Hoy se celebra la festividad de Nuestra Señora de los Ángeles, una fiesta vinculada a la orden franciscana, que evoca el encanto femenino de esta congregación fundada por san Francisco de Asís. Lleva directamente a la pureza de los orígenes de esta fundación del santo italiano que tiene a María como Madre y santa Clara como hermana. Coincide esta fiesta que san Francisco concibió para «enviar a todos al paraíso» con el Jubileo de la Misericordia propuesto por el Papa Francisco.
Es una fiesta del amor —conocida como la Porciúncula— pues en la capilla de Santa María de los Ángeles, construida sobre la Porciúncula, a pocos kilómetros de Asís, se asentó la primera comunidad franciscana y allí murió el poverello de Asís.
Un día como hoy todo católico puede obtener indulgencia plenaria en cualquier templo franciscano, para uno mismo o para un familiar o amigo vivo o fallecido que se desee. En los últimos años he tenido la fortuna de transmitir a mis seres más queridos este Perdón de Asís. La indulgencia plenaria consiste en el perdón de la pena que se paga por los pecados en el purgatorio pues en el cielo nadie entra con la mancha del pecado. Sabemos que después de la muerte existe un periodo de purificación y éste se vive en el purgatorio.
Las condiciones requeridas para la Indulgencia son la visita a de una iglesia franciscana, una catedral o una iglesia parroquial donde se reza un Padrenuestro y el Credo, símbolo de la fe; y debe uno confesarse, comulgar tras escuchar la Misa completa y rezar un Padrenuestro y un Avemaría por las intenciones del Santo Padre. Y, lógicamente, tener el deseo ferviente de desapegarse del pecado. Esas condiciones se pueden cumplir también unos días después aunque la comunión y la oración por el Papa se deba hacer en el día de hoy.
Esta festividad me emociona cada año. En primer lugar por el regalo que supone entregar la eternidad a un ser querido y porque me hace consciente que al reino de Dios sólo podré llegar por esa íntima renovación de mi corazón, de mi predisposición a la santidad, a la luz de la santidad y caridad de Dios. Me permite entender que nacido con la mancha del pecado Cristo me ha lavado en el bautismo y que debido a mi enfermedad, mi miseria y mi debilidad su amor me socorre otorgándome su indulgencia por medio de su santa Madre.
La indulgencia no es un camino sencillo sino un apoyo en el caminar cotidiano desde la humildad de la propia miseria, de la conciencia de la propia enfermedad y que me une con el cuerpo místico de Cristo. Siguiendo el ejemplo de san Francisco uno puede llenarse de gozo imitando esa profunda conversión del santo de Asís, tomando como ejemplo su vida auténticamente penitencial y esa perseverancia en la búsqueda de la santidad por medio del camino de la fe.
En este día tenemos la oportunidad para vivir con una actitud de penitencia profunda y de sentida reconciliación y seguir las huellas de san Francisco con el deseo de experimentar la alegría del encuentro con el Señor y el anhelo de recibir en el corazón la ternura de su amor siempre misericordioso. Ni más ni menos lo que transmite el «espíritu de Asís», un espíritu donde la oración, el compromiso, la reconciliación, la paz, la concordia y el amor van cogidas de la mano. ¡Que san Francisco y Nuestra Señora de los Ángeles nos iluminen en este precioso día!
Oración para ganar la Indulgencia de la Porciúncula
¡Dios y Señor mío!, yo creo que estáis realmente presente en este santo templo; os adoro con toda la sumisión de mi alma; me arrepiento, Señor, de todos mis pecados y propongo la enmienda; os suplico, Dios mío, me concedáis la gracia de ganar la santa indulgencia que Vos mismo concedisteis a vuestro siervo el humilde San Francisco, y que aplico por mí mismo o por… (aquí se dice el nombre del alma de algún difunto por la que se quiere lucrar). A este fin os ruego, por las intenciones del Romano Pontífice, por la exaltación de la Santa Iglesia, por la paz de los gobiernos cristianos y por la conversión de todos los pobres y desgraciados pecadores.
Y Vos, oh Reina de los Ángeles, interceded por mí, supliendo, con vuestra poderosa mediación, mis defectos en esta plegaria. Amantísimo protector de todas las almas, bendito San José, amparadme con vuestra protección. Ángel de mi guarda, acompañadme en este santo ejercicio. Seráfico y glorioso Padre San Francisco y todos los Ángeles y Bienaventurados, interceded por mí. Amén.
Y con la oración de san Francisco Hazme un instrumento de tu paz cantamos hoy:
No hay comentarios:
Publicar un comentario