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domingo, 29 de mayo de 2016

Eucaristía: Una presencia que descansa

Me calmo al recibir su cuerpo


La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene que ver con ese Jesús que no quiere que esté solo y quiere quedarse conmigo. Jesús se hace carne para que yo no vuelva a estar solo. Su carne se queda conmigo para siempre y me acompaña en el camino:

“Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: – Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: – Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre”.

Se queda conmigo para siempre, para que no sufra la soledad. Para que no me sienta aislado en mi dolor. Para que crea en todo lo que yo puedo llegar a ser con su presencia, con su abrazo en mi espalda, con sus palabras de ánimo.Su presencia cada día en mi carne me sostiene. Esa presencia que puedo ver y tocar me ayuda a caminar más confiado. Él está conmigo para siempre, todos los días de mi vida, hasta el final. Se ha quedado para siempre a mi lado.

Dice el papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia: “La Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”.

Su presencia es un remedio en mi debilidad. Un alimento constante para mi hambre. Un amparo en medio de mi pobreza. Es un hogar en medio de mis miedos. Me enriquece. Me levanta.

Cuando recibo a Jesús mi vida se hace más fuerte y más plena. No es un premio por mi buen comportamiento. No es algo merecido, es un don. No es una palmadita en la espalda por haber sido tan bueno. Es un remedio. Es un apoyo en medio del camino.

No tengo que ser inmaculado para merecer su compañía. Él viene a mí me lo merezca o no. Viene a mi vida tantas veces empecatada. Viene para quedarse y darme su descanso en medio de mi cansancio.

Decía el papa Francisco: “Y, cuando uno se queda solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa mal y, a la larga, cansa peor”.
El amor verdadero no nos cansa. Lo que no amo me cansa. La compañía de Jesús a mi lado me descansa. Su ausencia me cansa. Mi cansancio a veces no es sano. Es un cansancio provocado por haber estado desparramado por el mundo, sin un centro en el que encontrar paz y sosiego. Ese cansancio me envenena y me quita la paz del alma.

¿Estoy cansado de verdad? ¿Cómo es mi cansancio? A veces no es el cansancio bueno, fruto de haberlo dado todo en la entrega.

Así lo describe el papa Francisco: “Está el que podemos llamar el cansancio de la gente, el cansancio de las multitudes: para el Señor, como para nosotros, era agotador, pero es cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría. La gente que lo seguía, las familias que le traían sus niños para que los bendijera, los que habían sido curados, que venían con sus amigos, los jóvenes que se entusiasmaban con el Rabí”.El cansancio bueno lo ofrecemos. Todos podemos estar cansados al final del día cuando nos hemos dado por entero por amor. El cansancio malo nos envenena, nos quita la paz, nos hace sentirnos culpables. ¿Cómo es mi cansancio?
Una vida que no ama me cansa y me llena de pobreza. Me llena de soledad. Me deja vacío. Me sorprende, me conmueve siempre de nuevo, ver el mal a mi alrededor. El mal que cansa. El mal que agota. El mal que envenena.

En corazones llenos de rabia, de ira, de odio. En corazones que han perdido el sentido de la vida. Desesperados arañan luz a las sombras. Pero no logran encontrar paz en el camino. Viven en medio de la noche.

El mal agota el alma. Un corazón emponzoñado no puede vivir con paz. Un corazón que no perdona no puede tener paz. Se cansa de no amar. Se cansa de odiar. Se cansa de buscar el mal, de querer el mal de los otros. Se desangra en la crítica, en el juicio, en la condena. Se desgasta en la queja y en las agresiones. No hay paz. Un corazón así no tiene paz.

Jesús viene para quedarse y darme su paz. Viene para llenarme de su presencia. ¿Una comunión puede cambiar mi forma de mirar y de amar? Una comunión sola no basta. Recibir a Jesús una sola vez no es suficiente. Es necesario hacerlo con frecuencia.

Una y otra vez compartir el pan, compartir el vino, su Cuerpo y su Sangre. Ofrecer mi vida. Recibir la suya. Dejar lentamente que su amor vaya siendo mi amor. Su mirada la mía.Para vencer el cansancio malo que se me pega al alma. Para no dejarme llevar por ese mal que veo a mi alrededor y me hace tanto daño. Para que no sea yo instrumento de ese mal, de ese odio, de esa ira.
Jesús se queda conmigo para cambiar mi mirada y mi amor, para hacerme distinto. No sólo se queda a mi lado. Se queda en mí, en mi carne, en mi alma. Su cuerpo en mi cuerpo. Su sangre en mi sangre. Me hago más como Él.

