairo, Egipto)

Iglesia Católica Etíope (metropolitanado; sede en Addis Abeba, Etiopía)

Iglesia Católica Eritrea (metropolitanado; sede en Asmara, Eritrea)

Tradição litúrgica bizantina:

Iglesia Greco-Católica Melquita (patriarcado; sede en Damasco, Siria)

Iglesia Católica Bizantina Griega (eparquía; sede en Atenas, Grecia)

Iglesia Católica Bizantina Ítalo-Albanesa (eparquía; sede en Sicilia, Italia)

Iglesia Greco-Católica Ucraniana (arzobispado mayor; sede en Kiev, Ucrania)

Iglesia Greco-Católica Bielorrusa (también llamada Católica Bizantina Bielorrusa)

Iglesia Greco-Católica Rusa (sede en Novosibirsk, Rusia)

Iglesia Greco-Católica Búlgara (eparquía; sede en Sofía, Bulgaria)

Iglesia Católica Bizantina Eslovaca (metropolitanado; sede en Prešov, Eslovaquia)

Iglesia Greco-Católica Húngara (metropolitanado; sede en Nyíregyháza, Hungría)

Iglesia Católica Bizantina de Croacia y Serbia (eparquía; sedes en Križevci, Croacia, y Ruski Krstur, Serbia)

Iglesia Greco-Católica Rumana (arzobispado mayor; sede en Blaj, Rumanía)

Iglesia Católica Bizantina Rutena (metropolitanado; sede en Pittsburgh, Estados Unidos)

Iglesia Católica Bizantina Albanesa (eparquía; sede en Fier, Albania)

Iglesia Greco-Católica Macedónica (exarcado o exarquía; sede en Skopje, Macedonia)

Tradición litúrgica armenia:

Iglesia Católica Armenia (patriarcado; sede en Beirut, Líbano)

Tradición litúrgica maronita:

Iglesia Maronita (patriarcado; sede en Bkerke, Líbano)

Tradición litúrgica antioquena o siríaca occidental:

Iglesia Católica Siríaca (patriarcado; sede en Beirut, Líbano)

Iglesia Católica Siro-Malancar (arzobispado mayor; sede en Trivandrum, India)

Tradición litúrgica caldea o siríaca oriental:

Iglesia Católica Caldea (patriarcado; sede en Bagdad, Iraq)

Iglesia Católica Siro-Malabar (arzobispado mayor; sede en Cochín, India)

viernes, 5 de agosto de 2016

En serio… ¿la muerte puede ser “inesperada”?

La pregunta decisiva frente a nosotros no es "¿Cómo voy a prepararme para la muerte?" sino "¿Cómo voy a prepararme para la vida eterna?"


Tras haber pasado casi toda mi infancia y la mayor parte de mi vida adulta en ciudades violentas y barrios conflictivos, yo siempre suponía que en algún momento sería atracado. Siempre suponía que me iban a pillar desprevenido y robarme. Y aun así, cuando me roban, me sigue cogiendo por sorpresa.

He estado pensando en sorpresas desagradables porque recientemente enterré a unos seres queridos que habían muerto inesperadamente. Dos veces en los últimos meses descolgué el teléfono para escuchar: “Sentimos mucho decirle que…”.

En ambos casos, era como cuando te atracan: una pérdida repentina e impactante que me repito no debería haberme pillado por sorpresa. Dolor, remordimiento y confusión me invaden presurosos, aunque no parece haber lugar donde alojarlos. ¿Cómo podría responder un cristiano ante estas situaciones?

Según escribía monseñor Lorenzo Albacete: “La respuesta más cruel ante el sufrimiento es el intento de justificarlo, decirle al que sufre: ‘Esto sucede por esta razón. Lamento que no puedas ver la respuesta, pero para mí está claro’”. Debemos resistir la tentación de envolver el dolor y la fealdad de la vida y la muerte en un envoltorio suave y brillante, de limar los bordes afilados y esconder las manchas de sangre.

De la misma forma debemos resistir la tentación de ofrecer “remedios” prácticos. Los cristianos no deben contribuir a la letanía bienintencionada de bálsamos del tipo “5 cosas que hacer cuando estás triste” o “Ayuda feliz para dolientes desesperados”.

Sí, debemos entender la muerte de los seres queridos como un recordatorio de las incertidumbres de la vida; tenemos que rezar diariamente por que podamos recibir los sacramentos antes de morir; deberíamos recordar que no llevaremos con nosotros ninguna posesión terrenal al más allá. Pero incluso con todo esto, no es suficiente.

