Principales Hitos Históricos
Teológicos del Desarrollo del Dogma Trinitario
14.1) Hasta la proclamación del símbolo
Niceno-constantinopolitano del 381
14.2) Elementos de la Teología Trinitaria
Agustiniana: la Noción de Relación, la Doctrina Psicológica
14.3) Rasgos Centrales de la Elaboración Sistemática
Trinitaria de Santo Tomás de Aquino
14.4) La Cuestión del "filioque" en
el pasado y en la actualidad
14.1 Hasta la Proclamación del Símbolo
Niceno-Constantinopolitano del 381
Los cristianos, desde el primer momento, creyeron y
vivieron de esta Verdad, como lo ponen de manifiesto la Sagrada Escritura, los
escritos de los primeros Padres y la misma Liturgia. Sin embargo, era preciso
toda una labor de búsqueda y fijación de términos y conceptos que permitieran
exponer, de un modo ordenado y sin equívocos - científicamente-, esta Verdad.
Y que, podríamos decir, se condensa en la afirmación de que la Esencia divina
es numéricamente una, simple,..., y que en Ella subsisten tres Personas
realmente distintas.
De acuerdo con esto podemos distinguir los
siguientes períodos (hasta el Símbolo niceno-constantinopolitano):
I. ss. II y III: A finales del siglo
II surgieron, como fruto de las escuelas de catequistas, las escuelas teológicas
de Alejandría y Antioquía. Cada una de ellas, de acuerdo a su propio método
de trabajo, trataba de llevar a cabo una exposición científica del dogma
trinitario.
Las formulaciones iniciales sobre el misterio
trinitario, utilizando como instrumento la filosofía griega (principalmente
neoplátonica), eran poco precisas y carentes de equilibrio: oscilaban entre las
de aquellos que, por resaltar la unidad de la Esencia divina, ponían en peligro
la distinción real entre las Personas; y las de los que, por resaltar la
distinción de las Personas, presentaban al Hijo y al Espíritu Santo como
dioses de segunda categoría -unidos al Padre por la operación, la energía, el
amor,..., pero no dejando clara la unidad numérica de la esencia.
Estas formulaciones dieron ocasión a los primeros
brotes heréticos en ambas direcciones:
1. monarquismo modalista - Aquí la distinción
entre las Personas no era real. Adquiere diversas formas:
a. sabelianismo - El Hijo y el Esp. Sto. son modos
de manifestarse el Padre.
b. adopcionismo - El hijo es un hombre elevado a esa
dignidad, un Hijo adoptivo.
c. dinámico - Cristo está dotado de una "dinamis"
divina, es un hombre en el cual Dios actúa.
2. subordinacionismo - El Hijo y el Esp. Sto.
no poseían la misma esencia divina.
Sin embargo el Magisterio eclesiástico -ya mediante
sínodos locales, ya con la intervención del Romano Pontífice (S. Dionisio, a.
262)- les cortó raíz.
II. s. IV: la crisis arriana: Lo que
hasta ese momento habían sido formulaciones menos precisas o herejías
limitadas, a principios del siglo IV tomó forma de una doctrina racionalista
completa - la herejía arriana-, en la cual se afirmaba que el Verbo divino era
una criatura, con lo que se atentaba a la misma esencia del Misterio Trinitario,
y, como consecuencia, al sentido mismo de la salvación cristiana.
La respuesta del Magisterio no se hizo esperar:
primero con la condena de Arrio por el obispo de su diócesis, Alejandro de
Alejandría; y más adelante (a. 325) por el primer Concilio Ecuménico -
Nicea- en el cual se declaró dogmáticamente la consubstancialidad
del Padre y del Hijo (homousius). El "homousis tó Patrí" niceno
se refiere no solo a una identidad específica sino numérica en la esencia
divina, o sea, un Dios Único. No es que el Padre y el Hijo tengan una misma
esencia sino que son una única esencia, entendiendo única en sentido de
unicidad, una sola esencia.