Y Él se queda para hacerlo todo nuevo en mi vida. Para cambiar mi forma de ser, de estar. Cambia el cansancio en paz. La huida en encuentro. La ira en abrazo. Me calmo al tocar su cuerpo. Me quedo quieto al notar su presencia.
Quisiera tener la fuerza para abrirme a Él cada día. Dejar de buscar caminos propios lejos de Él. Comenzar a besar la vida tal como Dios me la regala. Sembrar amor allí donde hay odio. Sembrar paz en medio de la guerra.El amor verdadero no cansa nunca, siempre me descansa. El amor verdadero me da una paz verdadera que antes no conocía. Es remedio para el camino. Alimento para mi hambre.

Esta fiesta de hoy me habla de esa generosidad que llega al extremo. Jesús se ha partido para llegar a todos los corazones. Y me pide que yo me parta como Él se parte por mí.

Decía el padre José Kentenich: “Cada día participo en la misa y me dejo clavar con el Señor en la cruz. Cada día pendo decididamente de mi propia cruz, o bien, cada día doy al Señor la oportunidad de llevar su cruz, con mi originalidad, hasta la próxima eucaristía”[1].

Me cuesta esa generosidad que me hace partirme por amor. Partirme por entero. Esa generosidad que me descentra y me lleva a amar más, a amar partido, roto, vacío. Y me invita a ponerme en camino hoy, no mañana.

[1] J. Kentenich, Vivir la misa todo el día, 55

sábado, 28 de mayo de 2016

5 Razones para quedarse hasta el final de la misa


Esperamos que nuestro pastor y amigos no se den cuenta que nos vamos temprano pero Alguien sí


La mayoría de nosotros lo ha hecho al menos un par de veces.

Vamos directos a la puerta con la cabeza gacha nada más recibir la comunión porque tenemos algo importante que hacer.
Confiamos en que el pastor y nuestros amigos no se den cuenta. Tal vez ellos no lo noten. Pero hay Alguien que sí.

Como  he viajado bastante de aquí para allá, e sorprende lo radicalmente diferentes que pueden ser unas parroquias de otras según la zona o  país. Soy del norte de España y rara vez veras a alguien salir de misa antes tiempo.  Viví en Francia durante unos cuantos años,en la parroquia a la que asistía, la gente llegaba tarde y a veces se iba pronto. Ahora vivo en el noroeste de España me sorprende que tanta gente deje la misa antes de que termine. Es un fenómeno interesante. Un incidente aislado no es algo que me preocupe, pero si la mitad de los feligreses se han fugado al aparcamiento antes de que termine el canto final, mi corazón se entristece un poco.

A veces me gustaría correr detrás de estas personas que veo salir apresuradamente de la iglesia justo después de recibir la comunión para decirles “¡Tenéis a Jesús dentro de vosotros! ¡Tomaos aunque sea un minuto para hablar con él, para darle gracias, para amarle!”.

¿Necesitas más motivación para quedarte un poco más hasta haber completado la misa? ¿Sabes de alguien que no le vendría mal algún acicate?

Aquí tienes algunas razones por las que yo me quedo hasta el final de la misa (además del hecho de que soy monja y sería un poco escandaloso si saliera corriendo tras la comunión de cada domingo):



1- La comunión es conversación:
Cuando recibimos la comunión, recibimos al mismísimo Jesús. Si comemos y salimos corriendo es como ir a visitar a un amigo y precisamente en el momento en que ya puede sentarse y dedicarnos tiempo plenamente, nos levantamos de repente y salimos corriendo por la puerta mientras gritamos, “Ha sido fantástico pasar un rato contigo, ¡hasta la semana que viene!”. En la comunión hay que conversar con nuestro Señor y Salvador. Y para poder conversar de verdad tenemos que saborear ese momento especial con Él y aprovechar ese breve momento de intimidad con nuestro Señor.


2- No está bien ser irrespetuoso:
En el Santuario, tenemos una hora de adoración y meditación sobre el Evangelio. Algunas veces llego tarde y entro rápidamente mirando hacia abajo, avergonzado de que todos puedan ver que me he quedado dormido. Hace poco me di cuenta de que mi motivación para llegar a tiempo no debería ser evitar la vergüenza, sino el hecho de que voy a ver a Jesús. ¿Por qué nos preocupamos tanto de las reacciones de los demás y tan poco de la reacción de Jesús? Pensamos, Tengo que darme prisa porque me queda mucho que hacer, que si esto, que si lo otro, ¡no puede esperar! ¿Por qué nos resulta tan fácil irnos tan rápido, incluso llegando tarde a veces, cuando es el Creador del Universo el que nos espera para reunirse con nosotros?


