Entrada destacada

ADORACIÓN EUCARÍSTICA ONLINE 24 HORAS

Aquí tienes al Señor expuesto las 24 horas del día en vivo. Si estás enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el...

Mostrando entradas con la etiqueta debilidad humana. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta debilidad humana. Mostrar todas las entradas

miércoles, 28 de febrero de 2018

No soy una sorpresa para Dios


Dsede Dios

Me gusta recordar con frecuencia algo que es importante en mi vida: no soy una sorpresa para Dios. Antes de formarme en el vientre materno, Él ya sabía de mi. Antes de que saliera del seno de mi madre, ya me había consagrado. Dios sabía lo qué podía esperar de mí desde el momento mismo de mi nacimiento,
Nadie ha aparecido en este mundo por casualidad. Somos su creación. Él conoce mi principio y mi final. Cada uno de los días de mi vida están escritos en mi libro de vida. Cada una de las decisiones que adopto en esta vida, acertadas o no, justas o injustas, buenas o malas, Dios las conoce con antelación. Cada palabra, cada pensamiento, cada gesto, cada actitud que tomo, Dios es consciente del sentido que le quiero dar. Como sabe de cada debilidad y cada error que cometo.
Y no por ello Dios se decepciona de mi porque una característica de Dios es tener esperanza en el hombre. Dios nos ofrece libertad y sabe que puede cambiar nuestro corazón si permanecemos unidos a Él.
Dios no me descalifica por no ser capaz de alcanzar la perfección pero por medio de su Santo Espíritu quiere trabajar en mi. Por eso, en este tiempo de transformación interior no puedo más que exclamar: ¡Gracias, Padre, por confiar en mi y ayudarme a renovar mi interior!
 ¡Gracias, Padre, porque soy un milagro tuyo! ¡Gracias, Padre, por tu infinito amor! ¡Gracias, porque soy una creación personal tuya, un proyecto del amor tan grande que sientes por mi! ¡Gracias, Padre, porque esto me hace un humilde heredero de tu gloria! ¡Gracias, porque ser hijo tuyo me predispone a alcanzar el cielo el lugar al que aspiro llegar para sentir todo tu amor! ¡Gracias, Padre, porque no soy una sorpresa para ti, porque tu amor me convierte en un milagro de tu creación! ¡Gracias, Padre, por el aliento de vida, de esperanza, de fortaleza, de sabiduría, de gratitud que recibo de tu Santo Espíritu, que me hace capaz de superar las dificultades y de caminar hacia Ti! ¡Gracias, Padre, porque todo lo que tengo y lo que soy es un regalo que viene de Ti! ¡Gracias, Padre, por los talentos que me ofreces que son un don que recibo gratuitamente de Ti! ¡Gracias, Padre, porque siempre estás a mi lado aunque tantas veces no lo sepa ver! ¡Gracias, Padre, porque me das la oportunidad cada día para comenzar de nuevo porque Tú no pones límites, porque eres único en misericordia! ¡Gracias, Padre, porque me envías tu Santo Espíritu para que me ayude a discernir y seguir tu voluntad con libertad! ¡Gracias, Padre, por la felicidad que me ofreces! ¡Gracias, Padre, porque pones en mi camino al Espíritu Santo para reconstruir cada día mi vida y no desperdiciarla con el pecado! ¡Gracias, Padre, porque me enseñas a amar, a ser caritativo, a darme a los demás, a ser misericordioso, a perdonar, a ser sensible al sufrimiento y el dolor de los demás, a rezar! ¡Gracias, Padre, por la gracia de la fe y de la esperanza, por la capacidad que me das para elegir la verdad y para aceptar tu amor! ¡Gracias, Padre, porque a tu lado nada tempo porque soy un milagro de tu amor! ¡Gracias, Padre, porque me das la oportunidad para responder a tu amor! ¡Gracias, Padre, porque miro mi interior y me reconozco en ti pese a mi miseria y mi pequeñez: y como milagro de tu amor en este tiempo cuaresmal te pido que me purifiques, me salves, me renueves y me transformes el corazón!
Hoy, Señor, te doy gracias, cantamos acompañando a esta meditación:



viernes, 23 de febrero de 2018

Sensible a la cruz del prójimo

Desde Dios
Ayer, meditando la quinta estación del Via Crucis, mi corazón se sobresalta y siento un profundo respeto por Simón de Cirene, hombre de fatigas, padre de familia, luchador tenaz… Como él, yo también transito por la vida trampeando según mi voluntad. Pero, en un momento determinado, Jesús fortuitamente le reclama. Y ese encuentro, en contra de su propia voluntad, se convierte en un punto decisivo en la vida. El Cirineo toma la Cruz de Jesús y se niega a si mismo. El débil lleva la cruz del fuerte debilitado por el amor. Y, más impresionante todavía, el que es salvado lleva con entereza la cruz del Salvador. ¡Puede uno imaginarse la enorme dignidad que implica llevar la Cruz de Jesús, el regalo del gran don de participar en la obra de la redención!
¿Como entendería pasado el tiempo el Cireneo aquella oportunidad de ponerse al servicio de Jesús? ¿Cómo entiendo yo el poder ser un Cirineo de Cristo? ¿Comprendo, como entendió Simón de Cirene, que si ofrezco mi vida me convierto en grano que da frutos para mi bien y el de los demás pero que si me aferro a la mundanalidad del mundo mi vida se mustia abrasada por la falta de amor?
¡Cuanto valor tiene en esta estación el ejemplo de Jesús que ha venido a este mundo a servir y no a ser servido!
Hay que llevar la cruz y, cuando sea necesario, llevar también la cruz del hermano porque el dolor llevado con un Cireneo aligera la carga. Estar siempre atentos a la necesidad del otro. Cualquier palabra, llamada, queja o desfallecimiento del hermano es un clamor que proviene del mismo Dios.
Uno contempla en el Cirineo la necesidad de ser sensible a la cruz del prójimo. Saber llevarla con ternura y amor para radicar el egoísmo de nuestro corazón. Ser capaces de descubrir la mirada de Dios en cada necesidad y en cada pena de la persona que reclama nuestro favor.
El Cirineo te enseña a abrir el corazón al amor de Dios para dar al prójimo la felicidad que espera. Pero te recuerda también los rostros de tantos que han cargado tu propia pesada cruz en los momentos de necesidad, de sufrimiento y dificultad. Te enseña a abrirte a la humildad para dejarse siempre ayudar y ser auténticos y humildes Cirineos para aquellos que conviven a nuestro alrededor.

¡Jesús, soy consciente de que necesitas de mis manos para ayudar al prójimo! ¡Que necesitas de mis hombros para cargar con el peso de su sufrimiento y de su dolor! ¡Necesitas de mis pies para llevarlo hacia Ti! ¡Necesitas que abra mi corazón para que lo acoja con amor! ¡Quiero ser tu Cireneo, ese Cireneo decidido, sincero, auténtico y valiente de los otros Cristos perdidos en el camino de la vida y cuyas vidas carecen de sentido! ¡Señor, como Tu, quiero ser un Cireneo de valores objetivos, absolutos, que asuma libre, valiente y conscientemente la necesidad de llevar la Cruz! ¡No quiero rechazar la Cruz, Señor, como hizo inicialmente el Cireneo sino aceptarla y abrazarla con amor; sabiendo cargarla en los momentos de fracaso, de sufrimiento, de debilidad, de tentación, de pena y de dolor pero también en esos momentos en que todas las cosas me van bien! ¡Quiero que cada día sea un encuentro fortuito como el de Simón pero que con el paso de las horas se haga más profundo! ¡Hazme, Cireneo de los demás, Señor, para llevarles tu amor y estar siempre disponible en sus necesidades! ¡Y te doy gracias, Señor, por los Cireneos que has puesto en mi vida, han sido un regalo de tu infinita misericordia; solo tu sabes lo que han supuesto para mi! ¡Y no permitas que falten en este mundo Cireneos que ayuden a tantos a llevar con esperanza las cargas de su cruz, te lo suplico Señor!