Sin embargo, por diversas circunstancias de orden
político y terminológico, la crisis arriana no se calmó, dando lugar a un
largo período de divisiones y discusiones, durante el cual fueron,
primeramente, S. Atanasio y, más adelante, los Capadocios los que
defendieron, y desarrollaron teológicamente, el misterio trinitario. Para estos
últimos, las hypostasis son como caracterizaciones de la única ousía divina
que no la dividen pero que establecen distinciones por las relaciones de origen,
por el modo de existir. Así lo propio de la primera hypostasis es la
innascibilidad (no tener origen); de la segunda, nacer del Padre (ser
engendrado); y de la tercera, la procedencia.
Esta crisis finalizó con el Concilio de
Constantinopla (a. 381), en el cual se confirma el homousius y se
afirma la divinidad del Espíritu Santo (que había sido negada por los
arrianos posteriores). Este Concilio recoge a Nicea y le añade algunos artículos
pneumatológicos, por eso se conoce el Símbolo como niceno-contantinopolitano.
Pasa a ser la primera definición completa sobre el dogma trinitario.
Desde el punto de vista teológico, los Padre
Capadocios, habían dado lugar a las siguientes exposiciones del misterio que
pasaron luego a la doctrina de la Iglesia:
- en Dios se daba la unidad de Esencia y la distinción
de tres Personas;
- siendo la Esencia común a las tres Persona, éstas
se distinguen entre sí en razón de las propiedades personales, que tienen un
cierto carácter relativo.
14.2 Elementos de la Teología Trinitaria
Agustiniana: la Noción de Relación, la Doctrina Psicológica
En la teología griega el punto de llegada es la
consustancialidad, junto con ello hay un fortísimo acento en la identidad de
esencia específica y numérica; esto lleva a definir una persona o hypostasis
que no altere la unidad esencial y eso se hace a través de la relación. La única
ousía divina existe según tres modos de existencia; hasta aquí llegan los
griegos. A partir de aquí San Agustín, también en lucha contra el arrianismo,
insistirá en la unidad y el acento estará fuertemente puesto en la identidad
esencial y menos en otros aspectos para los cuales Agustín tiene problemas de
tipo filosófico.
En San Agustín hay dos grandes cosas: primero, sus
nociones filosóficas -la noción de persona- y, por tanto, tratar de expresar
porque en Dios hay tres personas y, un segundo mundo de pensamientos que es la
llamada doctrina psicológica.
Su filosofía es el neoplatonismo de Plotino (las
eneadas) y esa filosofía tan rígida y conceptualista corta los vuelos a Agustín.
Según San Agustín para que un nombre sea común a
distintas cosas (por ejemplo, en la Trinidad el nombre de Persona se le da a
tres) es preciso que pertenezcan al mismo género o a la misma especie o sea
parte de un mismo todo, pero esto no es exactamente así en Dios, en Dios no hay
tres esencias.
Si un nombre común indica una posesión unívoca de
la realidad significada por el nombre, entonces, ¿qué es lo común al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo que llamarías personas? No son el nombre propio,
que parecen que indican relaciones no convertibles unas en otras. Si Dios es un
nombre absoluto y persona es un nombre absoluto, ¿por qué no es una persona o
al revés por qué no son tres dioses?
Se habla de tres hypostasis (o personas) porque si
fueran tres esencias sería arrianismo, pero al mismo son tres personas porque
si no sería sabelianismo. El lenguaje tradicional es éste: son tres y
distintos, pero ¿en qué son distintos? En griego, tres en cuanto hypostasis,
en latín tres personas.
Si persona es lo absoluto en Dios, Persona es
aquello por lo que el Padre es ser y no ser Padre, en Dios ser y ser Persona sería
lo mismo. Pero, sin embargo, ¿porqué no decimos que hay una sola Persona? Ante
este problema S. Agustín no sabe qué decir. Es imposible expresar
racionalmente tres personas en una sola esencia.