3- Ir a misa no es hacer un recado:
A menudo, cuando veo a personas salir corriendo de misa, me da la sensación de que están tachando de la lista uno de los recados de ese día y que estaban deseando pasar a lo siguiente. La vida cristiana no es una lista de tareas. Es una invitación a tener una relación con Dios. Si vamos a misa por un sentido de responsabilidad, es cierto que estaremos evitando el pecado mortal, pero contentarnos con evitar el pecado mortal no es precisamente el objetivo de la llamada de nuestra vida espiritual. Estamos llamados a relacionarnos, a santificarnos, a transformarnos.


4- La bendición final es importante:
 El Día del Perdón, Zacarías, padre de Juan Bautista, tuvo el honor de entrar en el Sancta Sanctorum el día que el ángel le dijo que su esposa y él tendrían un hijo. El pueblo esperaba con entusiasmo a que él les diera su bendición tras hacer la ofrenda de incienso. Cuando Zacarías regresó mudo porque no pudo creer el mensaje del ángel, la falta de una bendición amplificó la deshonra y la tragedia de haber perdido su voz. Estoy seguro de que los allí presentes volvieron a casa muy decepcionados. Las bendiciones son un tesoro. Cuando un sacerdote, que por su ordenación está configurado con Cristo, da su bendición final, estamos siendo bendecidos por Dios mismo. Si Jesús estuviera preparándose para darnos su bendición antes de que nos fuéramos de misa para volver al mundo, ¿no le esperarías?


5- Recibes MÁS gracia:
 Según el Catecismo, “los frutos de los sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe” (CIC 1128). El poder de los sacramentos está en ellos y también se deriva de ellos, pero la cantidad de poder que cala en nuestras almas y se desarrolla en nuestras vidas depende de nuestra disposición. Si salimos con prisas de la iglesia tras la comunión, no es muy probable que nuestra disposición sea la de un conocimiento reverencial del asombroso hecho de estar consumiendo el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Dios mismo. No es poca cosa. Así que merece una actitud y una disposición de gran respeto, aunque fuera sólo porque a todos nos hace falta toda la gracia que podamos recibir.


¿Se te ocurren más motivos? Pues me encantaría escucharlos.

¡Escríbelos en los comentarios!

10 cosas sorprendentes que te pasan cuando haces adoración con frecuencia.

Encontrar tiempo para hacer Adoración Eucarística puede ser difícil, pero, si lo consigues, ¡podrás percibir grandes resultados!


La Eucaristía es descrita en el Catecismo como fuente y culmen de la fe. Encontrar tiempo para hacer Adoración Eucarística puede ser difícil, pero, si lo consigues, ¡podrás percibir resultados sorprendentes!


“Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Tomen, esto es mi Cuerpo. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos” (Marcos 14, 22-24).

En la cultura actual, la idea de progreso interior es drásticamente desvalorada como “desperdicio de tiempo” o “cosa de los antiguos e ingenuos”. Sólo el progreso exterior parece palpable. Pero el progreso material permanece fuera de nosotros: incluso nos ofrece sentimientos positivos, pero es siempre efímero y sin sustancia. Pero el progreso interior significa que tu te estás transformando y volviéndote mejor.

El tiempo que dedicas a la Adoración puede sorprenderte de muchas maneras. Por ejemplo:

1. Puedes desarrollar un sentimiento de admiración y maravilla

¡No hay nada como la atmósfera de una capilla o iglesia tranquila! El olor del incienso y el esplendor del ostensorio ayudan a comprender la verdad de lo que está sucediendo en la Adoración. ¡Estamos realmente ante Jesucristo! Su Cuerpo, Su Sangre, Su Alma, Su Divinidad. Cuanto más te quedas en silencio ante la Hostia Santa, más comprendes que la única respuesta a la grandeza de Dios es la maravilla, la admiración y el amor.

