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miércoles, 1 de junio de 2016

Católico: Como vives la misa vives tu vida

Vivir la eucaristía es prepararme para ser yo mismo el cuerpo de Cristo que se entrega


Jesús me pide que viva con intensidad la eucaristía para así vivir mi vida con la misma intensidad.

Decía el Padre José Kentenich: “Si vivo así mi vida de ofrecimiento, en forma sobrenatural, en y con Cristo, es evidente entonces que muchas veces seré transformado en Cristo. Todas las acciones durante el día deben llegar a ser una reiteración constante del ofertorio, de la consagración y de la comunión”[1].

Si vivo cada parte de la misa intensamente podré llevar esa actitud a mi vida.

La actitud del perdón. Cuando necesito perdonar a otros. Cuando me hace falta ser perdonado.

La escucha de la Palabra de Dios. Cuando quiero aprender a descubrir su voz en medio de mi día.

La petición constante por mis necesidades. Porque Jesús me escucha cuando le suplico.

La actitud del ofrecimiento de lo poco que tengo: “No tenemos más que cinco panes y dos peces”. Porque sólo si me ofrezco Jesús puede tomarme en sus manos.

La consagración en la que Jesús se hace carne en mis manos. Y yo me hago más de Dios en las suyas.

El gesto de postrarme y partirme en las manos de Dios. Cuando siento que Jesús se parte en las mías. Para que otros tengan vida: “Dadles vosotros de comer”.

Hay partes de la misa que vivo de forma más intensa que otras. ¿Qué parte de la misa es la parte que más me toca? ¿Qué parte de la misa vivo más intensamente?

Vivir la eucaristía es prepararme para ser eucaristía, para ser yo mismo el cuerpo de Cristo que se parte por amor y se entrega sin reservas. A todos.

Cada vez que parto el cuerpo de Cristo es como si se partiera algo dentro de mi alma. Ese ruido del pan al partirse. Jesús se parte en mis manos. Yo me parto en las suyas.

¿Tomo conciencia de cada momento de la misa? ¿O la vivo pensando en otras cosas? En el pasado que me preocupa. En el futuro que me angustia.

Quiero acercarme a Jesús con las manos vacías. Sólo tengo unos panes y unos peces. Tengo muy poco y son muchos a mi alrededor los que tienen hambre de amor.

No puedo calmar el hambre de todo el mundo. No puedo. No bastan mis talentos, mi capacidad de amar, mi tiempo. Eso lo sé. No puedo. Pero a veces me confundo y grito como un niño: “Mamá, ¿yo puedo?”.

Tal vez pienso que no es posible. Que sólo mis panes y mis peces no son suficientes. Y los puedo guardar por miedo a perderlos.

Jesús cree en mí. Cree en ese poder escondido debajo de mi impotencia. Cree en mi capacidad para amar oculta bajo gestos hoscos. Cree en mi potencialidad para crecer cuando parece que soy frágil y débil y la derrota es segura.

Sí, Jesús cree en mí. Sí, yo puedo calmar la sed y el hambre de tantos. Parece pretencioso. Pero Jesús cree en mí mucho más de lo que yo creo. Y me pide que yo les dé de comer con tan solo unos panes y unos peces. Y me dice: “No dejes nunca de creer”.

Parece imposible. Me parece imposible. Pero yo quiero creer que puedo partirme hasta el extremo. Y me da miedo.

Rezo con las palabras con las que rezaba una persona: “Sé Tú mi seguro y mi ancla. Enséñame a caminar sobre las aguas. Aunque parezca imposible. Dime ‘ven’ e iré. Y si no, ven a cogerme”.

Quiero confiar así en el poder de Jesús en mi vida. En el poder de mi cuerpo sobre las aguas. En ese milagro de mis manos al convertir el pan en su cuerpo y el vino en su sangre. Por su palabra, creo. Porque Él vive en mí, puedo.

Él puede hacer posible lo imposible. Puede hacer que mi palabra calme los corazones que viven angustiados. Y mis manos entreguen su bendición allí donde reina la ira y la violencia. Puede hacer que mis pies recorran caminos difíciles, valles oscuros.

Puede darme un corazón más grande que el que tengo. Un corazón capaz de aceptar a más personas, querer a más hombres, cuidar a más necesitados. Él puede hacer posible la multiplicación de mis panes y mis peces cuando es tan poco lo que yo poseo.