En este terreno de vocabulario, no hay avance, San
Agustín está atorado. No así en lo que dice de que Padre, Hijo y Espíritu
Santo son términos relativos, o sea, no es algo sustancial lo que se indica con
esos términos. El no acepta el carácter relativo de la Persona en Dios aunque
sí que los nombres de las Personas son relativos. Persona es término absoluto,
pero algo de relación debe haber en Dios; relativo es algo "ad alium",
indica referencia a algo. Lo relativo no añade nada al sujeto, lo refiere a
otro, indica alteridad, realidades que coexisten simultáneamente, no hay
relativo sin su correlativo. Los nombres relativos llevan implícita una cierta
idea de dependencia, se suponen mutuamente.
En Dios hay nombres relativos (Padre, Hijo, Verbo,
Imagen, Don), por otro lado, hay nombres que no son relativos (Dios, Persona,
Sustancia, los Atributos); si estos últimos se consideraran absolutos llevarían
al error.
El considerar el término persona como absoluto
representa un problema para San Agustín poder hablar de tres Personas en Dios.
Es sorprendente que se pueda decir tres Persona y no tres esencias porque
persona es un término absoluto. Insistirá en que términos como sustancia y
esencia solo se dicen en singular, en cambio, persona se puede decir en plural,
luego hay una cierta diferencia; persona no es un puro nombre, tres Personas
indican tres realidades, tres "algos" distintos que no se confunden
entre sí ni se separan en sentido arriano. La distinción solo puede ir por lo
relativo. Si hay una pluralidad real es que realmente deben oponerse, entonces
persona y sustancia no son simplemente sinónimos, o sea, para él hay una
identidad persona- sustancia y al mismo tiempo una distinción persona-
sustancia y eso le lleva a una distinción real persona-persona que se
distinguen por los orígenes. Cada una de las Personas goza de todos las
prerrogativas de los nombres propios. La primera Persona es sujeto de todos los
atributos divinos, y la segunda y la tercera también.
Entonces, ¿persona tiene un sentido relativo como
lo tienen los nombres propios o no? Aunque hable de cómo en efecto puede
"persona" tener un sentido relativo expresa que no, que no tiene
sentido relativo. San Agustín no se atreve a dar el paso de decir que en Dios
la Persona es la relación. Se queda donde han estado los griegos, las Personas
son la ousia divina distintas por sus relaciones de origen. Su teología de la
Persona es inacabada, su pensamiento complejo. Su teoría es equilibrada en
conjunto pero si se trata un elemento aislado al no tener una síntesis global
se le puede hacer padre de muchos errores.
Doctrina psicológica
La doctrina psicológica parte de la imagen o
reflejo de la Trinidad en el mundo creatural. San Agustín insistirá en que la
imagen de la Trinidad estará mejor reflejada en aquella criatura que sea la más
perfecta, el reflejo menos deformado de Dios en el mundo creado. ƒsta será la
parte superior del alma humana, la mens. Si en la estructura misma del espíritu
humano hay ese sello de la Trinidad, se trata de ahondar en el conocimiento de
ese espíritu.
Una de las imágenes de la Trinidad en el espíritu
humano San Agustín la encontrará reflejada en la memoria, inteligencia
y voluntad.
El alma, la mens, se conoce a sí misma; incluso
cuando tiene deseo de conocerse al menos sabe que se busca y se ignora. Puede
llegar al conocimiento de sus propios actos; nadie puede dudar de que duda,
recuerda o vive, pues si dudase vive y si dudase que vive recuerda (esto es una
reflexión sobre la psicología humana, una reflexión sobre los actos del
conocimiento tal cuáles son).
La memoria es el conocimiento de la mens por ella
misma, es un conocimiento permanente aunque no sea siempre actual. Para que sea
actual hay que superar el conocimiento sensible, como atravesar diversas capas
de conocimiento sensible para llegar a ese conocimiento actual de si mismo; esto
lo puede hacer el alma gracias a las razones eternas que posee que es la
iluminación del Verbo. Así tengo un conocimiento actual (inteligencia) de mi
pensamiento que es un conocimiento de la mens respecto de sí misma. Esto es lo
que se llama autoconocimiento y es el verbo. Ese conocimiento actual purificado
que ha superado la materialidad, llamado verbo, es imagen de la generación del
Hijo, que no es sino imagen de lo que es el Padre.