2. Experimentas la paz en otras áreas de tu vida

Jesús dijo: “Mi paz les dejo, mi paz les doy” (Jn 14, 27). La paz exterior que podemos experimentar en la Adoración (la quietud y el silencio) van mucho más al fondo y nos llevan a una paz interior que abraza todas las áreas de nuestra vida. Esto no significa que todo será perfecto y sin sufrimiento, pero esa paz nos fortalecerá para enfrentarnos con más firmeza y serenidad a las tempestades de la vida.

3. Empieza a mirar más fuera de ti mismo

Jesús dijo: “Como yo les amé, ámense también ustedes unos a otros” (Jn 13, 34). La Adoración nos conecta al prójimo y al mundo – al final, ¡estamos dedicando tiempo al Creador de todo lo que existe! Más tiempo para alabar y adorar a Dios significa más tiempo para ir más allá de nuestras propias preocupaciones y para atender las necesidades de los demás y del mundo en que vivimos.

4. A veces, es pesado …

Habrá momentos en que la Adoración parecerá “insulsa”, “árida”… Te distraerás, tu mente empezará a divagar… La Adoración regular puede estabilizarse y dejar de parecer especial, pero eso no quita valor ni disminuye la verdad de la Adoración. Nuestra fe es mucho más que los sentimientos, y Dios continuará trabajando en ti aunque sientas o pases por momentos más “secos”. Aunque tu mente divague, estás dando a Dios lo mejor que puedes: ¡tu tiempo, tu compromiso y tu compañía!

5. ¡Te emocionas en la Adoración!

Cuanto más tiempo dedicas a adorar a Dios, más descubres que Él te ama y quiere pasar tiempo contigo. ¡Y más empiezas a querer realmente vivir ese tiempo con Él! Si la Adoración antes parecía rutina, ¡en poco tiempo percibes que deseas hacerla! Como decimos en la misa, “es justo y necesario” dar gracias al Señor. La Adoración a Dios está inscrita en nuestro corazón, y “nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa en él” (San Agustín).

6. La gracia entra en tu vida

Es increíble como un simple acto de compromiso con Dios, aunque sea un corto periodo de Adoración, haga la diferencia para el resto de tu vida. Puedes tener la certeza de seguir en su presencia aunque hayas salido de la iglesia o capilla. La gracia te poya en todos los momentos, especialmente en los de tentación. Es más fácil resistir a la tentación cuando se dedica más tiempo a la Adoración.

7. Te das cuenta de lo afortunado que eres

Hay personas que quisieran pasar más tiempo con Jesús en Adoración, pero no pueden porque están enfermos o tienen mil tareas necesarias en el día a día. Hay personas, en muchas regiones del mundo, que arriesgan la vida por la Eucaristía y son perseguidas por causa de la fe. ¡Hay personas que enfrentan situaciones extremamente peligrosas para estar con Jesús! Y tu tienes el regalo de poder adorarlo abiertamente, ¡sin hablar de lo que significa tener un sacerdote para administrar los sacramentos!

8. ¡Comprendes que Dios tiene sentido del humor!

Cuanto más dejas que Dios te hable, en vez de gastar todo tu tiempo hablándole, ¡más notas que Dios tiene un gran sentido del humor! ¡Hay incluso momentos en que quisieras reír en voz alta! Quizás parezca sorprendente, pero los mejores padres ¿no demuestran su amor con buen humor?

9. Vas a querer confesarte más veces

Puede parecer intimidador, pero no lo es. ¡La confesión nos permite experimentar el océano ilimitado de la misericordia de Dios! Su misericordia engulle todos nuestros pecados y nos da una libertad real, una libertad sin miedo, que nos permite entrar en su Amor y en su Bondad! La confesión fortalece la conciencia de que estamos en los brazos de un Padre que nos ama mucho y que “nunca se cansa de perdonar” (Papa Francisco).

10. ¡Te apasionas!

Cuando dedicas tiempo de corazón abierto a adorar a Dios y permitir que Cristo te muestre Su Amor, ¡también te apasionas! ¡Y su amor te revela a ti mismo y permite que seas tu mismo! “Yo he venido para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).

Entonces, ¿a qué estás esperando? Dedica un tiempo a la Adoración Eucarística, ¡y deja a Dios transformar tu vida!

viernes, 27 de mayo de 2016

Lourdes: ¿Hacia una 70ª curación milagrosa?

Una niña italiana sorda de nacimiento empieza a oír en una peregrinación al santuario francés


Una niña italiana de seis años, sorda de nacimiento, empezó a oír, inexplicablemente, durante una peregrinación a Lourdes que realizó del 8 al 12 de mayo, junto a su madre, su hermano pequeño, su abuela y otros cientos de peregrinos de las parroquias de la ciudad de Milán.