Puede si yo le dejo entrar en mi vida, si me entrego por completo sin esperar nada a cambio, si me ofrezco sabiendo que es poco lo que poseo. No importa nada. Él lo puede todo. Le basta mi sí para empezar a hacerlo.

[1] J. Kentenich, Vivir la misa todo el día, 55

martes, 31 de mayo de 2016

LAS 7 VISITAS DE LA VIRGEN MARIA A LA HUMANIDAD

¿Qué quiere decirnos?


Durante el transcurso de la historia, la Virgen María ha visitado a la humanidad en ciertos lugares especiales por todo el mundo.
En la mayoría de las apariciones marianas, sólo una persona o un grupo pequeño, muy a menudo de niños, se ha informado de la visión de la Santísima Virgen que, al principio, es descrita únicamente como “una Señora”. Aunque ha habido excepciones, como la aparición en Zeitun, Egipto, donde se documentó su aparición ante miles de personas: católicos, ortodoxos, musulmanes y no creyentes.

Según la doctrina de la Iglesia católica, la era de la “revelación pública” terminó con la muerte del último Apóstol. Una aparición mariana, si es juzgada auténtica por una autoridad legítima de la Iglesia, se considera una revelación “privada”. En relación a este tipo de revelaciones, podemos leer en el Catecismo de la Iglesia Católica:

A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia. (CIC, 67).

Después de una investigación concienzuda de acuerdo con las normas descritas específicamente por la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, la Iglesia confirmará una aparición auténtica como fidedigna.

La Santa Sede ha aprobado oficialmente al menos 13 apariciones de la Virgen María, incluyendo las de Guadalupe (México), Saint-Étienne-le-Laus, París (Rue du Bac, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa), La Salette (Francia), Lourdes (Francia), Fátima (Portugal), Pontmain (Francia), Beauraing (Bélgica) y Banneux (Bélgica).

Hay otras apariciones que han sido aprobadas por el obispo local correspondiente; por ejemplo, la aprobación en 2010 de las apariciones del siglo XIX de “Our Lady of Good Help” (Nuestra Señora de la Buena Ayuda), la primera aparición mariana reconocida en los Estados Unidos.

Apariciones marianas del siglo XX

El siglo XX es pródigo en la documentación de apariciones de la Santísima Virgen, desde la celebérrima aparición en Fátima, Portugal, hasta otras menos divulgadas, pero igualmente poderosas, como las apariciones en Kibeho, Ruanda, o en Akita, Japón. ¿Por qué se ha estado apareciendo tan recientemente?

Fray René Laurentin, un mariólogo mundialmente reputado, nacido el 19 de octubre de 1917 —sólo seis días después de la última aparición de la Virgen María en Fátima— ha viajado por todo el mundo investigando muchos de los informes de estos eventos. Hace algunos años, afirmó que cree que la multitud de apariciones es una llamada urgente a un mundo abocado a la autodestrucción.

“Hay situaciones muy graves y serias en el mundo de hoy en día, así que hay muchas razones para que la Virgen se aparezca para alertarnos. Ella habla de forma global de los riesgos morales, de la inmoralidad sexual liberal o del materialismo. El mundo ha rechazado a Dios y se está abandonando lenta y pacientemente al pecado. Es como si estuviéramos sentados en una rama mientras nosotros mismos la cortamos. Así que ahora experimentamos las consecuencias. El mundo se autodestruye a causa del pecado y no podemos sacarnos a nosotros mismos de esa situación sin ayuda. Así que la Virgen nos llama a volver a lo esencial en nuestras vidas. Pide oración y conversión, nos dice que Dios existe y que debemos regresar a Él. Solamente en Él encontraremos nuestra libertad”.

¿Qué mensaje quiere comunicarnos la Santísima Virgen? En una entrevista en 2008, fray Laurentin explicó que los mensajes varían pero que, al mismo tiempo, son unánimes “en la medida en que representan el simple eco del Evangelio y nos invitan a la oración, a la conversión, al arrepentimiento, al ayuno y a la lectura de la Biblia, de formas diferentes según los tiempos y la relevancia profética de cada mensaje individual, pero siempre sin traspasar los límites de la doctrina de la Iglesia”.

Aunque se informe de milagros, curaciones y recuperaciones acompañando a las apariciones marianas, no son el propósito esencial. Cuando aparece la Santísima Virgen, su propósito principal es el de guiar a sus hijos hacia Jesucristo.