Cuando observamos la violencia a nuestro alrededor y la enfermedad en torno al hecho de enfrentar la muerte, y nos preguntamos “¿cuándo llegará mi turno?”, deberíamos recordar que nosotros que vivimos a través del tiempo debemos pasar por la muerte para adentrarnos en la eternidad.

La pregunta decisiva ante nosotros no es “¿cómo debo prepararme para la muerte?”, sino “¿cómo debo prepararme para la eternidad?”. Con el pecado malogramos nuestra eternidad; con Su muerte y resurrección, Jesús nos la devolvió. Por ello, la mejor forma de prepararnos para la vida eterna con Dios es morir y resucitar con Jesús en el Sagrado Sacrificio de la Misa.

Nuestro buen Padre Celestial bendice todo lo que se Le ofrece en sacrificio digno, sobre todo Su unigénito Hijo. En otras palabras, aquellos que deseen vivir para siempre con Dios deben vivir esta vida desde y para la Eucaristía, desde y para el Sagrado Sacrificio de la Misa, y con urgente caridad debemos invitar a otros a imitarnos.

Cuando invitamos a otros al Sagrado Sacrificio de la Misa y al camino de muerte y vida que exige, no les invitamos a una simple celebración, aunque sea noble, o una mera comida, aunque sea festiva, ni a una sencilla hermandad, aunque sea deleitosa.

Les estamos invitando, de hecho, a una forma de muerte, de resurrección y de vida que extinguirá lo indigno dentro de ellos y habrá elevado a una vida divina lo que quiera que reste en su interior que pueda ser transformado en Cristo. Llamamos a nuestro prójimo a la salvación y a una mayor gloria de Dios no a través de consignas cómodas ni con el rubor del entusiasmo fácil, sino por el camino de la cruz, por la fidelidad hasta la muerte, y hacia la victoria inesperada, aunque ya profetizada y cumplida: la resurrección.

Así que yo (como muchos de vosotros, quizás) he sido “atracado” recientemente por una muerte inesperada. La visión de las tumbas recién cavadas aún sigue fresca en mi retina. Todavía no se han secado todas las lágrimas. Asumiendo que mañana nos despertemos, tendremos que afrontar otro día más y, preparados o no, dar un paso más hacia la eternidad.

A no ser que nuestro Señor Bendito regrese en gloria antes de entonces, algún día alguien se alejará de mi recién estrenada tumba. Entre ahora y entonces, yo caminaré del cementerio al altar y luego a mis deberes diarios. La sabiduría de los santos nos dice que esta es la mejor forma de prepararse para la muerte y para la vida eterna.

Mientras tanto confío en que, como yo, encontréis alivio en las palabras de oración que escribió el beato Rupert Mayer, S.J.:

Señor, como Tú lo quieras, así ocurrirá.
Y como Tú lo quieras, así también lo desearé yo;
Ayúdame a entender de verdad Tu voluntad.
Señor, lo que Tú quieras, eso es lo que escogeré,
Y lo que Tú quieras, esa es mi ganancia;
Me basta y me es suficiente saber que soy todo tuyo.

Señor, porque Tú lo quieres, por eso mismo eso es bueno;
Y porque Tú lo quieres, por eso tengo ánimos.
Mi corazón descansa en Tus manos.
Señor, cuando Tú lo quieras, ese será el momento adecuado;
Y cuando Tú lo quieres, yo estoy dispuesto.
Hoy y en toda la eternidad.

Cuando escriba otra vez, ofreceré una meditación sobre la esperanza y la desesperación. Hasta entonces, recemos los unos por los otros.

sábado, 18 de junio de 2016

¿En qué consiste el “agua de socorro”?

El “agua de socorro” es una expresión propia de algunos países de Latinoamérica para hacer referencia al bautismo de emergencia.


Y este bautizo de emergencia se realiza o se debe realizar, única y exclusivamente, cuando un neonato o un bebé está en peligro real de muerte (aunque pueda que después sobreviva), y no hay posibilidad de recurrir al sacerdote para el bautismo formal.

Este bautismo de emergencia puede llamarse “en artículo de muerte” (cuando la muerte es inminente, próxima y cierta) o puede llamarse “en peligro de muerte” (cuando la muerte es una seria posibilidad).

Por tanto este rito de derramar el agua, o como también se dice “echarle el agüita”, sobre la cabeza del bebé no debe nunca hacerse arbitrariamente o entenderse como un rito sustitutivo o complementario, anterior o posterior, al bautismo; o concebirlo como un rito para la buena suerte, o de protección, o como remedio a la enfermedad.

El agua de socorro tampoco es un símbolo del bautismo o de la relación con Dios.