La noticia llegó diez días más tarde a los medios italianos. A través del teléfono, el santuario de Lourdes declara “ser consciente del entusiasmo de los medios” que provoca este acontecimiento.Pero precisa: “En Lourdes, cada gracia de curación o conversión es recibida con alegría, pero hay que respetar los procedimientos que exigen prudencia y el deber de la discreción”, sobre todo porque es el caso de una niña menor de edad.

Los hechos de la curación

La pequeña, cuyo nombre no ha sido revelado, padecía una sordera profunda en ambos oídos y tenía que usar audífonos.
Pero el pasado 11 de mayo, a las 20:30 horas, se los quitó y le dijo a su madre: “Ya no me hacen falta, escucho bien”, declara Giuseppe Secondi, director de la peregrinación organizada por UNITALSI-Lombardie.

Él se encontraba jugando con la niña y fue testigo directo de la escena: “Tenía que irme porque tenía un compromiso, pero la vi acercarse a su madre y quitarse sus dispositivos. Sin ellos, estaba condenada a la sordera. Entonces su madre le dijo que se los volviera a poner, pero la niña se negó diciendo que podía escuchar bien”.
La chica es natural de la región de Liguria. Nació el 25 de diciembre de 2009, después de sólo 26 semanas de embarazo, con un peso de solamente 800 gramos.

Los médicos lograron salvarla, pero algunos de los medicamentos usados durante sus tres meses de hospitalización, en el Instituto pediátrico Gaslini de Génova, causaron hemorragias cerebrales que dañaron sus canales auditivos.
Los exámenes efectuados posteriormente confirmaron una “pérdida auditiva profunda en ambos oídos”. Sin embargo, gracias a la logopedia, la niña consiguió aprender a leer los labios y a hablar, aunque con dificultad.

La peregrinación de la misericordia

La familia tomó la decisión de ir en peregrinación a Lourdes en el último momento, aprovechando que coincidía con el Año de la Misericordia para “dar las gracias a la Virgen María por haber protegido a nuestra niña, que estuvimos a punto de perder y que al final se salvó, y también para pedir su apoyo y así tener la fuerza de hacer frente, mi hija, yo, todos nosotros, a un estilo de vida tan exigente”, confiesa la madre.

Era su primera estancia en Lourdes y la vivieron “con gran emoción y fervor” ya desde los preparativos, según explican sus allegados.“Cuando escuché a mi hija decir: ‘Oigo bien, ya no necesito mis dispositivos’, mi corazón comenzó a latir muy fuerte… En realidad tenía aspecto de estar oyendo mejor. Los niños no mienten y mi hija no se los habría quitado sin motivo”, continúa la madre.Ese día, la noticia se extendió de inmediato entre los peregrinos. “Lo celebramos y seguimos celebrándolo”, asegura el director de la peregrinación.
Y añade: “No sabría dar un nombre a lo que ha sucedido. Sólo sé que es un acontecimiento hermoso en el que hay que profundizar”.

El sacerdote de Giovanni Frigerio, ayudante de UNITALSI, intenta ponerle palabras: “Yo lo llamo una curación. Otros ya explicarán el cómo y el por qué”.
“Lo que yo sé es que aquí vienen muchísimas personas que sufren, en el cuerpo y en el espíritu, y que regresan revitalizadas, dispuestas a retomar el camino de sus vidas llenas de esperanza y gracia”.

Prudencia y discreción

La madre llevó de inmediato a su hija a la Oficina de Constataciones Médicas de Lourdes.

Los médicos han pedido toda la documentación referente al historial médico y han propuesto nuevos exámenes audiométricos.Según la madre y el responsable de UNITALSI, “efectivamente, se ha confirmado una mejoría auditiva, así como el restablecimiento de los órganos”.Pero todos están de acuerdo en ser prudentes y rigurosos. Tras presentar el expediente, el proceso de verificación acaba de comenzar.
Si el caso es considerado “serio”, el médico convoca un “consejo”, es decir, una reunión para la “discusión de un caso clínico” en la que pueden participar todos los médicos y el personal sanitario presentes en Lourdes, independientemente de sus creencias religiosas.

¿Cómo se autentifica una curación?