Aquí tienes 7 ocasiones en las que la Virgen María visitó a la humanidad.

Lourdes (Franca), 1858:

La Virgen María se aparece a Bernadette Soubirous, de 14 años, un total de 18 veces en la gruta de Massabielle (“la roca”). La Virgen indicó a Bernadette que debía decir a los sacerdotes que construyeran una capilla en el lugar y le mostró una fuente cuyas aguas han sido causa de numerosas curaciones milagrosas. Cuando por fin Bernadette le preguntó a la Señora quién era, la Virgen respondió: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.


Fátima (Portugal), 1917:

La Virgen María se aparece a tres niños pastores, Lúcia dos Santos y sus primos Francisco y Jacinta Marto, el 13 de mayo de 1917, en el valle de Cova da Iria. La Virgen habló del dolor de un mundo asolado por la guerra y las revoluciones e hizo un llamamiento a la oración, el arrepentimiento y la penitencia redentora. También confió a los niños una serie de mensajes proféticos, conocidos como “secretos” o “misterios”, que compartirían con los líderes de la Iglesia. María pidió a los niños que rezaran a menudo el Rosario, diciendo que con el Rosario “pondrían fin a las guerras”. El domingo 13 de octubre de 1917, entre 30.000 y 100.000 personas fueron testigos del “Milagro del Sol”.



Akita (Japón), 1973-1981:

La Virgen María se aparece a sor Agnes Sasagawa, una conversa del budismo al cristianismo. Se dice que el mensaje de Akita, que se asocia con una imagen de la Virgen María venerada por milagrosa, está profundamente relacionado con Fátima y que advierte de la venida de dificultades para la Iglesia. Aunque fueron aprobadas por devoción local, las apariciones de Akita no han recibido ni la aprobación ni la desaprobación de la Santa Sede.




Betania (Venezuela), 1976-1988:

La Virgen María se aparece a María Esperanza de Bianchini, esposa, madre y abuela, bajo el título de María, Virgen y Madre, Reconciliadora de Todos los Pueblos y Naciones. Durante una de estas apariciones, había presentes 150 personas que también vieron a la Señora. Las apariciones de Betania han sido aprobadas por el ordinario local, pero la Santa Sede aún no se ha posicionado. En 2010, la Diócesis de Metuchen, Nueva Jersey, EE.UU., abrió un proceso de beatificación y canonización de la visionaria, que ahora es conocida como Sierva de Dios María Esperanza.




Kibeho (Ruanda), 1981-1986:

La Virgen María se aparece a tres adolescentes, Alphonsine Mumereke, Nathalie Ukamazimpaka y Marie-Claire Mukangango, poco antes del genocidio de Ruanda. La Virgen pide ayuno, oración incesante y conversión. Otros jóvenes en Kibeho afirmaron haber recibido mensajes de la Virgen María, pero sólo fueron aprobadas por el ordinario local las apariciones de Alphonsine, Nathalie y Marie-Claire. En el santuario de Kibeho, María es venerada como Nuestra Señora de los Dolores.




Champion, Wisconsin (EE.UU.), 1859:

La Virgen María se aparece a una joven inmigrante, Adele Brise, al noreste de Wisconsin. María la llamó a “reunir a los niños de este lugar campestre y enseñarles lo que tienen que hacer para la salvación”. En 2010 las apariciones fueron aprobadas por veneración por el obispo de Green Bay, Wisconsin, y el Santuario de Nuestra Señora de la Buena Ayuda, construido en el lugar de la aparición a Adele Brise, es un gran atractivo para los peregrinos.




Zeitun, El Cairo (Egipto), 1968-1970 (aprobada por la Iglesia copta ortodoxa):

La Virgen María se aparece sobre la cúpula de la Iglesia copta ortodoxa de Santa María ante una multitud de más de 250.000 personas, entre los que se encontraban católicos, ortodoxos, protestantes, musulmanes y no creyentes. No se transmitió ningún mensaje durante estas apariciones. Puesto que la iglesia donde ocurrieron las apariciones pertenecía a la Iglesia copta ortodoxa de Alejandría, el patriarca copto ortodoxo Cirilo VI fue quien aprobó su veneración.



La batalla de la oración: Por qué no debemos perder el ánimo si fallamos

Lo que evita que me rinda es que la oración no es acerca de mí, sino de responder la invitación de Dios


¿Te resulta difícil orar? También a mí. Seré honesto y diré que orar nunca ha sido fácil para mí y aún tengo días en los que fallo miserablemente. Lo que evita que me rinda es saber que la oración no es acerca de mí, sino acerca de Dios. Es acerca de responder a Su invitación de amor y hacer todo cuanto podamos para vencer los obstáculos que se nos presentan.