Eres mi Cireno, cantamos hoy:



sábado, 17 de junio de 2017

Pobreza enorme

Oficiaba la Santa Misa del jueves de Corpus Christi un sacerdote anciano. Su voz apagada, temblorosa y lenta hacia cadenciosa la ceremonia. En el momento de la consagración eleva sus manos temblorosas para ensalzar la Hostia. ¡Un hecho tan extraordinario en tanta pobreza humana! Y, sin embargo, en esas manos frágiles y desgastadas del sacerdote se encierra el mayor símbolo del Amor y de la entrega. ¡Impresionante!Una de las características de Jesús es su entrega absoluta. Se despoja de su condición divina y, haciéndose hombre, se dispone a servir al prójimo. Pero esa entrega es tan radical que va unida a la mayor de las pobrezas. Solo así puedo darse la muerte en Cruz y la redención.
La pobreza es innata al ser de la Iglesia. Pobreza en María y José; pobreza en san Juan, pobreza en la vida del primer colegio apostólico, pobreza en los seguidores de Jesús y, sobre todo, pobreza —¡santa pobreza!— en la Cruz.
Todo en Jesús rezuma pobreza. No la pobreza material sino la del corazón donde se asienta la mayor de las grandezas: el desprendimiento, la caridad, el amor... Y, mientras, los hombres buscamos siempre los oropeles y la grandeza, el corazón pobre de Cristo busca nuestra debilidad y nuestras fragilidades, esas que no relucen a los ojos de los hombres. Lees en tu propio corazón: ¿estoy dispuesto a renunciar a todo? ¿Qué apegos me encadenan? ¿Qué seguridades me esclavizan? ¿Qué actitudes disparan mis egos? ¿Qué honras vacías busco? ¿Qué compensaciones me llenan? ¿Qué autosuficiencias me llevan a engaño? ¿Qué agrieta mi corazón? ¿Por qué me autoengaño con tanta frecuencia?
Te lo preguntas, sí. Te lo cuestionas sobre todo admirando esa Hostia elevada en la Eucaristía. Y cuesta comprender que lo que Cristo desea de uno es la sencillez de su propia vida. ¡Su pobreza interior! Esa pobreza que se convierte en un tesoro valiosísimo cuando uno aparta de su lado las lisonjas, la búsqueda del reconocimiento de los demás, los aplausos, las honras estériles, las máscaras que impiden mostrar como uno en realidad es, las apariencias, la fama efímera, la volatilidad del dinero, la gloria vana del ser y el poseer... todo son migajas frente al gran tesoro que encierra todo corazón pobre. Es aquí donde Dios se siente a gusto, guarnecido. Es en torno a esa pobreza interior donde Dios gusta permanecer por eso duele ese empecinamiento por poner freno a la presencia del Señor en el corazón.

Las manos frágiles del sacerdote elevan la Hostia consagrada y, ante tanto Amor, uno solo puede exclamar consciente de su nada: «Sagrado Corazón de Jesús, en ti pongo mis debilidades y mi fragilidad, acógela en tu misericordia y despréndeme de todo lo que me aparta de Ti; haz de mi algo provechoso y santo y no permitas que mi orgullo y mis egoísmos me alejen de Ti; no permitas que mis ambiciones me separen de Ti; que mi cerrazón me impida ver la grandeza de tu amor; ayuda a ser humilde y pequeño; Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío!»