Según explica Patrick Theillier, antiguo director de la Oficina de Constataciones Médicas y miembro del Comité Médico Internacional de Lourdes (CMIL), “para que sean reconocidas como milagrosas, las curaciones inexplicables producidas en un contexto de fe deben ser autentificadas –de inmediato e indisociablemente– desde un punto de vista médico (la razón) y un punto de vista espiritual (la fe); puesto que la curación milagrosa es mucho más que una curación médica”.
Aquí, la función de la medicina, continúa, es asegurar la veracidad de la curación: “Tiene que haberse producido objetivamente una transición de una condición patológica demostrada hacia un estado de buena salud evidente”.
“Para que el estudio médico pueda concluir en favor de una curación ‘verdadera, definitiva y sin explicación médica’ hay cuatro condiciones necesarias: certeza del diagnóstico y de la enfermedad, pronóstico estable o fatal, curación extraordinaria y súbita, tratamiento sin relación con la curación”.
Por tanto, la constatación de una curación en un contexto de fe es, claramente, tanto médica como espiritual. La intervención de los hombres de ciencia es un requisito previo, pero una curación “inexplicable” no basta para hablar de un milagro.Por eso, explica y concluye el experto, sólo hay 69 milagros reconocidos en Lourdes, mientras que el consultorio médico ha confirmado más de 3.000 curaciones objetivamente inexplicables.La 69ª curación reconocida como milagrosa por la Comisión médica se remonta a julio de 2013. Había sucedido hacía 24 años, lo que dice mucho de la lentitud y complejidad del proceso y de la prudencia de la Iglesia.

Transformar el mundo con la esperanza

"Lila", un cortometraje conmovedor


Lila es el título de un cortometraje que muestra diversos acontecimientos en el día de una joven artista. Este pertenece a una trilogía realizada por el productor Carlos Lascano.

Los 8 minutos de duración están llenos de un lenguaje simbólico y estético, así que exigen del espectador una atención y reverencia particular para poder percibir los mensajes que se van dando constantemente, algunas veces de manera velada y otras incluso paseando entre la realidad y la fantasía.Esta particularidad hace que sea algo arriesgado afirmar la existencia de enseñanzas o ideas detrás del video, pero hay algunas características que sobresalen, y las presentamos a continuación.

Todas ellas pueden ser sugerentes para nuestra vida cristiana y para un mundo que, buscando que todo sea mejor, anhela en lo más profundo la plena reconciliación.
La joven artista, por medio de dibujos, esboza realidades que imagina necesarias en diversas situaciones de la vida y estas misteriosamente se integran en la realidad para tener efectos positivos en las personas involucradas.

Su sensibilidad le permite intuir y descubrir con mayor profundidad y agudeza la situación y las necesidades de las demás personas.
Ante esto, ella no pasa de largo ni se aísla en un mundo paralelo sino que permanece abierta a lo que ocurre en la realidad y busca hacer lo posible, dentro sus capacidades y posibilidades, para poder remediarlas.Toda una dinámica que nos puede enseñar mucho a participar caritativa y activamente y no quedarnos balconeando la vida, como nos lo decía el papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro.


El vídeo presenta otro detalle que da mucho para meditar: sus deseos se cumplen solo después de haber salido a ayudar a los demás. Esto se expresa en el florecimiento de la flor marchita en su escritorio.Ese fue el primer deseo que buscó realizar por medio de un dibujo, pero nada ocurrió. Solo después de una jornada de entregarse a mejorar la vida de los demás sin esperar nada a cambio se encuentra, al regresar, con el milagro que tanto anhelaba.




Un sencillo gesto que evidencia que el que da siempre gana y que “hay más alegría en dar que en recibir” (Hechos 20, 35).
Todos tenemos la nostalgia de un mundo mejor. El camino de regreso a su casa muestra un claro contraste entre los anhelos más profundos del hombre y la situación de contingencia del mundo real.

La protagonista desata un cambio en los lugares por donde pasa, lo transforma todo según los deseos de su corazón. Todo se torna bello y se llena de color, aparece al fin el campanario que tanto anhelaba ver desde el inicio de la jornada, la ciudad gris se convierte en un lindo pueblo junto al mar y hasta se atreve a luchar contra la separación humana, encontrándose en una playa eterna con sus padres.
Lila nos deja conmovidos y tocando, con nostalgia, nuestra esperanza de una nueva creación, de un corazón y una tierra nueva (Apocalipsis 21,1; 2 Pedro 3, 13), nuestro anhelo de la plena reconciliación que nos ha prometido ese Dios con nosotros (Mateo 1, 23).