La oración es una lucha y el campo de batalla está en nuestros corazones. ¿Nos rendiremos y escaparemos o lucharemos hasta que el último suspiro salga de nuestros cuerpos?

Tal a como con cualquier relación, la oración no “sucede” de la noche a la mañana. Las relaciones se desarrollan con el tiempo y requieren de mucho esfuerzo para mantenerlas. Yo no conocí a mi esposa y luego le propuse matrimonio el mismo día. Necesité de tiempo para desarrollar nuestra amistad primero. Incluso después de la boda no podía desistir y dejar de hablarle a mi esposa repentinamente y no volver a invitarla a salir. Si lo hacía, nuestro matrimonio dejaría de existir.

Es lo mismo con la oración. No podemos esperar que la oración sea perfecta y que nunca experimente dificultades. Incluso los santos lucharon con la oración a lo largo de todas sus vidas. La oración requiere de gran esfuerzo y debe crecer con el tiempo.

El Catecismo usa palabras más fuertes y nos instruye a comprometernos en la batalla en medio de nuestras dificultades,

“Este combate debe hacer frente a lo que es sentido como fracasos en la oración: desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos “muchos bienes” (cf Mc 10, 22), decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad… La conclusión es siempre la misma: ¿Para qué orar? Es necesario luchar con humildad, confianza y perseverancia si se quieren vencer estos obstáculos”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2728)

En algunas ocasiones esta batalla ocurre en contra de nuestra propia naturaleza humana, a como el Catecismo explica:

“Mirado positivamente, el combate contra el ánimo posesivo y dominador es la vigilancia, la sobriedad del corazón”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2730)

El enemigo más común durante la oración son nuestras tendencias pecaminosas y nuestra falta de virtud.

Otra manera de explicar la complejidad de la oración es comparándola con ejercicio físico. Dominar el levantamiento de pesas y carreras de largas distancias toma tiempo y esfuerzo. No puedo ir afuera y simplemente correr una milla y esperar convertirme en un corredor de clase mundial. Debo comenzar lentamente y luego gradualmente incrementar mi velocidad por varios meses y años antes de dominar este deporte.

Es lo mismo con la oración. Tal a como Jim Beckman dijo:

“Tampoco la vida espiritual viene naturalmente. ¿Cómo es que tanta gente puede superar lo que aparenta ser infinitos obstáculos para entrenar, pero cuando un obstáculo se presenta para orar o en las disciplinas espirituales la mayoría parece flaquear? Considero que si vamos a triunfar en el viaje espiritual, necesitamos lidiar con nuestra espiritualidad un poco más a como lo hacemos con nuestro horario para ejercitarnos”. (Dios, Ayúdame: Cómo crecer en la oración, página 112)

No debemos cesar de orar cuando un obstáculo o distracción se nos presente. La oración no será fácil y no debemos esperar ser perfectos o recibir revelaciones divinas de un arcángel. Santa Teresa de Ávila explicó los diferentes niveles de la oración en términos de un “Castillo Interior”. Nosotros no comenzamos inmediatamente en la “Séptima Morada”, sino que trabajamos para acercarnos a Dios desde afuera, comenzando en la “Primera”. Es muy importante recordar esto ya que pondrá nuestra vida de oración en perspectiva.

Sobre todas las cosas, debemos luchar y seguir luchando. Lo peor que podemos hacer es darnos por vencidos. Cuando lo hacemos, el Enemigo de nuestras almas sale victorioso.

¡Sigamos el estandarte de Cristo y luchemos contra los numerosos obstáculos de este mundo!
Adaptación y traducción al español por María Mercedes Vanegas, para PildorasdeFe.net, de artículo publicado originalmente en: PhilipKosloski.com, Autor: Philip Kosloski

LOS 10 MEJORES VÍDEOS DE MAYO


Siervas – Confía en Dios





Matt Maher – Firelight






Vigil Project: Andrea Thomas – He rose again






Padre Damian ft. The Beats Band – Story of my life






Athenas – Espíritu Santo






Nick Dy-Verse Torres – It’s OK






Army of me – White flags fly







Deia – Quem realmente eu sou






Debora Vezzani – Al Re






Marcio Cruz – Estaçoes

lunes, 30 de mayo de 2016

No es aguantar, sino hacerlo todo nuevo

A veces me da miedo el abismo de lo eterno, pero el hoy lo consigo



A veces me canso y dejo todo para mañana. O busco mi comodidad, mi cueva en la que me guardo. O me da miedo pensar en una generosidad sin medida, siempre, todos los días, abierta a todos.