Junto a esas razones eternas que permiten esa
producción de mi propio verbo, juega también un papel importante el amor ya
que la mens se busca y se encuentra en el verbo porque se ama. Ese verbo en el
cual la mens se dice a sí misma no es un conocimiento puramente especulativo
sino que entra también el amor. El verbo es "amanta notitia", el amor
está en el origen de la concepción del verbo y por eso el amor une la
cogitatio, el pensamiento actual con la memoria.
Esta imagen puede ser válida para hablar de la
Trinidad: el verbo no es inferior a la mens, la mens se conoce tanto cuanto es y
el amor tampoco es inferior, se ama tanto cuanto se conoce. Hay una igualdad
esencial y una triada: memoria, inteligencia y voluntad son tres y al mismo
tiempo uno; son distintos pero una sola esencia. Hay un verdadero estar cada uno
en el otro, esa inteligencia es parte de la mens, se da una inmanencia, una
inseparabilidad entre estas tres realidades del espíritu.
Junto con esta triada está la memoria Dei,
intelligentia Dei y el amor Dei; la mens es verdaderamente imagen de Dios cuando
se refiere a ƒl. Cuando se actualiza en una intelligentia Dei y en un amor Dei
es cuando se convierte en una imagen más expresiva de la Trinidad.
Todo esto es, sin duda, es una ilustración riquísima
de la Trinidad (aunque la distinción entre las personas divinas sea
insuficiente). No es un intento de expresar formalmente la Trinidad divina según
las leyes de la metafísica, pero abre camino, es algo nuevo en el pensamiento
trinitario. Se explica el modo de los orígenes en Dios y se abre camino también
al hecho de ilustrar de que en Dios hay tres Personas en cuanto que hay dos
operaciones.
14.3 Rasgos Centrales de la Elaboración Sistemática
Trinitaria de Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás al tratar sobre la Trinidad en su Suma
Teológica (I,q.27-43) se propone iluminar la fe cristiana, según la cual el único
Dios es tri-personal. Ahora bien, las Personas divinas se entienden por el
concepto de relación, y el fundamento ontológico de las relaciones
trinitarias son las procesiones u orígenes. En consecuencia, el orden lógico
le conduce a tratar:
1. De las procesiones u orígenes, punto básico
de toda explicación trinitaria (q.27)
2. De las relaciones, que fluyen de las
procesiones divinas y constituyen a las personas (q.28)
3. De las personas, que no son sino esas
mismas relaciones subsistentes, idénticas a la esencia, pero opuestas entre sí
(q.29-43)
De esos tres apartados, los dos primeros son como la
introducción al tercero, que es propiamente el objeto de estudio.
Santo Tomás establece su inigualable construcción
trinitaria partiendo del dato revelado en la Sagrada Escritura y enseñado por
el Magisterio de que hay procesiones en Dios: el Hijo procede del Padre y el Espíritu
Santo procede del Padre y del Hijo. Su sistema es un punto de llegada, en el que
destacan por igual la fidelidad a la doctrina de fe recibida y la agudeza
intelectual para explicar sus contenidos. No parte a priori de nociones
filosóficas queriendo, a todo trance, aplicarlas a Dios, sino de la verdad
misteriosa que El mismo manifestó: que Dios no es una fuerza amorfa o un ser cósmico,
sino un ser de naturaleza personal. Y más aún, que en tal naturaleza personal
son Tres las realidades personales. A este Misterio aplica su razón teológica.
Si comprendemos, por tanto, que Dios es personal, no
podemos pensar que lo es como nosotros lo somos: conocemos la realidad pero
ignoramos qué sea Dios. Santo Tomás recurrirá entonces a la analogía
para decir algo de ƒl.
