He seguido este fin de semana con viva emoción y con el corazón abierto la vigilia de oración y la Misa de Clausura de la JMJ de Cracovia por la televisión. La alegría de los jóvenes, los testimonios de fe, las palabras del Santo Padre, la presencia de tantos miles de sacerdotes y consagradas jóvenes, las canciones, la adoración al Santísimo… me ha llenado de profundo orgullo de ser cristiano. He fortalecido mi fe ondeada entre tantas banderas al viento de culturas cristianas tan diferentes. Es el milagro vivo de la fe. Una tendencia religiosa actual es la indiferencia. Hay muchos que creen en Dios pero pocos se interesan por Él.
No he estado físicamente en Cracovia pero lo he hecho espiritualmente en el Campus de la Misericordia del salón de mi hogar, poniéndome en oración frente a la pantalla del televisor. Le he dado gracias a Dios por mi fe, para que me haga sembrador de la esperanza y me convierta en auténtico peregrino de la misericordia. Que me ayude a que no me invada la apatía espiritual y pierda el celo por mi servicio a Dios y a las verdades bíblicas.
He sentido que como cristiano debo tener un concepto claro de quien soy y estar orgulloso de ello. Soy testigo de Cristo y colaborador de Dios en la predicación de la buena nueva, en dar amor y misericordia, en ser testimonio, en distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto”, en ser “iluminador de luz en el mundo”, ser centinela del mañana, y en mantener una conducta que sea ejemplo de Cristo en los que me rodean. Que me ayude a compartir la fe que abre el horizonte de la esperanza y el camino del amor y el servicio a los demás.
Soy parte del mundo como lo fue Jesús, el Salvador del hombre, orgulloso de que sea mi Dios y tener el privilegio de conocer a Dios y serle de utilidad para ayudar al prójimo.
Orgulloso de ser cristiano. Orgulloso de mi fe. Y hago mías las palabras del apóstol Pablo que nos animó a los cristianos a ponernos a prueba para ver si estamos en la fe, y seguir dando prueba de lo que somos para identificar cualquiera de mis debilidades humanas y espirituales y tomar las medidas para corregirlas. Para asegurarme de si mis hechos y mis palabras armonizan con lo que afirmo creer.
Sí, estoy orgulloso de ser cristiano. Seguidor de Cristo, libre y perseverante en la promoción de la fe.
Apago la televisión lleno de alegría y esperanza misionera. Lleno mi corazón con la gracia de la Misericordia. Cristianismo y misericordia son vasos comunicantes. Lleno de emoción plena, agradecido por tener testimonios como san Pablo II y santa Faustina Kowalska.
La mirada tierna de Cristo pixelado con miles de fotografías de gentes sencillas como yo ha tocado mi corazón: estoy contigo y no tengas miedo. Lleva al mundo el amor solidario y la misericordia, signo del cristiano. Estoy a tu lado. “Señor, en vos confío”.
¡Bendice a tu pueblo, Señor, para que seamos capaces de llevar al mundo tu amor misericordioso! ¡Que seamos capaces de llevar la chispa de la misericordia al mundo! ¡Bendice a las familias, a los esposos, a los jóvenes, a los niños, a los ancianos, a los abuelos…! ¡Ayúdanos a ser más generosos, más solidarios, más misericordiosos, más serviciales, más fraternales, mas agradecidos a Dios Padre de infinita misericordia! ¡Ayúdanos a llevar el entusiasmo firme de nuestra fe para llevar la alegría del Evangelio! ¡Háblanos al corazón para caminar en la misericordia! ¡ Virgen María, Madre, enséñanos a ser fecundos como ti custodiando la fe en nuestro corazón para que germine la fe en nosotros con la ayuda del Espíritu Santo!
Oramos con el Himno de la Misericordia:
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