Decía el Padre Kentenich: “Hoy Cristo quiere morir en mí. Hoy. No mañana. Una de las más grandes tentaciones del demonio: ¿Vivir toda una vida en forma tan sublime y con tal profundidad religiosa y moral? ¿Quién puede resistir algo así? La respuesta es: ¡Hoy, sólo hoy! Tengo esa responsabilidad sólo por veinticuatro horas. De eucaristía en eucaristía. Las gracias que necesito para bajar hoy a la arena de mi vida, las recibo cada mañana en la santa misa”.

Hoy puedo partirme y morir un poco, morir por completo. Hoy, sólo me pide que lo haga hoy. Eso me da paz. Un día es posible. Y mañana de nuevo la petición. Mañana, otro día. Y después cada día recibo la fuerza para partirme, para morir un poco más. Cada día recibo más fuerza. Pero sólo por ese día.

Creo que la fidelidad se construye así, día a día. Sueño con el siempre. Vivo en el presente. Recibo la fuerza para dejar de pensar en mí y en lo que yo necesito. Para dejar de mirar mi dedo, mi ombligo, mis miedos, mis ansias. Un día. Sólo un día para dar la vida por entero, sin miedo.

Me conmueve pensar en ese amor de Dios que se conjuga sólo en presente. Me ama hoy. Por entero. De forma total. Me ama en este momento en el que me vuelvo hacia su cruz. Es el amor presente de Jesús a mi lado. El viático para recorrer las horas de mi día. Las horas de mi presente.

A veces me da miedo el abismo de lo eterno. Ese siempre sin fecha de retorno. Ese presente continuo que se derrama en un futuro incierto. Me asusta. Y vuelvo entonces a notar la presencia de Jesús hoy. Para hoy. Para las próximas horas. Desaparece el miedo. El hoy lo consigo. El hoy es posible.

Siempre, en el camino de Santiago, donde la meta final está clara, lo que permite caminar un día más es saber a cuánto está el siguiente pueblo, el siguiente albergue. Da igual su nombre o su importancia. Lo importante es saber cuántos kilómetros me faltan hasta la siguiente parada. Cinco, siete, diez. Es posible. El camino es posible.
Luego contaré, mirando hacia atrás, cuánto llevo. Y celebraré con alegría el camino recorrido, los aniversarios celebrados. Pero me centro en el hoy, en los kilómetros de hoy, en mi vida partida hoy. Con renuncias, sacrificios y alegrías. Hoy. Sólo hoy. Eso me salva.

Comenta el papa Francisco: “Se confunde, a menudo, la fidelidad y el aguante. Aguantar significa resistir el peso de una carga, y es condición propia de muros y columnas. La fidelidad supone algo mucho más elevado: crear en cada momento de la vida lo que uno, un día, prometió crear. Debemos grabar a fuego en la mente que la fidelidad es una actitud creativa”.Cada día me comprometo de nuevo a crear una vida según Cristo. A crear horas santas, una entrega santa. Creativo en un amor que se hace de nuevo cada mañana. La fuerza creadora de mi vida. Me comprometo de nuevo a amar hasta el fondo del alma de forma creativa. Me comprometo a cuidar el camino que Dios me ha regalado. Ahora y siempre.

No simplemente aguanto y soporto lo que me toca vivir. El amor que Dios me pide va mucho más allá, más lejos, crea vida. Me comprometo a ser fiel de forma creativa. Haciéndolo todo nuevo, cada día nuevo. Desde lo más hondo de mi vida.
La fidelidad se juega aquí y ahora. En medio de mi camino Dios me anima a ser fiel, a darme por entero. A no guardarme con egoísmo pensando en el futuro. Quiere que mi amor se entregue sin reservas. Aquí y ahora.

En cada eucaristía Jesús me enseña a partirme, a darme, a ser para otros pan partido. A llegar a todos con mi vida limitada, rota, herida. Me emociona pensar en la fe de Jesús en mí. Cree en mi fidelidad. Cree en mi sí repetido cada mañana.