Ayer me resultaba complicado encontrarme en paz con el Señor. Numerosos problemas que parecían no tener solución. Situaciones importantes que, de no resolverse de manera rápida, podían encadenar un sinfín de problemas colaterales. Hay días que el peso de la cruz se hace difícil de llevar y el camino que lleva al Calvario es agreste, tortuoso y parece interminable. Cuando uno se encuentra en una situación complicada le embarga la pesadumbre. Por un lado, encomendaba para que ese problema se solventara. Por otro, mi corazón se cerraba por completo a la paz del espíritu. Sin embargo, algo interno —fruto de la fuerza embriagadora de la gracia que derrama el Espíritu Santo— dirigía mis pasos hacia un templo cercano. Me pongo de rodillas y le suplico que haga el milagro.
La misericordia de Dios siempre vence. Dios es siempre el vencedor de cualquier partida. Aunque sea de penalti y en el último minuto. Además, ostenta el récord de imbatibilidad en la historia de la humanidad. La dificultad, los problemas, la no resolución de los mismos me llevó ayer a un encuentro más íntimo con el Señor. Y aquí estaba el milagro: el problema no se solucionó, pero mi corazón tuvo paz. Él sabe por qué y cómo hace las cosas. Abandonado en mi pequeñez, consciente de mi debilidad, una enseñanza muy hermosa: Dios vence con su amor, su misericordia y su consuelo. Amo a Dios y ese amor profundo me hace siempre salir adelante. Aunque lo que haya delante sea un precipicio de una altura… que da vértigo.
¡Señor, en este día te pido que me ayudes a ponerme en tu presencia y abrir mi pobre corazón, que me enseñes a hablarte desde la sencillez y la pequeñez de mi vida, que me ayudes a hacer oración, una oración confiada, entregada, llena de esperanza! ¡No quiero pedirte nada Señor, sólo quiero estar cerca de ti, sentirte cerca, sentir que me amas, sentir que abres tus brazos para acogerme! ¡Te pido la humildad para que me hagas ver con claridad todas aquellas cosas que me alejan de ti cada día: mis pecados, mis faltas, mi orgullo, por mi soberbia, mi incapacidad de amar, por mi egoísmo, mi carácter, mi falta de confianza…! ¡Señor, necesito que me muestres tu misericordia, tu compasión por este pequeño hombre que tanto te necesita! ¡Señor necesito que me hagas ver el camino que debo seguir cada día y las cosas positivas y negativas que me suceden ayúdame a aceptarlas cada día con mucho amor y mucha confianza! ¡Envíame al Espíritu Santo para que mi oración desde el corazón esté siempre iluminada por Él y sea siempre perseverante en las tribulaciones y las alegrías porque esta es la mejor manera conocerte de manera auténtica!
Tu gracia me sostiene, cantamos hoy acompañando esta meditación:
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