¡Señor, concédeme la gracia de que la única riqueza que anhele sea poseerte a Ti! ¡Ayúdame a ser un siervo inútil, que no posea nada más que Tu amor y tu misericordia para llevarla a los demás! ¡Señor, tu conoces a la perfección mis imperfecciones; tu sabes de mis debilidades y mis fragilidades; conoces mi pequeñez... sostenme, Señor, y ayúdame a sobrellevar con entereza mis propias imperfecciones porque te las ofrezco con toda mi humildad! ¡Ayúdame a ser libre a tu lado, sin esperar honras ni aplausos! ¡No permitas, Señor, que me duela mi pobreza; es más, te pido que me ayudes a ahondar en ella para que mi miseria sea el asiento de tu misericordia! ¡Señor, no te puedo ofrecer nada más que mi indigencia y mi pobreza, mis necesidades y mis penurias y las pongo en tus manos para que seas Tu el que me guíe y me sustente! ¡Me abandono en tus manos, Señor, donde encuentro la felicidad y el consuelo, la paz y la esperanza! ¡Ayúdame a eliminar todo lo que sobra de mi vida, a dejar de vivir preocupado e imponer mis criterios! ¡Y ayúdame a abandonarme en tu voluntad! ¡Sagrado Corazon de Jesús, en vos confío!
O Salutaris Hostia, la música que acompaña la meditación de hoy:

domingo, 30 de abril de 2017

¡Gracias, Jesús Eucaristía!

A Dios tengo que buscarlo en la realidad de lo cotidiano. Y cuando lo buscas siempre se te aparece porque Él es un Dios que sale siempre al encuentro del hombre. En la historia personal y espiritual de cada ser humano Dios se hace habitualmente el encontradizo en las circunstancias y situaciones más insospechadas. Con Dios de nada sirve tratar de tenerlo todo controlado porque, en cuando uno menos lo espera, le envía el vendaval de gracia del Espíritu que desmorona las autosuficiencias y aplaca el orgullo del corazón. Con Dios no tiene sentido preconcebir las situaciones porque con ello solo sellas el corazón y el alma a los dones del Espíritu.

El gran encuentro de Dios con el hombre tiene lugar, fundamentalmente, a través de Cristo. Y tiene en la Eucaristía la forma más potente de dejar su impronta en el hombre. En la Eucaristía, memorial de las maravillas de Dios, sacramento del amor, fuente de vida, brota el camino de fe, de testimonio y de comunión. En la Eucaristía Dios posiciona a cada uno en su dignidad de hijos.
orar con el corazon abierto

La Eucaristía, memorial y sacrificio ofrecido por el hombre, hay que vivirla en una actitud de fe, esperanza y caridad. Por eso me gusta recibirla diariamente porque da luz y esperanza a mi vida. En los momentos de incertidumbre, dolor, sufrimiento, duda o oscuridad allí está Cristo en la Cruz. Y sobre todo, allí está Dios, en su cercanía y ternura de Padre, contemplándome a través de su Hijo, escuchando y acogiendo mi súplica: «Dios mío, Dios mío…».
Ayer, durante la fracción de pan, tuvo un sentimiento hermoso. Sentí la suavidad y ternura de Nuestro Señor descubriéndome su infinita bondad y amor tomando para sí las cosas tristes y penosas de mi vida para aplicarme el fruto provechoso de cada una de ellas. Comprendí que mis contradicciones, mis sufrimientos, mis debilidades, mis miserias, mis caídas son la ocasión que el Padre me ofrece diariamente, en mi fragilidad, para sentir su abrazo lleno de amor y misericordia para hacerlas suyas. Y algo todavía más impresionante. La fuerza de ese abrazo es el alimento de mi corazón que se une al pan de Cristo que me salva, me perdona y me une al Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Es tan hermoso que se hace difícil expresarlo con palabras!