Los padres no demoren o posterguen por descuido o por razones sin fundamento (conseguir los recursos para hacer una fiesta suntuosa, esperar mucho tiempo para conseguir los padrinos o para que estos lleguen, por ejemplo) el bautismo por meses, y menos aun por años, el bautizo de los niños.

Para evitar angustias o bautismos de emergencia se recomienda por tanto llevar al bebé al párroco y bautizarlo lo antes posible. El amor por el hijo o la hija empieza por aquí.

Lo que pide la Iglesia es bautizar a los niños cuanto antes, y esto por dos motivos:

Por la costumbre vigente en la Iglesia universal, que desde hace tiempo tiene fuerza de ley, de que no se difiera demasiado el bautismo de los neonatos.
Y porque el peligro de muerte es mayor en los niños que en los adultos.
Si el neonato o el niño no puede ser llevado a la iglesia con seguridad, debe llamarse al párroco para que administre el bautismo en casa o, en su defecto, al capellán estando en el hospital.

Si por algún motivo un bebé o un adulto sin bautismo corre algún peligro de muerte y no hay en absoluto la posibilidad de que lo bautice un ministro ordenado, cualquier persona que tenga la debida intención (Can. 861,2), aunque no esté bautizada, puede y debe bautizar.

Cuando se dice “cualquier persona” es cualquier persona, varón o mujer, que tenga uso de razón; indiferentemente que tenga o no algún vínculo familiar con el niño o neonato. Puede ser incluso el padre o la madre.

Después de este bautismo de emergencia se procede a comunicarlo a la parroquia donde se ha realizado el bautismo para hacer lo conveniente (su debido registro, por ejemplo).

En el caso del bautismo de adultos siempre se requiere el consentimiento de los mismos, pues no debe realizarse contra su voluntad.

En este caso, quien va a ser bautizado, realizará piadosamente un acto de contrición y propósito de enmienda. Si el paciente está en estado de debilidad o en agonía podrá ayudarlo o rezarlo por él (pidiendo que lo siga en su interior) otra persona o quien lo va a bautizar.

Sin importar el lugar de bautismo y las circunstancias, las únicas condiciones para un bautismo de urgencia, son:

Pedir al familiar más próximo, o en su defecto a la persona bautizada más cercana, que haga de padrino o madrina. Si no hay nadie presente y/o con un mínimo de condiciones para que haga de padrino o madrina, no es indispensable la presencia de éste o ésta. Quedan excluidos de esta función, en todo caso, además de los ateos, los excomulgados; quienes en caso extremo harán de testigos. “Quien administra el bautismo procure que, si falta el padrino, haya al menos un testigo por el que pueda probarse su administración” (Can. 875).
Como se decía antes, a la hora de bautizar, hacerlo con la intención de hacer lo que hace la Iglesia católica. La persona al bautizar sea consciente de lo que hace: dándole el valor y el respeto debidos.
Derramar agua, aunque sea sin bendecir (Can. 853), sobre la cabeza del bautizando diciendo al mismo tiempo la siguiente fórmula: “N.N., yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Sin decir amén ni agregar más palabras.
No usar otras fórmulas dudosas o ambiguas, pues esto invalidaría el bautismo. Tanto la fórmula como el rito en sí mismo son inmodificables.

Si el bebé no está aun registrado, se le puede imponer el nombre más conveniente (un nombre relacionado con la fe); y luego inscribir el nacimiento en el registro civil el nacimiento con dicho nombre.

No hay que hacer nada más, ni hacen falta más cosas (flores, velas, imágenes, oraciones, libros, etc.).

Si alguien sin bautismo -bebé, niño- está declarado muerto, clínicamente hablando (no se sabe el instante preciso de la separación del alma del cuerpo), se bautiza bajo condición.

En caso de un adulto se puede hacer cuando se sabe que este lo hubiera pedido o se cree que su bautismo no iría contra su voluntad.

En este caso quien bautiza debe verter el agua sobre la cabeza del bautizando diciendo simultáneamente: “Si vives, N.N., yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

El niño en peligro de muerte se puede bautizar lícitamente aun en contra de la voluntad de sus padres sean estos o no católicos (Can. 868,2). Y esto se hace por precepto de caridad, si esto pudiese realizarse en ocasión oportuna y sin incitar o promover el odio a la Iglesia.

miércoles, 1 de junio de 2016

5 momentos en los que puedes recurrir a María

¡Ella también los vivió!


Hablar de mi Mamá del Cielo es difícil para mí. Tengo que reconocer que soy parcial. ¡Amo a la Virgen María con todo mi corazón! María es la mujer por excelencia, es la mujer más sublime que salió del amor de Dios Padre. Y siendo tan sublime como es, se requieren grandes místicos para describirla, y para cantar sus alabanzas.