Si el dato revelado es que ad intra de Dios
hay Tres Personas, no cabe analogía más apropiada que la de nuestras
operaciones inmanentes de conocimiento y amor, pues explica la posibilidad de
las procesiones reveladas, y da razón de los nombres relativos con los que la
Tres Personas son designadas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Los nombres relativos y los orígenes que la
Revelación atestigua, conducen la reflexión de STh a la existencia en Dios de
relaciones reales: relación, porque ésta siempre se da entre lo que procede de
otro y aquel de quien procede, y real porque sujeto y término están en el
mismo orden del ser. Pero, ¿cómo fue a pasar su reflexión a las relaciones
divinas?
La fe recibida precisaba que la única distinción
en Dios es la personal: un Dios y Tres Personas. Era preciso encontrar el
principio de distinción, algo que explicara que siendo Dios el Padre y siendo
Dios el Hijo, y en todo iguales, se distinguen mutuamente.
La única distinción revelada es la de los orígenes,
que indican diferencia personal, porque nadie procede de sí mismo. Pero los orígenes,
¿qué nos dicen? Que el Hijo es distinto del Padre en la filiación y que el
Esp. Sto. es distinto del Padre y del Hijo en su procesión. Hasta aquí se podía
llegar fácilmente a partir de los datos revelados, pero a partir de ahora
comenzará a verse la capacidad teológica de STh. Si lo único distinto en Dios
son las Personas, y solo cabe distinción por los orígenes, será preciso
determinar cómo llegar de la distinción de filiación a la Persona del Hijo.
Pero además, para que ese paso sea aceptable desde la fe, debe a la vez
salvaguardar la unidad numérica de esencia.
Aquí es donde entran en juego las relaciones. ¿Qué
es la filiación? Hemos visto que es la procedencia del Hijo que por sí misma
implica distinción y, por tanto, oposición en ese aspecto. Y a la vez, analógicamente
a lo que observamos en las criaturas, la filiación es relación del Hijo al
Padre. Luego distinguirse en la filiación es idéntico a distinguirse en la
relación, según nuestro modo análogo de entender. El problema se traslada a
buscar el paso de la relación que distingue a la Persona distinta, procurando
así ofrecer una aproximación racional al dato revelado.
No era un problema pequeño, porque lo que llamamos
relación en las criaturas es un accidente. Según esto la filiación sería un
accidente en el Hijo, incluiría un esse accidental en ƒl, y la distinción
se haría en Dios accidentalmente. Como esto no es posible, tampoco sería
posible hablar de Tres Personas. El paso de las relaciones a las Personas estaría
impedido para nuestra razón. Se imponía establecer con precisión los límites
de la analogía y determinar el modo de significar en Dios la categoría de
relación. ƒsta no podría ser nada accidental por estar excluida en Dios
cualquier composición y no haber en ƒl nada potencial.
Ahora si quitamos en las relaciones su condición
puramente accidental, su condición de inherir, su esse in, ¿cómo es
posible seguir hablando de relación? Hay que admitir con el Aquinate que ese esse
in debe permanecer pero no haciendo inherir a la relación en la esencia
sino identificándola con ella, lo cual solo es concebible metafísicamente si
el esse de la relación es el esse divino. Así la relación
resulta ser en Dios su propia esencia: relación subsistente.
Pero según esto, ¿qué diferencia hay entre relación
de filiación y relación de paternidad? Serían, por lo visto, la misma relación
subsistente, en contra de lo único cierto y exacto que sabemos por Revelación:
que siendo distintos el Padre y el Hijo han de ser distintas también las
relaciones. Será preciso analizar de nuevo el concepto de relación, para
descubrir una característica exclusiva de ella. Según su pura ratio
relationis no dice algo que está en el sujeto, sino la referencia del
sujeto a otro: no dice aliquid sino más bien ad aliquid. Es
decir, goza de un tipo de realidad (esse ad) exclusivo de ella, que
aunque sea de la más débil entidad por no indicar nada absoluto sino tan solo
referencia, no por ello deja de ser real. Las relaciones subsistentes, que son
la misma esencia, dicen a la vez, en cuanto relaciones, mutua referencia real y
por tanto distinción.
