Aquí tienes al Señor expuesto las 24 horas del día en vivo. Si estás enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el Santísimo, o simplemente quieres saludar al Señor en algunos momentos de la jornada, aquí le tienes para rezarle con devoción:
Visita al Santísimo Sacramento
Oración inicial
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Corazón de mi Jesús Sacramentado! Con mucha pena de no ser como Tú quieres que sea y con muchos deseos de ser como Tú quieres que sea, vengo a tener contigo este ratito de conversación afectuosa junto a Ti, a los pies de tu Sagrario, donde has querido quedarte por mí, para Tu mayor gloria, honor de mi Madre Inmaculada y provecho de mi alma. San José, enséñame a escuchar y a hablar a Jesús.
Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.
Sea por siempre bendito y alabado.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
(Se repite cinco veces en honor a las cinco llagas de Nuestro Señor)
Alabanzas al Santísimo Sacramento en reparación de las blasfemias
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios, en sus Ángeles y en sus Santos.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte dentro de mi alma. Mas, no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven espiritualmente a mi corazón y como si ya hubiéseis venido, te abrazo y me uno a Ti. No permitas Jesús mío que jamás me aparte de Ti. Así sea.
Oración de Santo Tomás de Aquino
Te adoro con fervor, deidad oculta, que estás bajo de estas formas escondidas; a ti mi corazón se rinde entero, y desfallece todo si te mira. Se engaña en ti la vista, el tacto, el gusto. Mas tu palabra engendra fe rendida; cuanto el Hijo de Dios ha dicho, creo; pues no hay verdad cual la verdad divina. En la Cruz la deidad estaba oculta. aquí la humanidad yace escondida; y ambas cosas creyendo y confesando, imploro yo lo que imploraba el ladrón arrepentido. No veo, como vio Tomás, tus llagas, mas por su Dios te aclama el alma mía: haz que siempre, Señor, en ti yo crea, que espere en ti, que te ame sin medida. Oh memorial de la pasión de Cristo, oh pan vivo que al hombre das la vida: concede que de ti viva mi alma, y guste de tus célicas delicias. Jesús mío, pelícano piadoso, con tu sangre mi pecho impuro limpia, que de tal sangre una gotita puede todo el mundo salvar de su malicia. Jesús, a quien ahora miro oculto, cumple, Señor, lo que mi pecho ansía: que a cara descubierta contemplándote, por siempre goce de tu clara vista. Amén.
Oración a Jesús solitario en el Santísimo Sacramento
Oh Divino Jesús! que durante la noche estáis solitario en tantos tabernáculos del mundo, sin que ninguna de vuestras criaturas vaya a visitaros y adoraros. Yo os ofrezco mi pobre corazón, deseando que todos sus latidos sean otros tantos de amor y adoración. Vos, Señor, estáis siempre en vela bajo las especies Sacramentales, vuestro amor misericordioso nunca duerme ni se cansa de velar por los pecadores. ¡Oh Jesús amantísimo! ¡Oh Jesús solitario! haced mi corazón cual lámpara encendida; en caridad se inflame y arda siempre en vuestro amor. Vela ¡oh centinela Divino! vela por el mísero mundo, por los sacerdotes, por las almas consagradas, las extraviadas, por los pobres enfermos cuyas noches interminables necesitan tu fortaleza y tu consuelo, por los moribundos y por ésta tu humilde sierva que, para mejor servirte, descansa pero sin alejarse de Ti, de tu Sagrario… donde vives en la soledad y el silencio de la noche. Sea siempre bendito, alabado, adorado, amado y reverenciado el Corazón Sagrado de Jesús en todos los Sagrarios del mundo. Amén.
Oración final
Gracias, Jesús mío, por la bondad con que me habéis recibido y permitido gozar de vuestra presencia y compañía amorosas.
Me vuelvo a mis ocupaciones. Mi corazón queda contigo. En mi trabajo y en mis descansos me acordaré de Ti, y procuraré vivir con la dignidad que merece vuestra amistad divina.
Dadme vuestra bendición y concededme todas las gracias, que necesito, para amaros y serviros con la mayor fidelidad.
Bendice, Señor, a nuestro Santísimo Padre el Papa, vuestro Vicario en la tierra; ilumínale, santifícale y líbrale de todos sus enemigos.
Bendice a vuestra Iglesia Santa y haced que su luz brille en todas las naciones; y que los paganos conozcan y adoren al único verdadero Dios y a su Hijo Jesucristo.
Bendice a vuestros sacerdotes, santifícalos y multiplícalos.
Bendice y protege a nuestra nación.
Bendice a todos los suscriptores y visitantes de este blog y concédeles la bienaventuranza eterna.