Como no soy un gran místico y está terminando el mes de María, al no poder cantarle grandes alabanzas a mi Madre, sí puedo decir, en voz baja, una oración de acción de gracias por ser Ella tan humana como sublime.

Probablemente nuestra Madre haya hecho muchas cosas sublimes en la Tierra. Los Evangelios recogen algunas de ellas para darnos indicios de cómo era: Las bodas de Caná para ver en Ella a la intercesión todopoderosa que hizo adelantar su hora a Nuestro Señor; o junto a la Cruz en el Calvario, para ver en Ella, con su corazón atravesado por una espada, a aquella que primero unió sus dolores a la Pasión de Nuestro Señor para abrirnos las puertas del Cielo.

Curiosamente, algunos de esos episodios tan sublimes son episodios de lo más corrientes: una mujer visita a su prima para asistirla en su parto, un niño se pierde en medio de una fiesta religiosa, una madre va a una boda con su hijo…, no parecen los episodios de una novela épica, sino los menesteres cotidianos de una familia cualquiera en un tiempo cualquiera.

Detrás de estos misterios que contemplamos en el rosario, hay una mujer que por haber sido concebida sin mancha de pecado original, hace sublime lo cotidiano. Que todo lo que toca lo convierte en Divino. Ella es tan sublime como el Cielo, y tan cotidiana como el pan.

 El Evangelio y el rosario nos proponen la contemplación de los grandes misterios de la vida de María: la anunciación-encarnación, el calvario de su corazón de madre, su asunción. Son todos misterios que uno no termina nunca de meditarlos. ¡Pero también nuestra Madre del Cielo vivió una vida completamente humana, con las mismas dificultades que nosotros pasamos a diario.
¿Cómo no pedirle que nos socorra cuando la vida se pone difícil, o monótona, o triste, cuando ella pasó por esas mismas dificultades, arideces o tristezas? Ella nos comprende totalmente, y, como mediadora de todas las Gracias e intercesora todopoderosa, está dispuesta a pedirle a su hijo por nuestras dificultades, no importa cuán triviales nos parezcan, a ella todas le parecen importantes.
1. En nuestros momentos de duda


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Cuando contemplamos a María en la anunciación, la vemos casi siempre en el «Fiat»: «Hágase en mí según tu palabra». Y nos olvidamos que ella también dudó. La Madre de Dios era una niña de acuerdo a nuestros parámetros modernos. La enormidad de lo que le estaba diciendo el Ángel tiene que haber conmovido su espíritu, tanto que inmediatamente le pregunta: «¿Cómo será eso posible, si no conozco varón?». Cuando dudemos, cuando sintamos que lo que Dios nos pide es demasiado; invoquemos a María y pidámosle que nos inspire ese «Fiat» que ella supo dar.



2. En los momentos que tememos al dolor


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Cuando Simeón le profetiza a María que una espada le atravesaría el corazón, ¿qué habrá sentido la Virgen? Ninguna madre del mundo querría saber que su hijo sería signo de contradicción, y aunque María aceptaba la voluntad del Padre con sumisión perfecta, ¿no se habrá entristecido su alma? Cuando estamos paralizados por el temor, cuando tenemos pánico de que la Cruz que nos espera va a ser demasiado para nuestros hombros; pidámosle a nuestra Madre que nos de la fortaleza que nos falta.

3. Cuando creemos que perdemos a nuestros hijos


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El Niño Jesús perdido y hallado en el templo. Sus padres terriblemente ansiosos lo buscan entre los parientes y recorren el camino de vuelta a Jerusalén hasta que finalmente lo encuentran entre los doctores. ¿Qué habrá pasado por el alma de la Virgen mientras no lo encontraba? ¿Qué habrá pasado cuando lo encontró en medio de los notables de Israel? ¿Miedo, ansiedad, culpa por no haberlo cuidado? Cualquier madre que pierde a un hijo casi inmediatamente piensa: «qué mala madre soy, no supe cuidarlo». Tal vez esos pensamientos pasaron por la mente de la Virgen. Cuando creemos que nuestros hijos «toman un mal camino», cuando estemos angustiados porque no sabemos hacia dónde se dirigen nuestros hijos; invoquemos a la Madre y pidámosle que nos calme y que guíe a nuestros hijos en sus dificultades.