¡Gracias, Jesús Eucaristía! ¡Deseo, Señor, recibirte cada día en la Eucaristía como te mereces, con un interior perfectamente engalanado, con el corazón limpio y puro, con mi alma refulgente! ¡Gracias, Señor, porque eres el Amor, porque has venido al mundo por amor, porque entras en mi vida por amor, porque has entregado tu vida por mi por amor, porque estás presente cada día bajo las especies de pan y vino por amor! ¡Gracias, Jesús Eucaristía! ¡Gracias, porque me haces comprender que el amor es tu signo de distinción y debe ser también el mío! ¡Gracias, Jesús Eucaristía, porque me haces comprendes que quieres entrar en mi corazón, quieres que goce con tu presencia, que tu amor llene por completo mi corazón, que todos mis sentimientos, mis palabras, mis pensamientos, mis miradas, mis acciones esté movidos por el mismo amor que tu presentas! ¡Gracias, Jesús Eucaristía, porque eres la fuerza que sostiene mi vida, tan frágil y débil! ¡Gracias, Jesús Eucaristía, porque tu presencia me sostiene y me alimenta! ¡Gracias, Jesús Eucaristía, porque tomas todo aquello que me abruma y lo haces tuyo! ¡Gracias, Jesús Eucaristía, porque eres el amor que se entrega hasta el extremo, porque tu amo es infinito, porque tu bondad es misericordiosa y compasiva, porque me buscas para que alcance la felicidad, porque quieres que ame como tu amas, sea fiel en el amor como lo eres tu! ¡Ayúdame, Señor, a olvidarme de mi, de mis apegos y de mis problemas y me entregue por completo a Ti como tu te has entregado hasta el extremo! ¡Gracias, Jesús Eucaristía, porque eres la ternura de Dios presente en las especies santas! ¡Gracias, Jesús Eucaristía, porque a tu lado siento que tu amor me salva, me sostiene, me cura y me conforta!
Jesús Eucaristía, milagro de amor, es el sentimiento que se desprende de esta meditación y que sea aúna en esta canción:

miércoles, 26 de abril de 2017

El gusto espiritual





orar con el corazon abierto
Las personas estamos sometidas a un permanente combate espiritual. Cada uno conocemos nuestras flaquezas y debilidades. Yo me sorprendo muchas veces de la mías. La mejor forma de caminar hacia Dios es tener las armas para discernir el bien del mal. Es necesario, en el fragor de nuestras luchas cotidianas, que nuestro espíritu conserve la paz y la serenidad con el fin de que la mente sea capaz de asumir con claridad los pensamientos que proceden de Dios y arrojar al vertedero del mundo aquellos pensamientos negativos que envía el demonio para minar nuestro crecer como cristianos.
Tener la llama del Espíritu permanentemente encendida facilita al hombre caminar a la luz del conocimiento y la verdad. Sin embargo, para conocer la verdad y vivirla plenamente es necesario aprender a discernir, hacerle un hueco al Santo Espíritu. Un interior iluminado por Él ayuda a crecer en santidad y aparta con arrojo cualquier influencia negativa del príncipe del mal. Hay momentos que siento gran consternación interior, cuando consciente de mis faltas y mi pecado, un sentimiento de tristeza me abate por la pérdida de la gracia. En estos momentos le pido al Espíritu iluminación interior, gusto espiritual, sensibilidad para ser receptivo a los dones de su gracia. Que mi amor crezca y mi gusto espiritual se acreciente para que sea la bondad la que lo impregne y no la realidad de mi pecado la que se asiente.
Por eso es tan importante hacer uso del sacramento de la Penitencia, para congraciarme con Dios y para purificar mi alma tan entregada a satisfacer lo mundano y apegada a las falsas alegrías de este mundo.
Pero donde se adquiere el gusto interior es, sobre todo, en la oración frecuente ese diálogo a corazón abierto con Dios en el que participa por entero el alma, la voluntad y la imaginación para dar valor sobrenatural a la fragilidad de nuestra vida cotidiana. Y en la comunión diaria, la unión íntima con el Señor que se hace uno con nosotros.
Esto es lo que le pido hoy al Señor, que a través del Espíritu, me otorgue mayor sensibilidad por el gusto espiritual para, desde la sensibilidad interior, luchar con humildad, confianza y perseverancia para vencer los obstáculos que me alejan de Dios.