Bendice a los que nos han ofendido y cólmalos de beneficios.
Bendice a todos nuestros familiares y haced que vivan todos en vuestra gracia y amistad y que un día nos reunamos en la Gloria.
Da el descanso eterno a todas las almas de los fieles difuntos que están en el Purgatorio.
Da la salud a los enfermos. Convierte a todos los pecadores. Danos a todos vuestro divino amor, para que la fe que nos impide ahora ver vuestro santísimo rostro se convierta un día en luz esplendorosa en la Gloria, donde en unidad con el Padre y el Espíritu Santo te alabemos y bendigamos por los siglos de los siglos. Amén.
Un lugar que te ayudara a encontrarte con Dios. Aquí encontraras, artículos, reflexiones,música, entrevistas, enseñanzas, catequesis y todo aquello necesario para el encuentro con Cristo.
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ADORACIÓN EUCARÍSTICA ONLINE 24 HORAS
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domingo, 29 de mayo de 2016
QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO
No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado.
Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón ; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?
Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes -soberbia, amor a la sensualidad y al regalo; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente... ; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales miserias.
No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos Santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad... ; y poco a poco se vieron libres de ellos.
Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte !
¿Traes ahora mismo entre manos algún Proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?
¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?
Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, adonde me place.
¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio ? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.
¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.
¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.
¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme? ¿Por qué no me haces partícipe de ella a fuer de buen amigo ?
Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreir tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas, quizá has visto disipados negros recelos, quizá has recibido faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna dificultad, o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo esto, y yo te lo he proporcionado: ¿por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: « ¡Gracias, Padre mío, gracias!»? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.
¿Tampoco tienes Promesa alguna para hacerme? Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿de privarte de aquel objeto que te dañó? ¿de no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿de no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma ?
¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga?
Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.
Recomendación: Lee todos los días los 15 minutos en compañía de Jesús Sacramentado
Eric Clapton canta con Pavarotti la canción que escribió a la Bendita Madre
La letra de la canción de Clapton refleja la experiencia de conversión que tuvo cuando estaba en rehabilitación hace años
En este concierto a beneficio de Bosnia en 2009, Eric Clapton interpretó una canción que escribió para la Santísima Madre junto con el famoso cantante de ópera italiano Luciano Pavarotti, y un sobresaliente coro Gospel.
Las palabras de la canción son una verdadera oración por Clapton. En sus memorias, Clapton: The Autobiography, el músico escribe sobre un momento de hundimiento que tuvo durante su rehabilitación en 1987:
"Yo estaba en la desesperación total", escribió Clapton. "En la intimidad de mi habitación, pedí ayuda. No tenía ni idea de con quién creía que estaba hablando, yo sólo sabía que había llegado al límite de mis fuerzas. . . y, poniéndome de rodillas, me rendí. A los pocos días me di cuenta de eso. . . Había encontrado un lugar, un lugar que siempre había sabido que estaba allí, pero que nunca realmente quería ni necesitaba, ni creía en él. A partir de ese día hasta hoy, nunca he dejado de rezar por la mañana, de rodillas, de pedir ayuda, y por la noche, para expresar gratitud por mi vida y, sobre todo, por estar sobrio".
Esta es la traducción de la letra:
Madre Sagrada, ¿dónde estás?
esta noche me siento partido en dos,
he visto las estrellas caerse del cielo,
Santa Madre, no puedo evitar llorar.
Oh, necesito tu ayuda esta vez,
para pasar esta solitaria noche.
Dime por favor en que lugar girar,
para encontrarme nuevamente.
Santa Madre, escucha mi oración,
de alguna forma sé que estás allí todavía.
Por favor, dame algo de paz mental,
que se lleve este dolor.
No puedo esperar, no puedo esperar, no puedo esperar, por más tiempo.
No puedo esperar, no puedo esperar, no puedo esperar, por ti.
Santa Madre, escucha mi llanto,
he maldecido tu nombre cientos de veces.
Siento la ira corriendo por mi alma,
Santa Madre, no puedo mantener el control.
Oh, siento que el fin llegó,
mis pies no correrán más.
Tú sabes que preferiría estar
en tus brazos esta noche.
Cuando mis manos no toquen más,
ni mi voz permanezca, me desvaneceré.
Santa Madre, entonces estaré
acostado, a salvo en Tus Brazos.
En este concierto a beneficio de Bosnia en 2009, Eric Clapton interpretó una canción que escribió para la Santísima Madre junto con el famoso cantante de ópera italiano Luciano Pavarotti, y un sobresaliente coro Gospel.
Las palabras de la canción son una verdadera oración por Clapton. En sus memorias, Clapton: The Autobiography, el músico escribe sobre un momento de hundimiento que tuvo durante su rehabilitación en 1987:
"Yo estaba en la desesperación total", escribió Clapton. "En la intimidad de mi habitación, pedí ayuda. No tenía ni idea de con quién creía que estaba hablando, yo sólo sabía que había llegado al límite de mis fuerzas. . . y, poniéndome de rodillas, me rendí. A los pocos días me di cuenta de eso. . . Había encontrado un lugar, un lugar que siempre había sabido que estaba allí, pero que nunca realmente quería ni necesitaba, ni creía en él. A partir de ese día hasta hoy, nunca he dejado de rezar por la mañana, de rodillas, de pedir ayuda, y por la noche, para expresar gratitud por mi vida y, sobre todo, por estar sobrio".
Esta es la traducción de la letra:
Madre Sagrada, ¿dónde estás?
esta noche me siento partido en dos,
he visto las estrellas caerse del cielo,
Santa Madre, no puedo evitar llorar.
Oh, necesito tu ayuda esta vez,
para pasar esta solitaria noche.
Dime por favor en que lugar girar,
para encontrarme nuevamente.
Santa Madre, escucha mi oración,
de alguna forma sé que estás allí todavía.
Por favor, dame algo de paz mental,
que se lleve este dolor.
No puedo esperar, no puedo esperar, no puedo esperar, por más tiempo.
No puedo esperar, no puedo esperar, no puedo esperar, por ti.
Santa Madre, escucha mi llanto,
he maldecido tu nombre cientos de veces.
Siento la ira corriendo por mi alma,
Santa Madre, no puedo mantener el control.
Oh, siento que el fin llegó,
mis pies no correrán más.
Tú sabes que preferiría estar
en tus brazos esta noche.
Cuando mis manos no toquen más,
ni mi voz permanezca, me desvaneceré.
Santa Madre, entonces estaré
acostado, a salvo en Tus Brazos.
Oración a Santa Rita de Casia por una causa imposible
"Bajo el peso del dolor, a ti, querida santa Rita, recurro con confianza"
Inmediatamente después de la muerte, santa Rita de Casia era ya venerada como protectora de la peste, probablemente por el hecho de haberse dedicado en vida al cuidado de los enfermos de peste, sin contraer nunca la enfermedad. Fue este uno de los motivos, quizás el primero, en hacerle obtener popularmente el epíteto de Santa de los imposibles.
Oración a Santa Rita por una causa imposible:
Bajo el peso del dolor, a ti, querida Santa Rita, yo recurro confiado en ser escuchado. Libera, te ruego, mi pobre corazón de las angustias que lo oprimen y devuelve la calma a mi espíritu, lleno de preocupaciones.
Tu que fuiste elegida por Dios como abogada de los casos más desesperados, obtén la gracia que ardientemente te pido [pedir la gracia que se desea].
Si mis culpas son un obstáculo para el cumplimiento de mis deseos, obténme de Dios la gracia del arrepentimiento y del perdón mediante una sincera confesión.
No permitas que durante más tiempo yo derrame lágrimas de amargura.
Oh santa de la espina y de la rosa, premia mi gran esperanza en ti, y en todas partes daré a conocer tu gran misericordia con las almas afligidas.
Oh Esposa de Jesús Crucificado, ayúdame a bien vivir y a bien morir. Amen.
Eucaristía: Una presencia que descansa
Me calmo al recibir su cuerpo
La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene que ver con ese Jesús que no quiere que esté solo y quiere quedarse conmigo. Jesús se hace carne para que yo no vuelva a estar solo. Su carne se queda conmigo para siempre y me acompaña en el camino:
“Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: – Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: – Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre”.
Se queda conmigo para siempre, para que no sufra la soledad. Para que no me sienta aislado en mi dolor. Para que crea en todo lo que yo puedo llegar a ser con su presencia, con su abrazo en mi espalda, con sus palabras de ánimo.Su presencia cada día en mi carne me sostiene. Esa presencia que puedo ver y tocar me ayuda a caminar más confiado. Él está conmigo para siempre, todos los días de mi vida, hasta el final. Se ha quedado para siempre a mi lado.
Dice el papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia: “La Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”.
Su presencia es un remedio en mi debilidad. Un alimento constante para mi hambre. Un amparo en medio de mi pobreza. Es un hogar en medio de mis miedos. Me enriquece. Me levanta.
Cuando recibo a Jesús mi vida se hace más fuerte y más plena. No es un premio por mi buen comportamiento. No es algo merecido, es un don. No es una palmadita en la espalda por haber sido tan bueno. Es un remedio. Es un apoyo en medio del camino.
No tengo que ser inmaculado para merecer su compañía. Él viene a mí me lo merezca o no. Viene a mi vida tantas veces empecatada. Viene para quedarse y darme su descanso en medio de mi cansancio.
Decía el papa Francisco: “Y, cuando uno se queda solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa mal y, a la larga, cansa peor”.
El amor verdadero no nos cansa. Lo que no amo me cansa. La compañía de Jesús a mi lado me descansa. Su ausencia me cansa. Mi cansancio a veces no es sano. Es un cansancio provocado por haber estado desparramado por el mundo, sin un centro en el que encontrar paz y sosiego. Ese cansancio me envenena y me quita la paz del alma.
¿Estoy cansado de verdad? ¿Cómo es mi cansancio? A veces no es el cansancio bueno, fruto de haberlo dado todo en la entrega.
Así lo describe el papa Francisco: “Está el que podemos llamar el cansancio de la gente, el cansancio de las multitudes: para el Señor, como para nosotros, era agotador, pero es cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría. La gente que lo seguía, las familias que le traían sus niños para que los bendijera, los que habían sido curados, que venían con sus amigos, los jóvenes que se entusiasmaban con el Rabí”.El cansancio bueno lo ofrecemos. Todos podemos estar cansados al final del día cuando nos hemos dado por entero por amor. El cansancio malo nos envenena, nos quita la paz, nos hace sentirnos culpables. ¿Cómo es mi cansancio?
Una vida que no ama me cansa y me llena de pobreza. Me llena de soledad. Me deja vacío. Me sorprende, me conmueve siempre de nuevo, ver el mal a mi alrededor. El mal que cansa. El mal que agota. El mal que envenena.
En corazones llenos de rabia, de ira, de odio. En corazones que han perdido el sentido de la vida. Desesperados arañan luz a las sombras. Pero no logran encontrar paz en el camino. Viven en medio de la noche.
El mal agota el alma. Un corazón emponzoñado no puede vivir con paz. Un corazón que no perdona no puede tener paz. Se cansa de no amar. Se cansa de odiar. Se cansa de buscar el mal, de querer el mal de los otros. Se desangra en la crítica, en el juicio, en la condena. Se desgasta en la queja y en las agresiones. No hay paz. Un corazón así no tiene paz.
Jesús viene para quedarse y darme su paz. Viene para llenarme de su presencia. ¿Una comunión puede cambiar mi forma de mirar y de amar? Una comunión sola no basta. Recibir a Jesús una sola vez no es suficiente. Es necesario hacerlo con frecuencia.
Una y otra vez compartir el pan, compartir el vino, su Cuerpo y su Sangre. Ofrecer mi vida. Recibir la suya. Dejar lentamente que su amor vaya siendo mi amor. Su mirada la mía.Para vencer el cansancio malo que se me pega al alma. Para no dejarme llevar por ese mal que veo a mi alrededor y me hace tanto daño. Para que no sea yo instrumento de ese mal, de ese odio, de esa ira.
Jesús se queda conmigo para cambiar mi mirada y mi amor, para hacerme distinto. No sólo se queda a mi lado. Se queda en mí, en mi carne, en mi alma. Su cuerpo en mi cuerpo. Su sangre en mi sangre. Me hago más como Él.
Y Él se queda para hacerlo todo nuevo en mi vida. Para cambiar mi forma de ser, de estar. Cambia el cansancio en paz. La huida en encuentro. La ira en abrazo. Me calmo al tocar su cuerpo. Me quedo quieto al notar su presencia.
Quisiera tener la fuerza para abrirme a Él cada día. Dejar de buscar caminos propios lejos de Él. Comenzar a besar la vida tal como Dios me la regala. Sembrar amor allí donde hay odio. Sembrar paz en medio de la guerra.El amor verdadero no cansa nunca, siempre me descansa. El amor verdadero me da una paz verdadera que antes no conocía. Es remedio para el camino. Alimento para mi hambre.
Esta fiesta de hoy me habla de esa generosidad que llega al extremo. Jesús se ha partido para llegar a todos los corazones. Y me pide que yo me parta como Él se parte por mí.
Decía el padre José Kentenich: “Cada día participo en la misa y me dejo clavar con el Señor en la cruz. Cada día pendo decididamente de mi propia cruz, o bien, cada día doy al Señor la oportunidad de llevar su cruz, con mi originalidad, hasta la próxima eucaristía”[1].
Me cuesta esa generosidad que me hace partirme por amor. Partirme por entero. Esa generosidad que me descentra y me lleva a amar más, a amar partido, roto, vacío. Y me invita a ponerme en camino hoy, no mañana.
[1] J. Kentenich, Vivir la misa todo el día, 55
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