4. Cuando estamos a los pies de la cruz por la enfermedad de alguien a quién queremos


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La profecía de Simeón finalmente se hizo real. Todo el dolor del mundo se abate sobre el Inmaculado Corazón de María. Su hijo es «varón de dolores», y ella es «mujer de dolores». A la que se le ahorraron los dolores del parto, debe haber sentido ese dolor como un profundo desgarro del alma. ¿Qué padre que ve sufrir a su hijo no le ofrece a Dios cambiar de lugar con él?  Cuando tenemos a un hijo enfermo, sufriendo, subido a la cruz, ¡invoquémosla! ¡Ella sabe que los padres sufrimos como si fueran propios, porque Ella hizo propios los sufrimientos de Nuestro Señor.

5. En los momentos que salimos al encuentro y no somos comprendidos

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En Caná de Galilea la vemos preocupada como auténtica madre, por el éxito de una fiesta de bodas. ¿No es conmovedor su gesto? Ella sola se da cuenta de que no tienen vino y le pide a Jesús que convierta el agua en vino. Jesús parece contestarle destempladamente, incluso la llama «mujer», como poniendo distancia. Sin embargo, ella inmediatamente le dice a los sirvientes que «hagan lo que Él les diga». Muchas veces, cuando salimos al encuentro de los demás, sentimos que rechazan nuestra ayuda, y a veces nos pagan mal con bien. ¡Es el momento de invocar a Nuestra Madre y pedirle que nos dé fuerzas para «hacer lo que Él nos dice»!

Artículo originalmente publicado por Catholic Link

jueves, 26 de mayo de 2016

Católicos y anglicanos, Welby y Nichols juntos en Facebook

VATICAN INSIDER  26 MAYO, 2016


En la era de las redes sociales, el ecumenismo llega a Facebook. En Gran Bretaña habrá un evento en el que los protagonistas serán el arzobispo de Canterbury, Justin Welby (primado de los anglicanos), y el cardenal Vincent Nichols, arzobispo católico de Westminster, la diócesis de Londres. A partir de las 14,20 hrs. de mañana, los líderes de las dos comunidades participarán juntos en una sesión de «Preguntas» y «Respuestas» en la página de Facebook de la Arquidiócesis de Canterbury, misma que ha enviado a sus «followers» la invitación para plantear preguntas en vista del evento.

La idea nació en la mente del primado anglicano Welby, quien desde hace ya algunas semanas utiliza la más popular de entre las redes sociales para dialogar con los fieles; una meditación del Miércoles de Ceniza suya tuvo un éxito inesperado, con casi un millón de visitas. Y así se fueron multiplicando las iniciativas: la semana pasada, por ejemplo, el arzobispo de Canterbury, llevó a cabo con este sistema una meditación sobre el pasaje del Evangelio de Juan en el que Jesús llama a sus discípulos. Después de haberlo leído e introducido brevemente, con la ayuda de un joven responsable de Lamberth Palace para la nueva evangelización, el reverendo Chris Russell, respondió a algunas preguntas que le hacían los que habían visto el evento en vivo, enviadas como simples comentarios al «post». Fueron veinte minutos de transmisión en vivo que fueron vistos por miles de anglicanos de todo el mundo: de Australia a Nigeria, de Sudán del Sur a Estados Unidos. Y el Arzobispo de Canterbury concluyó con una invitación a tomar la Biblia y hacer lo mismo en las propias casas con los amigos y conocidos.

Una experiencia inédita de comunión alrededor de la Palabra de Dios, pues, que fue posible gracias a la potencialidad de las nuevas tecnologías y redes sociales. Y ahora el Arzobispo de Canterbury decidió extender hacia una dimensión ecuménica, invitando a una nueva sesión al cardenal Vincent Nichols. «Hablarán juntos sobre la oración, sobre la unidad de los cristianos y sobre cómo compartir con todos la Buena Noticia de Jesucristo en el mundo de hoy», escribió Welby en la invitación al evento. Ambos arzobispos ya han recibido muchas preguntas. Y muchas se refieren a cuestiones abiertas desde hace tiempo: ¿Cuándo anglicanos y católicos podrá recibir la Comunión en las fiestas litúrgicas de los otros? ¿Cómo colaborar en el anuncio del Evangelio más allá de las diferencias doctrinales entre ambas confesiones? ¿Qué podemos hacer juntos frente a dramas como el de los prófugos sirios?

Nadie, obviamente, se espera que una «sesión» en Facebook sea suficiente para superar los obstáculos y las desconfianzas con las que desde hace décadas se ha topado el camino ecuménico. Pero una experiencia como esta va por la dirección correcta hacia ese ecumenismo de pueblo que muchas personas han pedido en los últimos años como una de las vías para volver a encontrar el impulso de los años del Concilio Vaticano II en el camino hacia la unidad de los cristianos.