Así pues basado en que lo que llamamos persona
viene definido por la subsistencia, la individualidad o distinción, y la
naturaleza racional, persona se dice que es un "subsistente distinto en una
naturaleza racional". Ahora, para aplicar esta definición a Dios habrá
que buscar qué es lo distinto en Dios. STh dirá que lo que distingue en Dios
es la relación (relación que en Dios es subsistente, como ya vimos); pero lo
que distingue es igual a lo distinto: la paternidad es el Padre, al no
distinguirse en Dios nada de su esencia. La relación resulta ser no solo raíz
de distinción sino también lo distinto, o lo que es lo mismo: la Persona
divina. La Persona es la misma relación subsistente.
Dicho de otra manera: siendo la paternidad lo que
distingue al Padre y a la vez lo distinto, es decir el mismo Padre, a esa relación
le podemos llamar Persona (o al Padre le podemos nombrar como Persona), en
cuanto que el Padre y Dios son lo mismo: eso es lo que quiere decir que a la
relación le compete el nombre de Persona en Dios "per modum substantiae".
14.4 La Cuestión del "filioque"
en el pasado y en la actualidad
La fe apostólica relativa al Espíritu Santo fue
confesada por el segundo Concilio Ecuménico en el año 381 en Constantinopla:
"Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del
Padre". La iglesia reconoce así al Padre como la "fuente y origen de
toda la divinidad (Cc. Toledo VI). Sin embargo, el origen eterno del Esp. Sto.
está en conexión con el del Hijo: "El Esp. Sto., que es la tercera
persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma
substancia y también de la misma naturaleza. Por eso, no se dice que es solo el
Espíritu del Padre, sino a la vez el Espíritu del Padre y del Hijo (Cc. Toledo
XI). El Credo del Conc. de Constantinopla (381) confiesa: "Con el Padre y
el Hijo recibe una misma adoración y gloria".
Según la doctrina tomista el argumento de fondo del
"filioque" es que: si el Esp. Sto. procede también del Hijo entonces
el Hijo y el Esp. Sto. son distintos. El modo de expresar que teniendo el mismo
origen son distintos es diciendo que el Esp. Sto. también procede del Hijo además
del Padre. Es necesario decir que el Esp. Sto. también procede del Hijo para
distinguirlo de éste. Con el "filioque" se afirma que no solo es
distinto del Hijo sino que también procede de ƒl.
La tradición latina del Credo confiesa que el Espíritu
"procede del Padre y del Hijo (filioque). El Conc. de Florencia, en el
1438, explicita: "El Esp. Sto. tiene su esencia y su ser a la vez del Padre
y del Hijo, y procede eternamente tanto del Uno como del Otro como de un solo
Principio y por una sola espiración... Y porque todo lo que pertenece al Padre,
el Padre lo dio a su Hijo Unico, al engendrarlo, a excepción de su ser de
Padre, esta procesión misma del Esp. Sto. a partir del Hijo, éste la tiene
eternamente del Padre que lo engendró eternamente".
La afirmación del "filioque" no figuraba
en el símbolo confesado en el año 381 en Constantinopla. Pero sobre la base de
una antigua tradición latina y alejandrina, el Papa S. León la había ya
confesado dogmáticamente el año 447, antes incluso que Roma conociese y
recibiese el año 451, en el Conc. de Calcedonia, el símbolo del 381. El uso de
esta fórmula en el Credo fue poco a poco admitido en la liturgia latina (entre
los siglos VIII y XI). La introducción del "filioque" en el Símbolo
de Nicea-Constantinopla por la liturgia latina constituye, todavía hoy, un
motivo de no convergencia con las Iglesias ortodoxas.
La tradición oriental expresa en primer lugar el
carácter de origen primero del Padre por relación al Esp. Sto. Al confesar al
Espíritu como "salido del Padre" (Jn 15,26), esa tradición afirma
que este procede del Padre por el Hijo. La tradición occidental
expresa en primer lugar la comunión consubstancial entre el Padre y el Hijo
diciendo que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (filioque).
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