¡Señor, tú sabes que hay momentos en que parece que mi espíritu y mi corazón se endurecen! ¡Reclamo la presencia de tu Santo Espíritu para deleitarme con tu presencia y sentirla vivificante en mi corazón! ¡Te pido, Señor, que me hagas muy humilde porque cuanto más lo sea más fácilmente podré ser sensible a las cosas de Dios! ¡Ayúdame a ser perseverante en la oración y encontrarte cada día en la comunión diaria para no perder el gusto por lo espiritual! ¡Ayúdame Espíritu Santo a no perder el gusto por lo espiritual porque es la forma de que mi espíritu se comunique con Dios y crezca mi fe! ¡Espíritu Santo, cuando al no rezar no sienta el deseo de entregarme a Dios, sea incapaz de abrir mi corazón o me despiste, cuando no pronuncie palabras a conciencia sino meras repeticiones, cuando al adorar a Dios mi corazón no se quebrante, cuando al servir a los demás mi espíritu no se inquiete, cuando el pecado no me genere sensación de culpa, cuando no sienta necesidad de entregarme a los necesitados de la sociedad, cuando mi corazón solo vea los errores y las faltas ajenos y no la gracia y la misericordia de Dios, cuando esté siempre a la defensiva, cuando, cuando, cuando... hazte presente en mi alma para coger gusto por lo espiritual! ¡No permitas que me convierta en alguien insensible a todo lo que tiene que ver con lo espiritual! ¡No permitas que lo mundano prevalezca en mi vida! ¡Concédeme mucha sensibilidad espiritual para gozar de una vida cristiana plena!
El Salmo 1 nos sirve hoy para meditar cantando:

martes, 9 de agosto de 2016

Súplica por un milagro

Ayer me resultaba complicado encontrarme en paz con el Señor. Numerosos problemas que parecían no tener solución. Situaciones importantes que, de no resolverse de manera rápida, podían encadenar un sinfín de problemas colaterales. Hay días que el peso de la cruz se hace difícil de llevar y el camino que lleva al Calvario es agreste, tortuoso y parece interminable. Cuando uno se encuentra en una situación complicada le embarga la pesadumbre. Por un lado, encomendaba para que ese problema se solventara. Por otro, mi corazón se cerraba por completo a la paz del espíritu. Sin embargo, algo interno —fruto de la fuerza embriagadora de la gracia que derrama el Espíritu Santo— dirigía mis pasos hacia un templo cercano. Me pongo de rodillas y le suplico que haga el milagro.
La misericordia de Dios siempre vence. Dios es siempre el vencedor de cualquier partida. Aunque sea de penalti y en el último minuto. Además, ostenta el récord de imbatibilidad en la historia de la humanidad. La dificultad, los problemas, la no resolución de los mismos me llevó ayer a un encuentro más íntimo con el Señor. Y aquí estaba el milagro: el problema no se solucionó, pero mi corazón tuvo paz. Él sabe por qué y cómo hace las cosas. Abandonado en mi pequeñez, consciente de mi debilidad, una enseñanza muy hermosa: Dios vence con su amor, su misericordia y su consuelo. Amo a Dios y ese amor profundo me hace siempre salir adelante. Aunque lo que haya delante sea un precipicio de una altura… que da vértigo.

¡Señor, en este día te pido que me ayudes a ponerme en tu presencia y abrir mi pobre corazón, que me enseñes a hablarte desde la sencillez y la pequeñez de mi vida, que me ayudes a hacer oración, una oración confiada, entregada, llena de esperanza! ¡No quiero pedirte nada Señor, sólo quiero estar cerca de ti, sentirte cerca, sentir que me amas, sentir que abres tus brazos para acogerme! ¡Te pido la humildad para que me hagas ver con claridad todas aquellas cosas que me alejan de ti cada día: mis pecados, mis faltas, mi orgullo, por mi soberbia, mi incapacidad de amar, por mi egoísmo, mi carácter, mi falta de confianza…! ¡Señor, necesito que me muestres tu misericordia, tu compasión por este pequeño hombre que tanto te necesita! ¡Señor necesito que me hagas ver el camino que debo seguir cada día y las cosas positivas y negativas que me suceden ayúdame a aceptarlas cada día con mucho amor y mucha confianza! ¡Envíame al Espíritu Santo para que mi oración desde el corazón esté siempre iluminada por Él y sea siempre perseverante en las tribulaciones y las alegrías porque esta es la mejor manera conocerte de manera auténtica!

Tu gracia me sostiene, cantamos hoy acompañando esta meditación: